Pueblos originarios y sindemia de covid-19 en México

Indigenous Peoples and covid-19 Syndemic in Mexico

Samuel Villela*1

Resumen: Entre los pueblos originarios de México, la afectación por covid-19 asume el carácter de sindemia, en tanto se conjugan comorbimortalidades con condiciones de marginalidad y desigualdad. Situación que los coloca en mayor vulnerabilidad, dadas las carencias añejas en sus condiciones de vida y sanitarias, por lo que pueblos y comunidades acuden a los recursos materiales, organizativos y espirituales que les proporciona la comunalidad, sustentándose ésta en un vínculo ancestral con la tierra. Enfrentar la sindemia ha requerido de medidas organizativas provenientes de sus sistemas normativos, así como a su religiosidad, rituales, remedios tradicionales y creencias.

Palabras clave: Sindemia, covid-19, pueblos originario, comunalidad.

Abstract: Among the native peoples in Mexico, the affectation by covid-19 assumes the character of syndemic, as long as co-morbimortalities are combined with conditions of marginality and inequality. Situation that places them in greater vulnerability, based on age-old deficiencies in their living and health conditions, so peoples and communities turn to the material, organizational and spiritual resources provided to them by communality. Supporting this one in an ancestral bond with the land. Tacking the syndemic has required organizational measures from its normative systems, as well as its religiosity, rituals, traditional remedies and beliefs.

Keywords: Syndemic, covid-19, native peoples, communality.

Postulado: 20.10.2020

Aprobado: 07.01.2021

El desafío es inconmensurable y los pueblos indígenas lo enfrentan con lo que tienen y siempre han tenido a la mano: la vida comunitaria. Milton G. Hernández (2020)

la pandemia de covid-19 que asola a la humanidad adquiere carácter de sindemia2 entre los pueblos originarios3 de México. Esto es, frente a una amenaza de contagio ante el virus, las deplorables condiciones de vida y sanitarias entre grupos depauperados —entre los que sobresalen los pueblos indígenas— los colocan en una mayor situación de vulnerabilidad, lo cual puede provocar mayores tasas de morbimortalidad. El concepto de sindemia, por tanto, nos ayudaría a comprender las particularidades de un sector de población particularmente sensible y no se limitaría al concepto epidemiológico.

Tras un año de confinamiento y con la economía aún en fuerte recesión, desde varios ámbitos se ha señalado que la pandemia de covid-19 ha contribuido a develar los antagonismos y desigualdades sociales en el mundo, sobre todo en los países en desarrollo. Pero las desigualdades han estado a la vista de todos y no las han visto quienes no quieren verlas. En todo caso, lo que si ha develado la crisis son las respuestas que los pueblos originarios han retomado de su comunalidad para enfrentar un enemigo más.

Ante carencias ancestrales, agudizadas en el neoliberalismo, los pueblos originarios han echado mano de sus pautas comunitarias para aislarse, tener control al acceso a sus pueblos, retomar la terapéutica tradicional, recurrir a su religiosidad y prácticas rituales para enfrentar a un enemigo para el cual no han sido preparados y provistos de recursos sanitarios suficientes. De hecho, han apelado a medidas e instrumentos de tipo práctico-material, así como a recursos de tipo mágico e ideológico-religioso.

En esta perspectiva, trataremos de realizar un limitado análisis sobre la situación en nuestro país, focalizando la atención en la principal zona indígena de Guerrero.

Las dificultades para realizar investigación de campo nos induce a basarnos en algunos testimonios, medios noticiosos y oficiales, parte de la creciente bibliografía producida, así como en la información vertida en algunas páginas web.

El panorama

Como uno de los cercanos antecedentes, tenemos el periodo de la lucha armada en la Revolución mexicana, en que la epidemia de influenza española mató a medio millón de mexicanos; la mitad de los decesos durante los años de dicho conflicto, pero cifra mucho más alta que los efectos de la actual pandemia, 139 022 (Infobae México, 2021-01-16) al momento de escribir estas líneas.4 Aunque las cifras son menores a las producidas en aquel movimiento social, es importante conocer el monto actual entre los pueblos originarios, difícilmente comparable al de aquel momento histórico, cuando la mayoría de la población se encontraba en el ámbito rural. Pero también es necesario ubicarnos, en lo general, en ese contexto depauperado que los coloca en una situación particularmente vulnerable.

Desigualdades y “marginalidad”5

Los pueblos originarios en México son los “pobres entre los pobres”, según expresión de Camacho (2020). Y se desempeñan en el sector agrícola y de servicios, en el ámbito rural, aunque un número creciente se incorpora a los cinturones de miseria y barrios marginales urbanos. Según estimaciones del Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (Inali), suman 25 millones de personas” (Inali, 2020-02-05).

Según el Mecanismo de Expertos de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (Medpi), estos pueblos afrontarán la sindemia en condiciones de desigualdad ya “que serán ellos quienes ‘sufrirán de manera desproporcionada’ los impactos del covid-19, principalmente debido a la precariedad en que ya vivían desde antes del inicio de la crisis sanitaria (La Jornada, 07/04/2020)” (Hernández, 2020: 32).

Además de la amenaza a su salud, estos pueblos enfrentan también la inminencia de una crisis alimenticia. A título de ilustración, tenemos que en la región interétnica conocida como Montaña de Guerrero o Mixteca nahua tlapaneca se ciernen las posibilidades de una sequía que mermaría la de por sí reducida reserva familiar de granos, ya que los problemas en la distribución el fertilizante el año pasado impidieron una buena cosecha:

El Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan considera que la inminente sequía en la región podría provocar una hambruna que, sumada a la pandemia, resultaría devastadora. El Concejo de Comunidades Indígenas de La Montaña, conformado por más de 300 comunidades y más de 32 mil 900 familias de 15 municipios, estamos planteando con urgencia que se implemente un programa alimentario que dé respuesta al desabasto en la región. (Bellinghausen, 2020)

En el ámbito rural de Amatlán de Quetzalcóatl, Morelos, con un sustrato cultural nahua, la situación se presenta parecida:

Lo que nosotros pensamos ahorita que está la pandemia y nos tiene preocupados, es que ya se acerca el mes de mayo, que es cuando nosotros empezamos a preparar la tierra para la siembra. Entonces nosotros como campesinos es que estamos pensando qué va a pasar a futuro, que a lo mejor en mayo y junio no nos proporcionen el fertilizante, porque tal vez tengan cerradas las bodegas de químicos o los abonos orgánicos. Ahorita sí nos está preocupando (Olvera, 2020: 181).

