Patricia Massé, Fotografía e historia nacional. Los gobernantes de México 1821-1884, México, INAH, 2017, 290 pp.

Dimensión Antropológica
Año 27, vol. 78, México,
enero-abril, 2020, pp. 181-184.
ISSN 1405-776X

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Reseña

Patricia Massé, Fotografía e historia nacional.
Los gobernantes de México 1821-1884
, México, INAH, 2017, 290 pp.

Rebeca Monroy Nasr
Dirección de Estudios Históricos, INAH.


El complejo, contradictorio y significativo siglo XIX mexicano tuvo imágenes de sus gobernantes. Complejo, por los vaivenes políticos que tanto marcaron sus tiempos e identidades. La aparente división entre liberales y conservadores nos llevó a configurar un panorama poco común en la historia del país, aunque fue frecuente en Latinoamérica, donde se padeció de lo mismo una vez independizada de los españoles. Hoy no quieren que se señale ese periodo como coloniaje, pero sí lo fue; quieren que se hable de virreinato, pero en la vida cotidiana fuimos colonizados por siglos, con las secuelas que significó eludir un pasado prehispánico y entronizar un presente hispánico. Después, con el interés de recuperar una identidad, un mestizaje, un presente más claro, se fue haciendo más y más contradictorio y complejo este país. Por ello, estudiarlo no es cosa fácil, vivirlo tampoco debió serlo.

Ese vaivén político que se vivió posterior a la Independencia fue captado por la litografía, el grabado, la pintura, el dibujo y la fotografía, con los retratos de sus gobernantes en diversos momentos de sus gestiones. La comprensión y visualización de ellos es un elemento significativo para lo que ahora somos, ya que se muestra que desde el siglo XIX pusimos en juego esa visualidad de manera más clara con el retrato fotográfico, el cual ya no fue exclusivo de los aristócratas y la pintura, como bien lo señala Gisèle Freund en su ya clásico libro. Esto facilitó que las clases alta, media, y luego la de menos recursos, tuvieran acceso a los retratos de identidad. Entre ellos, los gobernantes hicieron su apuesta icónica, pues la difusión de cierto tipo de imagen realzaba su presencia en la esfera política, social y también ante el pueblo, por lo cual pusieron sus empeños en obtener una fotografía de su "mismidad", en un país con un índice sumamente alto de analfabetismo en el siglo XIX y principios del XX. Mientras, empezaban a circular imágenes capturadas en grabados al hueco, al buril, al azúcar, o bien, las famosas litografías que introdujo Claudio Linati al país, las cuales tuvieron un éxito rotundo en ese antepasado siglo.

Por ello, el siglo XIX improntó con los grabados, litografías y xilografía, pero la fotografía vino a hacer masivo el uso de la imagen, ya que permitió su conocimiento y difusión inmediata, preciso, gracias a su ojo mecánico, justo producto de su época evocativa, productiva y reproductiva de las mercancías que empezaban a circular.

Los retratos de los gobernantes del siglo XIX se convirtieron, con el tiempo, en una forma de conocer y reconocer a la Galería de personas que han ejercido el mandato supremo de México con título legal o por medio de la usurpación, aunado a su circulación como meras mercancías. Las tarjetas de visita fueron el furor de la década de 1860 en adelante, y la compañía más famosa de esos años finiseculares fue la de Luis Cruces y Antíoco Campa.

Tal como lo documentó Patricia Massé desde aquella su primigenia "solo" publicación en 1998, producto de su tesis de maestría al lado del doctor Aurelio de los Reyes, descubrió ella a un par de fotógrafos que laboraban incansablemente desde su estudio; mostró sus identidades, aprendimos que eran dos, cuando pensábamos que era un solo "Cruces y Campa". Así, los encontró en la Academia de San Carlos, los colocó en su estudio a un lado de la Catedral Metropolitana, los mostró cambiando las ropas de los indígenas para hacer sus retratos de indios "bonitos", que sí lo eran. Nos enseñó que un jefe kikapoo fue a retratarse cuando vino a ver a Maximiliano bajo su imperio. Todo ello lo hizo con la gran minuciosidad que la caracteriza, con documentos de primera mano, con fuentes impecables, con un sabor a historia de las mentalidades, como cuando analiza el retrato de la esposa de Miramón, doña Concha, y el retrato que se hizo con aquellos fotógrafos de estudio tan famosos. Todo ello que incluyó la separación de los socios y la presencia de Campa como profesor de Estampa y grabado en la Academia de San Carlos, quedando Luis Cruces solo al frente de su estudio fotográfico. Cierto es que la historiadora se alejó un poco de sus personajes para trabajar a Juan Antonio Azurmendi, un fotógrafo "aficionado" con un gran equipo profesional, que mostró sus virtudes masonas en la arquitectura de su hogar, pero Patricia Massé, en su trabajo doctoral, nos mostró un aspecto distinto de la fotografía decimonónica. Y luego de dos décadas, ahora en un festín fotográfico nos muestra este cúmulo de retratos de la Galería de gobernantes, "en una sucesión cronológica que cubrió poco más de medio siglo" (p. 31), como ella señala.

