Sociedad civil capitalina y catolicismo entre rupturas y cohesiones en la década de los ochenta del siglo XX

Catholicism and civil society in Mexico City, between ruptures and cohesions throughout the 1980s

Sección: Dossier
Sobre los autores:
  • 1  Universidad Autónoma de la Ciudad de México. México
Contacto de correspondencia: andreamutolo@gmail.com
Resumen

La década de los ochenta en la Ciudad de México representó un cambio social y político importante. Se generó un diálogo y una cercanía entre la Iglesia católica y las instituciones políticas que, de alguna forma, abrió una colaboración amplia y formal con el catolicismo por parte de muchos sectores populares de la población, también de las clases altas capitalinas. Esta etapa fue relevante, considerando que las clases sociales adineradas y los sectores populares coincidieron en el desarrollo de un proyecto común con el Arzobispado de México. El Swap Social (que consistió en la compra de deuda del Gobierno de México por parte de la Iglesia católica) del final de la década de los ochenta fue un claro ejemplo de este cambio, donde el gobierno, la Iglesia católica y los empresarios formalizaron esta alianza. Paralelamente a este proceso, en las áreas populares de la ciudad, los párrocos, las vecindades y el programa de Renovación Habitacional Popular reconfiguraron, en pocos años, parcialmente la geografía urbana de la capital.

  • Palabras clave:
  • Sociedad civil;
  • Ciudad de México;
  • Arzobispado de México;
  • Iglesia católica;
  • Estado.
Abstract

The 1980s in Mexico City was a time of important social and political change. A dialogue and proximity between the Catholic Church and the political institutions was generated that, in some way, opened a widespread, formal collaboration with Catholicism in many popular sectors of the population, also with the capital’s upper classes. This stage was of great importance, when one considers that the wealthy social classes and the popular sectors coincided in the development of a common project with the Archdiocese of Mexico. The Social Swap (which consisted of the purchase of debt from the Government of Mexico by the Catholic Church) at the end of the 1980s was a clear example of this change, whereby the government, the Catholic Church and businessmen formalized this alliance. Running parallel to this process, the popular areas of the city saw the coming together of the parish priests with the neighborhoods so as to promote the Popular Housing Renovation program, which partially reconfigured the urban geography of the capital within just a few years.

  • Keywords:
  • Civil society;
  • Mexico City;
  • Archdiocese of Mexico;
  • Catholic church;
  • State.

Introducción

La sociedad civil capitalina y el catolicísimo en la segunda mitad del siglo XX son temáticas que empecé a investigar casualmente. En 2009, por un trabajo que me comisionaron, redacté la biografía de un sacerdote diocesano del Arzobispado de México: Antonio Roqueñí Ornelas1 [Mutolo 2019]. La vida de este personaje fue interesante y en entre las varias etapas de su biografía que investigué sobresalía su participación en el trabajo de reconstrucción, después del sismo de 1985. Con esta primera investigación detecté que la temática podía resultar muy interesante y era novedosa. Poco a poco, con el pasar de los años, todo esto empezó a transformarse en un amplio trabajo con distintas facetas.

En particular profundicé: 1) las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia católica; 2) el papel del Arzobispado de México en la reconstrucción de viviendas; 3) el rol de tres parroquias que se transforman en actores relevantes en las áreas populares de la Ciudad de México.

Sobre el punto 1, desde la perspectiva de las relaciones entre Estado y la Iglesia católica, se generó un importante antecedente donde el Arzobispado de México, por medio de la compra de deuda pública mexicana por parte de la Iglesia católica (el Swap Social), logró oficializar un acercamiento con el Gobierno Federal, sin el utilizo de prestanombres y antes de la reforma constitucional del 1992 [Mutolo 2016: 37-54].

Sobre el punto 2, el Arzobispado de México creó la Fundación para el Apoyo a la Comunidad (FAC) que se trasformó en una de las más relevantes Organizaciones no Gubernamentales (ONG) en el trabajo de reconstrucción de la ciudad, después del sismo. En total FAC edificó un poco más de 8 000 viviendas [Mutolo 2017b: 127-141].

Sobre el punto 3, por medio de algunos estudios de caso, se retomó el trabajo de las parroquias en áreas populares de la Ciudad de México, en particular Tepito, Guerrero y Mixhuca. Se analizó la centralidad de éstas, en el trabajo de reconstrucción de áreas que fueron dañadas por el sismo. [Mutolo 2017a: 54-64].

Terminada la investigación, surgió una inquietud sobre una temática que descubrí con este trabajo: la feligresía, el clero y su participación en el proyecto de reconstrucción. Creo que sería importante, antes de profundizar la temática especifica de este artículo, considerar que, a diferencia de otros países occidentales, en México no se ha creado una clase media extensa e incluyente que haya permitido generar una concertación de acciones y de intereses en un contexto donde la mayoría absoluta de los actores de la feligresía y del clero pertenezcan a ese sector.

Desde los ochenta y entrando en la etapa neoliberal, se ha formado en la sociedad en su conjunto una notoria polarización, en un contexto de pérdida de poder adquisitivo de una clase media que, con el pasar de las décadas, fue disminuyendo. Al mismo tiempo se produjo una mayor acumulación de riqueza por parte de las clases altas y mayor empobrecimiento de las clases bajas. Estos cambios sociales generaron dinámicas que polarizaron a la feligresía católica, con un clero muy segmentado que reflejaba las mismas dinámicas socioeconómicas de pertenencia.

Bajo esta lógica, sería complejo encontrar un momento que podríamos considerar unificador en el catolicismo mexicano. En este sentido, deberíamos añadir que todo refleja procesos que, en muchos casos, se produjeron en un contexto local (ya sea regional o diocesano) y que los diversos segmentos socioeconómicos de las clases altas, media y bajas son totalmente distintos según el área geográfica. En el caso de la feligresía católica no se debería considerar que sea lo mismo una clase alta de terratenientes en Chiapas, respecto a una clase alta industrial de Monterrey. Pueden ser católicos los dos segmentos, pero con intereses y acciones totalmente distintas que no pueden confluir en un modelo de catolicidad común. Lo mismo se puede decir de una clase baja de campesinos oaxaqueños respecto a un sector urbano de la Ciudad de México que viven en Iztapalapa, es muy probable que la cosmovisión2 de cada uno de estos sectores sea totalmente distinta desde una perspectiva doctrinal, también en un sentido cultural más amplio.

