Rodolfo Ramírez Rodríguez, La querella por el pulque. Auge y ocaso de una industria mexicana, 1890-1930, México, El Colegio de Michoacán, 2018, 507 pp.

Dimensión Antropológica
Año 28, vol. 82, México,
mayo-agosto, 2021, pp. 205-208.
ISSN 1405-776X

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Reseña

Rodolfo Ramírez Rodríguez,
La querella por el pulque. Auge y ocaso de una industria mexicana, 1890-1930,
México, El Colegio de Michoacán, 2018, 507 pp.

Haydeé López Hernández
Dirección de Estudios Históricos, INAH.


La querella por el pulque… es un texto rico y erudito que aborda el “auge y el ocaso de una industria mexicana”, tal como lo refiere el subtítulo, pero que ofrece algo más que un simple recorrido a través de una historia que se proyecta de forma lineal y descendente hacia el ocaso. Al terminar su lectura, recordé El viaje del elefante, de José Saramago, esa historia en la que desde la primera página el lector queda advertido de que atestiguará el viaje inconcluso del elefante que morirá en el camino, pero que a lo largo de sus páginas evidencia que lo interesante de la historia no era saber con antelación el destino funesto del animal, sino recorrer, junto con “el coro de hombres y mujeres que entran y salen” caminos que se retuercen hasta que la muerte llega.

   Algo similar ocurre con la obra de Rodolfo Ramírez. Su trabajo está basado en una minuciosa y detallada investigación que abarca tanto el panorama historiográfico de la región y la temática, como las principales perspectivas teóricas con las cuales se ha observado. Lejos de ser una mera descripción de un evento histórico, Ramírez complementa la historiografía, la cuestiona y algunas veces la confronta con otras fuentes documentales (provenientes tanto de acervos nacionales como locales), así como con una mirada ambiciosa que intenta reconstruir, desde diversos ángulos, preguntas que se consideraban ya zanjadas, para construir nuevas posibilidades de respuestas.

   Así, en este trabajo publicado por El Colegio de Michoacán, el lector encontrará cuatro sendos capítulos (de aproximadamente 100 páginas cada uno) ampliamente documentados en fuentes de archivo y bibliográficas, y que integran una variada documentación gráfica —fotografías de la época, cuadros y mapas—. El trabajo, además, se complementa con un anexo documental igualmente extenso, así como con índices analítico, onomástico y toponímico. La narrativa de cada uno de los capítulos, entonces, provee al lector interesado de un corpus documental sumamente amplio, mientras lo guía a través del cenit de la industria pulquera (1890-1913), su ocaso (1913-1921) y su crisis (1921-1931) provocada por el embate de nuevas legislaciones y del reparto agrario, y las campañas higienistas y antialcohólicas, entre otros factores. La narración cronológica, por otra parte, transita entre dos escenarios en una estrecha interrelación y dependencia mutua: el centro político y nacional de la Ciudad de México, que es a la vez —para esta historia—el principal centro de venta y consumo de la bebida; y la localidad de los Llanos de Apan, con sus haciendas, empresarios y tinacales.

   Rodolfo Ramírez muestra así, en poco más de 500 páginas, cómo la producción y comercialización de una bebida que gozaba de un amplio, generalizado y exitoso consumo entre la población urbana y rural de los últimos años del XIX, se convierte en el eje de uno de los monopolios más fuertes de la primera década de la centuria siguiente y cómo, tras los movimientos armados de la Revolución Mexicana, se colapsa como empresa viable, dejando el paso al consumo de la cristalina cerveza. Al tiempo, el pulque transitará hacia el descrédito cada vez más amplio, promovido por autoridades, científicos y medios de comunicación, bajo el estigma de ser una bebida antihigiénica que incita la criminalidad “propia” de las clases bajas del pueblo. El marco temporal y temático también presenta los proyectos y anhelos del país en su ingreso a la industrialización y la modernidad decimonona, así como su crisis social, económica y política a la vuelta del siglo.

   Pero La querella por el pulque… no detalla sólo los aspectos comerciales y económicos de la empresa de esta bebida, sino que indaga en los resquicios de la época para encontrar, entrecruzados con aquel proceso, la confluencia de los empresarios con los políticos del régimen porfirista y sus desencuentros con los posrevolucionarios; los ideales urbanos, cosmopolitas y de progreso de las élites, así como sus temores frente a lo popular, su bullicio, fritangas y borracheras; las preguntas de los científicos y sus tentativas para desmenuzar la bebida blanca y, de paso, el cuerpo de quien la consume, encontrando causas y efectos en una y en otro y, sobre todo, tratando de controlar sus transformaciones; también las innovaciones tecnológicas para provocar la metamorfosis necesaria de una práctica centenaria en plena era de la industrialización y la higiene, y cambiar el acocote por una bomba mecanizada, los cueros de res por tinas higiénicas y la piedra por una tapa industrializada, para traducir el saber secreto del tinajero en una fórmula química profana; y las campañas de la prensa, las amarillistas que amenazaban a los bebedores del pulque con una muerte segura o cuando menos con la locura y la criminalidad, y además aquellas que le prometen curar el hígado, los riñones y, quizá, hasta el espíritu; las estrategias mercadotécnicas de los empresarios, las de los pulqueros y también las de los cerveceros, y sus quimeras e ilusiones que pretendían atrapar los sentidos del público para hipnotizarlos, engañarlos y convertirlos en sedientos compradores garantizándoles que no se volverían alcohólicos; y las transformaciones y el crecimiento del ferrocarril y la urbe como metáfora del progreso económico, y luego su destrucción como una estrategia de la guerra; y de las fluctuaciones del mercado, de los precios, de la demanda y la oferta, de la producción, así como de las precipitaciones pluviales y del frío y el calor, y con ello, de las enfermedades y las epidemias; y de las campañas militares, de zapatistas, y también de obregonistas y villistas, con sus avanzadas y retrocesos, sus idearios y tropelías; de la corrupción, y de edictos, reglamentos y sesiones de Congreso; de las miserables condiciones de los peones en la estructura casi familiar de las haciendas, y también de las perversiones de la repartición ejidal; de las campañas higiénicas y de los índices de criminalidad en la Ciudad de México, y así, de otras varias aristas más.