Entre los pueblos yoeme (yaquis), yoreme (mayos), comcáac (seris) y tohono o’odam (pápagos) de Sonora, el panorama es semejante:

Lo crítico hasta ahora es la falta de recursos aún para sobrevivir, por el tipo de actividades que realizan muchos de sus miembros, como la venta de artesanías, laborar en maquilas, en la construcción o en otras actividades cerradas por la pandemia, así como un gran número de mujeres cuya actividad es trabajadoras domésticas y que han perdido su ingreso a raíz de la suspensión de labores por el distanciamiento social y que no cuentan con la seguridad de la percepción de un salario al suspender sus actividades (Harris y Moctezuma, 2020: 80).

Ante lo amenazante de la situación y para paliar los efectos de confinamiento y reducción de la actividad económica, los sectores populares —en lo general— y los pueblos indígenas —en lo particular— han echado mano de recursos disponibles, tomando medidas acordes con las que se han tomado en el conjunto de la economía. Nuevamente, a título de ilustración —pues sería dilatado dar cuenta del conjunto de la economía nacional y rural— vemos cómo en el oriente de Morelos se producen actividades paralelas en cuanto a la venta de alimentos y su entrega: “Cada vez son más negocios los que ofertan sus productos a domicilio: taquerías, tiendas de abarrotes, fondas, etc. Así mismo, algunos jóvenes con motocicletas han decidido empezar a hacer mandados y entregas de productos a domicilio, cobrando una tarifa por ello” (Toledo, 2020: 126).

La infraestructura sanitaria

Es ostensible la deficiente infraestructura en los pueblos montañeros:6

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 82.60% de la población vive en pobreza extrema y 90.53% de sus habitantes no es derechohabiente. Tal es el caso de Cochoapa El Grande y el resto de los 18 municipios de la Montaña [de Guerrero], que no cuentan con servicios médicos para enfrentar la pandemia, ni siquiera medicamentos, enfermeros o médicos (Infobae, 2020-06-09).

Tenemos también, como un indicador, el caso del hospital de Tlapa, en el corazón de la principal región indígena guerrerense. Para principios de la pandemia una ong regional, la asociación civil Tlachinollan denunciaba que sólo había un respirador para la eventual atención a enfermos graves, dentro de una región interétnica de 400 000 pobladores: “El hospital es de segundo nivel, es obsoleto, tiene más de 50 años construido, 32 camas ya destartaladas, no se han podido instalar más camas porque no han terminado la ampliación. Así atiende a 19 municipios, con más de 400 mil habitantes. Hay tres ventiladores, pero sólo uno funciona” (Turati, 2020).

En inmediata referencia sobre esta situación, la doctora América Ocampos —la primera galardonada en los reconocimientos que el gobierno mexicano dio a los médicos que enfrentan el covid-19 (Camhaji, 2020-09-19)—, señaló que “el hospital estaba completamente saturado; un informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social documentó una tasa de letalidad (el porcentaje de pacientes que no sobrevive a la enfermedad) del 14%, casi el triple de la proporción global que registró la Organización Mundial de la Salud en esos meses y por encima del 10 % que tenía México entonces” (Camhaji, 2020-09-19).

Para paliar esta situación, con fecha 5 de mayo, el gobernador de Guerrero, el licenciado Héctor Astudillo, “dijo que el Hospital General de Tlapa de Comonfort tiene listas 17 camas con monitores y seis ventiladores mecánicos para iniciar el tratamiento de enfermos por covid-19, con lo que el Gobierno del estado busca mitigar la pandemia en la región”lvarez, 2020).

También para subsanar en algo la deficiente infraestructura sanitaria heredada de regímenes anteriores, la nueva administración federal, a través de

Alejandro Svarch Pérez, titular de la Coordinación Nacional Médica del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) anunció en marzo que se buscaría contratar al menos a dos mil médicos y personal de enfermería para las zonas rurales, pues a nivel nacional, debiendo tener 3.4 médicos por cada mil habitantes, apenas tenemos 1.6 (Excelsior 04/04/2020). Pero el problema no sólo es de cantidad, sino de distribución, pues la CDMX tiene cinco veces más médicos que Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, pero a su vez, en esta ciudad hay cuatro veces más que en el municipio indígena de Las Margaritas. En resumen, tenemos el mismo déficit de personal de salud que países como Sudán o Sri Lanka.” (Hernández, 2020: 31)

Otra cuestión que tiene que ver con la infraestructura sanitaria es la limitada cobertura en las lenguas originarias de los pacientes. Así, tenemos —para el caso de grupos en Sonora— que “La Radio de los Tres Ríos es otra emisora del inpi, que transmite en las lenguas yaqui, mayo y guarijío [y] se ha encargado de presentar los materiales en lengua indígena, elaborados, sobre todo, por el Inali. Sin embargo, no cuentan con suficientes materiales sobre el covid-19, más allá de los básicos” (Harris y Moctezuma, 2020: 79).

Vinculada con las carencias en infraestructura tenemos la problemática alimentaria en sectores amplios de nuestra población, que ha incidido también negativamente entre los pueblos originarios.

Según el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe [Filac]:

[Una de las] vulnerabilidades que afectan directamente a los pueblos originarios en relación a la pandemia es [que] muchos pueblos indígenas perdieron o debilitaron sus sistemas de vida originarios, cambiando sus patrones alimentarios, lo que derivó en un cambio de sus perfiles epidemiológicos y la aparición de nuevas enfermedades como la diabetes, presión alta, disfunciones gástricas, cáncer, entre otras (Hernández, 2020: 33).

Como resultado de la alteración en esos patrones alimentarios “La diabetes es uno de los factores de alto riesgo al adquirir el virus y los comcáac [de Sonora] presentan un porcentaje muy alto, de 30.8 % para 2014, si se compara con el 14.4 % a nivel nacional en 2006. Mientras los o’ob presentaban un 10.1 % en 2014 y los yoeme 18 % en 2008” (Harris y Moctezuma, 2020: 77). También, y como una consecuencia de lo anterior, en nuestro país se han incrementado los índices negativos de obesidad.

Rivera Dommarco [...] a partir de datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016, afirman que en nuestro país en los últimos 30 años se ha incrementado dramáticamente la incidencia y prevalencia de sobrepeso y obesidad convirtiéndose en una emergencia sanitaria que afecta al 30 % de los adolescentes y niños y a 70 % de la población adulta” (Corona et al., 2020: 131)

En el caso de La Montaña, el cambio en los patrones alimentarios se ha traducido en que se tenga uno de los más altos índices de consumo de un refresco de cola en el país. Lo cual puede ser uno de los causantes del alto índice de diabéticos y obesos en la región, tornándose más vulnerables ante un posible contagio:

El 70 % de los niños de primaria de la región de la Montaña de Guerrero desayuna refresco frente al 51 % que recurre al café (no necesariamente de grano, sino soluble), el 26.6 % a leche o el 17 % al atole como el primer alimento del día, revela un estudio de El Poder del Consumidor y Oxfam México (2010) basado en más de 300 encuestas a menores y jóvenes del municipio de Chilapa y aledaños (Olvera, 2019).

