FOTOGRAFÍAS DEL PASADO, ESPEJOS DEL PRESENTE: TRABAJADORES DEL MUSEO NACIONAL

Dimensión Antropológica
Año 26, vol. 75, México,
enero-abril, 2019, pp. 157-181.
ISSN 1405-776X

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Cristal Bruñido
Fotografía histórica





FOTOGRAFÍAS DEL PASADO, ESPEJOS DEL PRESENTE:
TRABAJADORES DEL MUSEO NACIONAL

Thalia Montes Recinas
Museo Nacional de Historia.


Una parte de la investigación sobre las colecciones del Museo Nacional de Historia consiste en la búsqueda de información referente a su procedencia, en la manera como han sido exhibidas y en la identificación de quienes llevaron a cabo los primeros estudios y nos antecedieron. Para ello, consultamos los archivos históricos y los acervos fotográficos bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Allí encontramos materiales generados por el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía (en adelante Museo Nacional), institución de donde procedieron las primeras colecciones que, a su vez, constituyeron los acervos de la mayor parte de los museos nacionales cuando abrieron sus puertas.

La selección de fotografías que acompaña a estas líneas corresponde a los trabajadores del Museo Nacional, quienes tenían a su cargo labores especializadas requeridas para presentar las salas de exhibición, preparar los materiales de difusión, adentrarse en los temas de investigación, controlar el acervo, y además, se ocupaban de las funciones administrativas. A esas tareas corresponden las imágenes con los libros apilados sobre los escritorios, varios de los cuales registran las relaciones de movimientos de objetos, entradas por donación o compra; otros más son los listados de las piezas que formaron la colección del Museo Nacional de Artillería, clausurado en 1916, cuyo acervo, junto con su respectiva documentación, fue trasladado al Museo Nacional. Esos materiales empastados y las hojas sueltas requirieron de personal específico para su minuciosa organización (fotografía 1).

El equipo de fotógrafos del museo se encargó de capturar las primeras imágenes de las actividades en la institución durante las décadas iniciales del siglo XX; ellos tuvieron un claro interés por registrar al personal en sus quehaceres cotidianos; en esas tomas se aprecian los espacios de trabajo y parte de la colección. Varias de ellas las tomó la fotógrafa María Ignacia Vidal Gutiérrez (31 de julio de 1881), originaria de Guadalajara, Jalisco, quien también apoyó en las actividades de los talleres de Moldeado y Restauración. Es importante señalar que fue de los pocos fotógrafos que en esos años firmaron su trabajo, ejemplo de ello es la toma del Departamento de Antropología Física, formado en 1877, y la de Rafael Pérez Taylor, uno de los directores del museo (fotografías 2 y 3).[1]

Para la identificación de las imágenes tomamos como guía la reseña de los 100 años del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía: 1825-1925, de la autoría del escritor e historiador Luis Castillo Ledón, en ese momento director de la institución.[2] Ledón dejó asentadas las etapas importantes de transformación, así como el incremento en el número de departamentos y en el personal. Orgullosos estaban de los logros alcanzados. El director hizo acompañar el texto con fotografías de algunos de sus predecesores en el cargo y con otras relativas al estado en que se encontraba cada uno de los departamentos; en ellas se exponía la organización para las actividades diarias, para el estudio de las colecciones y la distribución de las salas de exhibición. Sin embargo, a pesar de que los nombres de los empleados fueron incluidos en los apéndices, pocas fueron las fotografías donde ellos aparecen.

Décadas atrás, durante el Imperio de Maximiliano de Habsburgo,[3] el edificio número 13 de la calle de Moneda, en el centro de la Ciudad de México, se destinó para albergar el Museo Nacional; años antes allí había estado la Casa de Moneda, por ello el nombre de la calle (fotografía 4).[4] La institución contaba con tres departamentos: Historia Natural, Arqueología e Historia, y la Biblioteca.[5] Fue inaugurado el 6 de julio de 1866 en su nueva sede.[6] Tardaría algunas décadas más en consolidarse debido a los vaivenes políticos y, principalmente, a lo inestable del presupuesto. Durante las primeras décadas del siglo XX recibió apoyo por parte del gobierno, lo que le permitió mejorar sus departamentos, crear diversos talleres y adquirir colecciones.

