Presentación 3

APORTES

Aceptación, adaptación
o resistencia. La idea
de la Conquista en escritos
indígenas del siglo xvi

Rebeca López Mora 8

Aprovisionadoras y soldados:
las españolas en la Conquista
de México

Pilar Regueiro Suárez 22

La “Conquista de México”
en streaming: miradas
en documentales
y series en línea a 500 años

Daniel Martínez González 33

Una cacofonía de violencia:
estudio iconográfico del
Lienzo de Analco

Pedro Rafael Mena 53

La representación iconográfica
de la muerte en la
Relación de Michoacán

María del Mar Muciño Vega /

Quetzalcóatl Tonatiuh
Uribe Sánchez 72

La figura de Hernán Cortés
en la litografía francesa de la primera mitad del siglo xix, algunos casos
para la construcción de su imagen
como héroe universal

Arturo Aguilar Ochoa 100

La tradición de la divina
protección. Adarga y escudos emplumados del siglo xvi
en México y Europa

María Olvido Moreno Guzmán
Laura Filloy Nadal 114

Conquistadores, exploradores
y residentes: el descubrimiento
trilateral del actual noreste
mexicano y sur de Texas
en los siglos xvi y xvii

José Medina González Dávila 131

Conquista y Colonia
en la Nueva España: una mirada
sobre elementos heredados
a la historia de México

Marcos Cueva Perus 144

DIVERSA

¿El relato de la Conquista
de México como discurso colonial?

Guy Rozat Dupeyron 155

El Pilato totonaco.
El guardián de la tradición

Héctor Manuel
Enríquez Andrade 169

ANTROPOCDOTARIO

Cómo descubrí Cahuaziziqui

Samuel Villela F. 184

ANTROPOLOGÍA
DE LA IMAGEN

La culpa es de los tlaxcaltecas

Guillermo Serrano 191

RESEÑA

La sabiduría ambiental de América profunda

Ruth Guzik Glantz 213

Microhistorias de los zoques
bajo el volcán

José Luis Escalona Victoria 219

Presentación

la publicación de este nuevo número de la revista, y en particular los contenidos de su dossier “Nuevas miradas sobre la conquista española”, nos remiten de inicio al pensamiento de Mijaíl Batjín, quien señalaba que si bien la empatía es un proceso necesario e inicial para la comprensión de una cultura ajena, reconoce no obstante que esta misma “se descubre más plena y profundamente sólo a los ojos de otra cultura; pero tampoco en toda su plenitud, porque llegarán otras culturas que verán y comprenderán aún más”. Agregaba que una comprensión creativa no se niega a sí misma para mejor entender el sentido y profundidad de otra cultura con la que se topa, pues entre ellas se establece un diálogo que supera el carácter cerrado y unilateral de los sentidos de ambas culturas.1

Precisamente éste fue el sentido que tuvo el contacto de dos culturas diametralmente distintas como la española y la indígena durante del proceso de conquista, registrada no sólo por los primeros cronistas involucrados en la campaña militar de Cortés, sino por los mismos narradores de los pueblos conquistados, quienes dieron cuenta de los acontecimientos que vivieron desde sus muy particulares perspectivas y contextos sociales. Y esos testimonios o fuentes primarias que nos heredaron han dado pie a diversas revisiones y nuevas lecturas, pemitiendo una mayor comprensión de sus significados.

Otros autores como Peter Burke retoman el concepto de encuentro cultural —que vino a sustituir al etnocéntrico término de descubrimiento—, y es utilizado por historiadores y antropólogos en su esfuerzo por reconstruir con nuevos enfoques los modos en que los naturales americanos percibieron la llegada y conquista de españoles a sus territorios. Este sistema también es conocido como de traducción cultural, en el entendido de que la comprensión de otra cultura es análoga a una operación de traducción de la misma.2