Ante la afectación adicional que representa la ingesta de refrescos envasados,7 otros pueblos han tomado medidas comunitarias drásticas, como es el caso de la comunidad maya de Temozón:

Este reconocimiento del riesgo en el que se encuentra la salud de todos está convirtiendo el filtro sanitario en una vigilancia extrema de lo que entra y para qué entra a la comunidad... Los voluntarios del filtro no permitieron la entrada de camiones repartidores de refrescos de cola, cuyos conductores presentaron documentos que les permiten el libre tránsito por todos los pueblos porque “son de los considerados esenciales porque transportan alimentos”. La respuesta de uno de los voluntarios de la comunidad fue el cuestionamiento del carácter de “¿alimentos? Esos refrescos solamente han enfermado a la gente, no son alimentos, y si las tiendas quieren vender sus refrescos háblenles por teléfono y que vengan aquí a la entrada a recoger los productos, pero nadie entra” (Medina, 2020: 173).

La morbimortalidad. Datos indicativos del Guerrero indígena

A pesar del panorama antes descrito, de duras expectativas, aún no se produce una morbimortalidad mayúscula, en comparación con el resto de la población. Si bien es factible un subregistro en las estadísticas, dadas las dificultades para la comunicación con comunidades que, en muchos casos, están relativamente aisladas.

Para La Montaña, a fines de abril, la cifra de fallecidos no pasaba de una decena:

El primer fallecimiento de Tlapa es un hombre de 48 años que murió el 2 de mayo, tenía diabetes, hipertensión y obesidad.

Este fallecimiento es el décimo contabilizado en la región de la Montaña, donde se ubican las cuatro muertes de Xochihuehuetlán, tres de Huamuxtitlán y una en Xalpatláhuac y Chilapa. (Gracida y Cervantes, 09/05/2020)

Esta cifra era menor de la que se venía dando, en ese momento, para los migrantes montañeros radicados en Nueva York; pero de eso se hablará más adelante.

Entre la población que se reconoce como indígena (Secretaría de Salud, 2020-09-24), la mayor distribución de casos de covid-19 en la entidad se dio entre los grupos etarios de 30-34 y 55-59 (5 114 de un total de 9 179). Para noviembre de 2020, el caso de defunciones estimadas era de 300.8 Para todo el estado, el número de defunciones a mediados de enero de 2021 era 2 849 (Secretaría de Salud de Guerrero, 2021-01-16).

Aunque no se cuenta con datos precisos sobre la morbimortalidad en grupos etarios mayores a los 60 años, que son los grupos de mayor riesgo, cabe destacar la importancia cultural que esos grupos tienen para los pueblos indígenas, “[ya que] los adultos mayores son precisamente las personas consideradas más sabias, las que guardan el conocimiento de las creencias y las prácticas culturales; costumbres que representan el corazón y la vitalidad de la nación, además de ser quienes mantienen en uso sus lenguas maternas” (Harris y Moctezuma, 2020: 78-79).

Siguiendo con los datos para Guerrero, se está viviendo un repunte, según reporte de la Secretaría de Salud federal. Ya que se reportaba, al 11 de septiembre de 2020, “una tasa por encima del promedio nacional [con] una tasa de 34.73 casos activos estimados por cada 100 000 habitantes, mientras que la incidencia del país es de 32.01” (Gracida y Cervantes, 2020).

En esta perspectiva, para la misma fecha, los datos para La Montaña eran:

Los municipios con al menos un deceso subieron 70 con un hombre de 82 años en Malinaltepec, que murió el martes. También fue registrada la muerte de una bebé de un año, en Chilapa; el tercero de entre 0 y 1 año de este municipio de la Montaña baja y el número 11 de todo el estado [...]

Tlapa pasó de 283 a 284 casos [...]

Con respecto a los casos activos estimados, De la Peña Pintos [Secretario de Salud del gobierno de Guerrero] destacó que “habíamos logrado tener debajo de 25 por 1000 mil habitantes y hoy estamos en 30.27 por 100 mil habitantes, discretamente por debajo de la media nacional” (Gracida y Cervantes, 2020).

Aquí cabría anotar la posibilidad de un subregistro donde, para el caso de la localidad nahua de Oapan, en el Alto Balsas, que se destaca por su tradición alfarera y amatera, recibimos el reporte extraoficial de una artesana perteneciente al Comité del Museo en dicha localidad, que nos comunicaba medio centenar de fallecimientos, hasta el mes de septiembre. El dato se correlaciona con la noticia aparecida en el diario El Sur, del 15 de mayo de 2020, en la cual se ya vislumbraban esas tasas de morbimortalidad: “En los últimos 15 días, 13 personas han fallecido por causas ‘desconocidas’ en la comunidad indígena de San Agustín Oapan, municipio de Tepecoacuilco, y que habían presentado sintomatología de coronavirus, por lo que piden una investigación de la Secretaría de Salud estatal” (Guerrero, 2020).

Las formas de respuesta

Ante la situación descrita, los pueblos originarios han tenido que afrontarla “con lo que tienen y siempre han tenido a la mano: la vida comunitaria” (Hernández, 2020: 38).

De igual manera, además de medidas prácticas de aislamiento y restricciones a la movilidad, han tenido también que echar mano de recursos ideológico-espirituales, derivados de su religiosidad y ritualidad. Lo primero ha emanado desde prácticas organizativas derivadas de sus sistemas normativos, mientras que lo segundo, desde su cosmovisión.9

Sistemas normativos

La comunalidad como sustento de formas organizativas es parte sustancial de una relación de grupos e individuos con su comunidad, a partir del vínculo con la tierra. En la circunstancia de que muchos de los pueblos originarios aún siguen manteniendo prácticas agrícolas basadas en una articulación con un territorio y la tierra —en sus formas de ejido y tierras comunales— así como una cosmovisión emanada de éstas, en esa medida los sistemas normativos prevén formas de regular la vida social y enfrentar comunalmente los peligros. Por lo que, ante la acechanza de la sindemia, se empezaron a tomar medidas de protección a pueblos y comunidades.

