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Llegaron los libaneses a Motul, pero ¿y dónde están los coreanos? Historia comparada de dos migraciones

Claudia Dávila Valdés[*]
Unidad de Ciencias Sociales del Centro de
Investigaciones Regionales "Hideyo Noguchi"
Universidad Autónoma de Yucatán.


Resumen

Este trabajo analiza desde una perspectiva comparada, y en un espacio angosto, el municipio yucateco de Motul, algunas de las particularidades de la vida cotidiana de dos de las migraciones históricas más importantes de la región: libaneses y coreanos, así como de sus descendientes que viven o vivieron en ese municipio desde finales del siglo XIX hasta los años cincuenta del siglo XX. Las diferencias de nacionalidad implicaron distintas modalidades de migración, tanto en lo económico como en lo político/jurídico y, desde luego, en sus procesos de integración. Los coreanos experimentaron una asimilación cultural en la que la mayor parte de sus patrones culturales se desdibujaron, mientras que los libaneses en una asimilación colectiva vivieron una absorción gradual sin renunciar en seguida ni totalmente a su identidad.

Palabras clave: Motul; migraciones; libaneses; coreanos; asimilación


Abstract

This paper analyzes the town of Motul in Yucatán from a comparative perspective and in a narrow space through features of everyday life in two of the most important historical migrations of the region: Lebanese and Korean. It also examines their descendants who live or lived in that municipality from the late nineteenth century to the 1950s. The differences in nationality involved various dimensions of migration, including economic and political/legal, as well as integration processes. Koreans underwent cultural assimilation in which most of their cultural patterns became blurred, whereas the Lebanese experienced gradual absorption in a collective assimilation without immediately and fully sacrificing their identity.

Keywords: Motul; migrations; Lebanese; Koreans; assimilation


Con el objetivo de contribuir con análisis locales a la historiografía de los extranjeros en México, este estudio aborda desde una perspectiva diacrónica e intrageneracional algunas de las particularidades de los procesos de integración de dos de las migraciones históricas más importantes en el estado de Yucatán: libaneses y coreanos, así como de sus descendientes que viven o vivieron en el municipio de Motul. Se trata de la comparación de ambas experiencias en un "espacio angosto y de tiempo largo",[1] que cubre los últimos años del siglo XIX pero sobre todo la primera mitad del siglo XX, bajo la perspectiva metodológica que propone la historia comparada de las migraciones, utilizando el modelo que Nancy Green llama "convergente" y que consiste en comparar a dos grupos migratorios en un mismo lugar de acogida.[2] Comenzaremos este trabajo contextualizando económica y demográficamente el municipio de Motul para luego establecer las comparaciones. El análisis de los procesos de integración tan diferenciados de estos dos grupos migratorios que fueron más o menos contemporáneos, nos obliga a observar en un espacio ubicado en el interior del estado yucateco aspectos tales como sus prácticas matrimoniales, su vida cotidiana, su visibilidad dentro de la sociedad motuleña y finalmente la continuidad de ambas migraciones en las siguientes generaciones.

Evidentemente no fue la importancia numérica la que nos llevó a escoger el municipio de Motul como unidad de análisis, sino la posibilidad de ofrecer una realidad distinta a la de la ciudad de Mérida que es mucho más conocida. Nuestra elección se desprende también por la cercanía con la ciudad capital del estado, así como su ubicación en el corazón de lo que fuera la zona henequenera. En nuestra elección, advertimos igualmente que la colonia de libaneses que durante algún tiempo se estableció ahí es bastante notoria y bien conocida. También pensamos que muchos de los coreanos que llegaron a Yucatán para trabajar como "enganchados" pudieron haberse instalado en esa región. Esta idea fue de hecho impulsada por las referencias que encontramos en la tesis de Javier Corona, donde se afirma, por ejemplo, que "las colonias de coreanos que se formaron en las haciendas de Lepan, Timul, Yaxcopoil, Motul y Kitincabchén fueron numerosas y bien constituidas".[3] En el apartado del testimonio de Amado Corona Kim que se encuentra en la misma tesis también se lee "en la hacienda de Timul municipio de Motul, vivía una cuadrilla de 25 'paisanos' todos mayores de edad".[4]

Las migraciones extranjeras hacia Yucatán no han sido tratadas como un fenómeno que incluya a varios grupos nacionales. Tampoco existen comparaciones entre las distintas nacionalidades de extranjeros que se instalaron en la Península, y mucho menos que traten una localidad en específico. Hay que tener presente que las diferencias de nacionalidad implicaron modalidades distintas de migración tanto en lo económico como en lo político/jurídico, y desde luego en su integración, lo que toca aspectos incluso de índole sociocultural. De los dos grupos de inmigrantes de los que hablaremos, los libaneses han sido, por mucho, los más estudiados por diferentes autores. El abordaje se ha dado principalmente desde la sociología y la antropología, pero poco se ha hecho desde la perspectiva histórica y menos aún desde una visión local en el interior del estado, pues las referencias que existen sobre Yucatán están fuertemente marcadas por las experiencias vividas en la ciudad de Mérida.

Por su parte, la migración coreana que llegó a Yucatán en 1905 ha sido muy poco abordada. Los estudios se centran sobre todo en los aspectos que se relacionan con la organización misma de la inmigración en Corea, así como en las muchísimas dificultades con las que se encontraron durante los primeros años de su residencia, sin hacer referencia a las particularidades de la experiencia humana en un periodo más extendido y en un espacio geográfico más localizado. El estudio de caso que aquí presentamos nos ayuda a entender mucho mejor las tan disímiles características de estas dos migraciones, así como sus tan diferenciados derroteros en un municipio que por su localización geográfica se insertó en los vaivenes económicos de una región que pasó de una gran prosperidad a principios del siglo XX a una "prolongada decadencia económica, con cortas etapas de recuperación". Según Ramírez, el estado de Yucatán se volvió al final del siglo XX "una entidad de lento desarrollo económico, con problemas de desempleo, baja productividad y creciente expulsión de población".[5]

Antes de comenzar resulta pertinente presentar una breve contextualización de la llegada de ambas migraciones a la región. Durante el Porfiriato, uno de los estados con más despunte económico fue Yucatán gracias al monocultivo del henequén, el cual se había fortalecido tanto que para entonces ya era clave en la economía del estado y principal producto de exportación de todo el país.[6] Quezada describe el panorama agrícola yucateco como un "inmenso tapiz verde que se desenrollaba de manera vertiginosa", pasando de 146 mil hectáreas en 1909 a 320 mil siete años después. Era un territorio dividido en más o menos mil haciendas henequeneras en manos de aproximadamente 400 familias. Pero los grandes hacendados eran un grupo de 20 o 30 que concentraban la propiedad de la tierra y la comercialización de la fibra. En ese entonces las desfibradoras procesaban hasta 20 mil pencas por hora produciendo 11 400 toneladas en 1877 y 128 800 en 1910.[7]

Ante un crecimiento tan apresurado el número de brazos disponibles para apoyar la producción fue a tal punto insuficiente que los hacendados ejercían presión ante los gobernantes para desarticular los patrimonios comunales y así poder sujetar y controlar a la población local en su calidad de fuerza laboral. Ya una vez en las haciendas, se recurría al endeudamiento y al acasillamiento de los peones para mantenerlos de manera indefinida.[8] Otra de las estrategias de los hacendados yucatecos para hacerse de mano de obra barata fue el enganche por contrato de trabajadores procedentes en su mayoría de otras partes del país, como los yaquis, aunque también del extranjero, como jamaiquinos, canarios, chinos y finalmente los que aquí nos ocupa, los coreanos.

Para alentar la emigración de los coreanos a México se utilizaron diferentes campañas publicitarias que distorsionaron la realidad, presentando al país como "la tierra de las oportunidades". Los coreanos interesados en emigrar firmaron un contrato en el que se comprometieron a trabajar en las haciendas henequeneras durante cuatro años.[9] Es así como en 1905 tuvo lugar la llegada a Yucatán de 1 014[10] coreanos que según Romero Castilla eran principalmente de origen urbano, entre los que había soldados, obreros, exfuncionarios gubernamentales y algunos otros miembros de los estratos bajos de la sociedad.[11] Estos inmigrantes fueron dispersados a lo largo del territorio yucateco para trabajar como jornaleros en un sistema laboral calificado muchas veces como esclavista.[12] Con el objetivo de hacer fortuna y de regresar pronto, los coreanos enfrentaron una situación completamente diferente a la que les habían presentado en su país. Aquí tuvieron que adaptarse al clima y trabajar en condiciones bastante hostiles. En principio tenían que cumplir con el contrato que habían firmado pero, al finalizar este luego de cuatro años, se enfrentaron a la imposibilidad del regreso debido primero a la falta de recursos económicos suficientes, así como a la cada vez más difícil situación política y económica de Corea.