Una galería que trabajaron los fotógrafos como una oferta visual según documentó la autora, pero además que le dieron rostros a la política del momento, de esos gobernantes del "diecinueve", que para muchos pobladores han de haber sido un mero nombre. Al ver el rostro de Iturbide, que proviene no de una foto sino de un fisionotrazo, o bien, de un Santa Anna, aquel conservador-liberal. O del republicano Benito Juárez, ese indígena que llegó a presidente en una época de gran desprecio a las etnias nativas —aun ahora—. Todo ello, junto a 50 gobernantes más, debió constituir una novedad de la época, para propios y ajenos. Y lo es ahora, con mayor vigor, por ser parte de un proyecto cívico, como señala la investigadora en su texto. Los gobernantes sabían de la importancia de su imagen. Lo supo Maximiliano, quien mandó distribuir sus retratos antes de llegar al país, creyendo que era proclamado popularmente y para que los mexicanos supieran quién era y cómo se veía, como lo ha estudiado Arturo Aguilar.

Es Patricia Massé una de las más dedicadas estudiosas de la fotografía de esa época, especializada en Cruces y Campa, haciendo casi obligado que rescatara ella esta serie de tomas de gobernantes. Impresionante toda por el contenido, ya que no mostraba una exclusión particular de ninguno de ellos, sin marcas de liberales o conservadores; eso sí, sin extranjeros, recreada desde 1821 hasta 1884, y luego vuelta a editar ya sólo por Cruces, quien añadió algunos personajes más. La cronología per se de los gobernantes de México es compleja por la inestabilidad política del país durante los primeros 56 años de vida independiente, y durante la segunda década y parte de la tercera del siglo XX. Más aún si tiene como finalidad un proyecto visual.

La historia nacional oficial: este trabajo se convierte en una especie de libro fotográfico de texto, que permite conocer a cada gobernante, con un referente que añadieron los mismos fotógrafos en el dorso de la tarjeta de visita —que al parecer fue producto del conocimiento y memoria de Basilio Pérez Gallardo—, a modo de un ingrediente testimonial. Desde el primero de ellos, que es don Agustín de Iturbide y Aramburu, hasta el último, que será Porfirio Díaz. Sea como fuere, éstos son el antecedente perfecto de las "estampitas" que se adquieren en la papelería desde antes de la llegada de la era digital. Era la manera de conocer o darnos cuenta de cómo era el rostro del personaje, las ropas, los condecorados, el bastón de mando, las medallas, los gestos adustos, la pose de pie, sentados o recargados, con libros en caso de ser abogados, con plumillas como los escritores, con blasones, con la banda presidencial. En ese caso, el mero rostro frente a la cámara habla mucho del personaje, pues aquél posaba y vivía los instantes que requería la realización de la carte-de-visite o tarjeta de visita. Hubo otros antecedentes visuales en la época que se crearon con fotocomposiciones, que retomaron los elementos creados por la sociedad de Cruces y Campa, que al parecer realizó Joaquín Polo, probablemente hermano de Miguel Polo, fotógrafo de fines del siglo XIX.

Otro fotomosaico que circuló por 1910, según documenta la autora, y que parece concretar al anhelo de la Patria, coloca en el centro de la composición a don Miguel Hidalgo, rodeado de los personajes que forjaron la Independencia nacional y de los presidentes hasta el año de 1910, donde aparecen tanto Benito Juárez, como eje rector, y Porfirio Díaz, como colofón. También retomados de litografías o grabados anteriores a 1840 —pues aún no se descubría la fotografía—, aunado a los retratos fotográficos de Campa y Cruces. Hay que subrayar que la evocación de Miguel Hidalgo era una modalidad de la época, heredera de las presencias litúrgicas y religiosas, esos hombres liberales que sustituyeron a las deidades monoteístas. Algo que podría analizar a profundidad la autora, con sus presencias político-emblemáticas, una tarea que le dejo para que la trabaje como suele hacerlo ella, desde la historia de la visualidad.

Fotógrafos-editores que pensaron en dejar un testimonio histórico, lo que ahora elegantemente llamamos "metadatos", que no son más que información puesta en el reverso o anverso de la foto, con lo que se busca dar a conocer la historia y reconstruirla. Para comparar, me permito citar el metadato que acompaña la tarjeta de vista de Santanna, en la que se aprecia a un hombre maduro de rostro adusto, aunque no viejo, sí encanecido, con medallas al pecho y uniforme militar, que mira a lontananza en un retrato oval. En el dorso se lee:

19.Gral. D. Antonio López de Santa Anna. Primera época. De 16 de mayo a 3 de julio de 1833. De 18 de junio a 5 de julio. De 27 de octubre a 15 de diciembre. Y de 24 de abril de 1834 a 28 de enero de 1835. Segunda época. De 20 de marzo a 10 de julio de 1839. Tercera época. De octubre 10 de 1841 a octubre 26 de 1842. De marzo 4 a octubre 4 de 1843. De junio 4 a septiembre 12 de 1844. Cuarta época. De 21 de marzo a 2 de abril de 1847. De 20 de mayo a 16 de septiembre del mismo. Quinta época. De 20 de abril de 1853 a 12 de agosto de 1855.