Antes de incidir en la realidad nacional, cabe hacer una acotación respecto de la vigencia de dicha normatividad en Latinoamérica:

En Colombia, donde el Sistema de Monitoreo Territorial de la Organización Nacional Indígena ha denunciado que el 67 % de los territorios indígenas no cuenta con servicios médicos del Estado y el 90 % no cuenta con agua potable, muchas comunidades indígenas amazónicas y no amazónicas han decidido adoptar la política de aislamiento voluntario o resguardo territorial, sin embargo, solo el 30 % de ellas cuentan con alimentos suficientes para resistir esta circunstancia que no se sabe con certeza cuánto durará. Una importante experiencia de organización socio-territorial para proteger a las comunidades es la de las 127 autoridades tradicionales del Consejo Regional Indígena del Cauca (cric), que el 17 de marzo se declararon en “Minga permanente de Protección de la vida, la salud y el buen vivir en los territorios indígenas del Departamento del Cauca, a través de los sistemas propios”. (Hernández, 2020: 34)

Esta pauta se corresponde con la que también se encuentra presente entre los grupos originarios de México:

En Sonora, el 18 de marzo, los seris o comca´ac, a través de su gobernador tradicional, dieron a conocer en redes sociales que los habitantes indígenas de este pueblo no podrían salir de su territorio ejidal y comunal mientras dure la contingencia. Además, se anunció que a partir de ese momento ningún externo (cocsar o mestizo) podría entrar. Para ello se instalaron destacamentos de la Guardia Tradicional en la entrada de las dos comunidades seris, Punta Chueca y Desemboque. Las medidas implican la suspensión del turismo y de la venta de productos marinos.

Además de estas acciones, “estamos quemando salvia y realizando cantos para ahuyentar al virus. Para comer, estamos retrocediendo al pasado, estamos recolectando frutos del desierto y pescando en el mar para la autosubsistencia”.10 (Hernández, 2020: 36)

En otras latitudes de la geografía nacional, en el polo opuesto al noroeste mexicano, en la comunidad mayance de Temozón, del municipio de Abalá, Yuc., encontramos la misma pauta: “El grupo de vecinos organizados, decidió que personas se harían cargo de la vigilancia en las dos entradas del pueblo y también discutieron las condiciones para los llamados ‘filtros’, es decir, quiénes y por qué sí pueden entrar al pueblo o transitarlo para llegar al pueblo vecino” (Medina, 2020: 169).

La organización comunitaria también afloró en las otras comisarias aledañas, primero en Sihunchén y luego la comunidad de Uayalceh (comisaría con mayor población que la cabecera). Posteriormente siguieron el ejemplo Pebá y Cacao, las otras dos comisarías de la municipalidad. Estamos ante el resurgimiento de la capacidad de las comunidades para organizarse en tiempos de crisis. Los adultos retomaron el sistema normativo de la comunidad” (Medina, 2020: 171).

Para el estado de Oaxaca, en la localidad mixe de Ayutla:

Han decidido no cerrar la comunidad, por una decisión cultural, política. Muchos de los miembros de la comunidad migran, ya sea al norte del país o a otras regiones. “En otros pueblos zapotecos hay restricciones. Pero nosotros no podemos hacer eso porque dependemos del comercio. Y por una cuestión cultural no podemos expulsar gente. No podemos no aceptarlos. Como que culturalmente es difícil. Entonces lo que se dijo es que persona que llegue, se reporte y se aísle por 15 días”. Así que en Ayutla decidieron permanecer abiertos. Sin embargo, cada visitante debe reportarse en el Centro de Salud y ser evaluado.” (Carrión, 2020: 34)

En tanto que, para Guerrero:

Las comunidades guerrerenses del Concejo Indígena y Popular de Guerrero-Emiliano Zapata (Cipog-ez), del Frente Nacional de Liberación del Pueblo (fnlp) y de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (ocss), que de manera conjunta han ordenado un repliegue externo y un despliegue interno para enfrentar la pandemia y tomar el control del territorio (Camacho, 220).

Para el caso de la Mixteca nahua tlapaneca, la asociación civil Tlachinollan ofrece el siguiente testimonio:

En lugares como Cocuilotlazala, municipio de Metlatónoc,11 como medida para evitar contagios se impedía el paso de camionetas por los caminos, lo que provocó mucha tensión porque era el paso a la cabecera municipal. En Malinaltepec, en el tramo Tlapa-Marquelia, las comunidades instalaron otros filtros para asegurarse que no haya visitantes. Y en la comunidad de El Carmen, en Ometepec, acordaron multas de 500 pesos a quienes no hicieran caso de aislarse de visitantes (Turati, 2020).

Ante el regreso de migrantes a comunidades guerrerenses, en muchos lugares se les ha negado la entrada. En otros casos, se les ha permitido, bajo la condición de un estricto confinamiento. Incluso a residentes en Tlapa no se les ha permitido ingresar a sus pueblos. También, se han tomado medidas regulatorias, como en la cabecera municipal de Malinaltepec, donde se permite la salida dos días a la semana, hacia Tlapa, para surtirse de provisiones.

Esas medidas parecían estar dando resultados ya que, según Marcelino Milán Rosete, jefe de la Jurisdicción Sanitaria 04 Región Montaña de la Secretaría de Salud de Guerrero (ssa), para el mes de abril “6 municipios no tienen contagios de covid-19 y pidió se mantengan los filtros sanitarios para seguir informando y ubicar los síntomas, así como la sanitización y el lavado de manos” (González, 2020). Esta situación permitió que, para mediados de mayo, se les considerase como un segmento de los “municipios de la esperanza”.

En efecto, el 15 de mayo de 2020, Hugo López-Gatell —subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del gobierno federal— presentó el programa para la reapertura de actividades en varias partes del país. Y dentro de grupo de entidades que podrían hacerlo, mencionó a los “municipios de la esperanza”, haciendo alusión a 324 demarcaciones municipales que podrían volver a la nueva normalidad ya que habrían tenido 28 días sin contagio de covid-19 y eran vecinos de municipios sin nuevos casos confirmados; entre ellos, 12 eran de Guerrero: Cochoapa El Grande, Metlatónoc, Malinaltepec, Iliatenco, Tlacoapa, Zapotitlán Tablas, Xochistlahuaca, Tlacoachistlahuaca, Ometepec, Cuajinicuilapa, Igualapa y Juchitán. Veintidós días después, casi la mitad de los ennumerados inicialmente habían salido de la lista; de Guerrero, sólo quedaba uno: Juchitán, en la Costa Chica (Infobae, 2020-06-10). De tal suerte que esos municipios volvieron a ser lo que han sido desde mucho tiempo ha: municipios de la desesperanza.

Religiosidad y ritualidad

Para mucha gente ajena a la dinámica cultural de los pueblos originarios puede parecer ignorancia, descuido o irresponsabilidad que se sigan llevando a cabo ciertas prácticas religioso-rituales que pueden propiciar los contagios. Mas hay que tener en cuenta que, las más de las veces, esas prácticas se sustentan en una cosmovisión concomitante al trabajo agrícola, por lo cual tienen una propia racionalidad que muchas veces puede chocar con la de los núcleos urbanos, o con la de la sociedad global.