Para hacer un análisis atinado, considero que es importante reconocer en primer plano el elemento regional propio, porque realmente en la nación mexicana una etapa de cohesión entre los varios sectores del catolicismo, raramente se ha producido.

En el ámbito local, analizando el Arzobispado de México, podría resultar viable encontrar momentos de coincidencias. La problemática tiene su complejidad, en el sentido que la zona metropolitana es un área muy extensa, donde actúan muchas formas de vivir el catolicismo. Hay sectores socioeconómicos que reflejan cosmovisiones totalmente distintas con un clero que, en muchos casos, forma parte de estos microcosmos.

Entonces en la etapa de reconstrucción, después del sismo, ¿hubo realmente, adentro del catolicismo, una convergencia de los varios sectores sociales que conformaron la feligresía y el clero?

Mi hipótesis es que el proyecto de reconstrucción generó un momento particular en la historia del catolicismo, y los varios sectores del clero y de la feligresía respaldaron la reconstrucción confluyendo en un proyecto coordinado por la diócesis.

Históricamente sería complejo afirmar que el momento fue único, dado que mi objetivo no es retomar la historia del siglo XX, pero fue seguramente una etapa particular, en el sentido que, la fuerte segmentación social que caracteriza la estructura de la sociedad mexicana siguió vigente, aunque bajo un modelo en el cual todos los sectores socioeconómicos desempeñaron un papel considerable, participando activamente en el proyecto coordinado por FAC.

Por esta razón, el principal objetivo de este artículo consistirá en analizar los varios actores que conformaban el catolicismo en la Ciudad de México, profundizando rupturas y cohesiones hacia el proyecto de reconstrucción.

1.- EL PAPEL DEL CLERO EN LA RECONSTRUCCIÓN, DESPUÉS DEL SISMO DE 1985

Ernesto Corripio Ahumada3 fue elegido en 1977 como arzobispo de México y desde su llegada implementó una reforma estructural de la diócesis. El nuevo arzobispo encargó a un joven sacerdote con formación sociológica, reestructurar pastoralmente al Arzobispado de México. El diagnóstico inicial era muy negativo, en el sentido de que esta jurisdicción, coincidiendo con el Distrito Federal, incluía buena parte de la zona metropolitana de la Ciudad de México y pastoralmente, con la acelerada urbanización y el fuerte crecimiento demográfico, la diócesis mantenía una estructura totalmente insuficiente y en muchos casos obsoleta. De hecho, era muy difícil coordinar centralmente el trabajo pastoral. Anteriormente, Miguel Darío Miranda y Gómez4 había creado varias unidades pastorales que intentaban enlazar y coordinar el trabajo subdividiendo al arzobispado en ocho áreas que no representaban realmente una subdivisión administrativa y no existían desde una perspectiva jurídica, sino que se utilizaban únicamente por el trabajo pastoral. Por esta razón este esfuerzo no fue suficiente, las unidades pastorales no tenían realmente la fuerza para la descentralización y cada parroquia tenía un área extensa donde los párrocos quedaban abandonados, atendiendo poblaciones, que en algunos casos, rebasaban de 40 000 a 50 000 habitantes (en su mayoría católicos).

Manuel Zubillaga5 fue el joven sacerdote a quien Corripio encargó dividir el Arzobispado de México en ocho vicarías, con la idea que cada una de estas entidades debía ser encabezada por un obispo. La perspectiva de Zubillaga era sociológica, él estaba reflexionando sobre la Ciudad de México como una megalópolis. Bajo esta perspectiva, la ciudad era una pieza en un proceso global absolutamente novedoso; y desde una lógica pastoral, era indispensable una restructuración diocesana que reflejara el policentrismo de esta nueva entidad.6 En el siglo anterior al siglo XX, realmente eran pocas las ciudades que rebasaban el millón de habitantes. Londres llegó a tener un millón de ciudadanos al final del siglo XIX, mientras que en la Ciudad de México vivían 300 00 habitantes.

Fue por estas razones que era indispensable una reformulación que llevara hacia la creación de una estructura distinta respecto al pasado. Se formó un equipo encabezado por Corripio, Zubillaga y un canonista llamado Antonio Roqueñí Ornelas, con la tarea de reformular la jurisdicción de la diócesis, según el derecho canónico [Mutolo 2014: 404-419].

Esta premisa deberíamos considerarla porque Corripio y su equipo eran considerados como conservadores por muchos sectores. Presumiblemente y doctrinalmente, Corripio no mostraba flexibilidad pero estimo que la jerarquía que encabezaba esta entidad supo desarrollar importantes cambios mostrando, en algunos casos, una fuerte elasticidad para su reformulación, con capacidades de enlazar la estructura de la diócesis a las nuevas transformaciones que la sociedad estaba desarrollando.

Dicha reforma canónica y pastoral de división del Arzobispado en ocho Vicarías, ha sido un cambio significativo, pero fue impulsada desde arriba, y realmente sería demasiado pretencioso considerar este proceso como un momento real de agregación. La feligresía no se involucró en este cambio, sino que aceptó pasivamente las medidas que llegaban centralmente.

Conforme a la hipótesis que planteamos anteriormente, en el caso específico del trabajo de reconstrucción después del sismo de 1985, se generó un momento que en general fue de fuerte agregación. Fue un hecho que independientemente de la confesión religiosa, la sociedad civil no confiaba demasiado en la capacidad del gobierno para la reconstrucción de la ciudad, y por esta razón, se activó [Monsiváis 2005]. De esta manera se creó un rompimiento con la estructura política y muchos barrios, parroquias y asociaciones empujaron una acción, que sobre todo en los primeros seis meses después del sismo, fue en una dinámica espontánea, también horizontal [Poniatowska 1988].

En este sentido, bajo la enorme ola, deberíamos considerar que la acción del clero católico se desarrolló con una perspectiva vertical.