Por su parte, en la estampa de Benito Juárez se escribió:

42. Lic. Don Benito Juárez. Como presidente de la Suprema Corte establece el gobierno en Guanajuato el 18 de enero de 58. Allí permanece hasta que regresa a México donde hace su entrada el 11 de enero de 61; el 31 de mayo de 63 sale rumbo al interior por la aproximación del ejército francés. De S. Luis se dirigió a Saltillo y otras poblaciones hasta Paso del Norte regresando por Zacatecas a fines de 66, y llegando a México en [sic] 15 de julio de 67. En virtud de otras dos reelecciones permanece en el poder hasta la noche del 18 de julio de 72 que muere casi repentinamente.

Y, por último, podemos saciar la necesidad de representación de los jefes, héroes y caudillos conservadores y liberales decimonónicos, algunos que dirigieron la vida nacional por días o aquel que cierra el episodio fotográfico, que apenas bocetaba sus negras intenciones de estacionarse en el puesto por 30 años o más, que a la letra dice en el anverso:

2. General Don Porfirio Díaz. Ocupó la capital el 21 de junio de 67 y como general en jefe del ejército republicano tuvo el mando hasta el 15 de julio en que llegó a Ciudad Juárez. Después del triunfo de Tuxtepec en 76 (El 28 de noviembre) se encargó del Poder Ejecutivo hasta el 1º de diciembre del propio año en que fue electo presidente desempeñando este puesto hasta el 30 de noviembre de 80. En [sic] 1 de noviembre de 84 tomo nuevamente posesión de la presidencia de la República cuyo cargo desempeña actualmente.

La Galería de los retratos, creada en 1874 y que 10 años más tarde la recreó solo Antíoco Cruces, pues Luis Campa llevaba seis años de haberse retirado de la fotografía, según las indagaciones de la misma autora, que para ese momento llamó Colección de 53 gobernantes de México o presidentes de la República Mexicana, tiene una parte sustancial resuelta, y una más por definir: el juego visual y político de la época señala sus ritmos propios y sus controversias y vaivenes políticos, religiosos, moderados, jacobinos y contradictorios. En los textos se refleja así. Esta última estampa pareciera predecir el futuro de una nación para los siguientes 26 años, hasta 1910, cuando concluyó la presencia de Díaz en la presidencia.

Así observamos la recuperación propuesta por Patricia Massé, que nos habla de uno de los usos sociales del que apenas nos percatamos, es decir, de la propaganda clara o encubierta de un Estado-nación, con una formación muy compleja y demandante, con intereses ocultos ahora muy evidentes. De sus barbaridades, ascensos, detrimentos y avances, entre momentos de despegue de la Iglesia católica y sus mórbidos intereses, que desplegaron sus alas cuando Juárez desamortizó sus bienes, o con la Ley Lerdo, o con los vaivenes de gobernantes posteriores, aunados a un Imperio que llegó allende del mar pleno de esperanzas y engaños, que acabaron en un paredón en Querétaro, así como a una República restaurada y a la búsqueda de integrar su mismidad. Eran los intereses de los criollos, o de los mestizos, o de los indígenas blanquecinos; no era cosa menor. Pero todo ello se fue construyendo en el día a día para generar una "identidad" que, como dice Fausto Ramírez, se construía y se construye todos los días. El análisis del siglo XIX no tiene desperdicio alguno, más aún al seguirlo a partir de imágenes, de retratos de gabinete, que tenían intenciones de llegar a la posteridad y hacer propaganda, de memoria y conservación de un coleccionismo incipiente, de la albumanía de la época, lo que reconstruye uno de los pedazos de esa historia con todos sus vaivenes. Es lo que necesitamos hoy más que nunca, pues estamos obligados a recordar, porque seguimos segmentados y reflejados en esa República que aún pelea sus límites y sus propuestas. Ahí, desde este horizonte del presente, es de donde debemos asomarnos para dimensionar el pasado y convertirlo en un futuro mejor.

Esta historiadora del arte, especialista en fotografía, mira la fotohistoria desde el andamio de la historia de las mentalidades, en conjunto con un vestigio de la evolución política. Gracias a esta investigadora recuperamos la memoria de dos fotógrafos que iniciaron una galería de gobernantes que abarca más de seis décadas de historia, la cual nos provee de una mirada novísima a nuestro pasado, ya de por sí inusual, y ahora muy lejano para los jóvenes, pero los interesados podrán avecinarse a esa ventana y mirar, observar o simplemente ver, gracias a la mirada profunda, aguda y documentada de Patricia Massé.