En un entorno rural con sustrato indígena, en el estado de Morelos encontramos la siguiente referencia que nos lo muestra más indicativamente:

Frente a la pandemia y los riesgos de contagio masivo hoy estos procesos rituales se manifestaron en los elementos simbólicos, visuales y auditivos para que no cesara la protección que otorgan estas imágenes, a las que manifiestan su veneración y cuidados. Finalmente, es otra manera de asegurar protección contra todo mal incluyendo la pandemia (Morayta, 2020: 211).

Desde la religiosidad popular —también en Morelos—, encontramos el mismo tipo de razonamientos: “[...] circulaba una fotografía con la iglesia llena y al sacerdote celebrando misa”.

Algunos justificaron que a pesar de la pandemia de covid-19 y las recomendaciones de la Secretaría de Salud y del Gobierno Federal, estatal y municipal, los peregrinos trajeran sus mandas. Una habitante de Mazatepec dijo:

Es lógico que vengan los peregrinos, ellos no pueden faltar, es una manda y eso es más grande que cualquier enfermedad. Ellos no pueden dejar de venir porque tienen un compromiso muy fuerte aquí con el Señor del Calvario. Si dejan de venir es como si le faltaran al respeto a la manda y a sus creencias, deben venir y además, muchos seguro en el pueblo los van a recibir aunque las autoridades digan lo contrario [Anónimo, 2020] (citado en Toledo, 2020: 125),

Dentro de esta dialéctica de lógicas un tanto opuestas —racionalidad sanitaria vs creencias y tradiciones populares— también caben medidas conciliatorias, donde la continuidad de prácticas religiosas y rituales se compaginan con medidas sanitarias, aprovechando los recursos de la tecnología cibernética. En localidades mayances de Yucatán

Las celebraciones se realizaron a puerta cerrada y fueron transmitidas por medios digitales a sus feligreses, incluso en pueblos y pequeñas comisarías, los rituales religiosos se difundieron por Facebook, WhatsApp o YouTube, incluso algunos por televisión. Vale decir que en esta crisis sanitaria no sólo se nos ha confinado a ser home office sino también home church (Rejón, 2020: 155).

Algo parecido ha sucedido en localidades de Morelos

En el caso de las fiestas y celebraciones religiosas se han tenido que ir adaptando a todo lo que se ha suscitado en estos últimos meses, se ha optado por celebrar misa vía remota con el uso de las redes sociales, en el caso de las celebraciones, como la de san Isidro Labrador, se optó por pasear al santo por las principales calles de Mazatepec y desde sus balcones, ventanas y portones de sus casas, los habitantes del pueblo vieron pasar la imagen, mientras el párroco iba dando un discurso mediante un altavoz (Toledo, 2020: 126-127).

El interés de algunos pobladores por coinciliar esos dos polos de la dialéctica llevó a habitantes de una cabecera municipal en Yucatán a celebrar virtualmente un baile popular:

En el pueblo de Baca, que celebra a la Virgen de la Concepción, además de las misas a puerta cerrada y transmitidas por internet, se realizó el tradicional baile de vaquería en casa de un feligrés y lo transmitió por Facebook a todo el pueblo en un video que duró 25 minutos. Una de las bailadoras dijo que “no se podía dejar pasar esta bonita actividad que caracteriza a todos los yucatecos” (Rejón, 2020: 159).

Para la Montaña guerrerense, se efectuaron los rituales agrícolas que inician a fines de abril, a un mes de declarada la pandemia. Muchas comunidades llevaron a cabo sus rituales de petición de lluvias: “La mayor parte se realizaron en los cerros en honor a San Marcos, Savi Chee y Savi sií, lugar sagrado, al padre y madre grande (Prof. Adulfo Camilo, comunicación personal, 30/04/2020)” (Villela, 2020: 98). En estos rituales propiciatorios, además de solicitar un buen régimen pluvial que permita la fertilidad y la germinación de las semillas, se pide también por el bienestar general, tanto de la comunidad como de la humanidad. De ahí que, ante una amenaza latente, el recurrir a los rituales sea parte de las estrategias para conjurar un mal: “En el municipio de Malinatepec [de habla me’phaa] se organizaron algunas comunidades para rezar, que no llegue la enfermedad; unos señores subieron al cerro a rezar a San Marcos, camposanto, iglesia y la lumbre —que es una de las principales deidades entre los me’phaa— (Prof. José de Jesús Bruno, comunicación personal, 04/05/2020)” (Villela, 2020: 98).

En otras comunidades montañeras, además de que se han reunido para rezar implorando que la enfermedad no llegue a sus pueblos, se toman baños con hojas de sumiate, en caso de calentura, y “se preparan tés con ocho ajos hervidos en ocho tazas” (profesor José de Jesús Bruno, comunicación personal, 04-05-2020). También es recurrente el uso de temazcal, sobre todo entre los me’phaa y na savi, Así, tenemos que prácticas terapéuticas se sustentan en la ritualidad y mitología ya que, en el caso indicativo del temazcal, éste se concibe como creado cuando se surgieron los astros Sol y Luna, siendo ésta el agente que provocó la menstruación femenina y para sobrellevar el trance se creó el artefacto sanitario-terapéutico.12

Otro de los aspectos resultantes de la morbimortalidad ha sido el trastocamiento de rituales funerarios. Ante las posibilidades de contagio por reunirse grupos de gente, en algunas comunidades se han cancelado los velorios, rezos y la convivencia vinculada con el duelo, donde se tejen relaciones de reciprocidad comunitaria. Un caso dramático es el de los migrantes montañeros que murieron en Nueva York. Las familias de los fallecidos requieren tener la presencia de los cuerpos de sus seres queridos para llorarles, hacerles su velorio, llevar música y darles los enseres que necesitarían en su tránsito hacia el otro mundo. Ante la eventualidad de que sus cuerpos o cenizas no regresen,13 muchas familias han iniciado novenarios para invocar a las ánimas de los difuntos a regresar a su tierra y no vagar penando en la glamorosa pero inhóspita urbe de hierro. Ante esa circunstancia, a decir de Velasco Toro, “el covid-19 alteró nuestra vida y hasta la muerte” (2020).

Migración y remesas

En situación de precariedad, muchos habitantes de comunidades indígenas del sur sur-este se ven forzados a emigrar, ya a los distritos agrícolas en Izúcar de Matamoros, Puebla, ya a los distritos agroindustriales de Morelos o del Noroeste, o a Estados Unidos. En el caso de los montañeros guerrerenses, es indicativa su migración a Nueva York.