La modalidad migratoria de los coreanos contrastará fuertemente con la del grupo de los libaneses, que respondieron más bien al patrón de inmigración libre y espontánea que se relaciona con las políticas migratorias del Porfiriato, que favorecían la inmigración de extranjeros. En este sentido, los libaneses no fueron obligados a desempeñar una actividad en particular, tampoco fueron controlados ni forzados a vivir en un lugar determinado. El auge económico de la región fue sin duda uno de los motivos que originaron la instalación de los primeros migrantes de origen libanés y la subsecuente llegada de más "paisanos". Estos extranjeros que ingresaron al país con esta modalidad migratoria pudieron radicar en el lugar de su preferencia y dedicarse, en su mayoría, a actividades comerciales, llevando y trayendo mercancías por los diferentes poblados y ciudades del estado. Zidane presenta las cifras del censo de 1895 que establece un total de 234 inmigrantes libaneses residentes en Yucatán, así como las de Francisco Baqueiro quien afirma que para entonces eran 371.[13] Por su parte el censo de 1910 ubica a 576 turcos[14] de los cuales 370 eran hombres y 206 mujeres residentes en el estado. Hay que decir que para esta época se encontraba en Yucatán la mayor concentración de libaneses del país, siendo la mayoría jóvenes católicos maronitas. La importancia numérica de esta migración, en cuanto a las llegadas al estado, se extenderá más o menos hasta la década de los años treinta del siglo XX.

La ciudad de Mérida, capital de Yucatán, fue el principal destino de instalación para los migrantes extranjeros, por lo que la gran mayoría de los que llegaron ahí se quedaron. Sin embargo hubo quienes consideraron otras opciones en las poblaciones del interior del estado, que para entonces también se veían favorecidas por el progreso que traía consigo la explotación y comercialización del henequén, como el municipio de Motul. Como lo veremos, este municipio fue un punto de destino para algunos libaneses y coreanos que vinieron con sus familias o que las construyeron en el camino. Pero si los libaneses llegaron desde final del siglo XIX, los coreanos tardaron más tiempo en instalarse en aquel lugar, pues lo hicieron en años posteriores a la culminación del primer contrato.

Nos vamos a Motul

El municipio de Motul se encuentra situado en lo que fue el corazón de la zona henequenera, en la región centro norte a unos 30 kilómetros al oriente de la ciudad de Mérida. Al final del siglo XIX y al principio del siglo XX, el municipio y en especial la cabecera municipal experimentaban los beneficios que trajera consigo el auge henequenero. La región era una de las "más florecientes del estado, por las ventajas de su situación geográfica, por sus feraces tierras y por la laboriosidad de sus habitantes".[15] En este periodo se pueden ubicar, por ejemplo, transformaciones de tipo social, dando lugar a la consolidación económica de algunas familias. Acrelio Carrillo Puerto menciona en su libro varias de éstas así como sus contribuciones al proceso de urbanización y modernización de Motul. Los Campos Contreras eran dueños de haciendas henequeneras y ranchos ganaderos. Al jefe de esta familia se le debe la construcción del parque público "José María Campos". Los Campos Palma, también propietarios de haciendas henequeneras, fueron los que donaron el edificio en el que se encuentra la escuela "Roque Jacinto Campos". De la familia Palma y Palma se destaca a Eulogio, un hacendado, comerciante y también funcionario público.[16] La modernización del medio urbano se consolidó aún más con la construcción del Palacio Municipal, del Teatro Motul y del Cine Ideal, de suerte que la cabecera municipal se convirtió en 1872 en la ciudad de Motul. Por su parte, el mercado público "Guillermo Palomino" contribuyó a apuntalar la fuerte dinámica comercial que caracterizó a la ciudad por algunos años y en la que un grupo de "abastecedores" controlaría las cuestiones mercantiles.

Es decir, la ciudad de Motul presentó una fuerte actividad económica, social y cultural. Según Ramírez era "un punto neurálgico para el abastecimiento de las haciendas henequeneras fortalecido por la presencia del ferrocarril, así como por el trasiego del henequén hacia Mérida y Progreso".[17] Así pues los fines de semana la vida se agitaba, ya que varias personas llegaban en ferrocarril[18] para abastecerse y aprovechaban para asistir a las distintas actividades que se realizaban como obras de teatro, corridas de toros o partidos de béisbol.[19]

En cuanto a la población, al igual que en toda la península, se caracterizaba por sus tintes pluriétnicos en la que aquéllos de origen maya eran los que predominaban. También, aunque de manera incipiente, Motul era el destino de algunos de los migrantes que en esa época entraron al país. El censo de 1910 registra que 136 extranjeros residían en el municipio, de los cuales 39 eran chinos, 32 españoles, 20 cubanos, dos franceses, un colombiano, dos árabes y los que nos ocupan en esta investigación 19 turcos y 20 coreanos. Sin embargo, en el censo de 1930 se registra un descenso de la población extranjera, 14 chinos, cinco cubanos, dos costarricenses, un español y un portugués, así como 18 coreanos y 21 libaneses.

En cuanto a los libaneses, según el cuadro de Ramírez que abarca el periodo de 1878 a 1972, Motul fue el tercer destino en importancia con 22 familias, luego de la ciudad de Mérida que registra 355 y el puerto de Progreso con 33.[20] Es difícil establecer con exactitud el año en que los primeros extranjeros de ese origen se asentaron en el municipio; sin embargo, por los datos que hemos encontrado, podemos decir que Motul figura entre los primeros destinos de estos migrantes, pues se puede observar que ya para finales del siglo XIX había algunos instalados en esa ciudad. Por ejemplo, se tiene el registro de Jorge Mena quien nació en Motul en 1899, su padre era originario de Trípoli y su madre de Motul.[21] Según el censo presentado por Cuevas, los residentes más antiguos fueron Antonio Jaraila y María Moisés que llegaron en 1891.[22]

A pesar de ser calificado Motul como el "corazón de la zona henequenera", resulta interesante que el número de los migrantes coreanos que radicaron de manera más o menos permanente en ese municipio no fue tan representativo como se hubiera esperado, pues fueron realmente pocos los que ahí se instalaron. Del informe presentado por el hacendado Rafael Peón al gobernador del estado en marzo de 1906 se observa que los coreanos fueron repartidos en 32 haciendas de las cuales ninguna pertenece al municipio.[23] Los pocos que se instalaron en Motul lo hicieron en fechas posteriores a 1909, es decir, después de que se diera por terminado el contrato con el que llegaron al país. Según el censo de 1910 Motul, que registra ya 20 coreanos, ocupa el lugar número cinco luego de Mérida con 129, Ticul con 54, Temax con 37 y Acanceh con 34.

Localización y prácticas matrimoniales

Ciertamente, los coreanos nunca fueron muchos pues como dijimos llegaron poco más de mil a Yucatán y cuando se dio por concluido el contrato se contabilizaron todavía menos en el estado pues comenzó una fuerte movilidad geográfica. Hubo quienes se trasladaron a otros estados, principalmente a los vecinos Campeche y Veracruz, otros más llegaron incluso a Cuba. Según las cifras que presenta González Navarro del censo de 1910, en Yucatán había 306 coreanos, de los cuales sólo 58 eran mujeres.[24] Una gran parte de los que se quedaron en Yucatán se agruparon para emplearse nuevamente en las haciendas, pero ahora a través de un contratista que generalmente era coreano y que negociaba las condiciones laborales como la duración y el salario, por lo que brincaban de una hacienda a otra. Sánchez Pac escribe en sus memorias

[…] nosotros como foráneos teníamos que andar de hacienda en hacienda, cuando nos tocaba en una de las grandes, allí residían muchas familias coreanas y por lo mismo, los pasábamos más ameno porque también, se organizaba el templo, la escuela y la comisaría. En las haciendas por lo regular durábamos un año o más, pero en las haciendas chicas, como no era posible amenizar entre los mismos, porque éramos pocos, tratábamos de divertirnos con los nativos, acercándonos de metiches en los velorios, novenarios, bautizos, casamientos y en ocasiones hasta en las ceremonias religiosas que veneraban alguna imagen favorita.[25]

En su trabajo, Romero Castilla afirma que la supervivencia de los coreanos se logró debido a los lazos afectivos y al apoyo que se brindaron mutuamente. Esta solidaridad la ubica como el resultado lógico de los vínculos familiares y patrióticos, que se vieron reflejados en varias actividades comunitarias.[26] Pero si en algunas poblaciones tanto dentro como fuera del estado de Yucatán lograron constituir grupos más o menos bien definidos, al menos durante unos cuantos años, al grado de organizar asociaciones y hasta escuelas,[27] este no sería el caso para los que vivieron en Motul, pues éstos presentan la particularidad de encontrarse aislados y casi mimetizados con los yucatecos de la región.