El Museo Nacional contó con un equipo de profesores y sus respectivos ayudantes; la responsabilidad del grupo era estudiar todo lo relacionado con los objetos bajo su resguardo. Tal fue el caso del historiador Luis González Obregón y del abogado Andrés Molina Enríquez, quienes se retrataron en sus respectivas áreas de trabajo, al lado de sus asistentes (fotografías 5 y 6). En el caso de la fotografía de Molina Enríquez, puede apreciarse, además, que colgada de las paredes está la serie de pinturas de castas y algunos ejemplares de bateas del estado de Michoacán. Por otra parte, entre las tomas se ha identificado a los arqueólogos Ramón Mena Issasi y Manuel Gamio, el primero dando un recorrido por la Sala de Monolitos, al lado de la Piedra de Tizoc, así como en su oficina, sentado al lado de Renato Molina Enríquez (fotografías 7 y 8), y el segundo en una imagen de grupo (fotografía 9). El historiador y abogado Alfonso Toro Castro aparece en el patio del museo, al fondo se encuentra la placa "Padrón de Infamia" —como fue llamada durante el periodo novohispano—, pieza conmemorativa de la traición de los hermanos Ávila, quienes se vieron involucrados en la conjura del marqués del Valle. Hoy en día la pieza está empotrada en la pared de la esquina sur poniente del sitio arqueológico del Templo Mayor (fotografía 10).[7]

Durante la gestión de Jesús Sánchez como director del Museo Nacional, periodo comprendido de agosto de 1883 a febrero de 1886, se pensó en crear una publicación propia —edición que estuvo a cargo, en un primer momento, de la Secretaría de Fomento—, la cual se nutrió con los datos recopilados por la Comisión Científica Exploradora.[8] La labor de los profesores del Museo Nacional ganó reconocimiento tanto en el país como en el extranjero, en gran medida gracias a la difusión que tuvieron al contar con dos importantes publicaciones: la primera, Anales del Museo Nacional, que comenzó a publicarse en 1887, donde presentaban sus investigaciones y reimprimieron documentos poco conocidos. En el prólogo al tomo primero de Anales del Museo Nacional, el médico Gumersindo Mendoza, entonces director de la institución, resaltó que era una de las más importantes publicaciones periódicas del museo, la cual el gobierno "ha comprendido que, al fundarlo, fue su objeto vulgarizar los conocimientos científicos y difundirlos en todas las clases de nuestra sociedad".[9] En octubre de 1890 se avisó que, para seguir contribuyendo a la transmisión de conocimientos, se iniciaba la publicación de opúsculos; por ello, el 19 de noviembre se amplió el taller de impresión, del que se encargaría a partir de ese momento, y por 35 años más, Luís G. Corona, antiguo tipógrafo, formado en la acreditada Casa Escalante, la cual incursionó en el trabajo de litografía en el siglo XIX. En una de las imágenes aquí presentadas aparece precisamente Corona, ya entrado en años (fotografía 11).

Durante su periodo a la cabeza del Museo Nacional, Francisco del Paso y Troncoso impulsó la autosuficiencia para imprimir las publicaciones y le solicitó al señor Corona un presupuesto para adquirir más maquinaria. Con el nuevo equipo se consiguió regularizar el tiraje de los catálogos y las guías de los departamentos se hicieron en mayor número.[10] Ejemplo de lo anterior fue la edición del libro Antigüedades mexicanas, obra resultado de expediciones como la de Cempoala, emprendidas por la Junta Colombina, constituida para organizar los preparativos de la conmemoración de los 400 años del descubrimiento de América, celebración efectuada en Madrid en 1892.

La segunda publicación periódica fue el Boletín del Museo Nacional de México, editado a partir de 1903. Con la finalidad de no ocupar espacio en la primera publicación, se pensó pertinente difundir en él la información de carácter técnico, económico y administrativo; en el Boletín se presentaban las actividades de cada uno de sus departamentos y talleres, así como traducciones de artículos y diversas noticias consideradas de relevancia.[11] La edición estuvo bajo la supervisión del subdirector de la institución, Francisco M. Rodríguez.

