Publicado 1998-09-30
Cómo citar
Morelos: un ejemplo regional de sacerdotes, feligreses e insurrección. (1998). Historias, 40, 47-82. https://revistas.inah.gob.mx/index.php/historias/article/view/13853
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Referencias
Este trabajo es uno de los anexos de la más reciente obra del autor, Magistrates of the Secred, Priests and Parishioners in Eighteenth Century Mexico, Stanford, Stanford University Press, 1996. Agradecemos muy atentamente a El Colegio de Michoacán que nos permita publicarlo por anticipado. La traducción es de Oscar Mazín y Paul Kersey, quienes preparan la edición de la obra en castellano, de próxima aparición bajo los auspicios del mismo Colegio de Michoacán y del Comité Mexicano de Ciencias Históricas.
1 John Womack, Zapata and the Mexican Revolutíon, Nueva York, 1969. [Zapata y la Revolución mexicana, México, Siglo XXI, 1994].
2 Un ejemplo de los artesanos en los pueblos de Morelos se localiza en AGN, Crim. 159, ff. 44-57, en que los principales y testigos en un caso de asesinato de Tlayacapan en 1810 hablaron de sí como sastres, cereros, arrieros y otras ocupaciones no agrícolas. En cuanto a la vagancia y la migración a la vuelta del siglo, véase AGN, CRS 177, exp. 10.
3 La proporción de Morelos se apoya en los padrones de 1759-1760 de Jonacatepec, Yautepec, Jantetelco, Cuautla, Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Xaltengo y Zacualpan, AHM L10A/8. La cifra para Toluca se apoya en los detallados informes de 1775 de las parroquias de Capuluac, Tescaliacac, Jalatlaco, Tianguistengo, Malinalco, Tenancingo, Tecualoya, Tenango de Valle, Calimaya, Metepec, Zinacantepec, Almoloya, Ozolotepec, Temoaya, Jiquipilco, Ixtlahuaca, Xocotitlán, San Felipe el Grande, Atlacomulco, Temascalcingo, Amealco, Acambay y Xilotepec, AHM L10B/12. Fue más probable que a la gente de razón de las cabeceras de Morelos se le clasificara como mulatos, y no así a la de la región de Toluca.
4 A juzgar por los informes de las rentas anuales de los curas, las parroquias administradas por esos cuatro pueblos se hallaron entre las 19 más ricas en la arquidiócesis. Véase el apéndice A.
5 Para una discusión de los pueblos de indios "centrífugos" cercanos a Guadalajara, véase William B. Taylor, "Indian Pueblos of Central Jalisco on the Eve of lndependence", en Richard L. Garner y William B. Taylor (eds.), Iberian Colonies, New World Societies: Essays in Memory of Charles Gibson, State College, Pa., 1985.
6 Antonio de Alcedo, Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales a América [1786-1789], 4 vols., Madrid, 1967.
7 Para el reclutamiento de mano de obra en Taxco y sus resultados en Tepoztlán, véase Robert Haskett, "Our Suffering with the Taxco Tribute: Involuntary Mine Labor and Indigenous Society in Central New Spain", Hispanic American Historical Review, 71, 1991.
8 Warman, Y venimos a contradecir: Los campesinos de Morelos y el estado nacional, México, Ediciones de La Casa Chata, 1978. [We Come to Object: The Peasants of Morelos and the National State. Tr. Stephen K. Ault, Baltimore, 1980.]
9 Guillermo de la Peña, Herederos de promesas: Agricultura, política y ritual en los Altos de Morelos, 1980.
10 Idem.
11 John Tutino, From Insurrection to Revolution in Mexico: Social Bases of Agrarian Violence, 1750-1940, Princeton, Nueva Jersey, 1986. [De la insurgencia a la revolución en México: Las bases sociales de la violencia agraria, 1750-1940, México, Era, 1990.]
12 Cheryl E. Martín, Rural Society in Colonial Morelos, Albuquerque, Nuevo México, 1985.
13 Ibid., p. 178.
14 Ibid., p. 194.
15 Robert Haskett, Indigenous Rulers: An Ethnohistory of Town Government in Colonial Cuernavaca, Albuquerque, Nuevo México, 1991, p.196. Haskett considera asimismo los conceptos prehispánicos, la vigorosa defensa de los indios de sus tierras y la tradición náhuatl escrita en los pueblos del distrito de Cuernavaca en "Indian Town Government in Colonial Cuernavaca: Persistence, Adaptation, and Change", Hispanic American Historical Review, 67, 1987, pp. 203-231; e "Indian Community Land and Municipal Income in Colonial Cuernavaca: An Investigation Through Nahuatl Documents", ponencia presentada en el congreso anual de The American Historical Association, diciembre de 1987.