A diferencia de los libaneses, cuya gran mayoría se estableció en la ciudad de Motul, los pocos coreanos que viven o vivieron en el municipio no se encontraron agrupados en una sola población. Existen familias de coreanos en Sacapuc, donde radica la familia Chion, en Timul vivieron los Kim y durante unos cuantos años los Corona, en Kini radica Agustín Pech, en Suma están los Ham y en la ciudad de Motul los Lías y los Kim. La búsqueda de los descendientes de coreanos a través de la población local fue un tanto difícil, ya que éstos no son identificados como originarios de Corea sino que desde que llegaron fueron catalogados como chinos, pues como ya dijimos, en Motul se asentaron varios migrantes de ese origen. "Son coreanos, son chinos, quién sabe de dónde sean" cuenta Celestino Buenfil,[28] mientras su hijo explica: "habría primero que establecer con claridad si fueron coreanos como parece ser y no chinos, sin embargo en lo que es la percepción comunitaria, para la percepción, eran los chinos, como los libaneses eran los turcos".[29]

La localización de los coreanos en los documentos también resulta un tanto complicada, pues hay algunos cuyos apellidos se confunden con los de los chinos. Por ejemplo, existen varios documentos sobre Humberto García Song que no se pueden utilizar pues a pesar de tratar casi todos sobre trámites migratorios en ninguno de ellos se aclara su nacionalidad, así que no se sabe si es coreano o chino. Otra complicación fue que muchos de los coreanos castellanizaron sus nombres de pila y hasta sus apellidos,[30] entonces ¿cómo saber que Marta Lías Palma que nació y vivió en Motul es hija de padres coreanos?

En cuanto a los libaneses su localización fue mucho más rápida y vistosa. Aún cuando la mayoría de las familias que se localizan en los archivos ya no viven en la ciudad de Motul, la población local los tiene bastante bien identificados (sus nombres, sus casas, sus actividades). Manuel Pinto dice

Ellos vinieron con su comercio, ellos son inteligentes, los libaneses vienen ya saben asentarse, y se asentaban, venían remodelaban, traían su producto […] y ellos ya sabían que la venta estaba garantizada. Sí, los Turcos llegaron […] así les dicen acá, no les decían libaneses, porque eran turcos, están grandotes. Tenían otras características. Muy diferentes, naturalmente. La forma de conversar […] de todo, eran muy diferentes, acá vinieron muy desenvueltos.[31]

El hecho de que los libaneses fueran catalogados junto con los sirios y los palestinos como turcos tampoco presentó complicaciones para su localización, pues por los datos presentados en el libro de Cuevas,[32] la mayoría de los que se instalaron en Motul venían de Líbano, en especial de un pueblo llamado A'Aba.[33] Las referencias de esta migración en los documentos son también mucho más vastas, por lo que se pueden identificar más fácilmente las actividades y la participación en la vida local de los libaneses en la región de estudio que las de los coreanos. Cierto es que algunos apellidos libaneses también cambiaron a su llegada y que es posible encontrar variaciones en los apellidos de una misma familia, como es el caso de los descendientes de José Jure, cuyos hijos fueron registrados como Juri, Jure, Cura y Cure. Sin embargo, en general los apellidos de los descendientes de libaneses siguen siendo de fácil localización.

La castellanización de los nombres provocó que a un mismo personaje se le conociera con diferentes apelativos. Juanita Méndez habla de este tipo de confusiones: "Doña Faride, le decían Farida, no sé por qué le decían Doña Farida. No sé si había un error de pronunciación pero así oía que decían: Doña Farida y hoy le dicen Faride. Entonces yo no sé si es otro nombre o nomás no se decía bien, no lo sé."[34] Estas situaciones también ocasionaron diferentes trámites administrativos ante las autoridades locales y hasta federales para hacer aclaraciones, tales como aquél en el que se explica que Saada es el nombre real y que Sara es sólo la traducción.[35] O los Chión quienes tuvieron que hacer trámites para corregir sus actas de nacimiento en las que su apellido había sido asentado como Chon o Chiom.[36] Estas cuestiones vinieron a tomar importancia primero a partir de los años treinta cuando el gobierno federal se planteó el objetivo de mantener un registro nacional de extranjeros residentes en el país y luego con la modernización administrativa en la que documentos como el acta de nacimiento se volvieron esenciales para la realización de trámites burocráticos.

Como ya mencionamos, según el censo de Población de 1910 en Motul había 19 personas procedentes de Turquía, doce hombres y siete mujeres, mientras que los coreanos eran 20 y todos hombres. Estas cifras no se modificarían de manera radical dos décadas después, pues el censo de 1930 contabilizaba 21 personas de origen árabe y 18 coreanos, los primeros concentrados todos en la ciudad de Motul y los otros distribuidos en el interior del municipio (uno en Timul, uno en Santa Teresa, dos en Sacapuc, tres en Motul y once en Covenché).[37] Pero estos números no se pueden tomar como absolutos ni fijos, sobre todo los que se relacionan con los coreanos debido a la fuerte movilidad geográfica que tuvieron después de 1909. Esa es la razón por la que la versión de Amado Corona, de que en la hacienda de Timul había una cuadrilla de 25 paisanos,[38] no concuerda ni con la información presentada en el censo de 1930 que sólo ubica a Ignacio Com con su familia mestizada ni con los relatos de Dalia Kim que vivió en Timul ni con los de la familia Chion radicada en el pueblo contiguo de Sacapuc.[39] Seguramente se trata de una cuadrilla de coreanos que trabajaron en dicha hacienda durante unos cuantos años sin dejar registro ni documental ni en la memoria de sus propios paisanos.

Con la información obtenida en los diferentes archivos fue posible armar 18 árboles genealógicos[40] de familias libanesas y 14 de familias coreanas que vivieron en el municipio de Motul entre 1900 y 1950. Aquéllos que corresponden a los libaneses son mucho más complejos que los de los coreanos, esto se puede explicar por el hecho de que las familias libanesas se concentraron en la ciudad de Motul, logrando establecer una vida comunitaria mucho más endogámica durante la primera mitad del siglo XX. Juanita Méndez trata de explicar el parentesco entre algunos de ellos

La familia de don Dito Abraham, Abraham Siqueff, Pedro Simón ese don Elías que estaba por el parque era don Elías Siqueff, también parece que era Simón. Entonces como que se entrelazaban los apellidos, como que se cruzaban con otros. Y ese del restaurant, ese don Jorge también es Siqueff, entonces es familia de Don Elías, que le digo que uno vendía telas y el otro tenía su restaurante y panadería.[41]

Una parte importante de estas familias, incluidas aquellas que se mestizaron, se relacionaron muchas veces a través de sus hijos y hasta de sus nietos con otras familias del mismo origen radicadas ya sea en el mismo municipio o en municipios aledaños, sobre todo en el de Mérida. Por citar sólo algunos ejemplos en el que se relacionan personas de origen libanés en varias generaciones tenemos que la hija de Jorge E. Siqueff y Mercedes Febles se casó con Carlos Saiden, y que el hijo de Antonio Jaraila y María Moisés, de nombre José, se casó con María Spat de origen libanés y el hijo de estos últimos con Rafaela Abraham. Por su parte, la otra hija de Antonio Jaraila, Mariana, se casó con Antonio Abud y la hija de éstos, Juana Abud Jaraila se casó con Rafael Mena, entrelazando así tres generaciones.

Sin embargo, resulta pertinente destacar que en Motul existe un número importante de libaneses que se casaron con mujeres mexicanas desde tiempos muy tempranos, como es el caso de Jorge E. Siqueff y Mercedes Febles o el de Elías Simón y Beatriz Labastida. De suerte que de los 36 matrimonios que se ubican en el registro civil de Motul, 20 corresponden a enlaces de personas con apellido libanés y 16 son de matrimonios mixtos situándose la mayor parte de estos últimos después de la década de los treinta.