La historiadora Rosa Casanova, en su artículo titulado "Memoria y registro fotográfico en el Museo Nacional", menciona que en 1904 se fundó el Taller de Fotografía, junto con los de Moldeado, Fotograbado y Encuadernación (fotografía 12).[12] Al frente de la dirección del Taller de Fotograbado estaba, en 1908, Agustín Buznego Millán, uno de los expertos mexicanos en la materia, quien para entonces contaba con 20 años de experiencia, adquiridos en los principales talleres de Nueva York y Boston.[13] El Taller de Fotograbado se terminó de instalar con una galería con techo de cristal y una amplia ventana; dos cuartos oscuros —uno para colodión y otro para placas secas—, además de uno para grabar y otro para pruebas de prensa. El segundo taller en consolidarse fue el de Dibujo, y comprendía un salón que recibía luz por una ventana, además de un cuarto oscuro.[14]

En 1910, como parte de los festejos en torno a la conmemoración del centenario de la Independencia del país, los trabajadores estuvieron enfocados en las tareas de reorganización y reapertura del Museo Nacional y en la edición de las obras Documentos históricos mexicanos y Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, supervisada por Luis González Obregón,[15] así como de La crónica oficial de las fiestas del primer centenario de la Independencia de México. Genaro García apuntó que, para cubrir las actividades de los festejos desarrolladas del 1 de septiembre al 6 de octubre fueron convocados los fotógrafos Antonio Cortés Vázquez, Prisciliano Corona y José Escalante.[16] También fue contratado Antonio Carrillo, reconocido dentro del fotoperiodismo, pues trabajó para periódicos y revistas como el Tiempo Ilustrado, y además formó parte de la Sociedad de Fotógrafos de Prensa.[17] Es precisamente Carrillo el retratado en el estudio fotográfico del museo (fotografía 13). Durante esos años ingresó Ricardo Ruiz,[18] quien por otra parte era encargado de la encuadernación de La Europea, compañía de J. Aguilar Vera, donde se publicaron el Vocabulario de mexicanismos de Joaquín García Icazbalceta, en 1899, y las Exploraciones arqueológicas en la calle de las Escalerillas, de Leopoldo Batres, en 1902.

Por su parte, los trabajos del Taller de Moldeado dieron la oportunidad de enviar a las ferias internacionales reproducciones de varios de los edificios considerados relevantes por su arquitectura. Por ejemplo, para la exposición en Sevilla, de 1929, se preparó la portada de la parroquia de San Juan Bautista, Coyoacán; la fachada del templo de San Agustín, Acolman, y la sección del acueducto conocido como Salto del Agua.[19] De igual forma, en el taller se encargaron de elaborar réplicas a escala para enriquecer los acervos de los museos que se estaban creando.[20] Al frente del área estuvo Ignacio Cortés, quien años más tarde apoyó de manera significativa los primeros trabajos de museografía del Museo Nacional de Historia (fotografía 14). En una fotografía aparece Cortés con su equipo de trabajo, al lado derecho se aprecian las réplicas de la fachada del templo de San Agustín, Acolman, Estado de México, y la lápida de Pakal, Palenque, Chiapas (fotografía 15).

Los esfuerzos por difundir el conocimiento generado en el Museo Nacional fueron una constante; aparte de los recorridos por las salas, de las clases o de las conferencias impartidas, muchos de aquéllos estuvieron enfocados a la divulgación impresa. Del inventario o conteo de todo lo publicado por el Museo Nacional se encargó Juan Bautista Iguíniz, ayudante de la clase de Historia y del Departamento de Publicaciones, quien llegó a ser unos de los más importantes bibliófilos del país (fotografía 16)[21] y sacó a la luz Las publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Apuntes histórico-bibliográficos.[22] Fueron años de verdadera bonanza para el Museo Nacional, pues además de imprimir un total de 208 obras, estuvo en la posibilidad de editar los libros de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes y de otras instituciones, como el segundo tomo de la obra inédita Diario histórico de México, de Carlos María Bustamante.

