LAS FOTOGRAFÍAS DE UNA FAMILIA DE CIRCO

Dimensión Antropológica
Año 28, vol. 81, México,
enero-abril, 2021, pp. 193-214.
ISSN 1405-776X

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Cristal Bruñido
Fotografía histórica

LAS FOTOGRAFÍAS DE UNA FAMILIA DE CIRCO

Andrés Reséndiz Rodea[*]
Centro Nacional de Investigación, Documentación
e Información de Artes Plásticas, INBAL.


La historia del circo mexicano, a principios del siglo XX, está unida a las memorias de las familias que les dieron origen. Los personajes que se desenvuelven en este medio no sólo asumieron su impulso por sorprender la mirada de los demás con actos prodigiosos, sino también el de aventurarse en empresas riesgosas, física y financieramente, para dar cauce y motivo a sus vidas. Un acto, una vez que ha sido visto, empieza a perder atractivo; para captar de nuevo al público tienen que renovarse o emigrar en busca de nuevos espectadores. Desde el siglo XIX, legendarios circos se iniciaron en la trashumancia y la aventura, para dar a conocer sus ejercicios y buscar el sustento. Entre más éxito adquiría el circo, crecía su volumen y era más difícil su traslado a nuevos lugares, teniendo que apoyarse en los nuevos medios de transporte: ferrocarril, camiones y embarcaciones diversas.

    Las relaciones de estos individuos con sus familias, con su comunidad errante (compañeros de actos, auxiliares, administradores, etc.) y con los habitantes de las localidades visitadas, formaron un entramado de relaciones afectivas, financieras, culturales y sociales. Así, incluso en competencia, se establecen relaciones entre un circo y otro, pues sus miembros frecuentemente se prestaron o intercambiaron para renovarse; hasta los recursos materiales y económicos se llegaron a compartir. La historia del circo, como trabajo y cultura, tiene que ver con las relaciones internas de familias, empresas y pueblos. Hacen falta muchas investigaciones sobre el tema. Aquí se aborda la historia de una familia circense de raíces cubanas. Constituida fundamentalmente por los hermanos José, Joaquín, Vicenta y Ana María Manzanero Moreno. Esta última, la mayor, contrajo nupcias con Adolfo García Medina, quien también participó intensamente en la andanza familiar. Esta familia desempeñó un papel interesante en el impulso de las actividades circenses en nuestro país, pero como varias otras del medio, no ha sido valorada por la falta de organización y acceso de sus testimonios.

    La fuente más importante que me permitió escribir el presente texto fue el testimonio fotográfico familiar que reunió y guardó Ana. Aunque este archivo se encuentra incompleto por eventualidades que comentaremos al final, tuve la fortuna de conocerlo en los años setenta del siglo pasado, para cuando Ana ya era viuda y vivía con su hijo y hermano.

    En las fotografías más antiguas que conservó Ana, la familia ya aparece practicando ejercicios acrobáticos y actividades de entretenimiento en su natal Cuba, por la primera década del siglo XX. En la imagen aparecen reunidos bajo el toldo de una carpa, con algunos otros personajes que portan atuendo y maquillaje; entre ellos se advierte la presencia de músicos, lo cual evidencia que ya formaban una pequeña compañía desde entonces (imagen 1).

    En la fotografía descrita, entre los personajes de la línea del fondo, aparece uno con bigote, camisa abotonada hasta el cuello, chaqueta y sombrero oscuros; es Joaquín Manzanero, patriarca de la familia (quien probablemente se quedó en Cuba pues no vuelve a aparecer en las fotografías que se tienen del clan en México). Cerca del poste de madera, con vestido estampado y grandes moños blancos a los lados de su cabeza, se halla sentada su hija Ana María. En primera fila vemos al hijo Joaquín, sentado en el pasto, peinado de raya en medio, con camisa blanca y corbata negra.