Por lo que se refiere a los coreanos, la norma fue que las familias no se relacionaron entre sí, por lo que sus árboles son mucho más sencillos, pues no van más allá de la segunda generación. Si en algunos casos de la primera generación hubo matrimonios endogámicos, este no sería el caso para los hijos y mucho menos para los nietos. De esta manera se pudo observar una fuerte presencia de apellidos yucatecos que se derivan de matrimonios de hombres coreanos con mujeres mexicanas. De los 22 matrimonios localizados ocho se realizaron entre coreanos y 14 fueron mixtos. La diferencia más importante de estos matrimonios mixtos con respecto a los de los libaneses es que los coreanos se casaron sobre todo con personas de apellido maya (ocho de 14). Entre las prácticas matrimoniales de estos migrantes se puede observar que las coreanas que llegaron siendo niñas en compañía de sus padres en su mayoría fueron obligadas a casarse con algunos de los miembros de la misma migración. Este fue el caso de la abuela de Dalia Sim King que llegó a Yucatán con sólo algunos meses de edad. Dalia cuenta que cuando su abuela cumplió diez años se la "dieron" a su abuelo diez años mayor que ella, "mis bisabuelos crecieron a mi abuelita y cuando ya tenía no sé si quince se casaron".[42] Por el contrario, los hombres tuvieron mucho más libertad a la hora de escoger a sus cónyuges, sobre todo aquellos que llegaron solteros, jóvenes y solos.[43]

Se sabe que la presencia de la esposa libanesa dentro de la familia de los migrantes fue uno de los factores que garantizó la preservación de diversos aspectos culturales a través de las generaciones, además de que favoreció fuertemente la endogamia. Esto es bastante notorio en la ciudad de Mérida, sobre todo en la primera y segunda generación.[44] Sin embargo, en el municipio de Motul hubo, desde que llegaron, una fuerte presencia de matrimonios mixtos, por lo que quizá para la creación de lo que Ramírez llama "endogrupo" de estas familias libanesas tuvo una mayor importancia la concentración de migrantes en una misma población, lo que sin duda generaría una fuerte interacción social y económica entre los mismos. Para el caso de los coreanos, la falta de la presencia femenina y su dispersión por todo el municipio fueron las razones de la mestización en los matrimonios y de que las nuevas generaciones se fueran yucatequizando mucho más rápidamente que las de los libaneses.

Vida cotidiana

En su libro Nam Hwan Jo escribe: "la pobreza siempre estuvo con los coreanos"; pero si las condiciones económicas para los que llegaron en 1905 fueron en su mayoría muy difíciles, reconoce que algunos de las generaciones siguientes pudieron tener acceso a la educación profesional y por ende a trabajos mejor remunerados.[45] Sin embargo, éste fue más bien el caso de aquellos que terminaron por instalarse en la ciudad de Mérida,[46] pues por lo que se puede observar en el municipio de Motul las cosas fueron un tanto diferentes, en su mayoría siguieron dedicándose a las labores agrícolas con poco acceso a la educación y esto se extendió por varias generaciones. El nieto de Pedro Pablo Ham cuenta que no terminó sus estudios en la hacienda de San Nicolás, que llegó hasta tercer año cuando la maestra se jubiló, además de que su papá ya no quiso que siguiera estudiando ya que debía ponerse a trabajar para ayudar económicamente a la familia.[47]

Por el contrario, se sabe que la migración libanesa en México en general y en Yucatán en particular se caracterizó por un marcado movimiento social ascendente. En lo que concierne a su situación al interior del estado Cáceres y Fortuny lo señalan en su estudio,[48] los libaneses que se instalaron en los pueblos elevaban su rango social casi de manera automática y, en efecto, aquellos que se establecieron en la ciudad de Motul pudieron insertarse de manera exitosa dentro de las clases medias. Como lo veremos, durante las primeras décadas del siglo XX tuvieron un comportamiento de elite en el que se distingue una actividad económica bastante notoria, de suerte que se puede afirmar que dentro de la fuerte dinámica comercial de la región pudieron consolidarse nuevas fortunas que no necesariamente fueron yucatecas y que tampoco se relacionaron directamente con la producción del henequén. Y así lo reconocían incluso los motuleños, como Faulo Sánchez que en entrevista los describe como "clasemedieros auténticamente, aunque dentro del pueblo, pues eran de los ricos, por así decirlo".[49]

Romero Castilla señala que el proceso de adaptación de los coreanos fue inmediato, como el aprendizaje de la lengua española y algunas expresiones mayas, [50] sin embargo, al parecer la cuestión del idioma no fue algo tan evidente. Por el contrario, les tomó varios años dominarlo, quizás algunos nunca lo hicieron. Al finalizar sus contratos en 1909, muchos se encontraron en Mérida con el problema del idioma, lo que sería uno de los factores que los impulsaría a regresar de nuevo a las haciendas, que de alguna manera era un medio ya conocido por ellos. Por lo que cuentan la hija y el nieto de Pedro Pablo Ham, éste hablaba mal el español y nunca aprendió a leerlo ni a escribirlo, tampoco aprendió a hablar maya, aunque ambos idiomas los entendía a la perfección. Incluso la comunicación con su esposa debió ser un tanto complicada pues ella, mayahablante, dominaba poco el español.[51] La cuestión del lenguaje tampoco fue algo fácil para los libaneses, pero al verse concentrados en una misma localidad, la ciudad de Motul, pudieron beneficiarse del apoyo mutuo.

Sin duda uno de los personajes clave dentro de la colonia libanesa en la ciudad de Motul fue Jorge E. Siqueff, a quien el hecho de haberse casado con una yucateca seguramente le ayudó a aprender el idioma más rápidamente. Su participación en diferentes actividades relacionadas con sus "paisanos" fue bastante requerida. En el Archivo del Registro Civil de Motul se puede observar que hasta 1930 fue testigo de diez nacimientos de hijos de libaneses de un total de 26 actas y en otras tres fue el padre. De las siete actas de matrimonio fue testigo en tres de ellas y otra más fue de un hijo suyo. Aparece en tres de las cinco actas de defunción de gente con apellido libanés. Se toma como referencia 1930 porque seguramente debido a su edad, 64 años, ya no participó más en este tipo de eventos. Murió en 1940.

Sin embargo, en lo que se refiere a su participación en el ámbito religioso la situación es otra, pues ésta no tuvo la misma importancia ya que sólo fue el padrino de bautizo de dos hijos de sus "paisanos" de un total de 13 registros que hay hasta 1930. Queda clara su falta de interés por participar en cuestiones religiosas, sin embargo en las confirmaciones tuvo una mayor intervención, pues en seis ocasiones fue padrino, pero aquí hay que destacar que sus ahijados tienen todos apellido yucateco, lo que seguramente responde a una estrategia de integración social que no fue exclusivo de este personaje pues son varios los "paisanos" que apadrinaban en este tipo de celebraciones, dando lugar a la interacción entre libaneses y yucatecos. Así, por ejemplo, Faulo Sánchez nos cuenta que Dito Abraham "era padrino de medio Motul".[52]

Si bien es cierto que es difícil precisar el año en el que los inmigrantes de origen libanés se establecieron en el municipio, sí se puede argumentar que para los años veinte del siglo pasado su presencia en la vida cotidiana de la ciudad de Motul es ya bastante notoria; no así la de los coreanos, pues en el archivo sólo existen algunas referencias aisladas de estos migrantes que no permiten conocer prácticamente nada de su vida. Así, por ejemplo, se encuentra el documento en el que Felipe Kim y Yun renuncia a la nacionalidad coreana que le toca por sus padres y aquéllos en los que se remiten los comprobantes de residencia continua en la ciudad de Motul de los coreanos Antonio Sosa Yu y Manuel Ancona Chon.[53] Pero no es posible seguir el rastro de estos personajes, pues aparte de ser los únicos documentos que se refieren a ellos en el archivo del municipio, tampoco se pueden cruzar las fuentes porque no se encuentran ni en el archivo del Registro Civil de Motul ni en el censo de 1930.

Manuel Kim era jornalero pero vivía en la ciudad de Motul y al parecer también se dedicaba a la compra-venta de productos agrícolas. Estaba casado con Juana Lei con quien tuvo una hija que murió a los ocho meses en 1925. En el acta de defunción se puede observar que su hermano Pedro Kim también vivía en Motul con su esposa y se decía médico, pero de éste no existe ninguna otra referencia.[54] La familia Lías Pérez, por su parte, se dedicaba al comercio. Cabe mencionar que a ninguno de estos migrantes se les ubica como propietarios de bienes inmuebles.