16 Idem, p. 14. La siguiente cita procede de la p. 85.
17 El serio intento del arzobispo Rubio y Salinas de purificar las prácticas religiosas y la conducta moral en el nivel local es el principal ejemplo. Durante su visita pastoral de 1759-1760 el prelado fue más allá de exhortar a los feligreses a renunciar a sus prácticas supersticiosas, a su embriaguez y a sus escandalosas danzas de las cuales había tenido noticia. Suspendió la licencia para decir misa en Apitzaco (barrio de Yautepec) a causa de la indecencia de su capilla; amenazó con cerrar las iglesias de todos los pueblos de visita de Tlaltizapán a menos de que fuesen puestos en buen orden de inmediato; ordenó que se removiera un Cristo "vestido de manera ridícula" de la iglesia parroquial en Tlaquiltenango a menos de que fuera arreglado, y amenazó con suspender todas las procesiones y ceremonias de los pueblos al aire libre y en las colinas a menos de que se obtuviera la licencia formal del cura. AHM L10A/8, ff. 42, 47, 49, 152v, 158v, 163r.
18 Entre las parroquias secularizadas de 1750 a 1777 están Atlatlaucan, Jantetelco, Xiuctepec, Jonacatepec, Mazatepec, Oaxtepec, Tepoztlán, Tlaltizapán, Talquiltenango, Totolapa, Xochitepec, Yautepec y Yecapixtla (todas en Cuernavaca); y Jumiltepec, Hueyapany Ocuituco (en Cuautla). Las doce parroquias de Chalco eran Amecameca, Coatepec Chalco, Cuautzingo, Ecacingo, Ixtapaluca, Xuchitepec, Mixquic, Temamatla, Tenango Popula, Tláhuac, Tlalmanalco y Tlayacapan. Sin duda la cifra de 70 parroquias secularizadas en la arquidiócesis en ese periodo (apoyada en Fortino Vera, Erecciones parroquiales de México y Puebla, Amecameca, Estado de México, 1889; Peter Gerhard, A Guide to the Historical Geography of New Spain, Cambridge, Eng., 1972, y en dispersos testimonios de archivo) se incrementará seguramente con investigación adicional.
19 Tulane, VEMC, exp. 12. Según se dijo, a principios de los años de 1750 los nuevos curas seculares de Atlatlaucan, Tetela y Ocuituco no hablaban bien náhuatl y se valían de traductores en el confesionario. En esa época no emplearon vicarios. Según se dijo, el cura de Atlatlaucan empleó a franciscanos para aquellos trabajos parroquiales que requerían de la lengua nativa.
20 Se dijo que los indios del distrito de Tlaquiltenango, por ejemplo, hablaban castellano, AGN, CRS 72, exp. 10, 1789. No he reunido suficiente evidencia como para construir una geografía de las lenguas española y náhuatl para esa área en el periodo colonial tardío. Al parecer, la mayoría de los indios del distrito suroeste de Mazatepec hablaba únicamente náhuatl, y lo mismo fue cierto para los distritos vecinos de Tetelpa y Xoxocotla (el vicario Luis Venegas, quien hablaba náhuatl, dijo que la gente de sus pueblos eran "indios cerrados" y que precisaban de un sacerdote que hablara su idioma); CRS 197, exp. 14, 1802; AGN,Bienes 172, exp. 51, 1805. Según el visitador pastoral en 1779 los indígenas de Jonacatepec, Huautla y Oapan y de las parroquias de tierra fría de Tlalnepantla y Yecapixtla sabían poco castellano, aunque se identificó a los líderes indios de Totolapa que atestiguaran en un pleito de 1742 como bien versados en ese idioma (el antiguo alcalde y el fiscal fueron descritos, ambos, como "ladino en la lengua castellana que habla y entiende con toda perfección", y el alcalde ordinario en funciones de San Guillermo y el sacristán mayor de Totolapa fueron llamados "sumamente ladinos"). AHM, L10B/21, ff. 105v, 256-277; Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Los testimonios de la visita pastoral de 1779 en adelante mencionan que se hablaba ambos, mexicano y español, en las parroquias de tierra caliente. Según Haskett, Indigenous Rulers..., p. 144, "la mayoría del grupo gobernante de la jurisdicción [de Cuernavaca] no podía hablar español ni siquiera a fines del siglo XVIII". Su evidencia del siglo XVIII cubre el periodo de 1700 a 1769.
21 Bolde se apoyó especialmente en una detallada queja del gobernador indio y de doce testigos indígenas de Atlatlaucan, BN, AF 107, exp. 1470, ff. 20-49; Tulane, VEMC 16, exp. 12. La apasionada representación hecha por el ayuntamiento de la ciudad de México contra la secularización en 1753 se refiere asimismo a esa zona para sus ejemplos específicos, BN, AF 128, exp. 1651. Aun en esa área hubo quejas de parte de la feligresía contra el doctrinero poco antes de la secularización. Para las acusaciones en contra del doctrinero agustino de Totolapa por los oficiales indígenas de Nepopoalco en 1742-1743, véase Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Acaso este doctrinero no pudo haber evitado los cargos de abuso físico y derechos injustificados de manera alguna. La raíz de esas acusaciones y de las contracusaciones del doctrinero parece haber sido una enconada rivalidad entre la cabecera de Totolapa y el pueblo sujeto de Nepopoalco.
