Byung-Chul Han (Seúl, 1959) es un filósofo y ensayista de Corea del Sur que estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y literatura alemana y teología en la Universidad de Múnich. Actualmente, es profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Ha escrito más de una decena de libros en los cuales aborda problemáticas contemporáneas desde la crítica cultural. En su libro Hiperculturalidad le da un sentido muy personal a esta palabra enfatizando las diferentes tendencias que van surgiendo en el mundo a partir de la tecnología y la globalización, que generan un mundo hiperconectado a través de las redes, y abarca muy diversos temas que giran en torno a lo hiper (prefijo inseparable que denota exceso, superioridad), y en cómo éste ha transformado la vida actual.
Empieza con el análisis metafórico del Turista en camisa hawaiana, el cual es pertinente para todo el libro debido a la reflexión sobre el ser turista, un ser siempre ajeno, pero en el mismo lugar. A partir de esta premisa va desarrollando a lo largo del libro un conjunto de temas filosóficos referidos a la subjetividad de nuestros tiempos, que nos invitan a pensar en las nuevas posibilidades de ver y vivir un mundo que hoy en día está en constantes cambios y a una velocidad impresionante debido al impacto de las nuevas tecnologías.
El texto abre con una cita del etnólogo Nigel Barley, quien sostuvo que “la verdadera llave del futuro” radica en qué “conceptos fundamentales como cultura dejan de existir”. Byung-Chul Han inicia su reflexión con las siguientes preguntas: ¿Se llama “turista” al nuevo hombre después del fin de la cultura? ¿O vivimos finalmente en una cultura que nos da la libertad de dispersarnos como turistas a lo ancho del mundo? ¿Cómo se deja describir esta nueva cultura?
Con esta apertura de posibilidades, en donde la cultura deja de existir, se crean de la misma forma resistencias y aprendizajes. En otro capítulo, La cultura como patria, el autor se interroga sobre lo extraño, la heterogeneidad, la superación y la ceguera feliz. Se afirma que la heterogeneidad de la cultura no crea por sí misma superación, necesita de lo extranjero; es decir, de lo extraño, para producir un cambio en ella misma, pero nace una problemática, la ceguera cultural, pues cada cultura tiende a absolutizar su propia cultura y en consecuencia no es capaz de mirar por encima de sí misma. Lo extraño se vuelve enfermedad, objeto de desprecio y repugnancia, sin embargo, esta ceguera cultural es feliz, una felicidad del alma que se debe a una sordera. A diferencia de ella, el turista en camisa hawaiana, nos dice el autor, tiene una felicidad distinta, lo extraño para él no es enfermedad, más bien se apropia de lo nuevo para habitar un mundo sin límites.
El filósofo coreano sostiene que el mundo se transforma en un hipermercado de la cultura, un hiperespacio de posibilidades, en donde los textos y culturas se modifican convirtiéndose en Hipertexto e hipercultura, título que anuncia otro capítulo del libro. En este apartado menciona el proyecto Xanadú que es un hipertexto en el que los usuarios de cualquier parte del mundo pueden compartir información creando así una hipercultura que tiene poco que ver con la cultura propiamente dicha. Por el contrario, la describe como un concepto genérico sin contenido definido para fenómenos relacionados con el ordenador, influidos por el proceso de globalización acelerado que a través de nuevas tecnologías elimina las distancias espacio-culturales. Como consecuencia de ello se generan contenidos de espacios culturales heterogéneos, que se superponen y atraviesan, se pierde el límite de la temporalidad y la sensación de lo hiper refleja de modo exacto la espacialidad de la cultura actual.