Situación diferente se planteó con los libaneses, quienes poseían casas, eran dueños de establecimientos comerciales, además de que hasta eran tomados en cuenta por las autoridades municipales para ser miembros de jurados. En los años treinta, por ejemplo, Jorge E. Siqueff fue miembro representante de la Cámara Nacional de Comercio e Industria de Motul y al finalizar esa década era comisario de la Manzana tercera, donde se encontraba su casa. En 1940 fue agente de la Lotería Nacional en la ciudad de Motul.[55]

Siguiendo el patrón que los caracteriza como migrantes, la gran mayoría de los extranjeros de origen libanés que se instaló en la ciudad de Motul se dedicó al comercio, principalmente de lencería. Por la información obtenida en los archivos, sus establecimientos comerciales estuvieron ubicados sobre todo en el mercado público "Guillermo Palomino", como los de Rafaela Siqueff, Ayub Barquet, Farida Simón y Malke Cure, aunque hubo algunos cuyas tiendas se encontraban fuera del mercado como las de Jorge Siqueff, Antonio Simón y María Barquet. En 1933 se ubicaban nueve comerciantes libaneses, en 1935 eran siete, en 1936, ocho, y en 1939, seis.[56] Posteriormente, al desaparecer el mercado "Guillermo Palomino", fueron varios quienes siguieron teniendo sus estanquillos en el nuevo mercado "20 de Noviembre". Como el puesto de Faride Simón, donde la mamá de Juanita Méndez compraba las telas para la fabricación de su ropa: "los turcos —cuenta— aquí sólo hacían vender telas".[57] Pero no se limitaban a vender en sus puestos o establecimientos, sino que también hacían giras comerciales por los alrededores, como Ayub Barquet,[58] manteniendo la tradición que los caracterizó como vendedores ambulantes.

También están aquellos que durante un tiempo realizaron varios movimientos de deudas, hipotecas y compra-ventas de bienes inmuebles que no sólo se localizaban en su lugar de residencia. El más destacado en este tipo de actividades fue Elías Simón,[59] quien compró a Antonio Sabido en el Puerto de Telchac un solar. Unos años más tarde promovió un juicio mercantil por dos fincas ubicadas en el mismo puerto para garantizar el cobro de 3 500 dólares que Eulogio Palma y Palma le debía. También están los documentos con los que adquirió, en la ciudad de Motul, la propiedad de seis predios ubicados todos en la calle 26, cinco de los cuales fueron en cobro de los 19 000 pesos que le debía Anastasio Euan y para el otro adquirió la hipoteca que tenía Ricardo Palma. Elías Simón también contraía fuertes deudas que respaldaba con la hipoteca de algunas de las fincas que poseía. En 1910 se endeudó con Candelaria de Peón y de Regil por 7 500 pesos, posteriormente sus deudas las contraería con su paisana Saada Siqueff, residente de Motul. En 1923 fueron 6 000 pesos y luego en 1929 fueron 9 500 y habría que añadir que todas sus deudas fueron puntualmente pagadas. Aunque desde principios de los años veinte, Elías Simón registra como su lugar de residencia la ciudad de Mérida, es evidente que seguía teniendo negocios y fuertes nexos con sus "paisanos" que todavía residían en Motul. En 1925 vende a Elías Siqueff por 2 000 pesos la casa de mampostería núm. 301 de la calle 26ª, la cual había comprado en 1908 a Ricardo Palma por la cantidad de 4 000 pesos. La pregunta es, ¿por qué le vende la casa a un precio tan bajo siendo que ya pasaron 17 años? Al parecer esto fue resultado de otra transacción que hicieron ambos libaneses en la que Elías Siqueff le cede a Elías Simón la hipoteca que tenía con el señor Aguilar Sostenes de su casa ubicada en Telchac en la calle 18 núm. 100 por la cantidad mencionada.

Fueron varios los libaneses que estuvieron en la posibilidad de comprar algún bien inmueble, que en general era su casa habitación. Todas las propiedades se ubican en las principales calles del centro de la ciudad de Motul. En la calle 27 pertenecían a libaneses los predios marcados con los números 296, 307, 309, 311, 313 y 315. En la Calle 26, los libaneses eran propietarios de las casas números 240, 296, 297, 297ª, 301, 302, 304 y 306. En la calle 26ª tenían la propiedad del núm. 301 y en la calle 25, la del número 276. Valerio Buenfil lo describe así: "El centro se lo disputaban. Primero españoles tuvieron las casas, cuando llegan los libaneses entran en pugna y de hecho ahorita, todavía la parte Este de la plaza, tienes allá a los Arroyo que son cubanos pero emparentados con libaneses, los Montañés que también tienen su lado emparentado con libaneses. Todo ese tramo ligado a los libaneses. Y aquí tienes a las Pedro. Aquí en frente era de libaneses, o sea la mayor parte era de libaneses".[60]

Sin embargo, la colonia de libaneses establecida en la ciudad de Motul, y que llevaba ya algunas décadas, no tuvo una larga vida pues estos migrantes se insertaron en los movimientos poblacionales en el interior del estado a mediados del siglo XX como consecuencia de la crisis henequenera.[61] Es por esa razón que varias de esas familias decidieron salirse del pueblo para instalarse en su mayoría en la ciudad de Mérida, aunque ciertamente algunas se fueron al Distrito Federal, como el famoso creador de la Ciudad de los Deportes Neguib Simón Jalife.

Estas reemigraciones quedaron grabadas en la memoria de la gente. Juanita Méndez cuenta, al hacer referencia de las familias de Elías Siqueff y de Pedro Abraham, que ellos ya se fueron a vivir a Mérida, "que yo sepa, ninguno se quedó a vivir acá".[62] Por su parte, Manuel Pinto argumentaba que los libaneses migraron a la ciudad de Mérida debido a la debacle del henequén "todo giraba entorno al oro verde. Ya se había acabado lo del henequén, no había y ¿quién compraba?, era muy sencillo ¿quién compraba?"[63] En efecto, los libaneses comenzaron a cerrar sus negocios pues ya no vendían y aun cuando algunos de los pocos que quedan se siguieron dedicando al comercio, como las hermanas Pedro que pertenecen a la segunda generación, hay otros que se han destacado sobre todo por su participación en la sociedad como maestros de escuela. Es decir, la visibilidad y participación de los libaneses en la vida económica de Motul hoy en día ya no es tan notoria, además de unos cuantos negocios comerciales, se ubican algunas propiedades que todavía pertenecen a algunos descendientes.

De las siguientes generaciones

Este último apartado se desprende de las entrevistas realizadas a los descendientes de libaneses y coreanos que hicimos durante tres años. La mayoría de ellos pertenecen a la tercera generación. La principal particularidad es que a los de ascendencia coreana los encontramos viviendo dispersados en el interior del municipio de Motul, mientras que los de ascendencia libanesa residen todos en la ciudad de Mérida.

Los descendientes de los inmigrantes coreanos no conocen en general muy bien la historia de sus padres y/o abuelos que vinieron de Corea. Les resulta imposible hacer alguna referencia de la vida de su ancestro coreano antes de venir a México, incluso del viaje. Las hijas de Crisanto Chión sólo sabían que su padre tenía sangre coreana, que había llegado a Sacapuc cuando era un niño y que fue adoptado por un yucateco quien le ayudó a salir adelante. Fue en la revisión de los documentos en donde se pudo saber que Crisanto Chión nació en 1918 posiblemente en Kantunil, que era hijo del coreano Miguel Chión y de la mexicana Carmela Canché. Otra descendiente, María Eloísa cuenta que no conoció a su abuelo coreano, que casi no convivió con su padre pues se separó de su madre que era yucateca y aunque sí convivió con su abuela coreana, sus conocimientos sobre la migración de sus abuelos a México son bastante limitados.[64]

Esperanza Ham sabe que hubo una guerra y que "habían mandado a todos los coreanos a otro lugar". Fue así que su padre Pedro Pablo Ham Kim llegó a los 14 años a la hacienda de Tixcuitum, cerca de Cholul, donde permaneció diez años trabajando como mandadero del encargado de la hacienda y donde se casó con su madre que era yucateca. Cuenta que su padre nunca trabajó en el campo, siempre estuvo con los encargados de las haciendas y que "se molestaba donde no le gustaba y se iba en [sic] otro lugar", pero siembre en forma individual, nunca con contratistas. Es por eso que su padre trabajó en varias haciendas del estado, incluida la de San Nicolás, donde finalmente se separó de su esposa para irse a trabajar a la ciudad de Motul.[65] Fue hombre de mucha descendencia pues Esperanza tuvo 11 hermanos y algunos medios hermanos hijos de otras mujeres yucatecas, como Agustín Pech quien vive en Kini dentro del mismo municipio. Los conocimientos de Agustín sobre la historia de su padre son todavía más limitados, pues se separó de su madre antes de que él naciera, por lo que lo conoció hasta que cumplió ocho años y dos años después Pedro Ham murió.[66] En Suma vive uno de sus nietos a quien le contaba que él venía huyendo porque allá en Corea "mataban mucho a uno".[67]