22 AGN, CRS 68, exps. 4-5. Los peticionarios, al parecer, resintieron más el vacío de sus bolsillos que la inseguridad de sus almas. Su queja específica cuando pidieron el retorno de los regulares fue que no tenían que pagar la misa y la confesión cuando había frailes a cargo. El bachiller Francisco Benites de Ariza afirmó en su currículum de 1760 que los feligreses de Ecacingo les habían hecho la vida tan pesada a sus curas párrocos que su ministerio ahí de 21 meses era un récord, incluso para los frailes. JCB.
23 AGN, CRS 84, exp. 3. Algunos licenciados y doctores desempeñados en el ministerio parroquial en Morelos, evidentemente aspiraron desde un principio a una posición en el cabildo catedral. José Joaquín de Unzueta, quien había servido 16 años como cura de Atenango del Río, Xuchitepec y Jonacatepec, dejó en claro sus ambiciones en un expediente preparado para el arzobispo en 1793. Habló de los libros que había comprado y de las lecturas que había hecho más que de su trabajo como pastor. CRS 149, exp. 4. Unzueta, de hecho, ganó una media ración, aunque en Guadalajara y no en México. AGI, Guad. 533; AJANG, Criminal, legajo marcado "1820-1821, leg. 61" (inventario del patrimonio de Unzueta en el momento de su muerte en 1821).
24 Se tuvo que mandar milicias a Ameca, por ejemplo, durante la secularización de la parroquia en 1799. Brambila, p. 122.
25 BMM 135, ff. 197-224. El inspector recomendó que el fraile fuese enviado a otro convento. Para quejas en contra de los regulares en Tepoztlán, véase Haskett, op. cit., pp. 43-44.
26 AGN, DP 1, exp. 1. Los trece pueblos fueron: San Felipe Agueguetzingo y Santiago Xoxotlán, San Juan Evangelista Xochitepec, San Sebastián Cuentepec, San Francisco Agueguetzingo, Santa María Concepción, Alpoyecan; San Andrés Ascatlicpac, San Agustín Tetlama, San Lucas Mazatepec, San Francisco Tetecala, San Gaspar Cohuatlán, San Miguel Huixitlán (Huajintlán), San Juan Cuahuatetelco y Santo Tomás Miacatlán.
27 AGN, CRS 72, exp. 3.
28 AGN, Civil 2121, exp. 10, 1736. Para un caso semejante que implicó a los agustinos de Xumiltepec con el pueblo de Huecahuasco (cercano a Ocuituco) en 1740, véase AGN, Crim. 174, ff. 157-239.
29 AGN, DP 1, exp. 5.
30 BMM 135, exp. 17; BN, AF, cajal 12, exp.1530. En otro tipo de disputa presecularizadora, un grupo de rancheros mulatos y criollos que vivía cerca de Santo Domingo Hueyapanse quejó en 1735 de que el doctrinero dominico era ahí un tirano que obligó a la hija de un feligrés a tener relaciones sexuales, que interfería en los asuntos privados de otros y que difundía chismes maliciosos. El cura contestó que los quejosos eran sus enemigos, que daban refugio a otros que lo desobedecían y que desdeñaban su deber cristiano de asistir a misa. En testimonio secreto, varios líderes indígenas y criollos de Hueyapan dijeron no tener queja alguna del cura, que cumplía con sus obligaciones y que el pleito se daba entre él y un grupo de no indios encabezado por Miguel de Arisa. Se había registrado la queja, notó el inspector, después de que el cura ejecutara una orden de excomunión preliminar contra el grupo por no asistir a misa. Rosenbach 462/25, p. 4, los habitantes de Hueyapan contra fray Manuel Maldonado. Para más información de los pleitos de Hueyapan con sus curas párrocos, véanse AGN, CRS 72, exp. 7, 1777; y AGN, Hist. 319, exp. 24, 1782.
31 AGN, CRS 84, exp. 3. En su ensayo "Secularization, Clerical Finance and Parish Life in Late Colonial Mexico: The Case of Morelos" (manuscrito presentado en la Convención de la Southern Historical Association, Memphis, Tennessee, 1982), Cheryl Martin relaciona la secularización y los pleitos por derechos. En otro ejemplo, el cura de Zacualpan (distrito de Cuautla), Juan de Ayuso Peña, informó al arzobispo en 1763 que sus predecesores agustinos no le habían dejado indicación alguna en cuanto a los derechos que normalmente cobraban por los ministerios eclesiásticos. Como resultado de esa confusión; sus feligreses indígenas no pagaban ni siquiera lo que el antiguo arancel prescribía, y habían renovado un viejo pleito por derechos que precedía con mucho a la secularización. Tras agotar los remedios extrajudiciales, ahora registró una queja formal ante el tribunal eclesiástico. CRS 156, exp. 9. Un problema semejante enfrentó Thadeo Antonio de Acosta en la antigua doctrina agustiniana de Ocuituco en 1761. La lacónica orden de la Audiencia del 27 de febrero de 1760 en el sentido de que los indios siguieran el arancel vigente y respetaran al cura tuvo poco efecto. En la antigua doctrina dominica de Santo Domingo Hueyapan, el nuevo cura en 1760, bachiller Juan López de Arteaga, pidió el arancel porque sus feligreses indígenas se rehusaron a pagarle lo que antes pagaban a los frailes. CRS 156, exp. 8; AGN, DP 2, exp. 5. Véase también CRS 156, exp. 6, para Atlatlaucan, donde el cura logró persuadir a los líderes del pueblo de que el arancel les favorecía también. Lo solicitaron en 1761 y esto, al parecer, resolvió la disputa a la satisfacción de todos.