Esta condición, que coloca a los migrantes en un contexto de mayor riesgo, fuera de sus hogares y de la protección comunitaria, ya fue denunciada por la Organización de las Naciones Unidas: “la vulnerabilidad se entronizará con mayor intensidad entre aquellos individuos, comunidades y pueblos indígenas que por diferentes circunstancias se encuentran lejos de la comunidad, ya sean migrantes en las periferias urbanas empobrecidas y refugiados o desplazados internos por la violencia” (Hernández, 2020: 32).

Dentro de una geografía nacional marcada por la violencia del crimen organizado, para muchos grupos esto representa un riesgo adicional, tal como señalan Harriss y Moctezuma (2020: 76) para grupos de Sonora: “Por ahora, los que viven en estos polos urbanos de atracción [migrantes por la violencia] están más expuestos al contagio del covid-19 que sus familiares, eso es a pesar del crecimiento de casos en los municipios de la sierra y en los valles”.

En el caso de los migrantes montañeros a Nueva York, sus desplazamientos son indicativos de la condición y riesgos que afrontan quienes han querido buscar en el sueño americano una solución parcial a los problemas creados por el capitalismo neoliberal y salvaje.

Habitantes de la Mixteca nahua tlapaneca iniciaron su éxodo hacia Nueva York a partir de la década de 1980; coincidentemente, al entrar en vigor el Tratado de Libro Comercio —que no consideró la reglamentación de la mercancía fuerza de trabajo dentro de regulaciones comerciales— y siguiendo la ruta de sus vecinos poblanos de la mixteca baja. Se han establecido en Tlapayork14 para, sirviendo de fuerza de trabajo indocumentada, obtener un recurso que solvente, de alguna manera, las necesidades materiales de sus familiares radicados en esa región interétnica.

De por sí sumidos en una condición frágil, de indefensión laboral y migratoria, han tenido que sumar la presencia del coronavirus, lo que ha diezmado su capacidad de obtener ingresos, además de los riesgos para su salud y su vida.

Para enfrentar la posibilidad de contagio, han tenido que aislarse, encerrarse en sus hacinados departamentos, recurriendo a remedios tradicionales ante el eventual contagio:

Nuestras familias en la Montaña, están viendo la forma de ayudarnos. Nos recomiendan los remedios caseros para no dejarnos derrotar por el coronavirus.

Muchos compañeros prefieren quedarse encerrados en su casa, tomando algunas yerbas para bajar la calentura...

Me atrevo a decir que si tuviéramos temazcal en Nueva York, todo mundo lo usaría y nos curaríamos de muchas enfermedades15

Para el mes de abril, a poco de iniciada la fase 3 en la emergencia sanitaria en México, se habían contabilizado “32 migrantes que fallecieron, originarios de los municipios de Alcozauca, Xochihuehuetlán, Acatepec, Tlapa, y Cochoapa el Grande” (Ocampo, 2020-04-29). Esta cifra era mayor que la de los fallecidos en la propia región interétnica.

Para el mes de octubre, se estimaban más de 200 fallecidos: “El secretario de los Migrantes y Asuntos Internacionales en Guerrero, Fabián Morales Marchán dijo que 254 guerrerenses han fallecido en Estados Unidos por covid 19. En entrevista comentó que los casos migrantes guerrerenses que han muerto por coronavirus, son principalmente de municipios de la región de la Montaña”.

A su carácter de indocumentados, que les negaba la posibilidad de acceder a los beneficios que otorgó el estado para solventar la pandemia (seguro de desempleo, atención médica) se sumó la dificultad monetaria de poder solventar los costos de la incineración de familiares y amigos pues la repatriación de los cuerpos está prohibida; otro gasto insalvable para muchos de ellos: “Hemos utilizado la plataforma GoFundMe para obtener fondos en beneficio de las familias que no han logrado cubrir el pago de la incineración. A través de varias iglesias y escuelas estamos encontrando el apoyo alimentario” (Barrera, 2020).

Para el mes de julio, habían fallecido 1 909 mexicanos en Estados Unidos y el gobierno federal logró la repatriación de los restos de varios de ellos:

Al menos 245 urnas con cenizas de mexicanos y mexicanas que perdieron la vida por el nuevo coronavirus fueron repatriadas el pasado 11 de julio desde Nueva York por la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) en un vuelo especial de la Fuerza Aérea Mexicana, brindado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena)” (León, 2020).

De ellos, 1 909 fallecidos, “190 eran originarios de Guerrero, en su mayoría de la región de La Montaña, según registros de la Secretaría de los Migrantes y Asuntos Internacionales de Guerrero. Las cenizas de 23 de ellos ya fueron repatriadas al estado” (León, 2020) y “Las personas fallecidas eran originarias de: Tlapa (9), Xalpatláhuac (3), Alpoyeca (2), Malinaltepec (2), Olinalá (1), Tlalixtaquilla (1), Alcozauca (1). Antes del traslado a nuestro país, hubo un servicio fúnebre en la Catedral de San Patricio encabezado por el obispo Timothy Cardinal con presencia de familiares de las personas fallecida” (Ferrer, 2020). Como puede apreciarse en los lugares de origen, pertenecían a las tres etnias que conforman la región interétnica.

Aparejada a las pérdidas humanas y de condiciones de vida, la sindemia ha acarreado otros efectos indeseados. Antes de la emergencia sanitaria, los ingresos provenientes de los migra-dólares representaban un apoyo complementario a la economía familiar de los pueblos montañeros; un promedio de 300 dólares llegaba mensualmente a los hogares de esa región interétnica que tienen algún familiar en Nueva York, complementando su economía campesina16 y dando un respiro a la responsabilidad del estado por el bienestar de esos pueblos.17

Ante la falta o limitación de trabajo, el dinero que enviaban a los pueblos se encontraba en trance de sufrir una considerable merma:

Los 36 mil millones de dólares y 108 millones de envíos anuales que se recibieron en 2019 sufrirán una reducción drástica, catastrófica para muchos hogares... bbva registró en marzo una reducción del 10 % y se estiman reducciones de entre 17 % y 25 % para este año (Cruz, 2020).

Las casas de cambio están desoladas [en Tlapa], no hay dinero que esté llegando. Más bien estamos viendo que algunas familias se están regresando (de Estados Unidos), o los que tienen ahorros están depositando dinero para ayuda (Turati, 2020)

Mas estas predicciones han resultado fallidas. Organismos y bancos internacionales predijeron que los envíos de remesas disminuirían como consecuencia de la crisis económica.18 Las predicciones fallaron: los mexicanos en Estados Unidos continuaron enviando dinero a sus familias y el flujo alcanzó un máximo histórico (Parra, 2020). De enero a septiembre de 2020, la estructura porcentual de las remesas en Guerrero sólo descendió una fracción de décima (4.7 %) ante el índice de 2019 (4.8 %), lo cual está en consonancia con lo observado a nivel nacional.