    De esa época existe otra fotografía familiar (imagen 2). El escenario es el campo y una carreta. Es una escena de convivio pues algunos sostienen platos, vasos o botellas. Aparece un músico acompañado de una trompeta y un bongó. La presencia de este protagonista da idea del ambiente de música tropical que años después retomará la familia con el Circo Royal, para implementar la amenidad de sus actos y descansos en su espectáculo, pues en las promociones se menciona a unos "negritos rumberos", denotando una herencia cultural. Ahora resulta inimaginable que armonías así se utilizaran para este espectáculo, pero las películas de los años cuarenta nos dan una idea de su transcendencia en nuestra cultura (imágenes 1 y 2).

    En la misma foto, al centro del grupo aparece sentado el padre Joaquín, de corbata y sombrero oscuros, quien con una mano sostiene a una niña de pelo corto que empuña un sombrero; es su hija Vicenta. A su lado se encuentra su otra hermosa hija, Ana María, de pelo largo con un conjunto de falda y chaqueta de pequeños cuadros. En primera fila también está Joaquín, el hijo, con gorra negra, y su hermano José (el cual aparece en pocas ocasiones), portando chaqueta blanca y mirando el sombrero de palma que sostiene entre sus dedos. Esta foto muestra a los cuatro hermanos reunidos con su padre, además de varios personajes más. Las dos fotografías descritas no tienen fecha, pero por ser escenas en Cuba, debieron ser tomadas cerca de 1910, antes del arribo de los hermanos a México.

    En una fotografía tomada después de las anteriores (imagen 3) se exhiben, alineados, a cinco personas con vestimenta elegante, con lo cual se evidencia que arribaron a nuestro país con más familia que los hermanos ya referidos. El primero, de izquierda a derecha, y el más bajo de estatura, es el ya mencionado Joaquín, le sigue Carlos Suárez Manzanero y María Suárez Manzanero (ambos primos y derivados de la rama familiar, los cuales también se convirtieron en connotados actores circenses), después Ana María y al final aparece Adolfo García Medina.

    Ana María desarrolló su especialidad, equilibrio sobre una esfera (imagen 4). El acto lo fue ejecutando cada vez más atrevido, hasta alcanzar a deslizarse sobre una tabla que se balanceaba en un sube y baja. Son varias las fotografías que conserva con esta Postura. La más antigua fue capturada en la Habana, algunos años antes del 24 de marzo de 1926, cuando alguien se la reenvía de allá al enterase que era la única copia existente. En esas tomas era común ver a su hermano Joaquín vestido de payasito amenizando su acto. Ana, Joaquín y Adolfo García trabajaron continuamente para otros circos, desde el Beas hasta el Atayde, pero al final dedicaron la energía de sus últimos años al último mencionado (imágenes 3 y 4).

    Joaquín, aparte de acompañar como animador gracioso a los actos de su hermana y de algunos artistas más, también desarrolló el equilibrio. Su acto guarda estrecha semejanza con el de su cuñado Miguel Robledillo, que consiste en caminar en un alambre flojo, pero sobre una escalera. Éste era un acto que ensayaba Joaquín desde pequeño en Cuba, quien en una foto aparece ensayándolo en un patio, como a la edad de 6 u 8 años, ante la supervisión de su padre (imágenes 5 y 6).

Algunos circos contenidos

En la serie fotográfica aparecen algunas tomas más de los circos con los cuales trabajaron nuestros protagonistas. En primer lugar vemos una donde se observan los "Restos de lo que fue el Circo Beas y Modelo" (imagen 7), en la que aparece, en medio de un solar, una carpa sin su cubierta. En el reverso se lee la inscripción: "Clementina, todos los días entrégale dos pesos al reparador y compra tela amarilla y hagan el anuncio del Águila del tamaño de los elefantes para que lo saquen los elefantes al paseo/ Francisco Beas". La imagen no registra fecha, pero un siniestro mencionado con frecuencia en la historia de este circo fue el ocurrido el 26 de noviembre de 1930, cuando un descarrilamiento ferroviario (a 20 km de Irapuato) provocó el estallido de una carga de gasolina que también portaba el convoy, provocando la destrucción de 10 vagones del circo y la muerte de 28 de sus integrantes. La fatalidad se ha atribuido a que las autoridades indebidamente decidieron agregar tal cargamento, pero es curioso que en esta fotografía asome una manta con la leyenda "Gasolina Águila" y en la nota al reverso se pida crear otras mantas con leyenda parecida (imagen 7).

