NARRATIVAS ANTROPOLÓGICAS,
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VOCES
Relatos interespecies: coordenadas etnográficas para
una aproximación al COVID-19 como actor red
y al miedo como problema existencial
Interspecies narratives: ethnographic coordinates for an approach
to COVID-19 as a network actor and fear as an existential problem
Yully Mallerly Rodríguez Garzón
Maestrante en Psicología Clínica y de la Salud de la UNINI, México / yullyrodriguez-
garzon@gmail.com
Jorge Sánchez Maldonado
Profesor investigador Corporación Universitaria del Meta -Unimeta /
jorge.sanchez@unimeta.edu.co
Fecha de recepción: 21 de octubre de 2020
Fecha de aprobación: 20 de mayo de 2021
ía 22 de marzo de 2020. Apenas se empieza a escribir el presente texto a dos
manos por una aplicación ofimática colaborativa que nos pone en contacto
gracias a la red. Dicen que está por todas partes. En el aire, en las superficies que
podemos tocar, que perdura por mucho tiempo y que sobrevive como una suerte de
aerosol por horas, que en la ropa tarda más de 10 horas, que en el acero permanece
hasta 48 días. Dicen, también, que aquí en nuestro país, Colombia, es el enemigo
común que tenemos y que, frente a él, las tensiones políticas entre partidos y faccio-
nes de la sociedad se deberían disolver para dar un sentido de humanidad y comu-
nión a la lucha por la vida, eso dicen.
Aquí, en lo más terrenal de nuestra existencia, en una ciudad que ha sido catalo-
gada como la Puerta de los Llanos orientales y de la Orinoquía colombiana, el alcalde
dijo que se requería un “sentido de nación para sacar al país de esta crisis”.
Las palabras del alcalde salieron por redes sociales, cuestionando la idea ya común,
pero que existe como una verdad de a puño en nuestro país, de que sólo nos portamos
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como nación frente a eventos deportivos como el fútbol y el ciclismo. El alcalde cues-
tionaba un decreto presidencial que, al parecer, dejaba sin piso las medidas que a nivel
local se habían tomado en los territorios para hacer frente a las urgencias suscitadas
por el COVID-19 en la ciudad en la que se haa detectado el primer contagiado. Ya en la
mañana, mientras escribíamos insumos para estas líneas, circulaban fotografías de ta-
xistas de la ciudad que, a la altura de las fronteras entre Villavicencio y Bogotá, dispo-
nían sus vehículos para bloquear la entrada a foneos.1
Por otra parte, conversaciones con los estudiantes de derecho de mi institución
me llevaban a plantearles la pregunta acerca de la obediencia; concretamente, acerca
de si podíamos ejercerla aun cuando nuestra conciencia estuviera en cuestión y
cuando se trata de defender la vida ante el miedo que se generaba. Varias de esas
discusiones se ventilaban ya en medio de un aislamiento social que llevaba a usar las
redes sociales como principal medio de comunicación con seres cercanos y no tan
cercanos. Esas mismas redes sociales han sido objeto de estudio, desde hace unos
años, de la antropología y otras ciencias sociales.2
Este trabajo se mueve en los intersticios disciplinares de la antropología y la psi-
cología social. Tiene como una de sus coordenadas más visibles las redes sociales y la
forma en que, a través de ellas, el COVID-19, declarado como pandemia por la Orga-
nización Mundial de la Salud (OMS), ha sido apropiada por actores sociales y gestio-
nada en diversos niveles de interacción social y flujo de información. Ello nos lleva a
estar atentos también, dentro de las posibilidades de observación de “lo social”, a
una suerte de ejercicio etnográfico de ir tras las huellas del miedo y de un agente no
humano reconocido mundialmente como COVID-19, que se ha inmiscuido en los
asuntos más recónditos de aquello que veníamos llamando humanidad.
Desde una antropología de las emociones, se quieren describir las primeras coor-
denadas para comprender, en el marco de una etnografía interespecies,3 la forma en
que el miedo se ha expandido y se transforma, cual actor red,4 en una serie de emo-
ciones que parecen habitar los distintos espacios de existencia de la vida en sociedad,
que ya pareciera demandar espacios de socialidad más que físicos y más-que-
humanos. De este modo, en una suerte de vaivén de relatos etnográficos, nos propo-
nemos representar espacios de socialidad, emociones, problematizaciones y eventua-
les espacios de recuperación de información en caliente para, por medio de un pro-
ceso de investigación s sosegado y que disponga de más tiempo, realizar un
1 “Taxistas bloquean entrada a pasajeros provenientes de Bogotá”, Perdico del Meta, Villavicencio, 19 de
marzo de 2020, acceso el 8 de diciembre de 2021, https://periodicodelmeta.com/taxistas-bloquean-
entrada-a-villavicencio/.
