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El mundo del trabajo en la mirada de Gerónimo de León

Patricia Arias, Universidad de Guadalajara, CuAltos.
Jorge Durand, Universidad de Guadalajara, CIDE.


En el santuario del Señor de los Rayos de Temastián, pequeña localidad de la región norte de Jalisco, se conservan hasta la fecha los exvotos de un extraordinario pintor popular de la segunda mitad del siglo XIX: Gerónimo de León, activo entre 1885 y 1913. Los 261 exvotos que se han conservado en ese santuario tienen tres virtudes: se trata de la mayor colección de ese tipo de ofrenda votiva de un mismo autor plenamente identificado; se ubican en el lugar donde fueron originalmente depositados, y se encuentran en tan buen estado de conservación que ha sido posible su recuperación fotográfica en excelentes condiciones. Así las cosas, las condiciones de esos exvotos y su identificación con un espacio particular permiten conocer la vida y vicisitudes de la gente del campo en una microrregión rural durante los años del Porfiriato y hasta los inicios de la revolución de 1910.

La información acerca de la vida y la obra de Gerónimo de León es escasa. Con todo, se puede decir que este pintor, como Hermenegildo Bustos, pertenece a esa especie de artistas natos nacidos con el don de pintar: sin formación académica pero que encontraron un nicho —modesto pero viable— en el cual desarrollar sus habilidades y convertirlas en manera de vivir gracias a su capacidad para entender y atender la demanda de unos clientes muy particulares. éstos eran gente sencilla y modesta de mundos rurales muy particulares, muy poco conocedora de expresiones artísticas, pero al mismo tiempo bien instruida en la tradición católica popular; profunda educación religiosa que la impulsaba a manifestar su fe y mostrar su agradecimiento a las imágenes de devoción por los favores concedidos a través de los exvotos pintados en pequeñas láminas de hojalata; tradición votiva que, como se sabe, se difundió ampliamente en el México rural del siglo XIX, sobre todo en los estados de Jalisco, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas.[1]

En el caso de Gerónimo de León la cercanía de Totatiche, su lugar de residencia, con Temastián, pueblo donde se veneraba una antigua imagen de Cristo llamada El Señor de los Rayos, hizo posible que el pintor pudiera dedicar buena parte de su tiempo a confeccionar los exvotos que le solicitaban los vecinos de la parroquia de Totatiche, así como de pueblos del vecino estado de Zacatecas que, ante una gran tribulación o un peligro inminente, habían aprendido a solicitar el auxilio del Señor de los Rayos y éste, ellos lo aseguraban, les había socorrido.

Los exvotos

El exvoto pintado forma parte de una tradición votiva muy antigua, mediante el cual el donante manifiesta su profundo agradecimiento a la imagen divina que le concedió un favor, concebido como milagro.[2] El exvoto es un testimonio público que contribuía, sin duda, a ampliar el reconocimiento y la fama milagrosa de las imágenes religiosas.[3]

A través de las demandas votivas a diversas imágenes religiosas ha sido posible conocer los problemas y angustias que han aquejado a hombres y mujeres en diferentes épocas y contextos espaciales y culturales.[4] Como es sabido, la mayor parte de los exvotos de todos los depositorios han tenido que ver con dos asuntos: las enfermedades y los accidentes.[5] Los exvotos de don Gerónimo no se apartan de esta tradición.

Sin embargo, la concentración de exvotos sobre la microrregión y un manejo diferente de los exvotos de enfermedad y accidente han permitido construir una imagen del trabajo en el mundo rural en ese rincón del norte de Jalisco. En este ejercicio, revisamos los exvotos de enfermedades —pero sobre todo los de accidentes— como textos e imágenes que, más allá de la demanda votiva, permiten vislumbrar las preocupaciones y atisbar el mundo del trabajo, en especial de los hombres en la microrregión de Totatiche a principios del siglo XX.

La investigación

Esta investigación se inició en 2009 y concluyó en 2013. La primera fase se llevó a cabo en el santuario, donde existen dos grandes salones en cuyas paredes, de piso a techo, han sido colocados los exvotos más antiguos. En el último salón se encuentran los de Gerónimo de León. Se trata de dos vitrinas de madera, a las que llamamos paneles, protegidos por vidrieras. Con la autorización del sacerdote, abrimos las dos vidrieras y se numeraron todos los exvotos encontrados en esos paneles. En 210 de 261 exvotos se pudo recuperar la gráfica y los textos, al menos parte de ellos. De 51 láminas sólo fue posible rescatar la gráfica.