La acción vertical fue muy evidente porque se creó la Fundación para el Apoyo de la Comunidad, desde las cenizas de Cáritas7 diocesana. Esta institución fue determinante para el trabajo de reconstrucción en la Ciudad de México. Es muy interesante subrayar el hecho de que en un principio no quedó claro, para la parte católica, quién o quiénes iban a estar a cargo de la tarea de reconstrucción. La Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), inmediatamente después del sismo, encargó al jesuita Enrique González Torres,8 entonces secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS), centralizar los recursos económicos y coordinar una acción común para la reconstrucción. En un principio se creó el Fondo de Ayuda Católica (FAC) enlazado a la CEPS, siendo presidente de esta comisión el recién elegido obispo de Coatzacoalcos, Carlos Talavera Ramírez.9

Sin embargo, González Torres entró en conflicto con la mayoría del equipo de la CEPS que consideraba al Fondo demasiado ineficiente y lento. Fue en este contexto que el jesuita se “exilió” hacia al Arzobispado de México. Atrás de esta polarización, sin duda deberíamos considerar la lucha entre el arzobispado y el CEM para el control del dinero que estaba llegando desde cualquier lado del mundo para la reconstrucción de la Ciudad de México. Enseguida la CEM decidió retroceder y el Arzobispado de México (que al fin era la estructura canónicamente competente, considerando que la reconstrucción fue desarrollada, en buena parte, en el territorio de la diócesis), se quedó como el único organismo encargado de la reconstrucción en el área del Distrito Federal. Finalmente, en diciembre de 1985 se instauró la Fundación para el Apoyo a la Comunidad (FAC) [AA.VV 1987: 61].

Desde su surgimiento, la FAC fue una estructura controlada por la jerarquía, que se trasformó en una organización con capacidad de reconstruir miles de viviendas y con facturas por cientos de millones de dólares. La estructura diocesana de FAC reflejaba localmente la división en vicarías, que se había creado anteriormente.

Por medio de este solapamiento con la estructura diocesana, la FAC supo enlazarse con las vicarías y, por medio de éstas, llegó fácilmente al respaldo directo con las parroquias que reflejaban las necesidades de las colonias o barrios gravemente dañados por los sismos. De esa manera, FAC logró generar un proyecto incluyente, administrado con un espíritu empresarial y bajo una organización muy estructurada que se caracterizaba por ser vertical. Fue un hecho que casi todo el clero diocesano y regular confluyó en esta organización, que supo gestionar la ayuda.

De igual manera, muchos grupos críticos hacia el Arzobispado de México respaldaron este proyecto. En particular la mayoría de las Comunidades Eclesiásticas de Base (CEB), que anteriormente tenían una postura de inconformidad con la curia diocesana, se transformaron en colaboradores valiosos en última medida. La Comunidad Participativa Tepito (Comparte), inicialmente dirigida por el sacerdote diocesano Martiniano Martínez Gutiérrez,10 y la Unión de los Colonos Trabajo y Libertad, coordinada por el sacerdote diocesano Benjamín Bravo Pérez11 en la colonia Magdalena Mixhuca, fueron ejemplos de grupos originalmente autónomos y críticos, pero que en la etapa de reconstrucción confluyeron en el trabajo de FAC. Terminada esta etapa nuevamente se autonomizaron.

Un caso interesante que no encaja con la mayoría fue el de un grupo de jesuitas, perteneciente a la Acción Popular,12 en la colonia Guerrero en la parroquia de Los Ángeles, que se resistió y no confluyó en el trabajo coordinado por la FAC. Ellos crearon una organización paralela llamada Promoción Actividad Socio Educativa (PASE).13 Utilizando el financiamiento internacional de Fomento Cultural y Educativo,14 Francisco Ramos15 y los jesuitas de la parroquia de Los Ángeles crearon una organización autónoma respecto a la FAC. En general conspiraban que la FAC y el Arzobispado estuvieron bastante coludidos con un gobierno corrupto. Es muy interesante observar que González Torres, antes de colaborar en pastoral social de la CEM, había trabajado en Fomento Cultural y Educativo, la misma organización que era plataforma de financiamiento de PASE.

Bajo esta lógica, PASE y los jesuitas en la colonia Guerrero fueron una excepción, porque en la mayoría de los casos, el proyecto de reconstrucción de la diócesis supo generar consenso. Políticamente la FAC colaboraba abiertamente con el Departamento del Distrito Federal (DDF), en particular con Renovación Habitacional Popular16 y con la Secretaria de Hacienda del Gobierno federal. Esta cercanía era juzgada negativamente por muchos grupos católicos, sobre todo los grupos vinculados a las Comunidades Eclesiásticas de Base que pero, en línea general, aceptaron colaborar con la FAC.

2.- “LOS DE ARRIBA”

Como ya anteriormente explicamos, la feligresía mexicana se encuentra muy segmentada según en el ámbito socioeconómico. En el Arzobispado de México hay una geografía urbana que fracciona socioeconómicamente a las mismas parroquias, esto no significa que en un mismo templo (según las zonas) no puedan convivir sectores de clase baja o clase media o de clase media y de clase alta, pero en línea general, clero y feligresía respetan plenamente las dinámicas socioeconómicas que se reflejan en la sociedad en su conjunto.

Entonces si la feligresía refleja esta segmentación en su forma de agruparse, es muy difícil encontrar momentos de unidad, aun en caso de vivir en un contexto conflictivo. El ejemplo que se consideró anteriormente del conflicto religioso muestra claramente cómo cada agrupación tanto en la feligresía, como en el clero, reflejan intereses y dinámicas que son comprensibles sólo dentro de un segmento socioeconómico o agrupación.

Manifiestamente, en el caso del sismo de 1985, el catolicismo reflejaba dinámicas que se desarrollaron en la sociedad civil, entonces la feligresía en su conjunto se activó confluyendo en el trabajo de reconstrucción de la ciudad, mostrando la segmentación socioeconómica de la sociedad, pero empujando un proyecto que podríamos considerar incluyente. FAC y en particular González Torres, quien llegaba de una familia de empresarios farmacéuticos,17 supieron crear mecanismos importantes para colaborar con sectores de clase alta, tanto entre la alta jerarquía como también entre las grandes familias de empresarios capitalinos.