2 M. Castells, La era de la información. Economía sociedad y cultura (Madrid: Alianza, 2000).
3 J. Sánchez-Maldonado, “Familias-más-que-humanas. Sobre las relaciones humanos y no-humanos y
las posibilidades de una etnografía interespecies en Colombia”, Desenvolvimiento e Meio Ambiente, vol.
49, diciembre 2017, acceso el 8 de diciembre de 2021, DOI: 10.5380/dma.v49i0.53754.
4 B. Latour, Reensamblar lo social. Una introduccn a la teoría del actor-red (Buenos Aires: Manan-
tial, 2005.
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estudio en profundidad que permita comprender las implicaciones que COVID-19 tie-
ne en los entramados humano-naturales que constituyen las ecologías humanas.5
Así, el texto en sus manos y pantallas es una primera aproximación a unas
etnografías de los entramados socionaturales que tienen lugar en nuestra existencia
y que cuestionan la idea general de que estamos hablando de algo exclusivamente
humano.6
Surge la necesidad de seguir los rastros del miedo en los entramados y redes de
nuestra sociedad y vida cotidiana; ésta que hoy abarca también la virtualidad. To-
mando como punto de partida el imperativo de quedarnos en nuestras casas (con los
males que eso implica a nuestras subjetividades) y la facilidad que aportan hoy los
medios tecnológicos y las redes sociales, se opta por realizar una etnografía que se
mueve entre lo analógico y lo digital, en la que el principal objetivo sería identificar
las múltiples expresiones de miedo que surgen en los individuos a partir del aisla-
miento y las medidas preventivas para afrontar el COVID- 19 en nuestras vidas.
El intento de seguir el rastro del miedo y su conexión con un agente invisible co-
mo el COVID-19 en los marcos de nuestra vivencia actual nos ha hecho más sensibles
a las múltiples manifestaciones de este sentimiento que varía en cada persona y que
abarca temas tan básicos para la seguridad del hombre moderno como el miedo a
perder los empleos, la ausencia de formas de sustento económico, al propio contagio
y la afectación del cuerpo, así como a familiares pertenecientes a la población de
riesgo, por mencionar aquí algunos.
Esperamos que las anotaciones y conclusiones aquí encontradas permitan enten-
der el comportamiento de las personas en eventualidades como una pandemia y
acercarnos desde la experiencia a la forma en que seres humanos y otras entidades
no humanas (en este caso, el SARS-CoV-2) nos relacionamos en esta compleja red de
relaciones de la que todos hacemos parte, aun cuando en medio de nuestro antropo-
centrismo no reconocemos, como deberíamos hacerlo, el papel fundamental que es-
pecies no humanas tienen en nuestro diario vivir. En los momentos en que escribi-
mos este artículo, COVID-19 irrumpe con tal fuerza, que de él está hablando todo el
mundo sin que se sepa todo acerca de él.
Reconociendo a un actor no reconocido en la compleja red del COVID-19
Desde la perspectiva de Latour, otras especies y “objetos” hacen parte de lo social.
En otras palabras, no deberíamos aproximarnos a “lo social”, sino teniendo en cuen-
ta que lo que existe en realidad son asociaciones entre elementos heterogéneos y
que, en el marco de esas articulaciones, los no humanos tienen un nivel de agencia
en la vida humana.7 En este sentido, al rastrear el miedo podríamos mencionar que
uno de los miembros de la familia, Zimba, un canino de dos años, se muestra más
5 Sánchez-Maldonado, “Familias-más-que-humanas...”
6 Latour, Reensamblar lo social
7 B. Latour, Nunca fuimos modernos. Ensayos para una antropología simétrica (Buenos Aires: Siglo XXI,
2007).
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ansioso, suele montarse encima del computador o los libros para llamar nuestra
atención. Zimba ha notado el cambio en los horarios de paseo y se le percibe un poco
melancólico y triste.
