Agonía y muerte del Protomedicato de la Nueva España, 1831. La categoría socioprofesional de los médicos

Autores/as

  • José Ortiz Monasterio Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Palabras clave:

Medicina, Médicos, Nueva España, Siglo XIX

Resumen

El Protomedicato de la Nueva España fue un tribunal constituido en 1628 en la Ciudad de México con el objetivo de vigilar el ejercicio y la enseñanza de la medicina, así como para cuidar la higiene y salubridad públicas. Estaba formado por médicos egresados de la Universidad que dominaban una jerarquía de trabajadores de la salud que en orden descendente incluiría a cirujanos latinos, cirujanos romancistas, flebotomianos, parteras, dentistas, oculistas, hernistas y algebristas —es decir hueseros—. Lógicamente esta corporación entró en crisis a raíz de la Independencia y frente al pensamiento liberal. Pero hubo también razones internas, propias del desarrollo científico médico, que minaron la estructura del tribunal del Protomedicato desde el último tercio del siglo XVIII. A pesar de ello (y contrariamente a lo que se ha dicho) los protomédicos defendieron hasta el último minuto los privilegios de la corporación.

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Citas

1 Aunque poco nos informa sobre su etapa postrera, una fuente fundamental para el estudio de la institución es la obra de John Tate Lanning, El Real Protomedicato. La reglamentación de la profesión médica en el Imperio español (ed. en inglés por John Jay Te Paske, trad. De Miriam de los Ángeles y José Luis Soberanes Fernández), México, Facultad de Medicina / Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997.
2 Francisco Flores, Historia de la medicina en México desde la época de los indios hasta la presente (prólogo de Porfirio Parra), México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1886, t. II, p. 207.
3 José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento (pról. de Jaime Erasto Cortés), México, Promexa, 1979, p. 291. En los capítulos IV -VII de este libro se ofrece una interesante crítica de la institución médica de la época; el padre de Lizardi fue médico.
4 Archivo Histórico del Ayuntamiento de la Ciudad de México, “Manifestación del Dr. don Joaquín Guerra a la Junta de Sanidad sobre los medios oportunos para precaver los errores que se cometen en la administración de las medicinas”, vol. 3255, exp. 12.
5 José Joaquín Fernández de Lizardi, “Cuartazo a los boticarios”, México, Imprenta de doña María Fernández de Jáuregui, 27 de septiembre de 1813, en Obras, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Centro de Estudios Literarios, 1968, t. III, p. 291.
6 La mentalidad de la época respecto a la medicina y la enfermedad se hizo patente durante la expedición del doctor Balmis para propagar la vacuna antivariólica a principios del siglo XIX. Balmis refiere el gran trabajo que se requería para convencer a la gente y se dejara vacunar, no faltando alguien que “inmediatamente se dirigió a la botica más cercana pidiendo un remedio contra el veneno que acababan de introducir en el brazo de su hijo”. Véase Francisco Fernández del Castillo, Los viajes de don Francisco Xavier de Balmis, México, Galas de México, 1960, p. 218.
7 Es posible que en su afán por elevar su posición social, los cirujanos de la Real Escuela de Cirugía fueran más puntillosos en la aplicación del principio de pureza de sangre incluso que los propios médicos de la Universidad. En 1788 se negó el ingreso a la Escuela a un individuo “pardo” de nombre Vázquez, ya que: “De ninguna manera se hace compatible que exigiendo las leyes limpieza de sangre y ninguna infección en ella para los profesores cirujanos, reciba uno declaradamente infecto como es Vázquez”. Véase Rómulo Velasco Ceballos, La cirugía mexicana en el siglo xviii, México, Archivo Histórico de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1946, sección documental, p. 458. En cambio, es sabido que el doctor Montaña, quien llegó incluso a ocupar una cátedra en la Universidad, era hijo ilegítimo y, por lo tanto, impuro de sangre.