Es importante subrayar el hecho que las finanzas del país en los años posteriores del sismo eran realmente problemáticas. La deuda pública era tan elevada que los bancos ya no querían respaldar y comprar los bonos de deuda gubernamental, por el riesgo de una posible quiebra del gobierno federal. También la inflación estuvo realmente descontrolada y todo esto generaba dudas sobre las posibilidades reales de recuperar la inversión inicial y pocos empresarios querían realmente invertir en la reconstrucción de la Ciudad.

Por esta razón, González Torres, inicialmente utilizando la plataforma creada por la diócesis, creó una institución llamada Fondo por la Asistencia, Promoción y Desarrollo (FAPRODE)18 que a partir de 1988 empezó a colaborar con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, desde el final de la presidencia de Miguel de la Madrid y sobre todo en el primer trienio de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. En particular fue Pedro Aspe Armella19 quien examinó y reconoció el FAPRODE.

En un contexto de fuerte inestabilidad financiera del gobierno, la Iglesia católica coordinándose con empresarios, órdenes religiosas, Arzobispado de México y con otras diócesis mexicanas, logró desarrollar varios swap 20 social sobre compra de deuda en el mercado internacional. La compra era en dólares y en pocos meses, según acuerdos tomados con Hacienda, se podía aumentar notablemente el importe invertido, con un equivalente en pesos. La obligación para los financiadores en el swap era invertir el dinero en el mercado mexicano. En un principio los primeros swaps fueron específicos sobre el sismo y la reconstrucción en la Ciudad de México, en particular para la construcción de viviendas. El dinero llegaba a FAPRODE por medio de Cáritas de todo el mundo, también un banco prestó dinero para esta rentable inversión (la Swiss Bank Corporation).

Posteriormente se involucraron otros actores, como empresarios y otras diócesis, también se ampliaron los objetivos y las cantidades. FAPRODE llegó a financiar swap por una cantidad alrededor de 253 millones de dólares [Ibáñez 1995: 177]. Los objetivos iniciales empezaron a transformarse en algo más general, que en teoría obligaba a los inversionistas a invertir el dinero de las ganancias de los swaps en el desarrollo de México.

La revista Proceso en su edición del 29 de enero de 1990 tituló en su portada: “Aunque no haya relaciones. Los obispos, gestores del gobierno en la deuda”. El artículo especifica:

El donante que quiere ayudar a los proyectos sociales de la Iglesia mexicana puede comprar una parte de la deuda mexicana y transferirla a la Fundación para la Asistencia de la Comunidad (FAC) presidida por el jesuita Enrique González Torres que, a su vez, la entrega al gobierno mexicano. El gobierno se la repone a los obispos en pesos… En esta forma, el gobierno de México disminuye su deuda, la Iglesia mexicana recibe su ayuda, los bancos recuperan su dinero… Según FAC el dinero que la Iglesia consigue de esta manera se dedica a generar nuevos empleos, por medio de cooperativas y de programas de entrenamiento, a impulsar proyectos de vivienda, a dar servicios médicos y a cubrir otras necesidades sociales. El gobierno mexicano -dice FAC- se ha visto obligado a recortar su gasto social por razón de la deuda. Por esto, la Iglesia mexicana hace un llamado a los bancos acreedores para que donen una parte de la deuda a la fundación. [Proceso 1990: 12-15].

Este vínculo prácticamente formal con el gobierno fue un antecedente importante y dejó vislumbrar “la conciliación” que prevalecerá en la década siguiente. “Ambos -Iglesia y Estado- descubren que se necesitan, que pueden ayudarse y que, más o menos, son interlocutores válidos”.21 El Swap Social generó una fuerte cercanía entre jerarquía, poder económico y poder político, en una etapa donde, como bien había subrayado la revista Proceso en su portada, la Iglesia todavía no tenía revalidación jurídica.

Particularmente durante el primer trienio del sexenio salinista, alrededor de González Torres se creó y consolidó un grupo notable de inversionistas que generó también una fuerte cohesión con la estructura gubernamental.

Si analizamos la historia mexicana del siglo XX, en varias etapas hemos tenido un poder económico cercano al catolicismo, también cercano a la estructura política: los banqueros católicos del Maximato son sólo un ejemplo en este sentido. Sin embargo, lo novedoso de este proceso, fue que las relaciones fueron formales, oficiales en una etapa donde todavía la Iglesia católica como institución no era jurídicamente reconocida.

3.- “LOS DE ABAJO”

Otro elemento de fuerte interés en este análisis es precisamente la cohesión que se generó alrededor de la FAC en el proyecto de reconstrucción en las áreas populares de la CDMX.

En ese sentido, fue importante la colaboración con decenas de parroquias y la creación de miles de viviendas que se desarrollaron por medio de un vínculo entre sectores populares del catolicismo con FAC y coordinándose con la alta jerarquía. Muchos de estos sectores, sobre todo si incluían Comunidades Eclesiásticas de Base, mantenían una postura crítica hacia los jerarcas que administraban la diócesis (el arzobispo y sus vicarios), no obstante convergieron en este proyecto.

Diversas fuentes por ejemplo subrayaban este compromiso y confluyeron en un proyecto de reconstrucción coordinado por FAC, aunque consideraban que esta organización tenía una estructura no suficientemente crítica hacia el gobierno.22

Pero las necesidades de reconstrucción generadas sobre todo por el sismo de 1985 y considerando que en algunas áreas había una necesidad de nuevas viviendas desde antes del sismo, generaron una importante oportunidad de mejora urbanística. Todo esto fue un espacio de grandes posibilidades de cambio y la mayoría de los sectores católicos (en algunos casos críticos hacia la estructura dominante) aprovecharon esta posibilidad.

En esta etapa sería importante considerar que las relaciones no fueron lineales. En Tepito, por ejemplo, el párroco Martiniano colaboraba con FAC para la implementación de los proyectos, pero adentro del barrio, era un intermediario que dialogaba constantemente con una Comunidad Eclesiástica de Base que era muy crítica hacia FAC y hacia la diócesis.