Los movimientos sociales y políticos que desembocaron en el proceso revolucionario afectaron de forma determinante las actividades del Museo Nacional; sin embargo, hubo intentos por mantener los talleres aun a pesar del aviso de la pérdida de gran parte de la maquinaría, ejemplo de ello fueron los nombramientos de Alberto Vázquez del Mercado como jefe del Departamento de Publicaciones y de Manuel Toussaint como jefe de la Biblioteca.[23] La plaza de dibujante liberada por el pintor Mateo Saldaña, quien es reconocido junto con Severo Amador como maestro de Saturnino Herrán, fue ocupada por José Inés Tovilla, encargado de copiar los retratos del licenciado Andrés Quintana Roo, del cura Hidalgo, de Ignacio Allende, de Melchor Ocampo y demás retratos para la Galería de Presidentes de la República, proyecto del Departamento de Historia (fotografía 17).[24]

En 1915 se incorporaron a la planta de dibujantes José C. Tovar[25] y Severo Amador;[26] el primero tenía experiencia como escultor y había recibido varios reconocimientos, como el primer premio en el concurso abierto de la Sociedad de Geografía y Estadística y la Dirección de Bellas Artes, donde presentó una medalla para conmemorar el descubrimiento de América. A Tovar se le solicitó registrar objetos de la Sala de Monolitos, códices y cerámica prehispánica, para el proyecto de selección iconográfica dirigido por Jorge Enciso, el artista y consultor artístico del museo. El poeta zacatecano Severo Amador fungió como dibujante, aunque por un breve tiempo, del 20 de septiembre de 1915 al 1 de mayo del siguiente año, y desempeñó el mismo cargo en la Inspección de Monumentos Arqueológicos de la República.

En los primeros días de enero de 1921, con la intención de participar en el programa aprobado por el Departamento Universitario y de Bellas Artes para conmemorar la consumación de la Independencia, se pensó en reorganiza el Taller de la Imprenta para, por lo menos, estar en condiciones de elaborar trabajos pequeños.[27] Las autoridades tenían muy claro el tipo de museo que querían y la estructura que se necesitaba; los trabajos demandaban apoyo para una adecuada exhibición de las piezas, mejorar el cedulario, así como ampliar los recorridos y las conferencias; para el desarrollo de la institución también fue importante incrementar el presupuesto destinado a difusión. Con esos preceptos apuntalaron los fines de la institución, cuando menos en el aspecto formal; todo ello posibilitó un respaldo al presupuesto asignado, y esto se reflejó en el cuarto reglamento del Museo Nacional, en el cual, como parte de los objetivos se contempló de nuevo la necesidad de contar con los talleres:

[…] la adquisición, clasificación, conservación, exhibición y estudio de objetos relativos a la antropología física o somatología, la etnología, la arqueología y la historia de México. Así como la investigación científica y la difusión y vulgarización de esas materias y sus fines. Para ello contará como Departamento auxiliar, el de Publicaciones, Expendio de Publicaciones, Fotografía y vaciado. Talleres: Fotografía, Dibujo, Moldeado, Imprenta, Encuadernación, Fotograbado y Reparaciones.[28]

José María Lupercio[29] recibió el nombramiento como jefe del Taller de Fotografía por lo menos desde 1921, y en 1923 fue ratificado como jefe de Fotografía y Cinematografía. Al final de la década de 1920 y durante los 10 años previos a la creación del INAH, las nuevas investigaciones se difundieron bajo el sello del Taller Gráfico del Museo y por los Talleres Gráficos de la Nación; otras más contaron con el apoyo de la editorial Cultura, propiedad de Rafael Loera y Chávez, amigo entrañable de los miembros que laboraron en el museo y que pertenecieron al Ateneo de la Juventud, el grupo de mayor influencia cultural del país.

En las imágenes aquí presentadas también podemos identificar a los trabajadores de la Biblioteca del Museo Nacional, entre ellos Manuel Romero de Terreros, quien fuera uno de los encarga dos del acervo, y Manuel de la Parra, uno de sus colaboradores; este último fue escritor, poeta y miembro del Ateneo de la Juventud (fotografías 18 y 19). Al fondo del largo salón se aprecia el Estandarte de la Virgen de Guadalupe, hoy pieza del Museo Nacional de Historia, así como las filas interminables de libros que en el presente son resguardados por la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (fotografía 20).

