- 1 Escuela Nacional de Antropología e Historia, Instituto Nacional de Antropología e Historia. México
Lourdes Arizpe. Cultura, transacciones internacionales y el Antropoceno, UNAM, CRIM, Miguel Ángel Porrúa. México. 2020.
En este libro, la doctoraLourdes Arizpe, antropóloga reconocida internacionalmente por su desempeño en la investigación, la docencia y por haber ocupado importantes cargos como funcionaria en la UNESCO y en la UICAE (Unión Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas), aborda una serie de temas que se han vuelto más que actuales debido a la situación mundial que hemos vivido provocada por la pandemia de covid-19. Como el título lo indica, en el libro se trata de la relación entre Cultura, transacciones internacionales y el Antropoceno.
Tal vez, dicha problemática hubiera sido percibida desde otra perspectiva antes de la pandemia, pero ahora resulta un asunto al que hay que adentrarse con mayor atención pues, precisamente, el hecho de que este fenómeno afecte a la salud y la vida de la totalidad de los seres humanos en el planeta, nos obliga a pensar y repensar un conjunto de cuestiones que de ello se derivan
Por ejemplo, uno de los temas sobresalientes sería el de la relación entre Cultura y Medio ambiente, que ha sido abordado desde hace mucho tiempo en el campo de la antropología, como la llamada “Ecología cultural” propuesta por Marvin Harris en su artículo “The Cultural Ecology of India’s Sacred Cattle” de 1966, u otras propuestas teóricas recopiladas en el libro antológico Environment and Cultural Behavior. Ecological Studies in Cultural Anthropology [1969], el que contiene trabajos ya clásicos de autores como Alfred L. Kroeber, Marshal D. Sahlins, Fredrik Barth y Clifford Geertz, entre otros. O también, podemos referirnos a las nociones de “medio ambiente social” y “medio ambiente natural”, planteadas por el lingüista Edward Sapir en su artículo “Lenguaje y medio ambiente” y, en nuestro país, a las de “paisaje natural” y “paisaje cultural” plasmadas por José Corona Núñez en su libro Cuitzeo. Estudio antropogeográfico [1946].
Sin embargo, Arizpe sitúa esta relación a partir de cómo la definición de la cultura, en general (o la de la “diversidad cultural”) se ha vinculado con las llamadas “transacciones internacionales”, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, lo cual supone una concepción en la que los factores materiales y económicos, además de los ideológicos y políticos, se complejizan y estructuran en un mundo globalizado como el de ahora; que a su vez implica un desarrollo socioeconómico y técnico, propio del capitalismo, que ha afectado nuestras vidas y el medio ambiente natural, hasta poner en riesgo no nada más la sobrevivencia de nuestra especie sino la de otras especies y formas de vida en el planeta, por lo que algunos científicos han denominado a este periodo como Antropoceno (P.J. Crutzen), que inició, según alguno autores, en el Neolítico o en el siglo XVI, o incluso Capitaloceno (J.W. Moore), en los siglos más recientes. Es éste, pues, el contexto del libro que nos ocupa. Y en ese sentido su autora revisa como punto de partida los procesos que se han llevado a cabo en las últimas décadas por medio de las políticas culturales y de las negociaciones internacionales que orientan la convivencia entre los distintos tipos de sociedades y naciones. Resulta, así, interesante, el repaso histórico que hace de las instituciones y organismos diplomáticos, y los tratados establecidos por ellos, que han regido las relaciones entre pueblos con culturas diferentes y formas específicas de gobierno.
Con el panorama arriba citado, nos permite entender las dificultades de los intercambios culturales y de los contactos entre poblaciones diversas para planificar acerca de una política común y planetaria que no atente contra las peculiaridades étnicas y geopolíticas de cada grupo.
Lo anterior se vincula, igualmente, con otra serie de problemáticas que se refieren a aspectos tales como la inequidad de género, la desigualdad social y económica y el combate a prácticas como la discriminación y el racismo. Asimismo, en este libro podemos encontrar una revisión de propuestas y alternativas que han surgido para enfrentar los retos que se presentan a propósito del conocimiento y cuidado del patrimonio biocultural de la humanidad.
En su libro, Arizpe nos proporciona abundante información y análisis actualizados de la situación que se vive en el mundo desde la perspectiva antropológica en relación con otros campos de conocimiento como la economía, la tecnología y la ecología, sin olvidar ámbitos como el arte y las expresiones multiculturales y plurilingüísticas, que conlleva una manera de mostrar la posibilidad de solución a las problemáticas ya mencionadas desde una posición creativa y transdisciplinaria.