Mientras el miedo de Zimba aumenta, el de otras especies del mundo disminuye y
se permiten pasearse por calles que antes eran ruidosas y llenas de personas. Con sor-
presa, habitantes del todo el mundo capturan con las cámaras de su celular pavos
reales, jabaes y cabras.8 Ellos esn aq o más bien al, con ocasión del COVID-19, pa-
ra decirnos que nuestra realidad moderna prepotentemente separada de aquello de-
nominado “naturaleza”, es s compleja de lo que haamos aceptado en nuestro afán
de progreso.9
El COVID-19 nos ayuda a cuestionar nuestras formas de comprender la realidad.
Bastaría estar despiertos, atentos a las formas en que se conecta con nuestro en-
torno, las cosas que nos hace hacer, pensar, temer, la forma en que nos vestimos a
partir del temor a contagiarnos, etcétera. En esto se basa nuestra etnografía. En el
marco de esta apuesta de investigación, COVID-19 es un actor en tanto que interactúa
con cada miembro de la sociedad. Ha logrado modificar nuestras vidas, ha generado
toda una serie de reestructuraciones y reacomodamientos de las relaciones sociales.
COVID-19 ha activado el miedo y desconfianza a nivel geopolítico entre potencias
mundiales, ha llevado a reconsiderar aquello que entendíamos por “salud”, “educa-
ción”, “aprendizaje”, “autonomía”.
Hoy somos espectadores de celebraciones de cumpleaños en todo el mundo por
medio de videollamadas, hemos modificado trabajos tradicionales a una versión de
teletrabajo para procurar que nuestro mundo siga avanzando, que no se detenga del
todo. El virus ha logrado desubicar todo cuanto nos rodea, reconfigura toda nuestra
vida, la de los niños, los abuelos y abuelas, todos. Formas de aislamiento social que
antes eran “opcionales”, hoy se nos presentan como obligatorias. Un actor es actor
en tanto incide en el entorno. Por eso hablamos de COVID-19, porque lo es, moviliza,
paraliza, ha hecho que el mundo se mueva y se detenga de maneras diferentes, sin
tener en cuenta n en este trabajo las implicaciones economía global y los estudios
profundos que se merece.
Otro ejemplo vivencial de la modificación de las formas de relacionarse y vivir de
las personas se puede evidenciar en el siguiente relato:
El 28 de marzo le celebramos los cumpleaños a mi cuñada, cabe mencionar que se sentía
extraña, nunca había pasado una fecha tan importante encerrada en casa, y desde hace
algunos años, la celebración incluía salidas a discoteca, comidas en restaurantes y asistir
a eventos sociales (diario de campo, marzo de 2020).
8 “Coronavirus en el mundo: ¿Por qué hay animales silvestres en las calles?”, El Espectador, 1 de mayo
de 20202, acceso el 3 de mayo de 2020, https://www.youtube.com/watch?v=N40vz9jmEVc/.
9 Luisa Corradini, “Philippe Descola: ‘Los hombres no son los reyes de la naturaleza’”, La Nación, Buenos
Aires 23 de agosto de 2006, acceso el 8 de diciembre de 2021, https://www.lanacion.com.ar/cultura/philippe-
descola-los-hombres-no-son-los-reyes-de-la-naturaleza-nid833801/.
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Ya en este punto podemos identificar variaciones sustanciales a la forma norma-
tiva de celebraciones, reuniones y espacios sociales que desde hace muchos años las
personas comparten. Seamos o no conscientes de ello, no solemos preferir el encie-
rro para celebrar un año más de vida, nuestra normalidad era otra. ¿Culturalmente
está establecido que debemos ir de rumba cuando estamos de fiestas? COVID-19 pare-
ce haber influido en un proceso lento de transformación de nuestros espacios y di-
námicas sociales.
El relato continúa:
[…] Asistieron mis hermanas mayores que ya no viven en la casa, pero viven muy cer-
ca, la mayor a dos casas, la segunda a una cuadra. Entonces mi hermana mayor se aho-
con la saliva y empe a toser, la hermana menor se levande la silla y a modo de
chiste le dijo que “le daba miedo que tosiera[…] mi hermana mayor y mi cuñada con-
taron anécdotas de las salidas que han hecho a comprar alimentos, “en una ocasión una
señora tos en el supermercado y la persona que se encontraba detrás se alejó tres
metros” (diario de campo, 28 de marzo 2020).
Este tipo de reacciones a algo tan aparentemente inofensivo como un ataque de
tos hacen parte de un conjunto de sensaciones, temores y respuestas humanas que
han sido influenciados por una realidad que hoy reensambla lo social,10 de la mano
del miedo al COVID-19. El miedo muta y sus expresiones pueden hacerse evidentes de
formas más violentas.