En 1939, Alfonso Caso, director del INAH, solicitó dotar de presupuesto, maquinaria y sueldos para a echar a andar de nuevo la edición de publicaciones, como la serie de guías, empezando por las del Museo Nacional, Monte Albán, Chapultepec, la Catedral Metropolitana, Teotihuacán, Tepotzotlán, Palacio Nacional y Churubusco, entre otras más, las cuales se elaborarían tomando de modelo la Guía de Taxco de Héctor Sánchez Azcona.[30]

En el proceso de consolidación del Museo Nacional, eje central de los antecedentes del INAH, es posible identificar cómo las tareas emprendidas por los profesores dieron la pauta para la formación de escuelas, de carreras enfocadas en la restauración y la museología. El aumento de las colecciones y la búsqueda por mejores espacios de resguardo y exhibición fueran la base para conformar nuevos museos. Los trabajos de investigación y de vigilancia de las zonas arqueológicas y casas históricas requirieron ser amparados con herramientas legales y de áreas de trabajo más especializadas, ahora conocidas como coordinaciones nacionales. Las tiendas y los talleres de reproducción continúan ofreciendo piezas que podemos tocar, manipular y llevar a casa. Todas esas labores han sido apoyadas por administrativos, guardias, custodios, personal de mantenimiento, diseñadores, catalogadores, y son los archivos y fondos fotográficos del Instituto los que ofrecen una gran riqueza en cuanto a la memoria de aquellos trabajadores que nos antecedieron en dichas tareas (fotografías 21 y 22).


Citas

[1] Archivo de Concentración, INAH. Archivo de Personal, María Ignacia Vidal. Cargo: Fotógrafo "D".

[2] Luis Castillo Ledón, El Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1825-1925. Reseña histórica escrita para la celebración de su primer centenario, México, Talleres Gráficos del MNAHE, 1924.

[3] En 1865, el museo fue inaugurado con el nombre de Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia. En el inmueble hoy en día se encuentra el Museo Nacional de las Culturas del Mundo.

[4] Lugar donde el emperador Maximiliano de Habsburgo decidió ubicar, en 1865, el Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia.

[5] El decreto especificaba que la biblioteca se formaría con los libros que pertenecieron a la Universidad, los de los extinguidos conventos y los que en el futuro se adquirieran.

[6] Luis Castillo Ledón, op. cit., p. 22.

[7] María de Lourdes López Camacho, "Las piedras arqueológicas e históricas en los patios del Museo Nacional", Gaceta de Museos, núm. 63, México, diciembre de 2015-marzo de 2016, p. 18-25.

[8] Secretaría de Fomento, 11 de mayo de 1986.

[9] Gumesindo Mendoza, "Prólogo", Anales del Museo Nacional de México, t. I, núm. 1, México, Imprenta Políglota de Carlos Ramiro, 1877, pp. c-d, recuperado de: .

[10] Jesús Galindo y Villa, "El tomo V de los Anales y la imprenta del museo", Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, t. V, México, 1913, pp. 383-384, recuperado de: .

[11] Luis Castillo Ledón, op. cit., p. 110.

[12] Rosa Casanova, "Memoria y registro fotográfico en el Museo Nacional", Alquimia, Revista del Sistema Nacional de Fototecas, año 4, núm. 12 monográfico: El Museo Nacional en el imaginario mexicano, México, mayo-agosto de 2001, p. 7-15.

[13] Agustín Buznego fue originario de Tacubaya, nació el 15 de marzo de 1854. Cursó su instrucción primaria, secundaria y contabilidad mercantil en la Ciudad de México. Estudió química y física durante su estancia en Nueva York. Publicó El fotograbado: manual práctico, en 1898, editado por la casa Scowill and Co. de Nueva York. Entre 1909 y 1910 se desempeñó como instructor de tricromía en la imprenta de la Secretaría de Fomento. INAH, Fondo AHI, serie: CNRH/S. Personal, caja 2, exp. 22, Cr. 1912-1932.

[14] AHMNA, vol. 264, exp. 5, f. 31, 6 de febrero de 1908.

[15] A partir de 1907, la Sección de Publicaciones estuvo a cargo de Luís González Obregón (1865-1938), quien fuera historiador, cronista y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Colaboró en la Biblioteca Nacional y fue director del Archivo General de la Nación.

[16] Genaro García, Crónica oficial de las fiestas del primer centenario de la Independencia de México [ed. facsim.], México, Centro de Estudios de Historia de México / Condumex, 1991, hojas introductorias.