Aunque con estos logros, la difícil situación ha promovido que los migrantes montañeros que sobreviven en la Gran Manzana echen mano de lo único que les puede dar un sentido de unidad e identidad ante esta situación límite; recurrir a sus raíces, a los vínculos que ha provisto su comunalidad, a organizarse con otros migrantes no importando su filiación étnica o regional para, posiblemente, extraer una lección de la coyuntura y poder enfrentar menos desventajosamente su precaria condición. “No nos vamos a dejar vencer, tenemos que organizarnos mejor. Si logramos llegar a esta megalópolis y pudimos encontrar un rincón dónde vivir, recuperaremos nuevamente las fuerzas que nos han heredado nuestros abuelos, quienes siempre tuvieron bríos para llegar a la cima de la Montaña” (testimonio de un migrante en Tlachinollan, citado en Barrera, 2020).

Incredulidades, resistencias y memoria histórica

Uno de los fenómenos que ha llamado la atención, no sólo entre pueblos originarios, sino también entre la población en general, es la resistencia de personas para creer en la veracidad de la pandemia, o resistirse a campañas sanitarias. Pero esta actitud no es nueva y no se debe necesariamente a ignorancia o irresponsabilidad de grupos y personas. Un testimonio recogido durante la epidemia de influenza en 1918 es muy ilustrativo al respecto:

Un día, como a las tres de la tarde, corrió la voz en la casa: “ahí viene la brigada de enfermeras”. Yo tenía la cabeza amarrada y una cobija, pronto me quité la garra y le tiré la cobija, me doblé las mangas de la camisa y me paré, pero siempre recargado en la pared y empecé a querer chiflar, pero todo lo había hecho para que no me dieran las pastillas de la muerte (las pastillas que daban las enfermeras, eran para que se muriera la gente), afortunadamente no entraron a la casa, se me quitó el susto... (Arcadio Rico de la Cruz, Algunos recuerdos de la influenza española de 1918, citado en Ramírez, 2008).

Como puede apreciarse, se trata de un extraño fenómeno que se repite en el tiempo presente. Se han conocido rumores de que en los hospitales covid matan a la gente. O que las campañas de sanitización tienen el objetivo de difuminar el virus. Un caso documentado por Carreón (2020: 106), en la zona mazahua del Estado de México, da cuenta de ello:

En un reportaje publicado por La Jornada el 10 de mayo e intitulado “En el Norte del Estado de México impiden sanitización. Pobladores golpean a brigadistas y destruyen dos patrullas” se señala que, derivado de un mensaje que circulaba por WhatsApp, en el que se sostenía que el Gobierno se encarga de distribuir la covid-19 a través de la sanitización, se produjeron disturbios en el norte del estado y en el valle de Toluca. La nota continúa diciendo que pobladores de la localidad de San Mateo Calpuhac, en el municipio de Otzolotepec, golpearon a dos servidores públicos y quemaron dos patrullas, mientras que, en localidades del municipio de San Felipe del Progreso, Ixtlahuaca y San José del Rincón, vecinos colocaron barricadas para impedir el paso de la brigada e impedir la sanitización” (Carreón, 2020: 106).

Ante esta situación, el autor mencionado (Carreón, 2020: 111-112) cree encontrar la explicación a esta actitud en los antecedentes regionales de enfrentamiento de las comunidades contra medidas sanitarias del estado. En este caso, la campaña contra la fiebre aftosa que se llevó a cabo en la década de los cuarenta del siglo xx:

Durante el año 2006, tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido de campo por la zona mazahua, en el Estado de México, y escuchar en voz de varias personas que, durante la década de los años cuarenta, un grupo de individuos había linchado a dos veterinarios que llegaron a vacunar el ganado; las personas nos decían que les habían contado sus padres de que después de que eran vacunados los animales rápidamente caían muertos. La impotencia se transformó en ira y los lincharon (Carreón, 2020: 111-112).

A partir de este recuerdo y según el mismo autor “la representación social surge bajo circunstancias pandémicas y reproduce o activa mecanismos de la memoria; particularmente, se recuerdan un conjunto de acontecimientos que se dieron en esta región durante el siglo pasado” Esto es, la memoria en cuanto construcción social, es “un mecanismo de reconstrucción y resignificación de elementos vivos que están ya presentes o requieren ser incorporados al imaginario social [...] De tal forma, más que ser una función mental/individual, la memoria es un proceso de construcción generado en y por los marcos sociales en los que se encuentran las personas” (Carreón, 2020, 110).

Visto de esa manera, es un tanto lógico que en situaciones límites y de crisis pueda reactivarse la memoria social y alertar a núcleos poblacionales para defenderse de lo que consideran —a partir de ese recuerdo— una continuidad amenazante.

En todo caso, lo que parece palpable es una actitud de resistencia, de arraigada desconfianza hacia las políticas de Estado, aun cuando la conformación de éste y el contexto hayan cambiado. También se aprecia que la resistencia se da en el marco de la comunalidad, en el marco de decisiones tomadas por pueblos enteros.

Recapitulación

El concepto de sindemia nos permite comprender la dimensión particular de la afectación a los pueblos originarios por el covid-19. Sus precarias condiciones de vida, cambios en los patrones alimenticios y falta de una infraestructura sanitaria adecuada potencian su vulnerabilidad y ante una posible afectación, el aspecto epidemiológico debe ser dimensionado a partir de las condiciones particulares de dichos pueblos.

La sindemia de covid-19 en México afecta la economía al limitar la movilidad, ya que mucha gente se desplaza, como migrantes estacionales, a centros urbanos o distritos agrícolas; algunos más en el extranjero. Señaladamente, los de la Montaña de Guerrero a la urbe de hierro.

En muy reciente comunicado, a propósito del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, la Organización de las Naciones Unidas alertó sobre las consecuencias de la emergencia sanitaria: “La crisis social y económica del coronavirus empujarán a la pobreza a unos 115 millones de personas, y aquellas que ya vivían con menos de dos dólares al día, más de 700 millones, serán afectados aún más profundamente. La onu pide que se utilicen mecanismos de protección social para aliviar su situación” (Noticias onu, 2020)

La implementación de dichos mecanismos dependerá de transformaciones en las políticas públicas de los Estados nacionales y las presiones de la sociedad civil, algo que se antoja difícil en la coyuntura económica y política actual. Pero es la única solución de fondo, estructural.

En nuestro país, los pueblos y comunidades recurren a sus saberes y formas organizativas para compensar lo que el estado neoliberal les ha negado. Una batalla difícil y desigual, que comparten con grupos indígenas en otras latitudes.