En la traducción cultural se concibe la participación tanto de “receptores como de donantes”, y se toman como ejemplos los pueblos indígenas de Perú o de México que se sentían atraídos por determinados elementos de la cultura occidental, los cuales retomaban y adaptaban a sus respectivas culturas y contextos. De igual manera, se deduce que los conquistadores españoles hicieron suyos ciertos aspectos culturales de los pueblos sometidos, como estrategia para el mejor logro de sus campañas militares. Este proceso, también conocido como de interculturalidad, supone que los diferentes se encuentran en un mismo contexto espacial e histórico y deben convivir en relaciones de negociación, conflicto y préstamos recíprocos.3

Otra perspectiva de estudio enmarca los referentes culturales hispano-medievales inherentes a la comprensión de la conquista. Se trata de una historia contextual, que alude a los horizontes en que fueron elaboradas las fuentes documentales sobre las que se ha construido la historia del siglo xvi para el continente americano. Preguntar sobre la hechura y momento de elaboración de las fuentes remite irremediablemente al entorno religioso que predominaba en la Península y del que difícilmente pueden desprenderse los textos y crónicas que fueron escritos y dirigidos a los reyes y mandatarios de Castilla. “La contextualización es el rasgo más fuerte en el área de la historia de las ideas”, reconoce el historiador Robert Darnton.4

Con esas posturas fincadas en los conceptos de historia contextual, traducción cultural e interculturalidad, numerosos estudiosos han orientado sus investigaciones sobre la conquista, lo mismo apoyados en los testimonios dejados por los cronistas españoles, que en los correspondientes a los códices sobrevivientes de la destrucción. Es así como en el artículo inicial que abre el número, Rebeca López Mora parte de la idea de que la conquista entre los nobles indígenas del siglo xvi, que se devela en distintos escritos de ellos mismos, se muestra lo mismo una actitud de tristeza por el mundo perdido, pero también de aceptación y adaptación al nuevo sistema virreinal. Después de la conquista, el discurso de los indios con linaje fue cambiando con el paso del tiempo. De ser un discurso doloroso, con heridas abiertas por la ignominia y la humillación, pasó a ser un valor en sus argumentaciones ante el monarca español para ser sujetos de reconocimiento y prebendas, por su colaboración en las diversas expediciones de conquista en las que acompañaron a los españoles. No obstante, debajo de este discurso legitimador se percibe también un sentimiento de resistencia al cambio, cuando los nobles indígenas aluden a sus derechos ancestrales para heredar bienes y privilegios por su condición de linaje.

Por su parte, el trabajo de Pilar Regueiro Suárez aborda la participación de las mujeres españolas como aprovisonadoras y soldados en la conquista, con base en la revisión de diversas fuentes de la época, y de documentos posteriores en los que aparecen los nombres de ellas y las mercedes que les fueron otorgadas. En algunos documentos del siglo xvi, se hace mención de mujeres españolas que participaron en las batallas y cuya labor fue reconocida en mayor o menor medida por la Corona española. Tanto indígenas aliadas como españolas alimentaron, aprovisionaron y curaron a las huestes de Cortés. Particularmente las primeras contribuyeron al establecimiento de alianzas políticas y militares, como el multirreconocido caso de Malintzin. En tanto por la parte española, destaca el trabajo de Orozco y Berra que enlista las mujeres que formaban parte de los soldados de Cortés: Beatriz Hernández, María de Vera, Elvira Hernández, Beatriz Hernández, Isabel Rodríguez, Catarina Márquez, Beatriz Ordaz y Francisca Ordaz, además de las que venían con Pánfilo de Narváez: María de Estrada, Beatriz Bermúdez de Velasco, Beatriz Palacios “Parda” y Juana Martín. De esta forma, se detecta en las fuentes que las españolas participaron en dos rubros durante la conquista: como soldados en los campos de batalla, rompiendo de esta forma con los roles de género de la época, y como aprovisionadoras del ejército de Cortés. Al ser poco común durante el siglo xvi que las mujeres poseyeran bienes y ostentaran cargos por sí mismas, se realiza una revisión de la condición jurídica a la que estaban sujetas durante ese periodo, que les permitió hacerse acreedoras de mercedes reales por sus servicios prestados durante la conquista.