32 Para ejemplos de casos que giraron en turno específicamente a las exigencias de servicios personales, véanse AGN, CRS 136, exp. 2, 1776-1781, Tlaltizapán; y Tulane, VEMC 53, exp. 6, 1791, Tepoztlán.
33 AGN, CRS 72, exp. 10, AGN, DP 3, exp. 1.
34 AGN, DP 3, exp. 3. Sin embargo, aparentemente algunos de los feligreses de Tlaltizapán habían optado por el arancel antes de la llegada de Vásquez del Campo. En 1778 sus líderes apelaron ante el visitador pastoral por una reducción de los derechos. Éste la negó y les ordenó pagar los cobros completos enumerados en el arancel, no enterrar a sus propios muertos y no celebrar procesiones sin permiso del cura. AHM, L10B/20, ff. 212-213, Cuanacalcingo.
35 Una brillante excepción, si es que su versión es creíble, fue Diego de Almonacid y Salasar, cura interino de Xumiltepec en 1751 y vicario de Huitzilac de 1756 hasta, por lo menos, 1760, cuando redactó su relación de méritos para los concursos de 1762-1763. En Huitzilac había organizado y ayudado a pagar un pozo público que hacía mucha falta, un púlpito, un confesionario y la terminación de un colateral dedicado a san Bartolomé. A pesar de haberse fracturado terriblemente su brazo derecho en una caída de su caballo mientras volvía del pueblo de visita de Coaxumulco, celebró misa el mismo día en la cabecera. Según él, al entregar la parroquia de Xumiltepec a su titular en 1752, los feligreses "lloraron inconsolablemente por su salida". JCB.
36 AGN, CRS 156, exp. 9, ff. 366. La visión de este cura de sus feligreses fue compartida por su homólogo en el distrito de Mazatepec y Xochitepec en 1760. Caracterizó a los indios de San Miguel Huajintlán como "tan alzados y cabilosos". JCB, currículum de Joseph Lucas de Santibáñez. Se refería a un despecho que esa comunidad mostró así más temprano como más tarde. En la década de 1730 el alcalde mayor había presentado un pleito contra los indios de Huajintlán por faltas de respeto al juez y por insubordinación en cuanto a los derechos de pesca en el río Amacusac; además, en 1780 el visitador pastoral los halló aún en malos términos con su cura, ya que se negaron a seguir el arancel o a mantener una escuela primaria. AGN, Crim. 204, exp. 12, 1734; AHM, L10B/21, f. 84.
37 El cura pidió la detención de los cuatro hombres que consideraba los líderes de las acciones colectivas. Solicitó asimismo que el mercado que se hacía cada cinco días en Temoac fuera trasladado a la cabecera de Zacualpan. La sentencia de la Audiencia el 27 de septiembre de 1764 urgió la publicación del arancel entonces vigente y procedimientos judiciales en contra de los líderes acusados.
La afición por las corridas de toros en los pueblos de Morelos, inclinada en favor de los toros, expresó ese mismo localismo contencioso que aparece en la evidencia de fines de la colonia; fue asimismo documentada a fines de los años de 1930 por Nathaniel Wollf en un artículo en el periódico referido a los aprendices de matadores de la ciudad de México. Llegó la noticia del "pueblito de Vista Hermosa, Morelos" de que habría toros de lidia en la fiesta de la comunidad del 21 de marzo:
Tenían unos veinte toros de lidia, la mayoría de los cuales se habían presentado ya en estas fiestas. Son de dueños particulares y no pueden ser matados. Esto quiere decir que son "educados" y capaces de distinguir entre el hombre y capote o muleta. Siempre se dirigen al hombre. El principal toro era un monstruo de siete años de edad. Era más grande que cualquier toro que jamás se había visto en el toreo. Era el orgullo de la aldea porque ya había matado a más de una docena de personas. Su nombre era Ojos Negros. Los muchachos no tenían más opción.
Cuando Ojos Negros irrumpió en el ruedo lo primero que hizo fue arrancarle la mejilla a una mujer que se había acercado demasiado a los intersticios de la barrera. Entonces entró Mario y se resbaló. Fue echado fuera del ruedo por el toro y su muslo derecho quedó abierto hasta verse lo blanco del hueso. Un ranchero, deseoso de mostrar que era mejor que los toreros del pueblo, saltó frente al toro. Éste le embistió el estómago y murió casi de inmediato.
En ese momento uno de los amigos de Mario tomó una espada y atravesó fatalmente a Ojos Negros. Esto irritó al público. Querían encarcelar a los "asesinos" del orgullo popular e impedir que escaparan. Les negaron un caballo para llevar al muchacho herido a la carretera. (Citado en Betty Kirk, Covering the Mexican Front, Norman, Okla, 1942, pp. 25-26.)
38 BEJ, Papeles de Derecho, 4:165-176, 16 de octubre de 1778, informe del comandante gobernador de Guadalajara: "estos [gente de razón] gustan de juegos y toros y aquéllos [indios] de danzas y bebidas".