    En sus inicios, el empresario Beas combinó con frecuencia su espectáculo con el cine. Tal asociación fue muy común en esta época, ya que permitía atraer al público. En una referencia periodística (recorte hemerográfico en el archivo de la familia) se señala que, en Piedras Negras, Francisco Beas fue el primer empresario del circo en dar a conocer, ahí, el cinematógrafo. De este circo se cuenta que su fundador, que era de profesión herrero, al observar un volantín se le ocurrió construir uno igual como negocio de esparcimiento por los pueblos, con lo cual inició su vida andante. Desde entonces, su circo se complementó con aparatos similares. El Circo Beas está considerado como el mejor y más grande de México en las primeras décadas del siglo XX. Además del uso eficiente del ferrocarril para llevar su circo, incorporó a un zoológico para hacer más atractivo su espectáculo. Se dice que fue Francisco Villa fue quien le donó 26 vagones[1] y, a cambio, Beas le ayudaba con alimentos y diversión para su tropa.

    Después de trabajar por el norte del país, en 1923, el Beas Modelo hace su primera presentación en la Ciudad de México. Por 1928-1929 ya trabajaban en este circo Anita y Joaquín Manzanero.[2] Adolfo García frecuentemente aparece mencionado en los recortes hemerográficos que se encuentran junto a estas fotografías, dando entrevistas de promoción previa a la llegada del circo a las localidades.

    Una foto que apareció en el acervo de la familia fue la de un vagón de ferrocarril, con el rotulo "Santos y Artigas" (imagen 8). Este circo fue uno de los más famosos de Cuba, dio funciones durante la primera mitad del siglo XX. Por sus ventanas se asoma Joaquín Manzanero (el hijo, pues ya he mencionado que el padre no acompañó a sus vástagos en su incursión a México), en seguida de él brotan los rostros de Francioli y Vicenta Manzanero;[3] ella fue equilibrista en el trapecio, en 1906 fue esposa del alambrista Miguel Robledillo (quien trabajó mucho en Europa, México y Estados Unidos), con quién procreo seis hijos. Al morir Robledillo, Vicenta contrajo segundas nupcias con Francisco Vázquez Francioli, un estupendo ventrílocuo (imagen 8).[4]

    Si bien Adolfo García fue representante de varios circos (como el Atayde, el Beas y Modelo Unidos, el Circo Rojo y el cine de los cubanos Santos y Artigas), intentó establecer su propia empresa circense a la que llamó Teatro Royal, con la participación estelar de muchos de sus familiares.

    Se conservan algunas fotos donde se puede apreciar la imagen exterior de este circo. En una de ellas (imagen 9), con su fachada al lado de la avenida de alguna ciudad, en un momento solitario del mediodía, aparecen en su acceso Vicenta y Miguel Robledillo. En otra toma (imagen 10), justo a la entrada de la carpa, un domador promueve el espectáculo con un elefante, mientras ellos son observados por un grupo de personas entre los que destaca el dueño del circo. También hay otras fotos donde aparece una gran cantidad de público infantil y juvenil que se despliega en el entorno (imágenes 9, 10 y 11).

    Además de las fotografías, Anita conservó una libreta con algunos recortes periodísticos, en uno de los cuales se alude a las visitas del Royal a Santa Rosa, Veracruz; es 1931. En un fragmento de la nota hemerográfica se entrevista al dueño de este circo, Adolfo García, en la que refiere que se inició en la Habana con Manuel de la Presa y el Teatro Payret, y que llegó a México aproximadamente en 1918. Los recortes también cuentan de las visitas a Orizaba, Guaymas, Sinaloa, Nayarit y Hermosillo. En la misma libreta aparecen anotados algunos nombres de otros lugares visitados, con un registro de los ingresos y egresos, lo cual probablemente refiere las cuentas de este circo; desde Guadalajara a Guaymas y de enero a mayo de 1933.

