NARRATIVAS ANTROPOLÓGICAS,
año 3, núm. 5, enero-junio de 2022
Viaje a Tierra Sagrada...
M. J. García Oramas
Esta narrativa parte pues de mi experiencia personal, de mi bagaje académico en
tanto psicóloga social y comunitaria y la comparto con el franco interés de contribuir
a la comprensión y difusión de los wixaritári. En mi caso, particularmente interesa-
da en su estructura familiar y en el papel que desempeñan hombres y mujeres en su
sociedad.
Zingg tituló su obra como: Los Huicholes. Una tribu de artistas, y, por lo menos,
desde el punto de vista de los habitantes de San Sebastián Teponahuaxtlán —quienes
nos acogieron—, ellos ni son huicholes ni son tribu, con lo cual un título así, aceptable
en 1934 y hasta en 1982 (cuando el libro fue traducido y editado por el Instituto Na-
cional Indigenista con Juan Rulfo como jefe de Departamento de Difusión y Comunica-
ciones), hoy en día resulta, por lo menos para nuestros informantes, controversial.
Los gobernadores de San Sebastián Teponahuaxtlán nos dijeron que cualquier cosa
que deseáramos transmitir sobre ellos habría de comenzar enfatizando en que el tér-
mino huichol es ofensivo para su etnia, puesto que proviene de la palabra huitlacoche
que significa negro, cuando ellos en realidad son wixárika, que significa Pueblo Gran-
de, y su gente son wixaritári. Esta letra “x”, que en otras lenguas tiene un sonido sua-
ve, en este caso enfatiza la segunda “r”, porque, en su decir, ellos son Grandes.
Sin embargo, la antropóloga Marina Anguiano (2018), con más de 40 años de
trabajo sobre este grupo, afirma que esta aseveración es inexacta y que no tiene cer-
teza histórica. Huitlacoche (escuitlacochi) no tiene relación con huichol, que es un
término en español cuyo origen proviene de una corrupción lingüística a raíz de la
conquista y es relativo a un término similar como guisol, güisol, vitzurita, el cual de-
rivó en huichol. La autora, sin embargo, corrobora que ellos mismos, en su propia
lengua, se autodenominan wixárika en singular y wixaritári en plural, lo que signifi-
ca “pueblo de sabios, curanderos, médicos”.
Sobre esta controversia, en una conversación reciente con otra especialista en la
temática, Ingrid Arriaga, quien cuenta con diversos textos sobre los wixaritári tales
como “Arte y procesos creativos en la circulación de la espiritualidad wixárika” (2018),
considera que, en efecto, si bien es inexacta la aseveración de que el término huichol
proviene de huitlacoche, no deja de ser interesante saber que los propios wixaritári
sigan buscando nuevos significados, significados inmediatos, analógicos a la mirada
externa sobre su propia etnia.
Por otra parte, sobra decir que, si bien Zingg diferenciaba a los indios pueblo de
las tribus en tanto unos viven de manera gregaria y los otros viven de manera dis-
persa y por esta razón consideraba a los wixaritári (al igual que a los rarámuri) co-
mo tribus, este hecho hoy en día no es relevante para considerar a estos grupos co-
mo lo que son: una civilización cuyo arte forma parte de una cosmogonía
excepcional y cuyas tradiciones se basan en saberes ancestrales, “antiguos”, en el
sentido en el que también nos lo explicaron sus gobernantes, quienes usan este úl-
timo término porque alude a que su pueblo se originó desde tiempos muy antiguos,
inmemoriales, hace miles de años y, en su decir, ni siquiera ellos saben desde hace
cuánto tiempo habitan estas tierras sagradas.