Sin una infraestructura sanitaria suficiente —en buena parte de los casos— la respuesta de las comunidades ha sido cerrar o controlar el acceso a los pueblos, y en caso de contagios, recurren a remedios tradicionales y a la ejecución de rituales terapéuticos.

Otras formas de enfrentar la amenaza es la recurrencia a creencias religiosas y prácticas rituales; más ello se antoja un recurso paliativo.

La situación que enfrentan esos pueblos es incierta, así como lo son las vías alternativas para enfrentar esta crisis y las que están por venir. Visiones optimistas y pesimistas tratan de dar cuenta de los posibles derroteros globales a la situación. Esperemos que, ante ello, puedan producirse cambios que coadyuven a erradicar las desigualdades y sus consecuencias sanitarias que enfrentan “los más pobres entre los pobres”.

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_____ (2020), “La Montaña de Guerrero y Nueva York; los extremos se tocan”, en Laura Corona de la Peña y Luis Miguel Morayta Mendoza (coords.) Miradas históricas y antropológicas sobre la pandemia, covid-19, México, inah, pp. 93-103.

Wikipedia (s. f.), “Guerra de Vietnam”, recuperado de: <https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Vietnam>.

Worldometer (s. f.), “Coronavirus Cases”, recuperado de: <https://www.worldometers.info/coronavirus/country/us/>.

1 * Dirección de Etnología y Antropología Social, inah. Correo electrónico: <villela_s@hotmail.com>.

2 “El término sindemia (un neologismo que combina sinergia y pandemia) fue acuñado por el antropólogo médico estadounidense Merrill Singer en la década de 1990 para explicar una situación en la que “dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de estas dos enfermedades” (Plitt, 2020). En el caso que nos ocupa, se aplica a una mayor morbimortalidad entre dos elementos —covid-19 y un grupo de enfermedades no transmisibles (diabetes, obesidad, hipertensión, etcétera)— que “interactúan en un contexto social y ambiental caracterizado por una profunda inequidad social” (Plitt, 2020).

3 “El término indígena, significa ‘originario de un país’ en su acepción más básica, pero tiene también diversos significados culturales, económicos y políticos” (Secretaría de Salud, 2020-09-24).

4 Y, para efectos comparativos, tenemos que “la peste [de influenza española] causó la muerte de 548 452 personas en los Estados Unidos, tanto civiles como militares”, un 70 % más de las actuales cifras de covid-19 (al momento de escribir estas líneas —16 de enero de 2021— el número de decesos es de 401 978, Worldometers, s. f.). A cambio, los muertos en la Guerra de Vietnam fueron la sexta parte de las cifras actuales en Estados Unidos (“Estados Unidos contabilizó 58 159 bajas y más de 1 700 desaparecidos”, Wikipedia, s. f.)

5 Aunque lo usaremos aquí con fines descriptivos, cuestionamos el término “marginalidad” para explicar la situación de pobreza en que viven muchos núcleos indígenas en el país pues, dentro de la lógica de acumulación capitalista, esos grupos poblacionales son funcionales como “ejército agroindustrial de reserva”, en la perspectiva de presionar hacia la baja en la remuneración salarial de los jornaleros del campo y en la lógica de mantener las tasas medias de ganancia. Ésta situación de existencia funcional en la dinámica del sistema se ha evidenciado en la conformación de grandes núcleos de jornaleros temporales que, incluso, viven la mitad del tiempo en los campos agrícolas del noroeste, y la otra mitad en sus comunidades de origen. Sobre esto, véase Villela (2011).

6 A lo cual hay que aunar las corruptelas de los regímenes pasados: “Los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto, además de un conjunto de gobernadores corruptos, dejaron a su paso más de 300 obras hospitalarias inconclusas, a pesar de que las inauguraron con bombo y platillo, El Universal, 06/06/2019” (Hernández, 2020: 29).

7 La magnitud de la vulnerabilidad producto del consumo de bebidas azucaradas ha motivado que el subsecretario de Salud, el doctor Hugo López-Gatell, señale el peligro en el consumo de dichas bebidas (Capote, 2020).

8 “De marzo a noviembre murieron más de 300 pobladores, aseguró Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.” (Barrera, 2020).

9 “Las formas propias de organización social, la agricultura familiar, los saberes ancestrales y el control territorial están jugando un papel fundamental en la capacidad de autocuidado colectivo” (Hernández, 2020: 33-34).

10 De manera similar, para el caso de Sonora tenemos la siguiente referencia: “A raíz de las actuales medidas sanitarias por el covid-19, las estrategias ‘segregacionistas’ históricas representan iniciativas contemporáneas de las propias comunidades. Por ejemplo, los guarijíos de Sonora están limitando el tráfico a su territorio a camiones de carga con comida, médicos y otros productos de primera necesidad” (Harris y Moctezuma, 2020: 76).

11 Metlatónoc, municipio na savi que hasta hace una década era el municipio más pobre de América Latina.

12 Sobre esto, véase el mito na savi de “Nuestro padre creador y la señora del temazcal”, en Solano y Ramírez (1986).

13 “Los gastos de cremación de los fallecidos [...] oscilan de mil 700 a tres mil dólares, y eso, si consiguen lugar en alguna de las saturadas funerarias de la Gran Manzana. Los hospitales dan a los familiares un plazo de cinco a diez días para conseguir y pagar crematorio. De lo contrario los cuerpos serán remitidos a la fosa común” (Bellinghausen, 2020).

14 “Tantos son los llegados desde Tlapa de Comonfort, Guerrero, que entre ellos se refieren jocosamente a su ciudad adoptiva como Tlapayork.” (Camacho, 2020).

15 Testimonio de un migrante, citado en Barrera (2020).

16 “En 28% de hogares receptores, las remesas son la principal fuente de ingresos; para 32% de hogares es muy importante” (Cruz, 2020).

17 En 2017, Guerrero fue “la octava entidad en el país con más ingresos en este rubro” y la cantidad de migradólares que ingresaron a esa entidad federativa “equivale al 40.69 por ciento del presupuesto que ejerce el estado en el actual ejercicio fiscal” (Nava, 2017). Para 2018, según datos de bbva, Guerrero había pasado al séptimo lugar, con 1 615 millones de dólares, representando el 4.8 % del total nacional (Secretaría de Gobernación-Vonapo y Fundación bbva Bancomer, 2019: 157).

18 “El banco español bbva estimó que en 2020 el flujo de las remesas disminuiría 17 %. Sin embargo, de acuerdo con los reportes mensuales del Banco de México (Banxico), entre enero y julio las remesas alcanzaron un máximo histórico de 22 mil 821 millones de dólares, lo que representó un incremento de 10% respecto al mismo periodo del año anterior” (Parra, 2020).