    La imagen de un circo más tardío, de las últimas fotografías recopiladas en el tiempo por Anita, lo constituye el Circo Teatro Yucateco, a la cual se le agregó una dedicatoria fechada el 13 de enero de 1950 (imagen 12). Se aprecia su interior con una función llena; se contempla el acto de una triangulación humana sobre hombros, ejecutada por ocho mimos o graciosos, entre quienes se identifica a Joaquín, pendiendo, en la perspectiva de la línea del poste de iluminación. Quizá fueron las últimas participaciones de equilibrio de "Joaco", como entonces se le conocía. Posteriores placas fotográficas lo muestran aun trabajando, pero ya sólo como cómico, aprovechando su muy corta estatura, al lado de personajes similares en el Atayde. En alguna otra impresión se retratará con Blue Demon, con beisbolistas y diversas figuras del espectáculo.

    En otra imagen del acervo fotográfico aparece la carpa "Patri" del Circo Atayde (construcción a cargo de Manuel Atayde, según la nota de dedicación inscrita por Patricia Atayde); capturada desde la amplitud de su interior con su graderío, aparece la toma con fecha de junio de 1922 (imagen 13).

    Anita mantuvo una relación muy cercana con los Hermanos Atayde, en especial con Patricia, con quien intercambia correspondencia y fotos dedicadas. En una de las fotografías más antiguas que conservó en este archivo aparecen los tres hermanos, vestidos sobriamente de blanco y negro. La toma se realizó en el estudio de algún taller fotográfico con la inscripción "El Oro, 27 de diciembre de 1917" (imagen 14). En otra fotografía del mismo estudio, pero del 1 de enero de 1918, se ve a Patricia equilibrando sobre sí, cabeza con cabeza, a uno de sus hermanos (imagen 15). En una postal sin fecha, pero seguramente cercana a las anteriores, se muestra a cinco mujeres vestidas de acompañantes de baile para los actos (imagen 16), y entre la inscripción al reverso se indica: "Anita, Patricia y sus compañeras de baile". Seguramente ahí estrecharon su amistad para después, por un tiempo, seguir cada cual su camino, pero manteniendo vínculos epistolares (imágenes 12, 13, 14, 15 y 16).

    Pero las fotos y la relación con los Atayde no se limitaron a Anita, sino que también se extendieron a su esposo. Existen fotos dedicadas por los Atayde a su " […] buen amigo y representante Adolfo García", una de ellas fechada en San Luis el 5 de abril de 1921.

La inclemencia sobre un archivo, memoria y olvido

El título del apartado apenas es una somera descripción de algunas de las fotografías que se conservan, ya que desgraciadamente muchas se perdieron debido a una fuerte tormenta que inundó el departamento de Anita, cuando ella ya tenía algunos años de fallecida. Se mojaron muchas cosas. Un gran baúl de recuerdos fue sacado al patio para hacer espacio y limpiar el interior del hogar. La mayor parte de las cosas estaban con olor a humedad y en descomposición. Había ropa de payaso, un maillot o tutú, y muchos papeles y fotografías enmohecidas. De la parte superior, aunque húmedas, logré salvar y estabilizar cerca de un centenar y medio, algunas de cuyas piezas ahora comento. Después de guardadas adecuadamente, se conservan bien a 35 años del incidente.

    Tuve acceso al acervo debido a que desde los 16 años soy amigo de Adolfo, el hijo de Anita Manzanero y Adolfo García. Mi amigo fue un joven muy popular en mi barrio, le gustaba andar en las casas de todos y pasar mucho tiempo en la calle. Y estoy seguro de que en nuestro círculo de amigos, era el que más conocía el rumbo y todo lo que acontecía en su interior (legado intangible del deambular por conocer, que tanto gustó a Walter Benjamin). Adolfo vivía con su mamá y tío Joaquín, que ya entonces eran mayores de edad. En su hogar me sentí aceptado e integrado, al igual que Adolfo con mi extensa familia.