8 “Disposiciones del virrey Miguel Joseph de Azanza”, México, 29 de marzo de 1799. Copia fotostática del original en la Biblioteca del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.
9 “Manifestación del Dr. don Joaquín Guerra…”, loc. cit.
10 Fernández de Lizardi, “Cuartazo a los boticarios”, loc. cit., pp. 289-290.
11 El exceso de facultativos en las grandes ciudades forzaba a algunos a emigrar a las provincias. Pero llegaba a acontecer que en los pequeños poblados no se escapaban de la competencia, aunque ahora era con curanderos y charlatanes. Así lo indica una comunicación de don Antonio Serrano, director de la Real Escuela de Cirugía, que data de septiembre 21 de 1804 y va dirigida al Protomedicato, la cual dice en una de sus partes: “Y el no encontrarse profesores en muchas poblaciones, es porque son muy pocos para un reino tan vasto, aunque no dejan de existir algunos en esta capital, tanto de Europa como de los hijos del país, los que hallándose sometidos en la mayor miseria pasan a este u otro punto del reino, adonde les informan hay mucha población y ningún profesor; mas la caterva de intrusos y curanderos les ponen en tan mala opinión con sus descabellados pronósticos, que muy pronto tienen que abandonar el destino [a] unos verdaderos prácticos que evitarían tantas ruinas en sus habitantes, ocasionadas por aquellos”. Véase Velasco Ceballos, La cirugía mexicana en el siglo XVIII, loc. cit., p. 310.
12 Joel R. Poinsett, Notas sobre México (1822), (trad. de Pablo Martínez del Campo, pról. y notas de Eduardo Enrique Ríos), México, Jus, 1950, p. 123. Son muchas las informaciones interesantes en esta obra, algunas no muy halagüeñas para los facultativos mexicanos, como cuando al salir de Veracruz rumbo a México escribe Poinsett: “Todos estuvieron de acuerdo en calificar de inseguros los caminos, de modo que vamos a viajar con la dignidad que confiere el peligro. Debo confesar, sin embargo, que le tengo mucho más miedo al clima; no solamente son peligrosos y poco decorosos el vómito negro y las fiebres biliosas, sino que prefiero caer en manos de los bandidos que dar en las de un médico mexicano”. Ibidem, pp. 52-53.
13 Tomado de una licencia para ejercer la medicina incluida en la colección de documentos antologados por Jesús M. de la Fuente, Efemérides sanitarias de la ciudad de Puebla, Puebla, Talleres de Imprenta y Encuadernación de “El Escritorio”, 1910, pp. 31-32. El título para ejercer incluía la descripción física del sujeto, constancia de haber practicado durante el tiempo establecido por la ley, certificado de limpieza de sangre y de haber aprobado el examen teórico-práctico y, por último, se le concedía autorización para traer consigo uno o dos practicantes.
14 Las estadísticas de población de la Ciudad de México están tomadas de la obra de Simón Tadeo Ortiz de Ayala, Resumen de la estadística del Imperio Mexicano (1822) (est. preliminar y notas de Tarsicio García Díaz), México, UNAM / Biblioteca Nacional, 1968, p. 23. Los otros datos de población están tomados de Viviane Brachet, La población de los estados mexicanos (1824-1895), México, Instituto Nacional de Antropología e Historia / Departamento de Investigaciones Históricas, (Científica, 35), 1976, pp. 79 y 97. Las cifras correspondientes al número de médicos tienen como apoyo, las de México en Francisco Flores, op. cit., t. II, pp. 205-206; las de Puebla en De la Fuente, op. cit., “Lista de profesores en ejercicio. Abril 18 de 1820”, p. 62; las de Yucatán en el artículo de Álvaro Ávila Escalante, “Historia de la medicina alopática”, incluido en la Enciclopedia yucatanense, México, Edición Oficial del Gobierno de Yucatán, 1944, t. IV, pp. 268 y 272.
15 “Comunicación de don Antonio Serrano al virrey Iturrigaray”, septiembre 21 de 1804, en La cirugía mexicana en el siglo XVIII, loc. cit., p. 308. Febles, “Noticia…”, p. 3 dice: “la división de la medicina y la cirugía no ha acarreado otra cosa, que una inmensa rivalidad entre médicos y cirujanos, pero que todos ejercen la medicina”.
