Provincias del México temprano; variaciones en la evolución regional de Hispanoamérica
Resumen
Es un hecho obvio que el medio ambiente hispanoamericano -la suma de sus características físicas, recursos y población indígena- ha tenido un enorme poder de configuración, como puede verse en las manifiestas diferencias en las características de las sociedades humanas y de las economías existentes en las diversas regiones de la América hispana en cualquier época, desde el siglo XVI hasta nuestros días. Sin embargo, aun en este sentido general, se puede considerar al medio ambiente como el determinante exclusivo de la evolución. Si así lo hiciéramos sería imposible explicar por qué las cosas ocurrieron de manera tan diferente, a partir de la llegada de los españoles, de lo que había ocurrido antes.
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Citas
1 Existen alguna antiguas provincias, como Uruguay o El Salvador, que han llegado a convertirse en naciones independientes debido a circunstancias fortuitas.
2 El centro-oeste de Michoacán, sin embargo, en tanto área remota de pobladas ciudades-estado tiene mucho en común con el Sur (véase la introducción a la parte II).
3 Véase Wayne S. Osborne, "Indian Land Retention in Colonial Metztitlan", Hispanic American Historical Review, LIII, 1973, pp. 217-238.
4 Personas cuyos trabajos pudieran ser incluidos en dicho volumen: Richard Boyer, Louisa Hoberman, John Kicza y Alejandra Moreno Toscano.
5 Véase James Lockhart y Enrique Otte (eds.), Letters and People of the Spanish Indies, Sixteenth Century, Cambridge, 1976; y David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975.
6 Este conjunto de desarrollos ocurrió simultáneamente en muchos lugares, si no es que en la mayor parte de las indias españolas. Mucha de la bibliografía relevante es dada en David Brading,"Government and Elite in Late Colonial Mexico", Hispanic American Historical Review, LIII, 1973, pp. 389-414, p. 401. Véase también Paul B. Ganster, "A Social History of the Secular Clergy of Lima during the Middle Decades of the Eighteenth Century", doctoral dissertation, University of California, L.A., 1974; y Leon G. Campbell, The Military and Society in Colonial Peru, 1750-1820, Philadelphia (forthcoming).
7 Esto ya había ocurrido frecuentmente en el mundo hispánico: en Sevilla, por ejemplo, al menos desde el siglo XVI en adelante.
8 Comienza a hacerse claro que hay ciertas similitudes con las tendencias de las organizaciones de la Iglesia; esto es, que donde las carreras eclesiásticas y las fundaciones en un principio y por mucho tiempo ocurrían dentro del marco de una estrategia general y en provecho propio de familias seculares (principalmente influyentes), al final del periodo colonial, con el crecimiento en el número y en la proporción de fundaciones, su gran extensión a lo largo del tiempo y la desaparición del linaje de ciertas familias, se hizo necesaria la institucionalización y consolidación de capellanías y similares, lo que llevó a una desvinculación parcial de los patronos seculares respecto de la administración de los fundos, un más independiente peso económico de las entidades de la Iglesia, y algunas tensiones alrededor de su papel económico, que ciertamente no había sido el caso durante el periodo en general. Para Perú, Ganster, "A Social History", documenta en detalle el cuadro del usual dominio familiar hasta mediados del siglo XVIII.
9 Tendencias, discusiones metodológicas y bibliografía pueden encontrarse en Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Ensayos sobre historia de la población, México, Siglo XXI, 1977.
10 Este solo hecho debía impedirnos imaginar siquiera que el incremento en el número de españoles fue inverso al decrecimiento de indígenas en una relación causal. Por lo demás, sin embargo, esta alza simultánea en todos los aspectos hace difícil demostrar cuáles de las variables son las relevantes para cualquier cambio sucedido.
11 Para una más amplia discusión técnica de la naturaleza y cronometraje de las adaptaciones lingüísticas véase Frances Karttunen y James Lockhart, Nahuatl in the Middle Years: Language Contact Phenomena in Texts of the Colonial Period, University of California, Publication in Lingüistics 85, Berkeley and L.A., 1976.
12 El termino "peón" definitivamente no es un sinónimo. Más bien, al final de la época colonial denotaba a un trabajador al que se le pagaba jornal, de manera temporal más que permanente.
13 No conozco otro lugar donde la importancia de este desarrollo esté expresada tan ampliamente, ni donde el proceso esté tan adecuadamente clarificado al ser considerado como una reacción humana natural, que en el trabajo de Woodrow Borah, "Race and Class in Mexico", The Pacific Historical Review, XXII, 1954, pp. 331-342.
14 La ilusión favorita del historiógrafo de México es que la comercialización aparece por vez primera en la época y región que él estudia.
15 Véase José Miranda, La función económica del encomendero en los orígenes del régimen colonial. (Nueva España 1525-1531), México, UNAM, 1965; mi "Ecomienda and Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies", Hispanic American Historical Review, XLIX, 1969, pp. 411-429.
16 Para un tratamiento más profundo de la relación entre encomienda y hacienda como tipos organizacionales y componentes socioeconómicos del complejo ciudad-campo véase mi "Encomienda y Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies".
17 Cuando las haciendas son lucrativas y suficientemente grandes, por lo que se hacen necesarias inversiones de consideración, la figura del financiero regularmente aparece y llega a estar más y más relacionada, sin pertenecer del todo a la hacienda, pero asumiendo funciones de dirección y así hasta entrar también en el nivel del dueño. El fenómeno es visto en este libro en los mercaderes-aviadores de las minas de plata y los agentes de la ciudad de México para las haciendas azucareras.
18 El estupendo artículo de Friederich Katz, Condiciones de trabajo en las haciendas de México durante el porfiriato: modalidades y tendencias, México, SEP (Sepsetentas, 303), 1976, pp. 15-91; puede servir para ilustrarlo. Un punto, menor y periférico en este contexto, mayor y crucial en aquel otro, merece una cierta discusión. En las pp. 40-41 Katz parece dar la impresión de que el trabajo permanente devino el tipo más socorrido en el siglo XVII, y que el predominio del trabajo del jornalero en el siglo XVIII, como había sido visto por Gibson y otros, fue una vuelta atrás. Por el contrario, yo creo, y estos estudios aquí tienden a confirmarlo, que en la última época del periodo colonial su peso proporcional fue el mayor alcanzado hasta entonces. Katz se fundamenta en New Spain's Century of Depression, escrito en 1951, antes que Los aztecas de Gibson y antes que toda la oleada de investigación específica, en un tiempo en el que Borah y Chevalier todavía tendían a considerar a la hacienda como de trabajo permanente, sin pensar en términos de la articulación interna de la fuerza de trabajo. Yo dudo que hoy día Borah mantuviera de la misma manera su posición de 1951.