De cada exvoto se tomaron varias fotografías para tratar de conseguir al menos una buena imagen que permitiera, además, recuperar los textos. De ese material existe un resguardo digital. Con ese acervo se llevaron a cabo dos tareas indispensables. En primer lugar, se construyó una base de datos con la siguiente información: número de ubicación del panel y de cada exvoto, año, nombre del o los donantes —es decir, de las personas que ofrecieron el exvoto—, persona por la que se hizo el exvoto, sexo, lugar, jurisdicción, tema y subtema. En segundo lugar, se revisaron y seleccionaron las mejores fotografías de cada uno de los exvotos. Así se conformó el Archivo Fotográfico de Gerónimo de León (en lo sucesivo AFGL).

Con la base de datos fue posible identificar los lugares de procedencia de los donantes. La localidad mencionada en los exvotos fue buscada en el Archivo Histórico de localidades del INEGI y fue llevada a la carta básica de Totatiche. También se consultaron fuentes como Geogle Earth y Google Maps. A partir de esa georeferencialización de las localidades fue posible geo-referenciar los lugares de origen de los donantes y trazar la geografía de la devoción. Así, generamos una cartografía muy precisa del espacio vivido y el tipo de poblamiento de los vecinos de esa microrregión de Jalisco.

Espacio y poblamiento

Hay que decir que el poblamiento y la población de la parroquia de Totatiche mantuvieron un perfil espacial, demográfico, religioso y económico bastante similar a lo largo del siglo XIX y hasta las primeras décadas del siglo XX: un territorio pequeño, donde la población, también pequeña —entre 4 000 y 8 000 personas— vivía dispersa en un número variable, pero persistente, de ranchos de muy diferente tamaño. Aunque la densidad de la población era muy baja, el territorio estaba entonces extensamente habitado.[6]

Los exvotos de don Gerónimo de León dan cuenta de ese mundo y conforman una geografía votiva muy particular y acotada. Las láminas donde se consignó el lugar dan cuenta de que los solicitantes de ese material votivo provenían de cuatro municipios de Jalisco, todos de la región norte del estado: Bolaños, Chimaltitán, Colotlán y, sobre todo, Totatiche. Incluye municipios, incluso más municipios, de la región sur del vecino estado de Zacatecas: Atolinga, Momax, Tepechitlán, Teúl, Tlaltenango, Monte Escobedo y Fresnillo. Los exvotos más alejados eran de ranchos de los municipios de Bolaños, Chimaltitán y Fresnillo. Los municipios que concentran más exvotos son desde luego Totatiche, y en segundo lugar, Atolinga y Tlaltenango, ambos de Zacatecas. Se trata de una geografía votiva que no iba más allá de cien kilómetros en cualquier dirección. ¿ésa era una característica generalizada de las geografías votivas de ese tiempo? No lo sabemos, pero podría ser.

Otra característica de los exvotos es que los donantes no eran de las cabeceras municipales. Todo lo contrario. La mayor parte de las personas que iban a solicitarle a don Gerónimo la confección de una lámina votiva eran de ranchos de diferente tamaño, pero por lo regular de asentamientos muy pequeños. En 1905 los ranchos de la parroquia de Totatiche mencionados en los exvotos eran espacios donde vivían menos de 350 habitantes.[7] De ese nivel de poblamiento eran los creyentes y clientes de don Gerónimo.

En la mirada de don Gerónimo el espacio rural era muy luminoso, de escasa vegetación y sólo en las colinas hacía contrastar algunos árboles. Los árboles eran delgados, poco frondosos y separados unos de otro, como suelen verse hasta la actualidad. Era el paisaje típico de esa zona ganadera de tierras altas y áridas, donde campea la resequedad durante buena parte del año y el ganado acaba con las pocas hierbas que quedan.

En algunos casos, no muchos, representó con maestría y exactitud casas y ranchos. Y mostraba el contraste que existía entre ambas. Las casas de pueblo tenían el techo plano porque se subía la pared de la fachada con el fin de tapar la estructura de dos aguas, estilo que fue muy usual a finales del siglo XIX. Las casas de los ranchos, en cambio, tenían techo de paja, eran de piedra, sin estuco o recubrimiento. En ese tipo de casas vivía la mayor parte de la población de la parroquia de Totatiche.