La tercera colaboración del dossier, de Daniel Martínez Gonzáles, se propone identificar las perspectivas históricas e historiográficas de un documental histórico: Hernán Cortés. Un hombre entre Dios y el Diablo (Dir. Fernando González Sitges, 2016), y de dos ficciones o series de época: Malinche (Dir. Julián de Távira et al., 2018) y Hernán (Dopamine-Onza Entertaiment, 2019), de reciente aparición y centrados en la empresa cortesiana de la conquista. Reconoce Daniel Martínez que aunque cada vez son más académicos los que asesoran estos guiones de corte histórico, se ha redundado en la persistencia y continuidad de las narrativas tradicionales y relatos canónicos sobre la conquista: a) genio y figura hernandinas como motor unívoco de una proeza de proporciones épicas; b) exaltación del protagonismo español-europeo en la guerra hispano-indígena de asedio y toma de Tenochtitlan; c) los mexicas como representantes casi únicos de los antiguos y diversos pueblos mesoamericanos subyugados, y d) carácter eminentemente parcial de la compleja realidad sociohistórica capturada en la pantalla. No obstane, reconoce el autor que el cine documental de época y las series históricas online, mediante el uso de las nuevas tecnologías y plataformas digitales, pueden convertirse en una excelente herramienta y un útil recurso didáctico para la enseñanza y el aprendizaje del conocimiento histórico, de mayor alcance y trascendencia que los libros de historia.

En el siguiente artículo, Pedro Rafael Mena analiza iconográficamente el contenido del Lienzo de Analco,
un manuscrito histórico-cartográfico producido por los aliados indígenas de los conquistadores de la Sierra Norte de Oaxaca, que narra la historia multifacética de la campaña española en esa región durante casi cinco décadas, desde 1526. La investigación da mayor importancia al contenido histórico-geográfico del documento, que permitió correlacionar cada elemento gráfico con una ubicación espacial que contrasta registros históricos y datos arqueológicos de cada región, y ofrecer así correspondencias tentativas a los eventos históricos señalados en el documento. El contraste de elementos pictóricos mesoamericanos y europeos permitieron también desglosar visualmente algunos atributos de interés histórico, de vestimenta, herramientas y arquitectura. Con este análisis intensivo, se interpreta la historia presentada en el lienzo, sus mensajes, narrativas internas y externas; su posible propósito jurídico y significancia simbólica, con la intención de no perder de vista el contexto desde el que miraban sus autores.

En otro orden temático de la conquista, la colaboración de Arturo Aguilar Ochoa parte de hacer una revisión crítica de la imagen de Hernán Cortés tratada en tres colecciones litográficas del siglo xix. De su lectura, colige el autor que dos de ellas se explican en un contexto histórico muy evidente por la marcada influencia de la ópera de Gaspar Spontini que celebra las glorias militares de Napoleón I, cuya exaltación también convino al interés de los emperadores que le sucedieron como Luis Felipe y Napoleón III, pues para ambos la figura del Gran Corzo sirvió como estrategia política. La lectura de estas imágenes permite entender cómo se vio la Conquista y la figura de Hernán Cortés en distintos contextos históricos, pues la tercera colección se conecta con situaciones políticas de México, como el posterior desánimo después de la guerra con Estados Unidos. Hernán Cortés ha sido considerado como un villano o un héroe, según las circunstancias y momentos históricos, por lo que el estudio de las imágenes que lo representan deben tener un sentido lo más amplio posible que mejor permitan explicar las diversidad de construcciones de héroes y villanos.

En el siguiente estudio, de María del Mar Muciño y Quetzalcóatl Tonatiuh Uribe, se hace un recorrido iconográfico de la Relación de Michoacán, clasificado por diversos especialistas como códice mixto, con especial énfasis en la representación de la muerte, asociada a la guerra y los valores derivados de ella, como el honor, la hombría, el arrojo, la entrega, la irresponsabilidad y el vicio, entre otros aspectos. De las 44 imágenes con que cuenta el manuscrito, 18 de ellas refieren escenas sobre la muerte, que van desde los preparativos para la guerra, la instrucción a los guerreros en ese arte, y cómo el tema de la guerra era factor fundamental en el que se sustentaba el poderío tarasco. El estudio permite a los autores afirmar que la muerte en la guerra tenía una fuerte connotación de honra y dignidad, apoyada en una justificación ritual que, aludiendo de alguna manera al sentido de la guerra medieval, le concedía dignidad.