Bastante diferentes se presentan los relatos de los descendientes de libaneses que cuentan con lujo de detalle la historia de sus ancestros desde la salida hasta sus actividades y trayectorias socioeconómicas. El interés de Herbé Rodríguez por la historia de sus abuelos lo llevó incluso a visitar todos los puertos que pisaron antes de llegar a tierras yucatecas (Estambul, Nueva York, la Habana), "He estado en los muelles […] he estado viendo todo eso y dejo volar mi imaginación".[68] Por su parte, Amira Simón nos habla del origen real de su abuelo que se casó con una campesina y decidió probar suerte en Yucatán donde logró hacer mucho dinero. Un patrimonio que por cierto no duraría mucho tiempo debido a la afición del abuelo al juego y a las mujeres.[69]

A través de las generaciones, y al contrario de lo sucedido con los coreanos, las raíces libanesas no se quedaron en el olvido o como algo ajeno en sus descendientes. Herbé Rodríguez dice estar orgulloso de su 50 por ciento de sangre libanesa: "Me siento muy orgulloso, muy contento de haber tenido la vida que tuve al lado de esta raza, como quien dice que fueron mi abuela, mi tía y mi mamá", quienes, según él, se encargaron de inculcarle lo libanés a través por ejemplo de la comida y de ciertas costumbres.[70] Amira Simón se define "muy árabe" porque "esa fuerza que tengo —dice— me la enseñaron ellos. Y los yucatecos pues no han sido malos conmigo pero no termino de entender la forma de ellos". Amira se casó con un yucateco pero cuenta que su familia política no la trató muy bien "Mi suegra me hizo el fuchi" por ser árabe.[71]

Por el contrario, la identificación de lo coreano en los descendientes que encontramos forma parte de algo ajeno y lejos, quedando prácticamente como una característica propia del abuelo o del padre, pero no de ellos mismos, pues ni se identifican como coreanos ni conocen mucho de esa cultura. Al preguntarle al nieto de Pedro Ham qué sabía sobre Corea contestó: "Pues nada, mi mamá como le digo es de por acá y mi papá como es cruza de coreano […]", y con respecto a la comida dijo que sí la había probado pero que no le gustaba porque tenía mucho ajo.[72] El mayor legado que le dejó su abuela coreana a María Eloísa Kim no se relaciona con su cultura de origen, por el contrario, lo que le enseñó fue a fabricar dulces, pero dulces yucatecos, que es a lo que ella se sigue dedicando. Su contacto con la cocina coreana ha sido gracias a sus primas que viven en Mérida "A mí no me enseñaron, sino que cuando voy así con mis primas, dicen ellas vamos a cocinar esto para que veas, para que pruebes y lo hacen y me invitan y veo".[73]

La falta de conocimiento y de identificación de la cultura coreana en las últimas generaciones es producto, entre otras cosas, del escaso contacto que han tenido con otros coreanos. En Sacapuc las hijas de Crisanto insistieron que él había sido el único coreano que vivió y trabajó en esa hacienda. Cierto que supieron de la existencia de dos familias que radicaban en Timul, el pueblo contiguo, los Kim y los Corona, pero no tuvieron relación con esas familias, sabían de ellas sólo de oídas. El contacto más cercano que tuvieron fue cuando se celebró el centenario de la llegada de la primera migración de coreanos que tuvo lugar en 2005. En ese entonces la Asociación de Coreanos en Yucatán, ubicada en la ciudad de Mérida, se dio a la tarea de buscarlos y reunirlos para que asistieran a las festividades. En la entrevista las hijas de Crisanto insistieron mucho en que "dejaron de venir", "nos dejaron de visitar". Se referían a aquellos que un día se habían interesado en ellos por sus orígenes coreanos, que les habían dado regalos como abanicos y otras cosas, que los habían llevado a la ciudad de Mérida para asistir a los festejos y que les habían pedido fotos y documentos para armar la historia de la migración coreana a Yucatán. "Parece que hicieron un libro de todos los coreanos porque eso iban a hacer ellos" cuenta esta familia.[74]

Al preguntarle a María Eloísa si conocía a otros descendientes de coreanos nos comentó que sólo a sus tíos y primos, que aunque sabe que en la ciudad de Mérida se organizan eventos y exposiciones, ella no ha tenido la "oportunidad para ir y ver y conocerlos". Esto a diferencia de sus parientes que viven en la capital del estado, pues dice que ellos no se pierden ninguna exposición.[75]

Por su parte, el nieto de Pedro Ham cuenta que sólo tuvo contacto con un descendiente de coreanos, un tal Álvaro Om que lo conoció jugando a la pelota en Chacmay. Sabe que existe la asociación en Mérida pero nunca ha asistido a ningún evento ni reunión. Su contacto más cercano con la cultura coreana, incluso con la comida, lo tuvo gracias a que en Suma se instaló durante siete años un presbiteriano que llegó de Corea a principios de la primera década del 2000.[76]

En cuanto a la socialización de los descendientes de libaneses que vivían en Motul y después en la ciudad de Mérida notamos que en la actualidad ya no tienen las características de una comunidad organizada como la que tuvo lugar durante las primeras décadas del siglo XX, en las que las redes sociales se empapaban de solidaridad y apoyo mutuo debido a la presencia de un fuerte capital social.[77] Amira Simón cuenta que desde que se mudó a la ciudad de Mérida ya no pudo socializar mucho porque "mi condición era muy humilde y los paisanos no jalan con gente muy humilde".[78] Friné Soda, descendiente de tercera generación, tiene la misma impresión de que las familias libanesas solo emparentan con gente rica.[79] Sin embargo, hay que decir que Amira no habría podido establecer su tienda en el pueblo de Baca sin la ayuda de sus paisanos, ni sacar adelante a sus seis hijas cuando se mudó a la ciudad de Mérida. Por su parte, los encuentros con otros libaneses para Elías Montañez y su esposa, ambos descendientes de tercera generación y residentes desde hace ya muchos años de la ciudad de Mérida, se dan en las fiestas y reuniones derivado de su parentesco, pues como dice "casi todos estamos familiarizados".[80]

Quizás uno de los aspectos culturales que más rápidamente se perdió con el paso de las siguientes generaciones en ambas migraciones fue el idioma. De nuestros entrevistados descendientes de coreanos sólo Dalia Sim conoce unas cuantas palabras en coreano, pero esto fue gracias a que su hija lo estudió en Mérida.[81] Los demás no saben nada de ese idioma. De los descendientes de libaneses, Herbé Rodríguez comenta que su abuela le hablaba "una que otra palabrita" en árabe, que incluso su madre nunca lo habló, aunque sí lo entendía.[82] Amira Simón cuenta que nunca mencionaban para nada su idioma. "Puro en español nos hablaron. Hubo una que otra palabra suelta fue lo que aprendimos, pero así de conversar con nosotros nunca lo hicieron".[83]

Conclusiones

El estudio de la experiencia migratoria de libaneses y coreanos desde una perspectiva comparada y en un ámbito regional bastante bien delimitado como es el municipio de Motul nos permitió observar con mucho más detalle las principales características de los procesos de integración que presentaron estas dos migraciones. Dichas características estuvieron marcadas fuertemente tanto por sus orígenes étnicos como por los sectores de la sociedad yucateca en los que cada grupo se integró. Para el caso de los coreanos se trató de lo que Michel Kenny llama asimilación cultural,[84] en la que la mayor parte de sus patrones culturales coreanos se desdibujaron, esto quizá como una estrategia de integración absoluta ante una sociedad que los estigmatizaba entre otras cosas por ser "amarillos". Por ejemplo, la castellanización de los apellidos y hasta de los nombres de los coreanos correspondió seguramente al inconveniente de ver su nombre escrito de diferentes formas debido a la complicada fonética coreana, pero también y sobre todo, a una estrategia de integración que llevó a la casi desaparición administrativa de su origen asiático, lo cual, cabe mencionar, no fue propia de los coreanos, sino que ya había sido puesta en práctica con anterioridad por los inmigrantes chinos. Otro ejemplo fue el alto grado de mestización con la cultura maya, cambiando sus costumbres, indumentaria, idioma y hasta su alimentación, al grado de que en el interior de las familias entrevistadas quedan pocos rastros culturales del pasado coreano.