39 Nicolás Rangel, Historia del toreo en México, época colonial, 1529-1821, 1924, p. 142.
40 AGN, CRS 156, exp. 9.
41 AGN, CRS 136, exp. 2, ff. 78-79. Cuanacalcingo se vio envuelto en pleitos por derechos desde 1775. CRS 68, exps. 4-5; AHM, L10B/20, ff. 212-213. Los feligreses de los alrededores del moderno Morelos hacia finales del periodo colonial fueron famosos por burlarse del sacerdote y hasta del culto. En 1802 tres indios de La Magdalena visitaron al cura de Chimalhuacán Ateneo para pedirle que fuera a confesar a un enfermo de la comunidad. El cura observó que uno de los tres se cubría la cara como si tratara de aguantarse la risa. El ayudante del cura llegó a La Magdalena para encontrarse con que el sujeto no estaba gravemente enfermo, sino sólo ebrio. Al preguntarle qué le afligía, respondió que su corazón le dolía porque no se había celebrado misa en el pueblo. La reacción del cura fue escribir al arzobispo y lamentar que "los desórdenes en la parroquia aumentan día con día [...] sólo reina la disensión y la insolencia". Dijo temer un levantamiento general y echó la culpa a la perniciosa influencia de los mulatos y lobos. AGN, Crim. 255, ff. 287-288.
42 AGN, DP 3, exp. 3, f. 47.
43 AGN, Indios 13, exp. 224, 1641, Ozumba; Indios 13, exp. 325, 1641, Tlalmanalco; Indios 21, exp. 162, 1657, Tláhuac; Indios 24, exp. 352, 1670, distrito de Chalco (los gobernadores de las principales comunidades acordaron pagar 600 pesos al año al asentista por el privilegio de vender pulque).
44 Dos años después de los motines de la ciudad de México, se ordenó al alcalde mayor de Cuernavaca poner en vigor las leyes del pulque e impedir que las mujeres indias de Santa María lo vendieran. AGN, Indios 32, exp. 184, 1694. La indagación preliminar en este caso subrayó los malos efectos de la bebida: que provocaba pereza, violencia, pleitos legales y otros ultrajes. Desde antiguo existió la inquietud de controlar el pulque adulterado y la embriaguez, pero estas indicaciones representaron un cambio en la actitud favorable del pulque de anteriores decretos reales. A principios del siglo XVIII los representantes de los pueblos de esa zona dijeron que lo elaboraban sólo "para beber entre sí", y se quejaron de que el asentista del pulque intentaba cobrar los antiguos derechos como si ellos aún vendieran la bebida. AGN, Crim. 1, exp. 29, 1705, Chalco; AGN, Civil 2229, exp. 7, 1722, Xumiltepec; Civil 1508, exp. 8, 1738, San Sebastián Achichipico. Por la misma razón los pueblos en el distrito de Cuautla se resistieron a pagar los impuestos del pulque en la década de 1780. AGN, Pulques 2, f. 252.
45 AGN, Pulques 2, f. 133.
46 Idem. Según este informe, sólo Huitzilac siguió activo en la venta del pulque. La producción comercial continuó asimismo en las parroquias de tierra fría de Tepoztlán, Tlalnepantla y Atlatlaucan, AHM, L10B/21, ff. 110r, 119, 1779-1780; Haskett, op. cit., p. 182.
47 Las leyes del siglo XVIII para la Nueva España en materia de bebidas alcohólicas se hallan reunidas en BN, Manuscritos, núms. 1358-1361; y AGN, Aguardiente de caña. Se otorgaron licencias selectivamente para el mezcal, especialmente en la primera década del siglo XVIII en el Bajío, donde no competía con el pulque. AGN, General de Parte 24, exps. 112, 179. Pero no así en Puebla, donde el asentista del pulque informó que sus rentas disminuían debido a la competencia de la producción local ilegal de bebidas destiladas, General de Parte 23, exp. 9, 1714. En Guatemala se permitió el chinguirito desde al menos 1753 a 1766. Sin embargo, los decretos reales anteriores a 1767 prohibieron en general los destilados autóctonos como bebidas nocivas, y la competencia indeseable en lo que respecta al licor importado. Para más detalles, véase José Luis Hernández Palomo, El aguardiente de caña en México (1724-1810), Sevilla, 1974, caps. 2-5.
48 AGN, Crim. 29, exp. 6, f. 76r, 1796, Xochitepec (el abogado defensor dijo de los indios de la zona, "siempre que toman pulque acaban de embriagarse con aguardiente"); Crim. 203, ff. 404-487, 1816, Huitzilac (un indio que confesó haber matado a su esposa en la Candelaria dijo que pasó todo el día bebiendo pulque y aguardiente); Crim. 39, exp. 18, 1818, Cuernavaca (un asesino indio dijo haber recibido aguardiente tras trabajar todo el día en un proyecto de riego).