Y en esto reside el acierto principal de este libro, es una suma de conocimientos y experiencias que reflejan la trayectoria intelectual, académica y política de su autora, quien, por cierto, organizó en México en 1993 el XIII Congreso Internacional de Ciencia Antropológicas y Etnológicas (CICAE). Pero quizá el tratamiento del tema del Antropoceno sea lo que vuelve a éste un texto novedoso, por lo menos en nuestro país.
Con dicha temática se abre paso a un terreno complejo (en el sentido de las llamadas Ciencias de la complejidad) al colocar a las Ciencias Sociales en un mismo espacio junto con las Ciencia Naturales. Como lo señala la propia Arizpe en la Introducción:
No obstante, el giro más decisivo en el debate sobre la cultura ha sido la nueva colaboración entre los científicos sociales y los científicos naturales en un sistema Tierra, lo cual fortalece mi convicción de que no es posible conceptualizar una nueva cosmopolítica sin repensar los términos “cultura” y “naturaleza”(…) Sin embargo, mientras que los científicos naturales han estado debatiendo acaloradamente durante la última década acerca del nombre, la duración y el momento en que dio inicio el Antropoceno, los científicos sociales apenas hemos comenzado a adentrarnos en ese debate [2020: 43-44].
Así, la caracterización del Antropoceno como un periodo geológico ha traído como consecuencia el que los científicos sociales aporten desde sus áreas de trabajo elementos que contribuyan a un nuevo paradigma de conocimiento. Esta condición heurística y epistemológica proyecta un modo de investigación colaborativo y plural entre académicos de distintos órdenes que generan propuestas más abarcadoras y menos conformistas, que, a la vez, no está exento de polémicas que puedan parecer meramente terminológicas más que conceptuales.
Como sea, no se puede negar la importancia de estos debates, sobre todo ahora que vivimos una realidad que nos exige de planteamientos y preguntas acerca de nuestro comportamiento como especie en relación con las especies no-humanas y con las prácticas culturales y tecnoeconómicas con que se actúa colectivamente dentro de nuestro entorno natural. No se trata de “romantizar” lo natural y exótico, como muchas veces se ha hecho, sino que es una necesidad apremiante para incidir con acciones concretas en un mundo diversificado pero que exige, paradójicamente, respuestas comunes y universales.
La refundación de la cultura ante el avance de los medios y técnicas de información y comunicación es otra de las vertientes exploradas en este libro, por lo que los asuntos de la conectividad y coexistencia entre grupos humanos diversos muestra la pluralidad de percepciones y cosmovisiones que conforman una red de intercambios simbólicos y materiales. El mundo está conectado a través de medios e instrumentos que alimentan la hibridez cultural y el flujo de poblaciones migrantes en tránsito permanente por grandes regiones del orbe. Esto trae todo tipo de consecuencias cuyos efectos se dispersan en la extensa malla de conexiones entre naciones y borra (o por lo menos atenúa) los límites y las fronteras entre tradiciones culturales distintas.
Un mundo así es el entramado de relaciones que determinan y condicionan la globalización no sólo de tipo económica. El mundo globalizado es el resultado de formas de organización social que han transformado el aspecto de la producción, la comercialización, el consumo y las comunicaciones y que modifican nuestros modos de vida y sus implicaciones ideológicas; vivimos y sobrevivimos en un mundo controlado por estándares de productividad que afectan nuestra salud y nuestras formas de convivencia, como lo demuestra ahora la pandemia de covid-19.
Creo que ahora es el momento histórico en que nos ubicamos como especie y por ello este libro es una buena oportunidad para reflexionar sobre los hechos que destaqué anteriormente. Tal vez mi lectura sea fuertemente influenciada por los acontecimientos provocados por la nueva enfermedad, sin embargo, aunque el libro no fue concebido para dar cuenta de una situación como ésta, sí proporciona los elementos teóricos y prácticos para poder abordarla e interpretarla desde esta perspectiva.
El que el término Antropoceno remita a la condición de la existencia del ser humano como una especie animal más y sus consecuencias en la vida del planeta a lo largo de su historia (y prehistoria), permite llegar a pensar la situación actual como parte de un sistema de producción mundial, por lo que se puede denominar igualmente Capitaloceno para el periodo de los siglos XVII al XXI.