En cuanto a los libaneses, ellos experimentaron lo que Kenny llama asimilación colectiva,[85] pues tuvieron un grupo en el que se apoyaron a su llegada, experimentando una absorción gradual sin renunciar en seguida y totalmente a su identidad. Es decir, lograron integrarse con éxito a la vida motuleña pero siempre como colectivo. En general, hicieron uso de un fuerte capital social que les permitió consolidarse dentro de las clases medias de la ciudad de Motul y sin perder del todo sus especificidades culturales, esto incluso para aquellos que se mezclaron con la población yucateca. Sin embargo, los vaivenes económicos de la región provocaron que una buena parte de estas familias salieran del municipio para instalarse sobre todo en la ciudad de Mérida.

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• Matrimonios.

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Archivo parroquial de la Arquidiócesis de Yucatán: Municipio de Motul.

• Matrimonios.

• Bautizos.

• Confirmaciones.

Fuentes orales

Entrevista realizada a Agustín Pech en Kini el 20 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Amira Simón en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

Entrevista realizada a Celestino Buenfil en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Dalia Sim King en Cholul el 19 agosto de 2011.

Entrevista realizada a Elías Montañés Jure en la ciudad de Mérida el 8 de octubre de 2013.

Entrevista realizada a Esperanza Ham en Suma el 17 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Familia Chion en Sacapuc el 10 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Faulo Sánchez en la ciudad de Mérida el 19 de septiembre de 2012.

Entrevista realizada a Friné Soda en la ciudad de Mérida el 18 de octubre de 2013.

Entrevista realizada a Javier Corona en la ciudad de Mérida el 10 de abril de 2010.

Entrevista realizada a Jorge Siqueff Alonso en la ciudad de Mérida el 25 de mayo de 2011.

Entrevista realizada a Juanita Méndez en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Herbé Rodríguez Abraham en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

Entrevista realizada a Manuel Pinto en la ciudad de Motul el 3 de junio de 2011.

Entrevista realizada a María Eloísa Kim en Muxupip el 21 de junio de 2011.

Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2011.

Entrevista realizada a Valerio Buenfil en la ciudad de Motul el 10 de junio de 2011.


[*] Agradezco el apoyo de Luis Ramos durante el periodo de recopilación de información en el Archivo del Registro Civil de Motul.

[1] Luis González y González, Invitación a la microhistoria, 1973, p. 28.

[2] Nancy Green, Repenser les migrations, 2002, pp. 27-33.

[2] Javier Corona, "La inmigración coreana en Yucatán", tesis, 2007, p. 49.

[4] Ibidem, p. 58.

[5] Luis Alfonso Ramírez Carrillo, Sociedad y población urbana en Yucatán, 1950-1989, 1993, p. 11.

[6] Sandra Kuntz ubica el auge del henequén, que describe como bastante prolongado, desde 1870 hasta 1916, año en el que comenzó el ocaso que se agudizó aún más con la crisis de 1929. Sandra Kuntz Ficker, El comercio exterior de México en la era del capitalismo liberal, 1870-1929, 2007, p. 377.

[7] Sergio Quezada, Breve historia de Yucatán, 2001, pp. 164-165.

[8] Rosa Torras Conangla, La tierra firme de enfrente. La colonización campechana sobre la región de los ríos (siglo XIX), 2012, p. 169.

[9] El contrato se componía de nueve artículos en los que se establecía que el empleador debía de cubrir los gastos del viaje, debía de proporcionarles agua potable, casa, leña y una hortaliza. En caso de enfermedad del trabajador, el empleador pagaría la atención médica y las medicinas. El pago del salario se haría semanal. 75 centavos por el corte de dos mil pencas, 40 centavos por cada mil adicional, 25 centavos por desyerbar y limpiar. Se contemplaban igualmente otras actividades como plantar henequén, cortar leña, desbrozar el campo, etcétera. Alfredo Romero Castilla, "Huellas del paso de los inmigrantes coreanos en tierras de Yucatán y su dispersión por el territorio mexicano", en María Elena Ota Mishima (coord.), Destino México. Un estudio de las migraciones asiáticas a México, siglos XIX y XX, 1997, pp. 138-139.

[10] AGEY, Fondo Poder Ejecutivo, Secc. Milicia, caja 501, oficio núm. 364, del 15 de mayo de 1905, del señor Porras al gobernador del estado.

[11] Alfredo Romero, op. cit., pp. 139-140.

[12] "Los peones de las haciendas eran víctimas de los bajos salarios, los anticipos y también de castigos corporales que les infligían los latifundistas y sus administradores y capataces. Pretextando que los labrantines eran indolentes e inmorales, los golpeaban y encarcelaban con suma frecuencia". Moisés González Navarro, Sociedad y cultura en el Porfiriato, 1994, p. 83.

[13] Zidane Zeraoui, "Los árabes en México: el perfil de la migración", en María Elena Ota Mishima (coord.), Destino México. Un estudio de las migraciones asiáticas a México, siglos XIX y XX, 1997, p. 274.

[14] Líbano, Siria y Palestina formaban parte del Imperio Otomano hasta 1917, el cual expedía los documentos migratorios de las personas que provenían de estos tres países. Esta es la razón por lo que administrativamente hablando se les agrupó dentro de la categoría de Turcos, pero con el tiempo este término fue adquiriendo una connotación peyorativa al grado de que estos migrantes lo llegaron a considerar como un insulto.

[15] Memoria de la Segunda Exposición de Yucatán, verificada del 5 al 15 de mayo de 1879, 1880, p. 197.

[16] Acrelio Carrillo Puerto, La familia Carrillo Puerto de Motul: con la Revolución mexicana, 1959, pp. 145-180.

[17] Luis Alfonso Ramírez Carrillo, De cómo los libaneses conquistaron la península de Yucatán. Migración, identidad y cultura empresarial, México, 2012, p. 90.

[18] Quizás uno de los efectos más sobresaliente del boom henequenero fue la conformación de una red ferroviaria de alcance regional que conectaba todas las cabeceras municipales con la capital del estado. Además del traslado de mercancías esta red contribuyó determinantemente al aumento de la movilidad de las personas. Sandra Kuntz Ficker, Las exportaciones mexicanas durante la primera globalización, 1870-1929, 2010, pp. 276-279.

[19] Valerio Buenfil, "In Memoriam 84 aniversario 'nos están pisando los talones'. Testimonio de Don Carlos Contreras Campos de la persecución a Felipe Carrillo Puerto por la ciudad de Motul", en La Voz de Motul. Semanario de información y análisis, año 3, núm. 86, 2008. p. 2.

[20] Luis Alfonso Ramírez Carrillo, De cómo los libaneses, op. cit., p. 121.

[21] AGEY, Fondo Poder Ejecutivo, secc. Gobernación, caja 489, carta del 13 de diciembre de 1915 de Jorge Mena al Gobernador del Estado.

[22] Teté Cuevas Sebas, Del Líbano… lo que debemos recordar, resembrando raíces, 2009, p. 338. Hay que decir que en dicho censo no encontramos ningún libanés instalado en Motul de apellido Mena.

[23] AGEY, Fondo Poder Ejecutivo, secc. Gobernación, caja 519, carta del 9 de marzo de 1906 de Rafael Peón a Olegario Molina.

[24] Moisés González Navarro, Los extranjeros en México y los mexicanos en el extranjero, 1821-1970, 1994, p. 286.

[25] José Sánchez Pac, Memorias de la vida y obra de los coreanos en México desde Yucatán, (escrito en 1973), p. 59.

[26] Alfredo Romero Castilla, op. cit., p. 156.

[27] Aparte de la asociación principal y de las escuelas que se fundaron en la ciudad de Mérida, en el libro de Nam Hwan Jo se enumeran otras en Sanaltha, Yaxché, Iztincab, Campeche, Frontera, Tampico, Habana, Matanzas, aunque todas de muy corta duración. Nam Hwan Jo, Historia de la vida de los coreanos en México, 1905-2005, 2006, pp. 127-133.

[28] Entrevista realizada a Celestino Buenfil en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

[29] Entrevista realizada a Valerio Buenfil en la ciudad de Motul el 10 de junio de 2011.

[30] Cfr. Claudia Dávila Valdés, "Historia comparada de dos experiencias migratorias. Coreanos y súbditos del Imperio otomano en Yucatán (1880-1916)", en Península, núm. 2, 2010, pp. 37-60.