En las representaciones de los ranchos solía incluir las hermosas cercas de piedra que se utilizaban para dividir los diferentes espacios de los ranchos y de las cuales hasta hoy se conservan vestigios: la casa, el lugar de los animales, el terreno de los barbechos, es decir, de las siembras. En muy pocas ocasiones don Gerónimo pintó tierras cultivadas, y éstas aparecen más bien como parte de alguna composición.

El mundo del trabajo: la ganadería como modo de vida

En general, la imagen que proyectan los exvotos es la de una economía y trabajos muy poco diversificados. Pero en casi todos los exvotos masculinos se advierte la referencia continúa al trabajo, ya sea porque el motivo del exvoto había detonado en un contexto de trabajo: algún padecimiento "que se le vino estando trabajando" (1. AFGL), como por la preocupación por no poder trabajar: "llegando a tal estado de no poder trabajar ya en nada" (2. AFGL). Los accidentes relacionados con el trabajo comenzaban desde que los niños eran pequeños: "estando cortando pastura el niño Félix Covarrubias de 9 años de edad en compañía de un hermanito suyo de 7 años […] haberle mordido en la mano izquierda una víbora" (3. AFGL); o el accidente con un arado cuando "un jovencito de la edad de 12 años, hijo suyo, le ayudaba" (4. AFGL).

Los hombres se accidentaban en el campo cuando realizaban otras tareas que tenían que ver también con la sobrevivencia y el cuidado de sus grupos domésticos: apear frutos de árboles, hacer leña, cargar piedras para cercar, trabajar con hachas (5. AFGL; 6. AFGL; 7. AFGL)

La mayor parte de los exvotos masculinos aluden a una característica muy antigua de la región norte de Jalisco: una economía basada en actividades agropecuarias, es decir, en la agricultura, pero sobre todo, en la ganadería. Las alusiones a la agricultura son más bien indirectas: "relabrando una telena de un arado con un hacha" (8. AFGL); "andando arando en su labor" (9. AFGL); "agarrando frijol en la labor" (10. AFGL); "andando hacia delante de la yunta"; "sucedió que estando arando" (11. AFGL). Sólo en un caso se alude al trabajo femenino en el campo: "la Señorita Petra Salazar, vecina de Totatiche, estando con sus padres en El Salitre haciendo labor" (12. AFGL). En verdad, no existe un solo exvoto de agradecimiento por haber logrado una buena cosecha.

En general, apenas se mencionan otras actividades, como el comercio, que quizá se practicaba como arrieros o vendedores ambulantes: "comerciando con su mercería en […] pueblo" (13. AFGL); "viniendo de Tequila […] se me extravió un macho cargado"; "yendo a viaje para la Villa de Aguascalientes con unas cargas de […]" (14. AFGL). Sólo existe un exvoto que alude, quizá por primera vez en la agenda votiva, a la migración laboral a Estados Unidos. Alrededor de 1906, Antonio Ávila, "encontrándome en el territorio de Estados Unidos trabajando en un punto que se nombra Nuevo México, tuve la contingencia de habérseme quebrado la pantorrilla" (15. AFGL).

La situación era muy diferente respecto al ganado. En términos formales, los animales —vacas, caballos, mulas— eran representados de tamaños que se adecuaban al resto del exvoto o de proporciones claramente imposibles, pero en todos los casos fueron pintados con cuidado y conocimiento de las poses características de cada especie (16. AFGL). No sólo don Gerónimo conocía bien las particularidades de las distintas especies. También los vecinos eran prolijos en la descripción de sus animales: "toro bermejo aguilillo", "vaca prieta", "caballo prieto obscuro golondrina", "buey blanco cabeza prieta".

La relación y preocupación con los animales se establecía por dos vías. Por una parte, los hombres estaban siempre expuestos a sufrir accidentes con ellos. Eran frecuentes y peligrosas las caídas y golpes con caballos y mulas, animales que servían para carga y transporte (17. AFGL).