49 BN, Manuscritos, núms. 1358-1361. Nueve años antes, en 1758, el protomedicato había declarado que el chinguirito era más saludable que el brandy de uva. Los mismos expertos que favorecieron los aguardientes locales en 1767 consideraron que el pulque era insalubre, "una de las bebidas más nocivas que la malicia humana ha discurrido contra su propia salud", ídem, núm. 1358, exp. 11. En una época cuando se esperaba que los indios se asimilaran más plenamente a la sociedad colonial y adoptaran los hábitos civilizados de sus superiores, el pulque fue considerado como una "bebida de indios" que ponía a otras clases de personas que lo bebían al nivel de los indios ("se hacen indios"). Las pulquerías fueron tratadas en esos informes como la causa de decesos e irreligión indígenas.
50 AGN, Civil 1798, exp. 5, el marqués de Branciforte, el 30 de enero de 1797, en que autoriza el perdón y la liberación de los que habían violado las antiguas leyes de prohibición.
51 Según el plan de 1797 de poner en vigor las nuevas leyes de impuestos sobre el alcohol en el distrito de Cuernavaca, el pulque procedía de los pueblos, campos y ranchos de los indios, el aguardiente de las barrancas y de los trapiches, grandes y pequeños alejados de la capital del distrito. AGN, Aguardiente de Caña 13, f. 23.
De hecho, las plantaciones azucareras acaso no produjeron la mayor parte del alcohol. Las autoridades de la real hacienda se inquietaron porque los dueños de las plantaciones en la zona de lzúcar vendían su jarabe a precios elevados en vez de aumentar la producción de aguardiente, y así evitar los impuestos, idem, último expediente, 12 de febrero de 1797.
52 Los observadores locales como Manuel Morales, cura de Mazatepec en 1802, quedaron impresionados por la bebida excesiva y desordenada: "No se ven en este país, señor, más que embriagueces, concubinatos, adulterios, estupros; padres de familia ofendidos por el urto que le han hecho de sus hijas, heridas, muertes, y otros males sin remedio alguno, aun el sueño no se puede tomar por la mucha algarabía nocturna." AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 448-449. Los pueblos de Morelos se merecieron una mención especial por parte de los visitadores pastorales a fines del periodo colonial por su embriaguez. AHM, L10A/8, f. 158r; L10B/10, f. 49 (en Yecapixtla el visitador escribió sobre "los vicios de embriaguez y luxuria que tanto dominan en estos pueblos"); L10B/21, f. 51r. Ejemplos de borracheras que terminaron en confrontaciones personales o violencia fatal: AGN, Indios 21, exp. 160, 1657, Cuernavaca; AGN, Crim. 159, ff. 44-57, 1810, Tlayacapan; Crim. 203, ff. 404-487, 1816, Huitzilac; Crim. 103, exp. 12, 1818, Jonacapa.
53 AGN, Crim. 507, exp. 17.
54 AGN, CRS 68, exp. 4, f. 438v.
55 Agapito Mateo Minos, Apuntaciones históricas de Xoxutla a Tlaquiltenango, Estado de Morelos, 1923, pp. 17-28.
56 AHM L10A/8, f. 163r, 1759-1760; L10B/21, f. 110r, 1779-1780; Enrique D. Dussel (ed. y autor del vol. 1), Historia general de la Iglesia en América Latina, 9 vols. a la fecha, Salamanca, 1981, 5:146 (recorrido no autorizado del Cristo de Tlayacapan, 1751). Un cacique maestro de escuela en Tlaltizapán fue sorprendido en 1760 con 18 obras de "ritos diabólicos" escritas en náhuatl. Serge Gruzinski, Man-Gods in the Mexican Highlands: Indian Power and Colonial Society, 1521-1800, Stanford, California, 1989, p. 169. Los sacerdotes que manipularon imágenes locales y otros instrumentos de la fe se metían en líos. En Atlautla, en la parroquia de Chimalhuacán, el cura suscitó un tumulto en 1799 cuando intentó vender un antiguo colateral y usar las ganancias para conseguir otro. AGN, Crim. 157, ff. 93-132.
57 Agapito Mateo Minos, op. cit., pp. 44-45, 64-66, contiene la solicitud de 1771 al cura de Xichiltepec de parte del fiscal de San Gerónimo Metl por su apoyo en la asignación del tributo y en contra de un terrateniente vecino español, así como la versión de 1884 de la reubicación del pueblo de Tehuistla al otro lado del río del Estudiante en el siglo XVIII luego de que un vicario se ahogó al intentar atravesar dicho río a nado.