El domingo 22 de marzo, último día del aislamiento preventivo que decre el go-
bernador del departamento del Meta, llegó a la casa uno de nuestros familiares. Un
amigo que hacía dos días había regresado de Bogotá, ciudad que, en el momento en
que escribimos este artículo, se percibe como “la capital del virus”, porque allí se han
dado la mayor cantidad de casos confirmados. Este hombre, apenas había detenido la
moto y escuchó el grito de una mujer diciendo: “¡Se va por donde vino, que usted debe
de traer el virus!”.
El señor se ofendió e hizo lo que aquella mujer le decía, en la casa quedó la sensa-
ción de que el comentario había sido cruel, pero todos los integrantes de la familia
estuvieron de acuerdo con que haberlo hecho era lo mejor, alejar al amigo mientras
no pasara un poco más de tiempo y se descartaran síntomas de COVID-19.
Una vez más, el miedo parece motivar la regulación de unas relaciones sociales
que se mueven entre algunas expresiones de repudio/distanciamiento y respeto por
la vida que se ve amenazada. Éstas son manifestaciones que, en otras condiciones,
parecerían innecesarias, pero COVID-19 ha hecho que hoy se consideren razonables y
justificadas, aunque no se esté muy de acuerdo con ella. Extrañamos los abrazos de
los amigos.
Entre tanto, en otros espacios, un grupo de docentes de la Arquidiócesis de Grana-
da, un municipio del departamento del Meta, recia la orden de regresar a sus lugares
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de trabajo. Esos docentes por lo general son bien recibidos por parte de las comunida-
des en las que trabajan debido a que llevan la educación a territorios apartados; sin
embargo, catorce de ellos fueron interceptados por la comunidad y obligados a que-
darse en una casa de paso durante 14 días hasta que se confirmara que ninguno tenía
síntomas de COVID-19. El miedo a un posible contagio aquí se visualiza con límites di-
fusos hacia la violencia, pues la comunidad amenazó con linchar a aquellos que no
cumplieran con los 14 días de “acuartelamiento”. Más allá de los métodos, vemos tam-
bién que las formas locales y comunitarias en las que se gestiona el riesgo vinculan
prácticas y enfoques que tienen que ver con maneras de ser culturalmente arraigadas
y que el COVID-19 parece no ser el mismo para todos, en todos lados.
Antes de empezar el aislamiento, y por el miedo ante un posible contagio de CO-
VID-19, en casa de uno de nosotros se usaba un filtro purificador de agua: “Mi madre
vio entonces un video que decía que el agua debía ser hervida para eliminar el coro-
navirus del precioso líquido, y desde entonces cocina el agua todos los días para que
podamos beber agua sin el virus” (diario de campo, 30 de marzo 2020).
El COVID-19 y el miedo a contagiarnos nos ha motivado además a la creación e
implementación de rituales que antes sólo concebíamos en películas: lavarnos las
manos cada hora, desinfectar a toda persona que llega a las casas, usar el tapabocas
obligatorio en cada interacción próxima necesaria con otro individuo, son compor-
tamientos que poco a poco se agregan a nuestro repertorio conductual.
Por otro lado, nuestras relaciones con los demás se modifican también conforme
cambian los roles de autoridad y las normas a seguir. El 18 de abril, en una video-
llamada una de las asistentes mencionaba que en el día que tenía autorizado para sa-
lir a realizar compras de abastecimiento decidió salir, animada por ver la ciudad en
este estado; manifestaba, sin embargo, que no pudo estar tranquila durante toda la
salida y que constantemente se sentía perseguida por la policía. Todo esto a pesar de
tener “pico y placa”11 y autorización para estar fuera de su casa.
El miedo y sus diferentes expresiones conductuales en la cotidianidad
Entender el miedo como una emoción colectiva permite iniciar la descripción deta-
llada de algunas experiencias comunes de la vivencia que genera los cambios de vida
a raíz del aislamiento, para disminuir la posibilidad de contagio. Con la declaración
de pandemia primero (OMS, 2020) y con el aislamiento social preventivo (Gobierno
Nacional, 2020) después, empezaron a desatarse toda una serie de incertidumbres.
El anuncio presidencial terminó después de aproximadamente quince minutos,
pero la perplejidad del contenido de este mensaje se extendió un par de minutos
más, hasta que llegó el verdadero miedo. Esa emoción que se supone moviliza a huir,
dejó inmóvil a una buena cantidad de personas en el mundo.