   Ésa es la riqueza que ofrece esta narración extensa, accesible y amena: historias que se entrecruzan, múltiples escenarios llenos de hombres y unas cuantas mujeres que entran y salen de las haciendas, tinacales y pulquerías, y que permiten al lector encontrar numerosos puntos de anclaje para entrelazar sus inquietudes personales con las del autor, y generar un diálogo constante con el texto. Y ésta, me parece es la mayor virtud del trabajo.

   En mi caso, como aprendiz de brujo que soy en los entresijos de la historia de las disciplinas antropológicas, me entusiasmó encontrar entre sus páginas a los científicos (los de oficio y no los tan mentados, actualmente, miembros de la camarilla porfirista) y sus investigaciones sobre el pulque, sobre todo, en medio de sus diálogos con los políticos y los empresarios del momento, preocupados por la composición química de la bebida, pero también por las consecuencias de su uso en la población, ya fuera frente a la amenaza del crecimiento urbano y los índices de criminalidad, o bien, en medio de los destrozos de la guerra. Y también sobre las innovaciones tecnológicas que pretendían mejorar los conocimientos ancestrales para insertarlos en la era de la industrialización, de la higiene, la asepsia y la modernidad, pero sin conocer ni adentrarse en las localidades para comprender mejor sus posibles resistencias frente al cambio.

   Esos sujetos científicos y políticos, a la vez, que habitan la nación y su ideología, al tiempo que construyen un conocimiento universal en un diálogo directo con sus pares extranjeros, y sin ser los personajes principales, aparecen a lo largo de La querella del pulque…, y dan sentido a varios puntos del auge y del ocaso, mientras trabajan por la consolidación de la medicina higiénica, y también en sus constantes reformulaciones sobre el ciudadano —entendido como un cuerpo sano (individual y colectivo)—, y en sus preocupaciones por comprender cómo y por qué un sujeto se puede perder en la locura y la criminalidad, y cuáles deben ser los mecanismos del Estado para evitarlo, aún en contra de la opinión de la sociedad. Inquietudes todas presentes en el cambio de siglo, ya sea en la élite porfirista o en la revolucionaria, porque ambas cuentan con más coincidencias que divergencias, sobre todo en su desprecio común frente al pueblo, y su supuesto atraso atávico y pobreza. La ciencia y la técnica entonces se develan más allá de sus conjeturas epistémicas, y se adivinan políticas e ideológicas y, a la vez, científicas, llenas de fracasos al igual que de éxitos, habitando un espacio complejo y entrecruzado por múltiples intereses y varios sinsentidos.

   Y más allá de los avatares de la ciencia, lo que me atrajo más del texto fue observar y comprender la transformación de una región y su población, que transitó del auge porfirista (quizá heredado del periodo novohispano) a la crisis económica tras los movimientos armados de la Revolución, legándonos no sólo una imagen prejuiciada del pulque, sino también —me parece— de la región y de sus habitantes. Desde las aristas que ofrece La querella por el pulque… es posible observar, de nueva cuenta y desde una plataforma distinta, aquellas imágenes que nos legaron las primeras décadas del siglo en las que la figura del otomí se encuentra mimetizada con el prejuicio de la pobreza, y la embriaguez, la degeneración y la estupidez provocada por el neutle. En este sentido, La querella por el pulque… no sólo es un libro sobre la industria pulquera, sino una ventana que se abre para observar el cambio de siglo en el Altiplano de ese país cosmopolita que se mira desde los ojos del extranjero para “descubrir” su propio exotismo —como lo describiera Tenorio Trillo en Hablo de la ciudad—, pero desde los ángulos que ofrece la pulquería, los figones, la hacienda, el laboratorio, el monopolio industrial, los vagones del ferrocarril y, por supuesto, desde los magueyales de los Llanos de Apan.

   La posibilidad que brinda La querella por el pulque… para acceder a esa ventana y mirar todos sus resquicios, en mi opinión, no sólo deriva de la minuciosidad y profunda curiosidad histórica de su autor, sino por su claro conocimiento de la región. Pero no me refiero al tipo de conocimiento erudito que obtenemos a través de la lectura de los documentos, desde un sitio lejano y confortable que sueña y vislumbra ese pasado al que irremediablemente no puede acceder, sino de aquel que se construye de a pie, entre los caminos, los restos de las haciendas, el inclemente sol, el pulque y los magueyales, y —aunque su autor no lo refiera— de ese que sólo se alcanza a través de la querencia por el propio terruño.