Dicha periodización coloca al ser humano como sujeto de una confluencia de micro y macropoderes, de dispositivos que controlan su existencia hasta en los más mínimos detalles, de mecanismos de subordinación donde se combinan formas tradicionales de gobierno con nuevas relaciones de poder asociadas con desarrollos tecnológicos, las que se podrían ilustrar con las prohibiciones y restricciones dictadas en muchos países para evitar en la población el aumento de contagios del “coronavirus”.
El que los estándares de producción (con sus flujos y reflujos) determinen el ritmo de dicha producción y por lo tanto de sus efectos en la población y en el medio ambiente, es una constante cuyas variables pueden traer consecuencias catastróficas. De ahí surgen cuestionamientos sobre la viabilidad o no de tal o cual proyecto económico que represente una amenaza ecológica. No hay que olvidar que la etimología del término “economía” y “ecología” nos remite a la casa o hacienda (oikos), al hábitat donde se reside. Los “asuntos de la casa” (en este caso la Tierra entera) nos conciernen a todos, tanto como los de la política (la polis, la Ciudad-Estado).
Este panorama donde confluyen múltiples experiencias nos muestra la reconfiguración del sistema Tierra y el sitio que el ser humano ocupa dentro de él, planteando la interrogante acerca del futuro que nos espera como miembros de comunidades particulares y a la vez de una especie genéticamente homogénea, somos plurales e idénticos a un mismo tiempo. Enfrentar la realidad que estamos viviendo es el desafío que se nos presenta desde lo puramente local hasta lo global.
Sin duda, dicho desafío atañe a todos, por lo tanto, las soluciones ante esta circunstancia tienen que ser abiertas y, en la medida de lo posible, consensuadas colectivamente por grupos y organizaciones políticas y sociales en términos mundiales. Y aquí es donde la antropología, como un área multidisciplinaria de conocimiento, puede contribuir a presentar enfoques para comprender el funcionamiento de los procesos de divergencia y convergencia cultural desde una actitud crítica pero propositiva.
Si bien este libro no es un manual de soluciones prácticas, sí nos ofrece un conjunto de sugerentes reflexiones sobre el estado actual de varias posiciones antropológicas al respecto, algunas de las cuales están tal vez apenas esbozadas.
Una de las posibilidades de solución es aquella que nos orienta hacia la convivencia y el reconocimiento de la otredad. Durante las últimas décadas se ha visto una tendencia al sectarismo y el fundamentalismo en muchos grupos, que ha impedido un diálogo entre culturas y entre algunos sectores de una misma sociedad y ha llevado a un retroceso en relación con ciertos avances en el campo del respeto a los derechos humanos. Pero quizá lo peor es que sean los mismos gobiernos quienes con sus omisiones e indiferencias hacia los tratados internacionales hayan permitido que se llegue a esta situación.
De igual modo, la convivencia no sólo entre grupos distintos, sino también al interior de estos grupos, debe suponer un margen de libertad suficiente para que los individuos puedan actuar y sentirse debidamente integrados a ellos, aunque sus comportamientos y valores no sean por necesidad iguales.
Otra posibilidad es la del fomento y promoción del desarrollo de la creatividad artística y cultural, como un modo de dar a conocer las formas de expresión y las características propias de una determinada comunidad, con el bagaje de sus concepciones y costumbres más sensibles. Más allá de cualquier “folklorismo”, la identidad de los grupos se basa en aquello que expresan y cómo lo expresan. Un ejemplo es la diversidad lingüística y sus maneras de representar el mundo a través de sus cosmovisiones y literaturas que, sin embargo, se ve amenazada con la desaparición progresiva de un alto índice de lenguas y sus variantes dialectales.
Por todo lo anterior, el libro de Lourdes Arizpe se presenta lo mismo como una revisión de las propuestas antropológicas más recientes sobre el tema del Antropoceno (o el Capitaloceno) de autores y autoras como P. Descola, B. Latour o D.J. Haraway, por mencionar sólo algunas de las más conocidas, y su vínculo con las de otros científicos y académicos de distintas áreas de investigación, así como una reflexión muy puntual y acertada de la propia autora.
En resumen, creo que con este libro se abre y muestra una gama de aspectos que representa el horizonte de la teoría y la práctica antropológica en la actualidad. Una actualidad prisionera de una paradoja acerca de la decadencia de la imposición de un único modelo civilizatorio, por una parte y, por otra otra, de una alternativa para la construcción de un modo de vivir (o convivir) creativo y sustentable que permita una existencia más llevadera en un mundo diverso, pero, a la vez, cada día más globalizado.