11 “Pico y placa” responde a una medida de regulación del tránsito de vehículos para mejorar la movili-
dad en las ciudades. Con la pandemia del coronavirus, la medida se ha ido aplicando también a la circu-
lación de personas, usando como referente de organización el último número de sus documentos de
identidad. Se lo conoce también como “Pico y Cédula”.
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La situación apremia y exige (por ahora), quedarse en casa. Principalmente el
miedo obligaba a obedecer, a pesar de que la transmisión del virus requiere del con-
tacto con otras personas, daba la sensación de que abrir la puerta y salir de casa ya
nos exponía. Parecía, por los comentarios y bromas en las redes sociales, que se
transmitía en el aire aquel monstruo invisible que aseguraba la muerte de quien le
tocará. En este sentido, además de paredes, piel y personas, el miedo atraviesa me-
gabytes y la red del internet le sirve como agente transportador a la emoción.
No tardaron en llenarse las redes sociales con videos, imágenes y miles de conte-
nidos sobre el virus. Al principio con la función de informar y preparar a la pobla-
ción, después, generando sobreinformación y aumentando el pánico en aquellos con
menos mecanismos saludables de afrontamiento: personas manifestando incapaci-
dad para conciliar el sueño, textos desesperanzadores sobre el futuro, miles de preo-
cupaciones cotidianas expresadas en tweets, estados, historias o publicaciones ¿De
qué vamos a vivir? ¿Qué pasará con nuestros empleos? ¿Cómo pagaremos las deu-
das? ¿Cuánto tiempo durará? ¿Qué pasa si se acaban los víveres?
Esas preocupaciones dieron paso al egoísmo al parecer innato humano. La mo-
nopolización de recursos y víveres; se saturaban los mercados y las plazas; en algu-
nos lugares del país el miedo se hizo observable en conductas de compras compulsi-
vas. Mientras algunos tenían suficiente papel higiénico para aislamiento de un año,
quienes no se habían preparado para la situación no podían adquirirlo, se había ago-
tado en muchos supermercados, el acaparamiento llevó a que se determinara un to-
pe máximo de dos artículos del mismo tipo por persona y, de esta manera, garanti-
zar que otras pudieran adquirir los productos. También es importante ver cómo el
consumismo se dispara o regula, ante la inseguridad, se generaron una serie de
prácticas que aún no se terminan de analizar a nivel barrial.12
Ante la urgencia de abastecerse, algunos coparon su cupo en tarjetas de crédito,
adquiriendo deudas que una vez pasada la urgencia les restarán tranquilidad y liber-
tad financiera. Por otro lado, la religiosidad hace más evidente su relación con la
sensación básica del miedo y, motivada por el temor infundido por el COVID-19, se
hace patente en nuestros círculos sociales cercanos. El miedo, la mejor arma usada
por la inquisición y en algunas sectas religiosas para conseguir fieles a sus dogmas,
vuelve a ejercer su función. Si bien hoy la religiosidad comprende todo un universo
de problemáticas para la investigación como campo de estudios, aquí lo que se quie-
re presentar es la forma en que se articulan ciertas prácticas y representaciones de
la religiosidad con todo esto que ha causado COVID-19.
No se había convertido muy bien en recuerdo la noche del 20 de marzo, en que el
presidente anunció los cambios y medidas adoptadas para el país, cuando profesores
12 J. Sánchez-Maldonado y Yully Rodríguez-Garzón, “Una aproximación al COVID-19 como Actor-Red y las
mutaciones del consumo”, en Impacto del COVID-19 desde la perspectiva socioeconómica en el contexto glo-
bal. Colección Unión Global, coord. por Yamarú del Valle Chirinos Araque Dolores Guadalupe Álvarez
Orozco Judeira Batista de Abreú Dorkys Coromoto Rojas Nieves (Santa Ana de Coro: Alianza de Investiga-
dores Internacionales. Alinin SAS, 2020).
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de adscripción católica y protestante empezaron a subir videos en redes sociales
orando, rezando e invitando a quienes les observan a sumarse a las peticiones al To-
do Poderoso. Mientras hablaban con una performance de llanto y dolor, se escuchaba
una melodía acústica de fondo. Una vez más, la manera en que el miedo por aquello
que viene, la certeza de lo que no se ve, la fe, motiva a los individuos a unirse, a ha-
cer llamados a la solidaridad, el altruismo, la oración y a las cadenas.