[17] Antonio Carrillo nació el 23 de febrero de 1888, en Guanajuato. Cursó cuatro años de química, se formó con los fotógrafos Perc y S. Cox y Rafael Carmichael. Recibió varios reconocimientos por sus trabajos fotográficos, como en la Exposición Internacional de Boston 1908, el concurso fotográfico celebrado en la Ciudad de México de 1909, abierto por El Diario de la capital. En la exposición de San Antonio, Texas, celebrada en octubre de 1909 y 1910, recibió diplomas y medallas de plata y bronce. INAH, fondo AHI, serie: CNRH/S. Personal, caja 2, exp. 23, Cr. 1912-1932.

[18] Ricardo Ruiz, nacido en la Ciudad de México el 16 de octubre de 1873. Cursó sus estudios en las escuelas elementales de su ciudad natal. INAH, fondo AHI, serie: CNRH/S. Personal, caja 103, exp. 3410, Cr. s/f.

[19] Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna. México en las exposiciones universales, 1880-1930, México, FCE, 1998, p. 296.

[20] Daniel Ruiz Cancino, "Memoria de un pasado. La formación del acervo arqueológico y paleontológico del Museo Regional de Guadalajara", Gaceta de Museos, núm. 72, México, diciembre de 2018-marzo de 2019, pp. 14-21.

[21] Boletín del Museo Nacional, t. II, abril de 1913, núm. 10, p. 218.

[22] Boletín del Museo Nacional, t. 1, julio de 1911, núm. 1. En 1913, Iguíniz ocupó el empleo de ayudante de la clase de Historia en sustitución de Miguel Othón de Mendizábal.

[23] AGN, IPYBA, caja 159, exp. 38; y AHMNA, vol. 299, exp. 67, f. 367. 1914.

[24] José Inés Tovilla (1864-1921). Estudió en el Seminario Conciliar de San Cristóbal de las Casas, en el Instituto Literario del estado de Chiapas; tomó los primeros cursos de Derecho y fue alumno de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Se trasladó a la ciudad de Aguascalientes, donde por más de quince años fue profesor de dibujo del Instituto del Estado, del Liceo y de la Academia Municipal.

[25] José C. Tovar (1822-). Nació en Aguascalientes. Su nombramiento como dibujante del museo fue ratificado el 1 de abril de 1918. El más antiguo tiene fecha del 2 de diciembre de 1915 y ocupó el lugar de José de Jesús Pruneda. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria, en la Escuela Nacional de Bellas Artes y participó en los cursos de Arqueología en el museo. Se desempeñó como profesor de Dibujo en la Escuela Superior Florencio M. del Castillo y en la Escuela Nacional Preparatoria, e impartió los cursos de Ornato modelado, Escultura y Escultura decorativa en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Concursó en un certamen escolar al tercer año de los estudios profesionales, y obtuvo la medalla de bronce. Participó en la Exposición Española de 1910, donde obtuvo medalla de oro.

[26] Severo Amador fue hijo de Elías Amador, quien luchó en la intervención francesa y el Imperio; alcanzó el grado de coronel. Se declaraba protestante, colaboró en varios periódicos y formó parte del Departamento de Publicaciones del Museo. Durante el mismo periodo de ingreso de Severo Amador, se tiene la referencia de la contratación de Moisés Hernández, dibujante acuarelista. AGN, IPYBA, vol., 321, exp. 1, 1915.

[27] AHMNA, vol. 201, exp. 72, f. 131.

[28] Luis Castillo Ledón, op. cit., pp. 105-116.

[29] José María Lupercio nació en Guadalajara el 30 de diciembre de 1870. Estudió en su ciudad natal. Participó en el concurso de fotografía del periódico ilustrado Luz y sombras, de Nueva York, donde obtuvo un segundo premio en 1891. En el periódico ilustrado La fotografía de Madrid recibió un premio honorífico. Perteneció a la Sociedad Literaria de Manuel J. Othón y fue munícipe en la ciudad de Guadalajara en 1910. Ingresó al museo desde 1917. Falleció el 2 de mayo de 1930; para entonces cubría el puesto de moldeador. INAH, fondo AHI, serie: CNRH/S. Personal, caja, 13, exp. 363, Cr. 1917-1930.

[30] Memorándum sobre la recuperación de la Imprenta del Museo Nacional por el INAH. AHDI, vol. 17, exp. 11, 1939.