Uno de los rasgos fundamentales de ese universo hipercultural es el eros de la conexión, ya que la creciente conectividad en el mundo crea una profusión de relaciones y posibilidades que influyen en varios aspectos de la vida cotidiana, entre ellos la comida, generando el fenómeno de lo que el autor llama Comida Fusión. Con la globalización e interconexión generalizada se crea la hiper-cocina, la cual no elimina la diversidad de culturas alimenticias, al contrario, vive de las diferencias y crea nuevas formas generando una gran variedad de combinaciones que reflejan el sentido del gusto y del deleite, que justamente pertenece a la producción de diferencias y que no sería posible en la pureza de la comida local. El hipermercado del sabor vive de la diferencia y la diversidad, por lo tanto globalización y diversidad no se excluyen, pues forman parte de la Cultura Híbrida, siendo lo híbrido todo aquello que tiene lugar gracias a una mezcla de tradiciones o cadenas que enlazan discursos y tecnologías diferentes. Una característica especial del mundo hipercultural es el incremento de espacios que participan del reino del juego y de la apariencia; por lo tanto, no son accesibles desde el poder o la economía, sino desde la estética, la cual promete más libertad, como pensaba Schiller, quien sostiene que el principio fundamental de la estética es dar libertad por medio de la libertad.
El autor propone un modelo conceptual para comprender la dinámica cultural de hoy en el capítulo consagrado a la Hifanización de la cultura, donde retoma el modelo del rizoma de Deleuze para describir determinados aspectos de la hipercultura. El rizoma es una figura cuyos elementos heterogéneos juegan ininterrumpidamente unos con otros, son un espacio de transformación, de mezcla y tiene como tejido la conjunción “y…y…y” la cual produce una relación asignificante; es decir, una conexión de lo inconexo. La hifa (tejido) también denota la red de filamentos que conforman la estructura del cuerpo de los hongos siendo así la hipercultura en muchos aspectos una hifacultura debido a la red e interconexiones que la caracterizan.
Pero en todo este entramado de heterogeneidad y mezcla de culturas, ¿qué cultura sobrevive? En el capítulo que se refiere a la Época de la comparación Byung-Chul Han expone la reflexión de Nietzsche sobre nuestro tiempo como una época de la comparación, en la cual eticidades inferiores deberán morir en beneficio de las superiores y en donde será decisivo el sentimiento estético. Sin embargo, el autor pone sobre la mesa la siguiente cuestión: ¿La globalización realmente es una época de la comparación en beneficio de las formas fuertes y superiores, o será una época de la multiplicidad y la disyunción inclusiva?
Una de las consecuencias del hiperculturalismo es La eliminación del aura de la cultura, capítulo en donde se hace énfasis en frases que utilizan actualmente algunas empresas como el eslogan de Microsoft, Where do you want to go today?, que registra una ruptura sísmica en el ser, dado que el go marca una cesura, el fin de un aquí particular. La sentencia de Linux (Where do you want to go tomorrow?) o el eslogan publicitario del sitio Internet de Disney «Go» (Are you ready to go?) representan una hiperpresencia, un estar aquí, allí y en todas partes. La globalización elimina el aura, que Benjamin concibe como una cosa natural, en su existencia única en el lugar en donde se encuentra, siendo el resplandor del aquí y el ahora. Para la hipercultura el aquí y el ahora no existen, se transforman en el estar en todos lados. Las culturas desespacializadas y sin aura comprenden otro ser, otra realidad a la cual Byung-Chul Han llama hiperrealidad, y citando a Eco menciona que la neutralización del pasado y la mezcla de estilos es una expresión del horror del vacío, ¿sería una ganancia o una pérdida que el “aquí y ahora” se vuelva repetible también allí y, posteriormente, la decadencia del aura daría existencia a un futuro homo liber?
Otro tema que desarrolla el autor es el de la relación entre el peregrino y el turista. Zigmunt Bauman erige al peregrino como la figura del hombre moderno, y concibe a su mundo como ordenado, determinado, previsible y seguro, mientras que Heidegger concibe al peregrino como una figura de la premodernidad, afirmando que al ser le pertenece el vagar. La estructura del viaje peregrino es el “estar de camino”, y está vinculada a un “origen” y al arribo definitivo a una “patria”. Los primeros turistas, afirma Chul Han, tenían todavía el modo de andar de un peregrino, en camino hacia un romántico mundo alternativo, deseando escapar de un aquí hacia un allí. También compara a Nietzsche con un peregrino en el capítulo el Caminante, en el cual Nietzsche habla del caminante como “quien ha alcanzado la libertad de la razón” y para quien no existe una meta final, es por esto que puede levantar la vista y mirar a su alrededor con una hipervisión, como resultado de una libertad ganada. A pesar de esto, el caminante de Nietzsche no se parece al turista hipercultural, ya que, afirma Chul Han, a su andar le falta serenidad y se encuentra aún mezclado con abismos y desiertos.