    En aquellos días, aunque ya con algunas lagunas de memoria por la edad, las pláticas de Anita y anécdotas familiares me parecían encantadoras, aunque muy alejadas de mis escasos conocimientos e intereses juveniles. No sabía que algún día, como hoy, me interesaría mucho por su historia. No supe aprovechar debidamente sus relatos ni mucho menos tomar nota de detalles, sucesos y personas, que entonces me resultaban extrañas. Su mama y tío se hallaban ya jubilados, pues igual que sucede con los futbolistas o atletas, existe un periodo en el cuerpo para desempeñar con eficacia esos trabajos; el ciclo vital para el desempeño de lo maravilloso, de la vida circense, había concluido. Mi impresión era que su vida se había anclado en un pasado, que les gustaba exaltar y añorar en sus pláticas, lo cual me subyugaba, pero no alcanzaba a entender bien en su panorama y es hasta ahora cuando exploro ese universo por medio de sus archivos.

    Antes, el circo se enseñaba como tradición familiar, como los artesanos, de padres a hijos. En el caso de Anita, tuvo a su hijo a edad avanzada y ya retirada del ambiente. Con ello, el niño perdió la relación directa y los contactos estrechos para continuar por la trayectoria del circo. Eso ocurrió a pesar de que poseía aptitudes histriónicas y que siempre se mostró ameno y ágil en la conversación. Sólo en alguna ocasión, su actividad se acercó al mundo del espectáculo cuando era muy joven. Fue sin sueldo, sólo por gusto, cuando en un billar del barrio conocimos al "Capitán Araiza", quien acostumbraba a reclutar a jóvenes para participar en las foto-historietas que se realizaban sobre el luchador Huracán Ramírez (Araiza mismo desempeñaba el papel de un agente policiaco, patiño y compinche del luchador). Con ellos, diseñaba bandas ficticias que se oponían, en el guion, a las actividades justicieras del enmascarado azul. Adolfo llamó su atención para desempeñar un papel principal por su locuacidad y viveza. Con una boina francesa, semejante a la que usaba el Che Guevara (entonces una especie prototipo del fantasma del socialismo), representaba al jefe de la banda juvenil que asolaba la zona de la ciudad. Peleó con su banda, cuerpo a cuerpo, contra el mismísimo Huracán.

El valor estructural

Es importante señalar que esta serie fotográfica de la familia no conforma una colección. Una colección es cuando alguien recopila, de diversas procedencias, testimonios de aquí y de allá, para pasar a formar parte de otros documentos, tal como lo hace un coleccionista de timbres. Es un archivo, en cambio, que está constituido de una serie de testimonios que guardan estrecha relación entre sí y con la persona o entidad productora que las generó (una carta u objeto guarda vínculos estrechos con las fotografías que se tomaron a los protagonistas. Una fotografía es continuación de otras fotografías en el ciclo de la vida y actividades de sus personajes). Ellas hablan de la vida, de las actividades, de las relaciones con su dueño original; son más que testimonios: son huellas de su desempeño (o no desempeño), de su ciclo vital. Es una coherencia que refleja la vida de un sujeto o grupo social, y que otorga fuerza informativa estructural.

    Hoy, el acervo testimonial de los Manzanero-García se constituye en su mayoría por fotografías de tamaño postal, incluso hay algunas mini postales y otras del formato carta. Una vez, un compañero fotógrafo, al verlas, me dijo: "¡son copias, no son negativos!". Detrás de esas palabras sentí que había menosprecio por su contenido, quizá por mostrar una parte de la vida cotidiana de los personajes que también aparecían al bajar de un barco o sentados en torno a un cumpleaños familiar. Para mí, la importancia de esas fotografías va más allá de eso, porque son únicas, porque portan las huellas de una familia cuyos miembros participaron de lo maravilloso y del sorprendente ámbito circense.

Fuentes

Archivo fotográfico de la familia García Manzanero.

Julio Revolledo Cárdenas, La fabulosa historia del circo en México, México, Conaculta / Escenología, 2004, p. 355.


Citas

[*]Agradezco a la Dra. Marta Alfaro Cuevas por la revisión del texto.

[1]Julio Revolledo Cárdenas, La fabulosa historia del circo en México, México, Conaculta / Escenología, 2004, pp. 355.

[2]Ibidem, pp. 362-363.

[3]Lo cual supongo debido a que se les menciona en la dedicatoria del reverso.

[4]Vicenta falleció en 1953 según testimonio de uno de los recortes hemerográficos, los cuales conservó Anita sin anotar fecha ni el nombre del periódico.