Algunos dieron rienda suelta a la teoría del juicio final, autoproclamándose más
preparados para la llegada de su Dios a la tierra, publicaron fragmentos del Apoca-
lipsis que comprueban que ya estaba escrito: que “el coronavirus es el nombre que
ha otorgado la ciencia a la gran venida”. Incluso, instituciones oficiales como la Poli-
cía Nacional hacen brigadas por los barrios llevando mensajes de fe y esperanza a los
ciudadanos mientras hacen la invitación a orar y unirse en familia. Un presidente
nos encomendó a la Virgen de Chiquinquirá, mientras tomaba medidas económicas
con las que no todos estaban de acuerdo.
Sin embargo, el miedo no sólo hace emerger el lado más espiritual y bondadoso
del ser humano, sino también el más violento. Mientras algunas empresas e indus-
trias como Arroz del Llano, panaderías como la reconocida Veracruz, entre otras,
hacen donaciones de mercados y comida, otros, respondiendo a la crisis del COVID-
19 de una manera menos constructiva, movilizan sus formas de trabajo ilegal en la
ciudad mediante un anuncio público en el que las redes sociales permitieron tomar
correctivos a las autoridades.
Ladrones de sectores de la ciudad que cargan un fuerte estigma social por sus nive-
les de inseguridad, al mismo tiempo que invitaban a la población a cuidarse, anuncia-
ban que no tendrían compasión para robar lo que se pudiera por la difícil condición en
que se iban a encontrar.13 Este despliegue de altruismo y maldad parece normativo en
la humanidad cuando se favorecen las condiciones de posibilidad del miedo.
Conclusiones (inacabadas)
Sin duda alguna, aunque el miedo tiene muchas expresiones conductuales, detrás de
cada una de estas se esconde, en los más remotos lugares del aparato psicológico el
miedo primigenio, el mayor miedo de cada hombre y mujer que habita este mundo,
el miedo a la muerte.14
En el caso de la realidad que nos apremia, pensar siquiera en la muerte de los se-
res queridos si se está en la adultez y el miedo por la propia muerte, si se forma
parte de aquellas clasificadas como “poblaciones de riesgo”, no es una exageración,
sino una realidad diaria que se transforma en pensamientos recurrentes cada vez
que se consulta la tasa de contagios y se confirma, desesperanzadoramente, que es-
tos aumentan día a día.
13 James Andrés Almanza, “Capturan en Villavicencio a hombre por amenazar con hurtos y homicidios”,
RCN Radio, 28 de marzo del 2020, acceso el 8 de diciembre de 2021 https://www.rcnradio.com/
colombia/llanos/capturan-en-villavicencio-hombre-por-amenazar-con-hurtos-y-homicidios.
14 V. J. Domínguez García, ed., Los dominios del miedo (Madrid: Biblioteca Nueva, 2002).
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Es este miedo a lo desconocido lo que se evidencia en las situaciones cotidianas
que aquí hemos tratado de describir. Quizá ésa sea la razón por la cual el miedo se
hizo palpable los primeros días del aislamiento: al tratarse de una situación novedo-
sa para la mayor parte de la población mundial, no se tenía dentro del repertorio
conductual una reacción para la declaración de una pandemia mundial y el conse-
cuente aislamiento que produjo.
Sin duda, dentro de estas reflexiones como investigadores destacamos la impor-
tancia de tener en cuenta las especies no humanas dentro de la compleja red de rela-
ciones que tejemos sin si quiera notarlo con cada acción. Aunque no podamos verlos
y aunque no seamos conscientes, muchos elementos como los microorganismos ha-
cen parte de lo que hemos denominado nuestra realidad. El mundo que nos rodea es
mucho más extenso que las personas y las construcciones que hemos edificado.
Reconozcamos o no la incidencia de estos artefactos, nos convertimos poco a po-
co en ciborgs, mitad humanos y mitad máquinas, cuando ya no podemos soltar el
móvil, ni tenerlo a más de un metro de distancia sin sufrir un ataque de ansiedad o
intranquilidad. Y así nuestra realidad se hace una compleja amalgama dentro de la
que se destacan múltiples elementos, virus, computador, energía, miedo, ira, tweets,
publicaciones, familia, amigos, tapabocas, policía. Lista que podría ser infinita y que
no es otra cosa que el resumen de la realidad que hoy por hoy vivimos con el nom-
bre de “una nueva normalidad.