16 Archivo Histórico del Ayuntamiento de la Ciudad de México, “Representación de don Cornelio Gracida sobre los abusos que se cometen en su facultad”, septiembre 17 de 1822, vol. 3255, exp. 13, fol. 3. En el año de 1835 el doctor Gracida fue nombrado vocal médico de la Facultad Médica del Distrito.
17 Ibidem, fol. 2.
18 Ibidem, fol. 15.
19 Idem.
20 Reuben A. Kessel, “La discriminación de precios en medicina”, en Microeconomía (William Breit y Harold M. Hochman, eds.; trad. de Carlos A. Givogri), México, Interamericana, 1973, p. 305.
21 “Manifestación del Dr. don Joaquín Guerra”, febrero 26 de 1821, loc. cit.
22 Véase por ejemplo Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, loc. cit., p. 282.
23 “Representación de don Cornelio Gracida…”, septiembre 17 de 1822, loc. cit., fol. 2.
24 “Denuncia contra los empíricos”, México, Imprenta de doña María Fernández de Jáuregui, octubre 11 de 1813. Incluido en Fernández de Lizardi, Obras, loc. cit., t. III, pp. 297-298.
25 Francisco Flores, op. cit., t. III, p. 270.
26 Apud. “Comunicación del Protomedicato”, diciembre 31 de 1804, en La cirugía mexicana en el siglo XVIII, loc. cit., pp. 328, 329 y 333.
27 R. W. H. Hardy, Travels in the interior of Mexico in 1825, 1826, 1827 and 1828, Londres, Henry Colburn and Richard Bentley, 1829, p. 193.
28 Ibidem, p. 112.
29 Ibidem, p. 113.
30 Ibidem, pp. 193-194.
31 Ibidem, p. 451.
32 Ibidem, pp. 79, 116 y apéndice. Más sobre este curioso personaje en mi trabajo: “Los médicos charlatanes en el siglo xix. El caso del viajero inglés William Hardy”, en Un hombre entre Europa y América. Homenaje a Juan Antonio Ortega y Medina (coord. De Amaya Garritz), México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, pp. 315-326.
33 Ibidem, p. 118.
34 Francisco Flores, op. cit., t. II, p. 352.
35 Real cédula, septiembre 28 de 1801, citada en La cirugía mexicana en el siglo xviii, loc. cit., p. 366.
36 Al respecto véase Francisco Flores, op. cit., t. II, p. 163.
37 Juan A. Mateos, Historia de los Congresos mexicanos, México, Imprenta de don Vicente Villada, 1877-1886, t. III, p. 161.
38 Michael P. Costeloe, La primera República Federal de México (1824-1835), México, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 38.
39 Francisco Flores, op. cit., t. II, p. 353-354.
40 Diciembre 23 de 1830, en Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República, México, Imprenta del Comercio a cargo de Dublán y Lozano, hijos, 1876, t. II, doc. 883.
41 “Ley. Cesación del Tribunal del Protomedicato y creación de una junta nombrada ‘Facultad Médica del Distrito Federal’. Noviembre 21 de 1831”, en Dublán y Lozano, Legislación mexicana, loc. cit., t. II, doc. 992.
42 “Comunicación de don Antonio Serrano al virrey Calleja”, febrero 23 de 1815, en La cirugía mexicana en el siglo XVIII, loc. cit., p. 362.
43 México, Imprenta Imperial de don Alejandro Valdés, 1822.
44 México, Imprenta a cargo de Martín Rivera, 1823. Muñoz pide a gritos un estudio monográfico: fue a él —mestizo y cirujano— a quien Balmis le confió la conservación de la vacuna antivariólica; además inventó prótesis que eran preferidas sobre las importadas.
45 Pedro del Villar, profesor de cirugía médica, consultor agregado al Cuerpo de Sanidad Militar, tiene el honor de exponer al excmo. Sr. Presidente..., Imprenta de las Escalerillas, 1829.
46 “Erección del Establecimiento de Instrucción Pública en el Distrito Federal y prevenciones relativas. Octubre 26 de 1833,” en Dublán y Lozano, Legislación mexicana, loc. cit., t. II, doc. 1268.
47 Gonzalo Aguirre Beltrán, “El pensamiento médico de México durante el siglo XIX”, en Memorias del ii Congreso de la Academia Nacional de Medicina, México, Academia Nacional de Medicina, 1969, t. II, p. 21.

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Publicado

2004-04-30

Cómo citar

Ortiz Monasterio, J. (2004). Agonía y muerte del Protomedicato de la Nueva España, 1831. La categoría socioprofesional de los médicos. Historias, (57), 35–50. Recuperado a partir de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/historias/article/view/12935

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Sección

Ensayos