El estudio de María Olvido Moreno y Laura Filloy parte de interrogarse sobre los significados iconográficos, políticos, históricos y artísticos de una adarga de Felipe II, lo mismo que de unos escudos emplumados o chimallis confeccionados en el siglo xvi. Se trata de un acercamiento a la comprensión y lectura diferenciada de objetos que han sido explicados como instrumentos de guerra. No obstante, reconocen las autoras que en ninguno de los casos se trata de objetos suntuosos de carácter utilitario, para ser usados como armas defensivas, sino de “objetos votivos”. Es decir, se trata de piezas que si bien en su formato físico corresponden a escudos, por su iconografía y materialidad pertenecen al ámbito de la protección divina, pues sin importar la religión que les dio origen, contienen la esencia de la divinidad y están cargados de mensajes profundos de amparo, defensa, poder y victoria. La adarga emplumada novohispana fue un regalo que protegería a Felipe II, gracias a las plumas iridiscentes que cubrían su superficie, de acuerdo con la tradición mesoamericana que consideraba estos materiales cargados de “tonalli” o esencia vital. Adarga y chimallis fueron resultado de un intercambio entre dos tradiciones culturales, y sus escenas reflejan las habilidades narrativas de los plumajeros novohispanos, quienes a través de una expresión artística propia, plasmaron hechos gloriosos de la Casa Real española.

La colaboración de José Medina González Dávila estudia y reflexiona sobre la llegada de los conquistadores españoles al actual noreste mexicano y sur texano durante los siglos xvi y xvii, que coincidió con el arribo de amerindios inmigrantes pertenecientes al grupo etnolingüístico atapascano. Esta coyuntura llevó a ambas partes, y a los grupos étnicos residentes que ya se encontraban ahí, a un proceso de interculturalidad que trajo consigo una dinámica identitaria particular, que representa una herencia vigente de la conquista española ocurrida a partir de 1521. Reconoce el autor que este proceso mantuvo características propias y distintivas que definen la región como un campo de estudio etnológico particular, que posibilita ser estudiado con mayor profundidad.

Desde una perspectiva que enfatiza el peso de la cultura medieval entre los conquistadores, la colaboarción de Marcos Cueva Perus sugiere que, como resultado de la conquista y de los posteriores años de expansión novohispana, lo que trajo España a los territorios conquistados no fue un capitalismo en ciernes, sobre todo ante la ausencia de moneda y de salario generalizados, sino una peculiar forma de “medievalismo”. Éste se entrelazó de formas muy disímiles con las comunidades y sociedades prehispánicas, de acuerdo con estudios recientes, como los sistemas tributarios que terminaron por encontrar un lugar entre los invasores. Una de las principales secuelas de dicho “medievalismo” fue el hábito clientelar. Mientras Holanda, que ya se había separado de España a finales del siglo xvi, se proyectaba como principal potencia mercantilista europea, seguida por Inglaterra y Francia, los españoles eludieron las posibilidades de desplegar y expandir las industrias locales del vestido y la seda. Lejos de avanzar en dirección de algún mercantilismo, España se solazó en un ideal de hidalguía que se extendió a toda la sociedad, de tal modo que el privilegio de esta condición terminó por ser modelo a seguir, y sobre el cual “invertir” para generar relaciones de poder, desvinculadas por completo del mérito del trabajo o de una manera más general de la economía moderna.