En 1974 nació en este barrio la Comunidad Eclesiástica de Base23 Nequetejé, encabezada por el sacerdote belga José Dachelet24 y la militante católica María Pilar de Abiega Sauto.25

En particular, María Pilar aclaró que desde la Tercera Conferencia Episcopal de Latino América (CELAM) de Puebla, ella ha tenido un posicionamiento crítico hacia la alta jerarquía, considerando que la apertura hacia la Teología de la Liberación de Pablo VI, estaba empezando a cerrarse con el pontificado de Juan Pablo II. Esta postura de inconformidad no significó que ella no haya confluido en el plan de reconstrucción de viviendas de la diócesis; para respaldar también a los adultos mayores, se creó la Comunidad Participativa Tepito (COMPARTE), que confluyó en el proyecto coordinado por FAC.26 De igual manera entre los pueblos de Tlalpan, en la parroquia de San Pedro Mártir (sur de la Ciudad de México), en un área que no fue afectada directamente por el sismo, se construyeron viviendas con el respaldo de FAC y en particular, en el pueblo de San Pedro Mártir se mudaron familias que anteriormente vivían en áreas céntricas de la Ciudad de México (sobre todo de la colonia Doctores), que había sido ampliamente dañada. En este caso tenemos también una parroquia con una población muy crítica hacia los políticos y jerarcas católicos.

En la mayoría de los casos, la feligresía cercana a la Teología de la Liberación y crítica hacia la alta jerarquía, confluyeron en este amplio proyecto. En la Mixhuca con UCOTYL se impulsaron dinámicas parecidas a Tepito y San Pedro Mártir.

El punto de ruptura, como explicamos anteriormente, se generó en la Unión de Vecinos de la Guerrero,27 encabezada en esos años, por el futuro diputado federal del prd Francisco Saucedo28 y con la Unión de Vecinos de la Morelos. Ambas no confluyeron en el proyecto desarrollado por la FAC y lograron con sus organizaciones y sus contactos construir directamente viviendas. La colonia Guerrero fue la excepción y, en este caso, no se confirmó la ruta incluyente que otras parroquias, en otras áreas problemáticas, tomaron con FAC.

4.- ¿Y LAS MUJERES..?

Creo que sería importante considerar que entre muchos actores sociales, las mujeres representan un elemento importante.

El fuerte desarrollo económico de muchos países, incluyendo a México en la etapa del milagro económico, ha generado un fuerte cambio que incluía el papel activo de las mujeres en la actividad productiva. Aclaro que desde la antigüedad, las mujeres siempre han participado activamente en la producción, desempeñando un papel muy importante en el ciclo productivo de la sociedad rural. Pero en el siglo XX este proceso se formaliza con el tiempo y en muchos casos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, las mujeres empezaron a integrarse en la actividad productiva formal; en numerosas ocasiones desempeñando un papel activo, por ende, cobrando salarios o desarrollando una actividad propia. Todo esto empezó a ser un proceso cuantitativamente relevante, la nueva clase media urbana que surgió desde el milagro económico, desarrolló un modelo consumista en el marco del capitalismo, que muchas veces necesitaba, para poder mantener los estándares correspondientes a la clase media, de un incremento de los ingresos. Bajo esta lógica, las mujeres se integraron, generando una fuente importante de los ingresos familiares.

En la década de los ochenta lo que se observa en áreas populares como Tepito, Mixhuca y la colonia Guerrero fue que las mujeres se apoderaron del espacio urbano en estos barrios y después del sismo de 1985, tomaron un papel que, en muchos casos, rebasó el trabajo del sector masculino.29

Indudablemente desde una perspectiva de lucha hacia la emancipación de las mujeres y de lucha hacia mejorías laborales, el sismo históricamente representó un punto de ruptura. En particular las numerosas costureras que murieron en San Antonio Abad y las obreras que sobrevivieron fueron despedidas sin ningún pago. Todo esto desencadenó un conflicto con los sectores patronales y con el gobierno que respaldaba a los ricos empresarios, que empezó desde el 19 de septiembre de 1985 y que, con algunas mutaciones, sigue vigente hasta nuestros días.

Pero más en específico, considerando los objetivos del presente artículo, sería importante considerar esta perspectiva desde un análisis de la feligresía católica en su militancia femenina.

En este sentido, la UCOTYL en la Mixhuca fue un importante ejemplo. En la mayoría de las áreas populares de la Ciudad de México, el hombre estuvo notablemente ausente. Era un fantasma que, en algunos casos, regresaba a la casa en la noche, pero a lo largo del día, las mujeres eran las apoderadas de estas áreas. En muchos casos la absoluta mayoría de la militancia en las parroquias o en las asociaciones religiosas se limitaba a las mujeres que vivían cerca de las iglesias y de la actividad laboral; algunas de ellas también desarrollaban una actividad propia, por ejemplo, en el mercado del barrio.

Sin embargo, fue el clero y sus testimonios que subrayaban, en primera instancia, el papel de las mujeres como sobresaliente.30 Por esta razón, una vez que la FAC activó el trabajo de reconstrucción, los actores más dinámicos pertenecían a agrupaciones femeninas, donde los hombres se caracterizaron por sus ausencias constantes ya sea voluntaria o involuntariamente. UCOTYL era una estructura de puras mujeres, y si preguntamos por qué los hombres no podían participar, la respuesta era que no se necesitaba de un reglamento para excluirlos, los varones se quedaban afuera simplemente porque no eran actores relevantes.31

Estas dinámicas, por medio de otros testigos, se evidenciaron también en San Pedro Mártir [Martínez et al. 2016: 169-188]32 o en Tepito [AA.VV. 2011: 5-8]. Sobre todo en áreas populares las mujeres se apoderaron de la conducción de las parroquias y consecuentemente la reconstrucción fue en buena parte protagonizada por ellas.

Claramente, sería importante puntualizar que estos datos sobre el papel de las mujeres son preliminares. Esto sería sólo una hipótesis que debería confirmarse por medio de otras investigaciones que analicen a la feligresía y la militancia en parroquias o áreas urbanas específicas.