Por otra parte, los animales resultaban imprescindibles para el trabajo y la sobrevivencia. La centralidad del ganado en la vida y la economía de los grupos domésticos la expresó muy bien don Julián Arteaga, cuando dijo que "viendo […] el mal y atraso que su familia tendría si su vaca se moría, con todo su corazón se la encomendó al Sr. de los Rayos" (18. AFGL). La preocupación por los animales incluía las enfermedades, los accidentes, pero sobre todo la pérdida, que era lo más frecuente. La pérdida, desaparición, extravío de un animal era el motivo más recurrente y más que suficiente para hacerle una solicitud al Señor de los Rayos. Así se puede leer en el exvoto que encomendó don Romualdo Enríquez cuando se le desapareció un caballo. La desaparición duró cuatro meses y "el Sr. Enríquez viendo la pérdida de su caballo […] por muchas pesquisas y diligencias que hizo por hallarlo y no aparecía con todo su corazón se lo encomendó al Sr. de los Rayos" (19. AFGL). O como don Nicasio Fragoza, quien durante un mes perdió un buey al que "todos los días salía a buscarlo al agostadero" (20. AFGL).

No podía ser de otra manera. Los grupos domésticos de la microrregión dependían de la ganadería para sacar adelante los trabajos agrícolas —arados tirados por bueyes y caballos—, el transporte y la carga —mulas y caballos—, pero también para abastecerse de los productos básicos —leche y productos lácteos— para la alimentación y para la venta, que era lo que les procuraba dinero en efectivo.[8]

Nota final

En una microrregión pobre y aislada, sin mayores opciones económicas y laborales, la vida de los vecinos, sus grupos domésticos y sus comunidades, transcurría al filo de la navaja, como se puede advertir en las demandas votivas que dejaron plasmadas en los exvotos al Señor de los Rayos. A las epidemias, enfermedades, accidentes, encarcelamiento y muertes de adultos y niños de los grupos domésticos, se sumaban los altibajos de la economía, que en el caso de esos vecinos estaba estrechamente asociada a los percances de sus animales.

Su pérdida podía significar una amenaza inminente para la sobrevivencia de los grupos domésticos. En ese sentido, los exvotos masculinos de enfermedad y accidente dan cuenta de la enorme preocupación de los hombres por poder cumplir el rol de proveedores de sus hogares y la mayor parte de ellos tienen que ver con situaciones ligadas al trabajo y la sobrevivencia de los hogares, donde el ganado jugaba un papel tan central, que podía marcar la diferencia entre la vida, la disgregación o la muerte de un grupo doméstico.


[1] Jorge Durand, "Los retablos de Hermenegildo Bustos", en Artes de México, núm. 53, 2000, pp. 46-55; Gloria F. Giffords, Mexican Folk Retablos, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1992.

[2] Jorge Durand y Douglas S. Massey, Milagros en la frontera. Retablos de migrantes mexicanos a Estados Unidos, México, El Colegio de San Luis/CIESAS, 2001.

[3] Patricia Arias, "Exvotos y espacialidad en el siglo XIX. La apropiación social de una práctica misionera", en Miguel Hernández Madrid y Elizabeth Juárez Cerdí (eds.), Religión y cultura, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004, pp. 89-106.

[4] Patricia Arias y Jorge Durand, La enferma eterna. Mujer y exvoto femenino en México, siglos XIX y XX, Guadalajara, CUSH-Universidad de Guadalajara/El Colegio de San Luis, 2002; Centro Cultural Arte Contemporáneo, Dones y promesas. 500 años de arte ofrenda (exvotos mexicanos), México, Fundación Cultural Televisa, A.C., 1996; Jorge Durand y Douglas S. Massey, op. cit.; Francisco Gallegos Franco, Los retablos del Señor de la Misericordia de Tepatitlán, Guadalajara, Impre-Jal., 2001; Intercultura and The Meadows Museum, The Art of Private Devotion: Retablo Painting of Mexico, Dallas, The Meadows Museum/The University of Texas Press, 1991; Raquel Tibol, Hermenegildo Bustos. Pintor de pueblo, México, Conaculta/ERA, 1992.

[5] Patricia Arias y Jorge Durand, op. cit.

[6] Patricia Arias, Retrato escrito. Los grupos domésticos y el espacio en Totatiche, Jalisco, 1905-1920, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 2014.

[7] Idem.

[8] Idem; Robert D. Shadow, "La frontera norteña de la Nueva Galicia: las parroquias de Colotlán, 1725-1820", en Manuel Caldera y José María Muriá, Lecturas históricas del norte de Jalisco, Guadalajara, El Colegio de Jalisco/Universidad de Guadalajara- Campus Universitario del Norte, 2000, pp. 87-109.