Estudioso por muchos años de la conquista de México, Guy Rozat presenta un breve pero interesante ensayo sobre la historia de este acontecimiento fundacional que sigue despertando enorme interés entre historiadores no sólo mexicanos. Particularmente hace una revisión crítica y puntual de las Cartas de relación de Hernán Cortés, en tanto relato originario que ha servido de fuente documental y ha sido retomado tanto por cronistas posteriores como por diversos estudiosos e investigadores contemporáneos. Ello obliga a pensar o repensar la conquista desde perspectivas de trabajo de la historia cultural, que permitan ubicar desde dónde se produce la narrativa histórica. Derivado de ello, el autor señala la dificultad de reconocer que la historia nacional se remonta en un primer momento al siglo xix, y consolida el discurso de la conquista nacional hacia la segunda mitad del siglo xx.

Distante de los temas del dossier sobre la Conquista, aunque no ajeno del todo, se encuentra la colaboración de Héctor Manuel Enríquez sobre el Pilato totonaco, personaje principal en las danzas totonacas de la región de Papantla. Apoyado en un estudio comparativo basado en los datos recopilados en trabajo de campo, Enríquez analiza los rasgos característicos de este personaje polisémico, guardián de la tradición y dual por la serie de transformaciones que lo mismo lo presentan como una deidad distante de los hombres, así como un bufón —al estilo de las cortes aristocráticas— que interactúa de manera estrecha con el público. De igual manera, colige el autor que el Pilato sirve para mantener separados, durante el ritual, el espacio de los hombres y el de las deidades, pero ayuda a establecer la comunicación entre ambos. Pero no sólo funge como mediador entre lo sagrado y lo profano, sino también entre estas fuerzas complementarias con la finalidad de lograr entre ellas un equilibrio vital que redundará en la salud y en las buenas cosechas.

La sección Antropología de la imagen cierra el dossier dedicado a la Conquista, con el ensayo visual y documental de Guillermo Serrano, “La culpa es de los tlaxcaltecas”, que con su título irónico y provocador se posiciona en el debate actual que cuestiona la narrativa predominante sobre la Conquista, al conceder relevancia al rol desempeñado por los señoríos tlaxcaltecas en la conquista de Tenochtitlan en 1521. La propuesta visual de Serrano pretende insertarse en la tradición de la representación iconográfica tlaxcalteca que tiene su origen en el siglo xvi, particularmente en el denominado Lienzo de Tlaxcala. Reconstruye libremente pasajes reales o imaginarios de la cosmovisión tlaxcalteca sobre la conquista, a partir del retrato de la corporalidad de mujeres y hombres tlaxcaltecas, en tanto contenedores de la identidad y una tradición que se mantienen vigentes.

En la sección Antropocdotario se incluye el testimonio personal de Samuel Villela sobre el descubrimiento —reconocido como casual— de los murales de Cahuaziziqui, en la zona oriente del estado de Guerrero, en el año de 1986, salpicado de anécdotas que hacen del texto una atractiva lectura. Y finalmente, cierran el número las reseñas de Ruth Guzik Glantz sobre el libro de Alberto Betancourt Posada, La sabiduría ambiental de América profunda. Contribuiciones indígenas a la conservación desde abajo, y la correspondiente de José Luis Escalona Victoria sobre el libro de Marina Alonso Bolaños, Microhistorias de los zoques bajo el volcán. La erupción del Chichonal y las transformaciones de la vida social.

Para finalizar, queremos hacer un extensivo reconocimiento al amplio número de especialistas que respondieron a nuestra convocatoria para colaborar en la conformación de este importante dossier que articula el corpus central del número de la revista. Desde luego, esperamos que sus contenidos contribuyan y estimulen el debate ya iniciado con la diversidad de eventos conmemorativos, culturales y académicos, que han tenido lugar a propósito de los 500 años de la caída de Tenochtitlan.

Benigno Casas

Editor

1 Mijaíl Batjín, Yo también soy: fragmentos sobre el otro, Buenos Aires, Ediciones Godot, 2015, pp. 135-136.

2 Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?, Barcelona, Paidós, 2016, pp. 146-147.

3 Néstor García Canclini, “De la diversidad a la interculturalidad”, en Néstor García Canclini (coord.), Conflictos interculturales, Barcelona, Gedisa, 2011, p. 106.

4 Robert Darnton, “Historia cultural e intelectual”, en Historias, revista de la deh-inah, núm. 19, marzo-octubre de 1988, p. 47.