[31] Entrevista realizada a Manuel Pinto en la ciudad de Motul el 3 de junio de 2011.

[32] Teté Cuevas Sebas, op. cit., pp. 234-388.

[33] Según Ramírez, "la inmigración procedente de A'aba no sólo es la más numerosa y una de las más antiguas de las migraciones comunitarias libanesas que llegaron a Yucatán; es también de una gran uniformidad étnica. Luis Alfonso Ramírez Carrillo, De cómo los libaneses…, op. cit., p. 89.

[34] Entrevista realizada a Juanita Méndez en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

[35] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 27, vol. 65, exp. 5, oficio núm. 504 del 2 de noviembre de 1934 de la presidencia municipal al Departamento de Migración.

[36] Entrevista realizada a la familia Chion en Sacapuc el 10 de junio de 2011.

[37] Censo Poblacional de 1930.

[38] Javier Corona, op. cit. p. 58.

[39] Entrevistas realizadas a Dalia Kim en Cholul el 19 de agosto de 2011 y a la familia Chion en Sacapuc el 10 de junio de 2011.

[40] Cuatro familias menos con respecto al cuadro de Ramírez que marca 22. Luis Alfonso Ramírez Carrillo, De cómo los libaneses…, op. cit., p. 121.

[41] Entrevista realizada a Juanita Méndez en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

[42] Entrevista realizada a Dalia Sim King en Cholul el 19 agosto de 2011.

[43] Se habla de que llegaron en 1905 alrededor de 257 familias y 196 hombres solteros. Hea-Jin Park, op. cit., p. 146.

[44] Luis Alfonso Ramírez Carrillo, Secretos de familia, libaneses y élites empresariales en Yucatán, 1994, p. 191.

[45] Nam Hwan Jo, Historia de la vida de los coreanos en México, 1905-2005, 2006, p. 167.

[46] Este sería el caso por ejemplo de los descendientes de Emiliano Corona Kim. Javier reside en la ciudad de Mérida y pertenece a la cuarta generación de coreanos en la que ya se puede observar cierta movilidad social, pues nos explica que de los nueve nietos del hijo de Emiliano, tres son mujeres, de las cuales dos son profesionistas, al igual que todos los varones. Entrevista realizada a Javier Corona en la ciudad de Mérida el 10 de abril de 2010.

[47] Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2012.

[48] María Cáceres Méndez y Patricia Fortuny Loret de Mola, "La migración libanesa a Yucatán", tesis, 1997, p. 55.

[49] Entrevista realizada a Faulo Sánchez en la ciudad de Mérida en 19 de Septiembre 2012.

[50] Alfredo Romero Castilla, op. cit., p. 149.

[51] Entrevistas realizadas a Esperanza Ham y al nieto de Pedro Pablo Ham en Suma el 17 de junio de 2011.

[52] Entrevista realizada a Faulo Sánchez en la ciudad de Mérida el 19 de septiembre de 2012.

[53] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 24, vol. 60, exp. 12, Renuncia a la nacionalidad coreana de Felipe Kim y Yun del 20 de noviembre de 1932; caja 26, vol. 64, exp. 4, oficio núm. 608 del 9 de diciembre de 1934 al Departamento de Migración y caja 28, vol. 67, exp. 4, oficio núm. 149 del Presidente Municipal al Departamento de Migración.

[54] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 24, vol. 60, exp. 6, oficio núm. 434 del 28 de octubre de 1932 del Presidente Municipal al Jefe del Departamento de Irrigación. ARCM, Defunciones, acta núm. 280, del 26 de noviembre de 1925, de Felicitas Kim Lei.

[55] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 27, vol. 66, exp. 6, carta del 5 de febrero de 1935 de la Cámara Nacional al Presidente Municipal firmada por el presidente y por el secretario Jorge E. Siqueff; caja 36, vol. 80, exp. 4, relación de los comisarios del cuartel 3º enero 14 de 1939, caja 36, vol. 81, exp. 3, oficio núm. 1085 del 15 mayo de 1940 del Presidente Municipal a Jorge E. Siqueff agente de la Lotería Nacional.

[56] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 28, vol. 68, exp. 3, Relación de señores comerciantes de 1935; caja 30, vol. 71, exp. 7, Relación de señores comerciantes de 1936; caja 37, vol. 28, exp. 5, Relación de señores comerciantes de 1939.

[57] Entrevista realizada a Juanita Méndez en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

[58] Debido a una gira comercial por el oriente del estado, Ayub Barquet no pudo seguir la denuncia que hizo contra José Jaraila quien le debía nueve meses de renta del local donde tenía establecido su negocio de lencería. El desaguisado llegó incluso hasta los golpes entre ambos libaneses. AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 38, vol. 84, exp. 2, oficio núm. 196, del 27 junio de 1941 del Presidente Municipal al procurador de justicia del Estado.

[59] AGEY, Fondo Municipios, secc. Motul, caja 19, vol. 47, exp. 1, documento de octubre 1º de 1922; Archivo notarial, protocolo, Motul, 1908, núm. 872; Fondo Registro de la Propiedad Privada, Índice de documentos privados, Motul 1915, núm. 1625; Fincas urbanas, 1903, núm. 1394, hipoteca núm. 1423 de la casa núm. 301 de la calle 26ª; Hipotecas y fincas urbanas, 1919, núm. 1581, Hipoteca núm. 1423 de la casa núm. 301 de la calle 26ª 1917, núm. 1255, Hipoteca núm. 2350, Venta en remate por 19,000 pesos; Hipotecas y fincas rústicas, 1919, núm. 1581 Hipoteca núm. 1634 de la casa núm. 302 de la calle 26; Hipotecas y fincas rústicas, 1919, núm. 1581, Hipoteca núm. 1635 de la casa núm. 304 de la calle 26, Fincas urbanas, 1920, libro 1289, núm. 1728.

[60] Entrevista realizada a Valerio Buenfil, en Motul el 10 de junio de 2011.

[61] Como menciona Sandra Kuntz, el henequén aportó riqueza y prosperidad a Yucatán en el corto y mediano plazo, pero no transformó las características de la economía regional para crear condiciones de crecimiento perdurable. El problema se centró en la precariedad de la economía local, en el bajo nivel del punto de partida y en la rigidez de la estructura social tradicional. Sandra Kuntz Ficker, op. cit., p. 396.

[62] Entrevista realizada a Juanita Méndez en la ciudad de Motul el 21 de junio de 2011.

[63] Entrevista realizada a Manuel Pinto en Motul el 3 de junio de 2011.

[64] Entrevista realizada a María Eloísa Kim en Muxupip el 21 de junio de 2011.

[65] Entrevista realizada a Esperanza Ham en Suma el 17 de junio de 2011.

[66] Entrevista realizada a Agustín Pech en Kini el 20 de junio de 2011.

[67] Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2012.

[68] Entrevista realizada a Herbé Rodríguez Abraham en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[69] Entrevista realizada a Amira Simón en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[70] Entrevista realizada a Herbé Rodríguez Abraham en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[71] Entrevista realizada a Amira Simón en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[72] Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2012.

[73] Entrevista realizada a María Eloísa Kim en Muxupip el 21 de junio de 2011.

[74] Entrevista realizada a la familia Chion en Sacapuc el 10 de junio de 2011.

[75] Entrevista realizada a María Eloísa Kim en Muxupip el 21 de junio de 2011.

[76] Entrevista realizada al nieto de Pedro Pablo Ham Kim en Suma el 16 de junio de 2012.

[77] Ver las referencias que hace Ramírez sobre la formación, el auge y la caída de lo que él llama endogrupo de la colonia libanesa en Yucatán. Luis Alfonso Ramirez Carrillo, De cómo los libaneses…, op. cit., pp. 175-183.

[78] Entrevista realizada a Amira Simón en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[79] Entrevista realizada a Friné Soda en la ciudad de Mérida el 18 de octubre de 2013.

[80] Entrevista realizada a Elías Montañés Jure en la ciudad de Mérida el 8 de octubre de 2013.

[81] Entrevista realizada a Dalia Sim King en Cholul el 19 agosto de 2011.

[82] Entrevista realizada a Herbé Rodríguez Abraham en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[83] Entrevista realizada a Amira Simón en la ciudad de Mérida el 14 de octubre de 2013.

[84] Kenny Michael, "Emigración, inmigración, remigración: el ciclo, migratorio de los españoles en México", en Michael Kenny et al., Inmigrantes y refugiados españoles en México (siglo XX), 1979, p. 46.

[85] Ibidem, p. 47.