58 AGN, CRS 136, exp. 2, 29 de enero de 1782, Cuanacalcingo; AGN, Inq. 1304, exp. 3 y 1334, exp. 3, f. 107r, 1796, Zacualpan (véase asimismo AGN, Acervo 49, caja 147, 26 de agosto de 1816, carta de Joseph Manuel Sotomayor, por entonces en Jonacatepec); CRS 140, exp. 4, 1796, Yautepec (testimonio de don Andrés de San Julián y confesión del cura); CRS 177, exp. 10, ff. 442-446, 488-489, 1800, Mazatepec (el cura adujo que 716 individuos -aproximadamente igual número de hombres y de mujeres- más algunas familias y casi el pueblo entero de Coatetelco no habían cumplido con el precepto anual); AGN, Crim. 255, exp. 13, 1802, Chimalhuacán. Los amargos pleitos de fines del siglo XVIII con los curas en los distritos del moderno estado de Morelos por derechos eclesiásticos, primicias y servicios personales muestran una resistencia semejante al liderazgo del cura. Estas disputas y sentimientos no se dieron únicamente en Morelos, aunque su subyacente vehemencia parece inusitada. Ejemplos notables incluyen CRS 72, exp. 7, 1767, Hueyapan; CRS 68, exps. 4-5, y CRS 136, exp. 2, 1775-1782, Tlaltizapán; AGN, Civil 2292, exp. 3,1796, Santa María de la Asunción Tetecala; y CRS 72, exp. 10, 1804, Tlaquiltenango. Los curas de fines del periodo colonial en esta zona afirmaron asimismo estar luchando contra las "supersticiones", especialmente en las décadas de 1750 y 1760. El antiguo cura de San Salvador Ocotepec dijo de su ministerio: "con crecido trabajo ha reducido a estos pobres a la Ley de Dios los que en estos altos vivían con toda libertad [...] los hallo muy colmados de abusos, arreglados a las costumbres supersticiosas de sus antepasados", y Francisco Herrera Cervantes y Pozo dijo haber descubierto idolatría entre los indios de Chalco en 1760 y arreglado que los penitentes fueran tratados con clemencia. JCB, Currícula de Xuárez de Escobedo y de Cervantes y Pozo. El visitador pastoral a esa área en 1759-1760 se preocupó por las supersticiones y los ritos en las colinas de la parroquia de Tlaquiltenango, y el visitador de 1767 presentó un sermón especial de 30 minutos contra la superstición en Yecapixtla. AHM, L10A/8, f.163r; L10B/10, apartado 49. Los adivinos indígenas, castas y sus prácticas, consideradas como evidencia de brujería, fueron presentados a la atención de la Inquisición en el siglo XVII: por ejemplo, AGN, Inq. 303, ff. 78-80, 1624, Tlaquiltenango (una anciana adivina y los indios ingirieron ololiuhqui -las semillas de campanilla-con el fin de tener visiones); y AGN, Inq. 435, ff. 12-13, 1656, Achichipico (una mestiza principal de Achichipico fue acusada de practicar brujería con ololiuhqui).
59 AGN, CRS 68, exps. 4-5.
60 AGN, CRS 136, exp. 2, ff. 166r-167r, 16 de julio de 1781.
61 AGN, CRS 68, exps. 4-5, f. 409.
62 Las mujeres indígenas estuvieron tan presentes como los hombres en algunas otras protestas públicas contra la autoridad colonial en Morelos al final del siglo XVIII. En Zacualpan de las Amilpas, donde los vecinos resistieron las exigencias del cura así como una orden de la audiencia en 1763 para que pagaran los derechos eclesiásticos acostumbrados, los testigos españoles hablaron de aquellos hombres y mujeres indígenas que aullaron y gritaron en protesta. Don Rafael Francisco Rodríguez atestiguó que en el estruendoso desafío a la visita del alguacil mayor con el fin de ejecutar el decreto de la audiencia, "las mujeres indias son peores que los varones", AGN, CRS 156, exp. 9, ff. 357v.
63 AGN, Crim. 203, exp. 4. Diez años más tarde el sucesor de Gamboa se quejó de que el líder, José Tenepantla, aún daba problemas a los curas párrocos y era protegido por el alcalde mayor (f. 180). He aquí la extensa lista de condiciones que los feligreses de Tepoztlán estuvieron de acuerdo en respetar en 1779; proporciona una versión más completa de sus "abusos y desobediencia": debían pagar los derechos eclesiásticos oportunamente de acuerdo con el arreglo habitual; pagar al cura puntualmente el diezmo y las primicias; asistir a misa en los días prescritos y pasar lista; llamar oportunamente al cura para confesar a los enfermos y enterrar a los muertos; restablecer escuelas primarias en la cabecera y en los pueblos sujetos, y mandar a sus hijos a estas últimas y a las clases de catecismo; asistir y participar en la recitación del catecismo los domingos; y abstenerse de vender a sus hijos o de usarlos en garantía de préstamos, así como de obligar a los jóvenes a prestar servicios en la casa de sus futuros suegros. Los hombres y las mujeres no debían bañarse juntos en los temazcales; el gobernador debía ayudar al cura cuando se le pedía; y el gobernador, así como los otros oficiales de la comunidad, debían dejar en manos de los curas los bienes de las iglesias locales así como todos los asuntos estrictamente espirituales y eclesiásticos. Todos debían "vivir en paz y tranquilidad, obedecer y respetar a su cura como un padre espiritual, vivir y actuar de allí en adelante como cristianos que anhelan la salvación y trabajar para evitar la embriaguez así como otros pecados públicos". AHM, L10B/21, ff. 50v-51r.