CONCLUSIONES

El proyecto de reconstrucción de la Ciudad de México que se desarrolló por medio de la FAC fue un momento importante de unidad para los capitalinos. De manera clara, todo este proceso fue parte de un movimiento más amplio donde varios sectores de la sociedad civil se compactaron y participaron activamente en la reconstrucción de la ciudad. Pero mientras el sector político se tambaleaba hacia una crisis que acabaría definitivamente con el modelo presidencialista, la religión católica también logró crear un momento de fuerte unidad entre la jerarquía y la feligresía.

Visiblemente se puede observar que el trabajo de FAC se caracterizaba por reflejar plenamente la segmentación socioeconómica de los mexicanos. En línea general, clase alta y clase baja no trabajaron juntas, pero sí confluyeron en un proyecto común que supo coordinar bien la diócesis.

Este movimiento amplio y espontáneo, que caracterizó la etapa sucesiva al sismo, reflejaba dinámicas reales que se generaron, sin embargo todo ello terminó pronto. El gobierno, de alguna forma, logró desarrollar habilidades para coordinar muchos programas sociales enfocados a la reconstrucción, en particular Renovación Habitacional Popular, pero no tenía el prestigio y la autoridad moral para ser considerado creíble por la población y por muchos organismos internacionales que no querían entregar recursos directamente al gobierno mexicano. Por estas razones, la Iglesia católica empezó a desempeñar un importante papel de intermediación entre el gobierno y la sociedad civil, incluso supo canalizar recursos.

De esta forma, la diócesis creó y consolidó un proyecto de reconstrucción utilizando toda la estructura capilar que conservaba el catolicismo en su conjunto, también con la capacidad de implementar un diálogo constante y en un determinado momento formal, con un gobierno que el sismo y la sucesiva elección de 1988 había debilitado notablemente.

Fue un hecho que la FAC o FAPRODE supo conseguir en forma autónoma muchos financiadores, aprovechando la ayuda de las conferencias episcopales, las diócesis y las Cáritas en los países del primer mundo. Pero, en última medida, la herramienta que permitía multiplicar el dinero por medio del swap, era precisamente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que de esta forma favoreció enormemente a la Iglesia católica, respecto de otras organizaciones o denominaciones religiosas. En el salinismo este proceso coincidió con una etapa de cercanía política entre los obispos y el gobierno, que desembocó, con algunas mutaciones, en la reforma constitucional de 1992.

La Iglesia, como expliqué, se trasformó en un interlocutor importante con el gobierno y esto, desde mi perspectiva, se debe a un conjunto de razones:

  1. Evidentemente en estos años hubo un alejamiento entre la sociedad civil y la estructura política. En particular, el partido dominante priista estaba perdiendo el control de amplios sectores de la población. Claramente la elección de 1988 y el posible fraude generaron un problema fuerte de deslegitimación política, sobre todo en los primeros años de presidencia; así que el salinismo implementó una política de amplio diálogo. En este sentido, la Iglesia desempeñó un papel de intermediación con sectores populares y con sectores empresariales. Sin este respaldo, más tarde el gobierno hubiera perdido el control social de extensos sectores de la población. Por ejemplo, en el proceso de reconstrucción era muy difícil para Renovación Habitacional Popular dialogar con las vecindades. Al fin, en la mayoría de los casos, se implementó este diálogo y se logró llegar a acuerdos para la construcción de viviendas utilizando FAC, que se enlazó con las parroquias o las Comunidades Eclesiásticas de Base.

  2. En otra etapa de la presidencia, terminada la reconstrucción y en un contexto donde seguramente el salinismo había recuperado en buena parte su fuerza, se implementó la reforma constitucional de 1992 que reconoció jurídicamente a las religiones como Asociaciones Religiosas (AR). En este sentido, creo que el antecedente más importante fue ciertamente la colaboración entre la Iglesia y el gobierno para la reconstrucción de la CDMX. En particular el Swap Social y Renovación Habitacional Popular generaron mecanismos institucionales de diálogo formal y permanente entre jerarquía y gobierno. Sucesivamente en 1992 se formalizó una relación que ya existía desde hace años. Los prestanombres y el diálogo en la sombra entre Estado-Iglesia se abandonaron definitivamente después del sismo de 1985, y no se necesitó de la reforma de 1992.

Para concluir sería importante considerar que la hipótesis inicial se confirmó plenamente: el catolicismo supo, por algunos años, crear un amplio proyecto de reconstrucción donde confluyeron varias corrientes heterogéneas entre clero, feligresía, fuerzas económicas y gubernamentales, generando en esta etapa, uno de los pocos momentos en la historia de la Iglesia católica contemporánea de cohesión.

Posterior a estos acontecimientos, ha habido etapas de cercanía entre la Iglesia y el gobierno capitalino. Por ejemplo, la construcción de la Plaza Mariana fue un importante momento de convergencia entre los poderes económico, religioso y político. Hubo una concertación entre Andrés Manuel López Obrador (como jefe de Gobierno del Distrito Federal), que en 2003 donó cinco predios al Arzobispado de México (encabezado por Norberto Rivera Carrera) para la construcción de esta obra. Pero estas relaciones se quedaron en un nivel cupular y no se involucraron otros sectores como la feligresía católica o la base de sacerdotes diocesanos.

De igual forma, pensando en momentos de emergencia, el sismo de 2017 por ejemplo involucró a la Iglesia católica en forma marginal, sin despertar (en línea general) a la feligresía o activar a las parroquias en un trabajo de reconstrucción.

Referencias

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Archivo Histórico del Arzobispado de México (AHAM) 1992 Una experiencia de Swap Social en México, 1989-1991. Fondo Base Cancillería, caja 284, Exp.81, Cuadernos de Divulgación y Análisis 2. FAPRODE. México: 9.

Camp, Roderic Ai 1998 Cruce de Espadas, Política y religión en México. Siglo XXI editores. México.

Duhau, Emilio 1991 Las organizaciones no gubernamentales y su participación en la reconstrucción, en Cambiar de casa pero no de barrio: estudios sobre la reconstrucción habitacional en la Ciudad de México, Priscilla Connolly, Emilio Duhau, René Coulomb. CENVI-UAM Azcapotzalco. México: 349-451.

Ibáñez Aguirre, José Antonio 1995 FAC, 1985-1995. Fundación para el Apoyo de la Comunidad. México.