La hiperculturalidad produce una forma particular de turista, que más bien se mueve de un aquí hacia otro aquí. El turista hipercultural, a diferencia del turista peregrinante, no conoce ninguna diferencia entre aquí y allí, y vive totalmente en el presente, habita el estar-aquí, no siente ni anhelo ni tiene miedo, recorre el hiperespacio de sucesos que se abre a las atracciones turísticas culturales. De este modo, experimenta la cultura como Cul-tour. Para el filósofo coreano, la globalización no significa simplemente que el allí está conectado con el aquí, sino que produce un aquí global acercando y desespacializando el allí.
La Identidad Hipercultural, afirma el autor en otro capítulo del libro, es producto de la fragmentación, puntualización y pluralización del presente que rigen el tiempo actual, en donde desaparecen presente, pasado y futuro. Emerge un tiempo del punto o del acontecimiento, carente de sentido, pues es sin horizonte que se posiblilita una nueva forma de andar y de ver. Con el windowing hipercultural (en alusión a Windows) uno se desliza de una ventana hacia otra, de una posibilidad a otra, creando una narración individual; el autor lo llama el proyecto de un Daisen individual, un horizonte en el que en lugar de un yo monocromático, existe un yo multicolor, un colored self.
En el capítulo sobre La interculturalidad, multiculturalidad y transculturalidad, Chul Han menciona la importancia que tuvieron los dos primeros fenómenos en el contexto del nacionalismo y el colonialismo. Basadas en la esencialización de la cultura, la interculturalidad aspira al diálogo entre esencias culturales, mientras que el multiculturalismo deja poco espacio para la comprensión o reflejo mutuo ya que pretende resolver las diferencias culturales a través de la integración o tolerancia. A la transculturalidad la define como la transgresión de las fronteras culturales que conducen de una unidad cultural hacia otra. Contrario a ésta, la hiperculturalidad no conoce la importancia de cruzar las fronteras, crea contenidos culturales heterogéneos y yuxtapuestos que se encuentran sin distancia los unos con los otros. En el capítulo referente a La apropiación, el autor la define como el deseo de lo nuevo, un rasgo de la hiperculturalidad. La apropiación de lo otro conlleva una transformación de lo propio, ambas se transforman produciendo nuevas diferencias. La separación entre lo propio y lo extraño se disuelve en la diferencia entre lo viejo y lo nuevo.
Con el surgimiento de la hipercultura, la mezcla de razas, religiones y lenguas podría contribuir a La paz larga, la cual debilitaría al poder y al gobierno, descentralizando el poder. Si para Nietzsche el nacionalismo en su esencia es un violento estado de emergencia impuesto por una minoría a una mayoría, la paz mundial hipercultural no tendría su origen en la separación, sino en la mezcla de naciones y pueblos.
Chul Han hace también un elogio de la Cultura de la amabilidad. En este capítulo menciona que ni la cortesía ni la tolerancia son amables ya que parten de una apertura limitada al contacto con los otros y su otredad, ambas están ligadas a un código cultural que pierde su eficacia ahí donde las culturas se encuentran codificadas de modo diferente. En contraposición a ellas, la amabilidad parece no tener reglas creando un máximo de cohesión con un mínimo de relación, haciendo habitable la coexistencia de lo diferente, abriendo y conectando como el windowing lo hace.
Para concluir, es consecuente afirmar que las ideas de Byung-Chul Han en torno a la hiperculturalidad, nos ofrecen un panorama de las diferentes formas de vida que están surgiendo o pueden surgir a partir de las nuevas tecnologías mediáticas y la globalización. Lo hipercultural empieza a permearlo todo, genera transformaciones en la vida cotidiana del hombre contemporáneo, acelera el acercamiento de los espacios culturales, borrando las fronteras y las costuras simbólicas que dividen a los hombres y creando conexiones que producen un estar en todas partes sin límites de tiempo y espacio. En la medida en que todo se conecta, la hipercultura, que el autor de este texto explora en profundidad, se transforma y fortalece.