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Mutolo, Andrea 2014 La transformación del Arzobispado de México durante la administración de Ernesto Corripio Ahumada, 1977-1994, en Política y religión en la Ciudad de México. Siglos XIX y XX. Franco Savarino, Berenice Bravo Rubio y Andrea Mutolo (eds.). imdosoc. México: 404-417.

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Proceso 1990 Aunque no haya relaciones. Los obispos, gestores del gobierno en la deuda. Proceso, 29 de enero.

Notas al pie:
1

Antonio Roqueñí Ornelas (1934-2006): Fue sacerdote de la prelatura del Opus Dei en México y luego, sacerdote diocesano en el Arzobispado de México. Se desempeñó como juez en el tribunal de este arzobispado y como apoderado legal de la diócesis. En la última etapa de su vida, entre 1995 y 2006, trabajó en la Fundación Luz Saviñón.

2

La cosmovisión es una visión del mundo en un determinado periodo y en una determinada sociedad que incluye usos, costumbres y creencias.

3

Ernesto Corripio Ahumada nació el 29 de junio de 1919 en Tampico, Tamaulipas y murió en la Ciudad de México en 2008. Ingresó al seminario de Puebla de los Ángeles a los 11 años; posteriormente fue enviado a Roma, donde ingresó al Colegio Pío Latino Americano y a la Pontificia Universidad Gregoriana. Se licenció en Filosofía en 1937, en Teología en 1942, en Derecho Canónico en 1944 y en Historia Eclesiástica en 1945. Se ordenó sacerdote en 1942. En su diócesis (Tampico) colaboró en el Seminario, donde fue ecónomo y vicerrector. En 1950 fue designado Secretario de la curia. En 1952 fue elegido obispo auxiliar de su diócesis, convirtiéndose en el obispo más joven del mundo y en el primer tampiqueño en alcanzar ese grado. A partir de 1956 y hasta 1967 fue el obispo titular de su ciudad. Entre 1967 y 1973 se desempeñó como presidente de la recién nacida Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). En 1967 fue nombrado arzobispo de Oaxaca. Tanto en la CEM como en su arquidiócesis, Corripio fomentó las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II. Después de un paréntesis en Puebla, fue designado arzobispo primado de México en 1977. En 1979 Juan Pablo II lo nombró copresidente de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla.

4

Miguel Darío Miranda Gómez (1895-1977): Originario de León (Guanajuato), fue ordenado sacerdote en 1918 y elegido obispo de Tulancingo en 1937. Sucesivamente entre 1956 hasta 1977 fue arzobispo primado de México. Después de José Garibi Rivera, arzobispo de Guadalajara, fue el segundo mexicano en ser designado cardenal en 1969.

5

Manuel Zubillaga, nació en la Ciudad de México el 5 de junio de 1947. Es sacerdote diocesano del Arzobispado de México. Fue presidente de Cáritas diocesana en la capital.

6

Entrevista con Manuel Zubillaga, 14 de junio de 2009, Ciudad de México.

7

Cáritas es una estructura humanitaria y caritativa creada por la Iglesia católica que se enfoca en la lucha contra la pobreza. Se fundó en Alemania en 1897. Sucesivamente en Roma, en 1954, se crea un organismo de coordinación internacional. En la segunda mitad del siglo XX se crearon Cáritas en la mayoría de las diócesis existentes en el mundo.

8

Enrique González Torres nació en la Ciudad de México en 1940. Se ordenó sacerdote jesuita en 1970. Maestro en Educación por la Universidad de Stanford en California, fue director del Centro de Estudios Educativos de 1976 a 1983. Posteriormente creó y dirigió de 1985 a 1995 la Fundación para el Apoyo a la Comunidad (FAC). Fue rector de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México de 1996 a 2004.

9

Carlos Talavera Ramírez (1923-2006) fue ordenado sacerdote diocesano en el Arzobispado de México en 1948 y consagrado obispo en 1980. Desde ese año y hasta 1984 fue obispo auxiliar en la Ciudad de México y entre 1984 y 2002 fue el primer obispo de Coatzacoalcos.

10

Martiano Martínez Gutiérrez, nace en 1944, se forma en el Seminario Conciliar de Tlal-pan. Actualmente es párroco en San Francisco Culhuacán (Coyoacán). En 1969 es ordenado sacerdote diocesano del Arzobispado de México. Entre 1977 y 2000 fue párroco en Tepito en la parroquia de San Francisco Asís

11

Benjamín Bravo Pérez nació en el estado de Michoacán, el 17 de mayo de 1940. En 1965 fue ordenado sacerdote diocesano en el Arzobispado de México. Trabajó 11 años como misionero en Honk Kong. Sucesivamente en la década de los setenta regresa a su diócesis y fue párroco en Santa María Magdalena Mixhuca desde 1972 hasta la llegada del sismo en 1985

12

Acción Popular fue una corriente interna de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús que surgió en los primeros años de la década de los setenta. Esta agrupación lideró el cierre del Instituto Patria de la Ciudad de México y apoyó incondicionadamente a la Congregación General número 32 (se invitaba a los jesuitas en asumir un estilo de vida austero, más vinculado a las clases desprotegidas, con una misión real de compromiso social) y la Carta de Río de 1968 (fue un documento fundamental para impulsar un cambio estructural hacia una pobreza auténtica en la mayoría de las provincias jesuitas de América Latina).

13

PASE fue una institución formada por la parroquia de Los Ángeles, la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero (UVCG), la Unión Popular de Inquilinos de la colonia Morelia-Peña Morelos (UPICM-PM), abogados del Corporativo de Estudios y Asesoría Jurídica, un colectivo de arquitectos y el Fomento Cultural y Educativo.

14

Fomento Cultural y Educativo surgió en 1970 impulsado por la Carta de Río. Es una obra de los jesuitas que se enfoca en el trabajo social en áreas rurales marginales. Fue y sigue siendo muy activa en la defensa de los derechos humanos y laborales del sector indígena.

15

Francisco Ramos nació en la Ciudad de México en 1938. Estudió Ingeniería Química y en 1961 ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1970. Trabajó como docente de Ingeniería Química y Termodinámica en la Universidad Autónoma de Nuevo León y en la Universidad Iberoamericana. En Fomento Cultural y Educativo fue subdirector durante ocho años y director por seis años más. Posteriormente trabajó con los indígenas en la Sierra Norte de Veracruz. Dejó la Compañía de Jesús en la primera década del siglo XXI.

16

Renovación Habitacional Popular fue una institución dependiente del Distrito Federal que surgió ex novo, después de los sismos. Coordinó varios programas: el programa de Renovación Habitacional Popular en la Ciudad de México, el programa emergente de viviendas fase I y fase II, el Programa de Reconstrucción Democrática de Tlatelolco. Entre 1986 y 1987 Renovación Habitacional llegó a construir directamente 89 703 viviendas en total [Duhau 1991: 349-451].

17

Su hermano Víctor González Torres, trasformando la empresa farmacéutica familiar, creó las Farmacias Similares del Dr. Simi. Entrevista con Enrique González Torres, 26 de agosto de 2015, Ciudad de México.

18

AHAM [1992: 9].

19

Pedro Carlos Aspe Armella nació en la Ciudad de México en 1950. Fue Secretario de Hacienda y Crédito Público en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Destaca en su periodo la renegociación de la deuda pública con el exterior, una mayor autonomía del Banco de México y la implementación de una masiva política de privatización.

20

“La palabra swap significa simplemente intercambio. Técnicamente se emplea esta palabra desde hace poco para referirse al pago selectivo, por parte del gobierno deudor, de una cierta cantidad de deuda, a cambio de que ese dinero sea invertido en el país, y que el pago se haga en moneda nacional. Lo que el gobierno da a cambio al inversionista que invierte en moneda extranjera, es aceptar en su valor original los pagarés que éste le presente (esto se negocia con anterioridad), y la ventaja del inversionista es que él puede comprar esos pagarés a los bancos acreedores a un precio menor que el original, o sea, al valor que se ofrezca la deuda en el llamado mercado secundario” AHAM [1992: 25].

21

Entrevista con Manuel Gómez Granados, 18 de agosto de 2015, Ciudad de México.

22

Entrevista con Martiniano Martínez Gutiérrez, el 3 de septiembre de 2015, Ciudad de México.

23

El historiador estadounidense Roderic Ai Camp, retomando el tema de las Comunidades Eclesiásticas de Base en México aclara: “Los obispos de toda América Latina, y de México en particular, tienen las mismas reservas acerca de las comunidades religiosas de base que sobre las actividades políticas en general. Tienen miedo de ser arrastrados a confrontaciones políticas potencialmente peligrosas a través de las actividades de grupos populares, tienen miedo de que la creciente importancia de los grupos de clase y sus demandas diluyan la misión espiritual y religiosa de la Iglesia, tienen miedo de socavar la autoridad de los obispos y del clero al legitimar a esos grupos, y tienen miedo de que redefinir la base de la Iglesia de acuerdo con las clases impida que todas las clases reciban el mensaje de salvación. El clero que critica esa posición acusa a la jerarquía de no comprometerse lo suficiente con la autocrítica y de no preocuparse por la situación de los pobres” [Camp 1998: 146].

24

Joseph Alfred Leopold Giles Dachelet Henin (1935-2020): nació en Bélgica en 1935. Se ordenó sacerdote en el clero secular en Namur (Bélgica) en 1960. Llegó a Tepito en la década de los setenta y destacó su trabajo en COMPARTE. Fue un sacerdote diocesano adscrito al Arzobispado de México.

25

María Pilar de Abiega Sauto nace en la Ciudad de México en 1937. Actualmente es la presidente de COMPARTE. Se forma en Barcelona como educadora. Sucesivamente estudia teología en Lyon en el Instituto de las Misioneras Seculares. Con esta institución empieza su trabajo misionero (como consagrada laica) en Chile donde reside siete años. El golpe de estado obliga María Pilar y su hermana Lola a dejar Chile y regresar a México. Después de la lectura en Chile de un libro de Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez, deciden que “si era México, tuve muy clara de la idea de ir a vivir a Tepito. Llegamos a final de 1974 y la idea era, que a lo mejor, se pudiera hacer el Instituto Misioneros aquí”.

26

Entrevista con María Pilar de Abiega Sauto, 18 de septiembre de 2015, Ciudad de México.

27

En los primeros años de la década de los ochenta, la Unión de los Vecinos de la Colonia Guerrero empezó su consolidación incorporándose a la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (CONAMUP), en 1982 la Unión se une a una organización política de izquierda de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). En la mitad de los ochenta, la Unión es una organización consolidada, organizada en comisiones y en una asamblea semanal que se realizaba cada sábado con 70-80 miembros que son los delegados de las vecindades. Entrevista con Francisco Javier Saucedo Pérez, 12 de febrero de 2016, Ciudad de México.

28

Francisco Javier Saucedo Pérez nació en Guadalajara, el 24 de abril de 1955. Se formó con los jesuitas desde la primaria. Entró en el noviciado a los 18 años. Sucesivamente fue muy activo en la colonia Guerrero de Ciudad de México colaborando con la Unión de Vecinos. Dejó la Compañía de Jesús en 1988. Diputado Federal por el prd desde 1991 hasta 1994, de 1997 a 2000 fue subdelegado político y de gobierno en la Delegación Gustavo A. Madero, (Cuautepec) del Distrito Federal. Entre 2002 y 2003 fue director general de desarrollo social de la Delegación Tlalpan.

29

Por ejemplo, la Unión de Colonos Trabajo y Libertad (UCOTYL) en la colonia Magdalena Mixhuca fue formada integralmente por mujeres. Fuente: Entrevista con Alba Ordaz Fernández, 28 de noviembre de 2016, Ciudad de México.

30

Entrevista con Benjamín Bravo Pérez, 17 de septiembre de 2015, Ciudad de México.

31

Entrevista con Ilaria Dávila Díaz, 11 de febrero de 2015, Ciudad de México.

32

Para profundizar el papel de las mujeres en la parroquia de San Pedro Mártir véase: Rocío Martínez Guzmán y Mario Camarena Ocampo [2016].

Historial:
  • » Recibido: 02/07/2020
  • » Aceptado: 15/08/2020
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