Como en otros lugares, los indios de Morelos expresaron su oposición a las autoridades coloniales mediante la resistencia pasiva y la fuga. La exhortación del visitador pastoral a los feligreses de Tlaltizapán en 1778 con el fin de que costearan la misa semanal de renovación y el suministro de hostias encontró un áspero silencio. AHM, L10B/20, f. 192r. En el pleito por servicios en Cuanacalcingo los indios se rehusaron a cumplir con la orden de la Audiencia, bajo el supuesto de que sólo sus autoridades elegidas podían autorizar el cumplimiento. Los oficiales se ausentaron convenientemente cada vez que aparecía el emisario del tribunal. La migración temporal o permanente era una amenaza así como una práctica establecida en algunas de esas disputas. AGN, Hist. 132, exp. 29, ff. 9-11, 1794, Cuernavaca; AGN, CRS 68, exp. 4, carta del cura Ortega del 15 de diciembre de 1780. La nueva migración representó una preocupación especialmente importante para las autoridades coloniales en el moderno Morelos hacia finales del periodo colonial, debido a lo que consideraban ya una vagancia muy extendida. Según la observación elíptica del teniente Matute durante un pleito con el cura de Mazatepec en 1800, "la residencia en muchas haciendas, ranchos y asentamientos es estacional, y la residencia de muchos de los habitantes movible debido a su vicio de vagancia", CRS 177, exp. 10, ff. 394-395.
64 Por ejemplo, el cura de Tlaltizapán, en su pleito con los feligreses indios por servicios personales, urgió a la Audiencia a verificar su versión de la disputa al llamar a dar su testimonio a los administradores de la hacienda y a otros "vecinos de razón" de la parroquia, AGN, CRS 136, exp. 2, f. 206v.
65 AGN, Acervo 49, caja 146, carta de Joseph Manuel Sotomayor del 26 de agosto de 1816.
66 AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 448-449. La tensión generada por las rivalidades entre los alcaldes mayores o subdelegados y los curas párrocos en el periodo colonial tardío se halla documentada desde el punto de vista de aquéllos por Hipólito Villarroel, cuyos fulminantes ataques contra los perezosos, corruptos, venales y obstruccionistas curas párrocos han sido ya discutidos con algún detalle. Las conclusiones generales de Villarroel fueron moldeadas sin lugar a dudas por su experiencia en el campo (respecto a lo cual, véase Borah, "Alguna luz"}. Sin embargo, la versión parcial de Villarroel, compuesta a mediados de los años de 1780, bien puede revelar más acerca del pensamiento de un iracundo ex alcalde mayor que de las condiciones y clases de gente descritas. En todo caso, como he dicho, sus afirmaciones precisan de corroboración independiente en casi cada punto. Manuel de Agüero en Yautepec, Miguel José Losada en Tlaquiltenango y Manuel Morales en Mazatepec tuvieron serios conflictos con el subdelegado en las últimas dos décadas del periodo colonial, AGN, CRS 140, exp. 4, 1796; CRS 178, exp. 9, 1797; CRS 177, exp. 10, 1800; CRS 197, exp. 14, 1802; CRS 192, exp. 3, 1802; AGN, Bienes 172, exp. 51, 1804. Cuando se presentaron acusaciones anónimas contra el subdelegado de Yautepec en 1794 su superior, el gobernador del marquesado del Valle en Cuernavaca, se sumó a su defensa al declarar que el litigio era un ataque inventado por "mi enemigo capital, el cura de la cabecera de Cuernavaca", AGN, Hist. 132, exp. 27, f. 5r.
67 AGN, CRS 192, exp. 3, cartas del 27 y 31 de octubre de 1802 al padre Morales de uno de sus hermanos. El abogado del cura desacreditó con éxito el caso en contra de su cliente, al hacer notar especialmente la sospechosa uniformidad del testimonio en contra del cura así como su historial libre de manchas en sus anteriores gestiones. Aun así los tribunales no fueron particularmente considerados. En marzo de 1803 el tribunal eclesiástico y la Audiencia simplemente descartaron sus últimas réplicas de acusación contra el teniente.
68 Cuando Morales inició la lucha ante el tribunal en 1800, el teniente y sus aliados lo criticaron por su parte por no contratar el número de vicarios que la parroquia
requería para una atención espiritual adecuada, AGN, CRS 177, exp. 10. Fue ésta asimismo su queja más sustancial en 1802 cuando lanzaron sus propias acusaciones formales contra Morales, CRS 197, exp. 14. Aunque el alcalde mayor de Cuernavaca fue agudamente crítico de Morales por lanzar la queja en contra de su "más humilde y cumplido" teniente, certificó en 1800 la diligencia del cura y el buen orden de los registros de su parroquia, CRS 177, exp. 10, f. 447. En 1809, sin embargo, Morales (para entonces cura de Zacualpan de las Amilpas) fue acusado de varias relaciones ilícitas con mujeres indígenas, Tulane, VEMC 42, exp. 31.
69 AGN, Inq. 1304, exp. 3 y 1334, exp. 3, Zacualpan, 1796 (Sotomayor); AGN, CRS 140, exp.4, 1796, Yautepec (confesión de Manuel de Agüero); Martin, op. cit., p. 190. Los tenientes fueron asimismo blancos de acaloradas quejas a los tribunales superiores por mala conducta personal y abuso de autoridad, AGN, Crim. 205, 1764, Cuernavaca; AGN, Hist.132, exp. 26, 1793, Tetecala, Tlaquiltenango y Jonacatepec.
70 Nueve años más tarde el fiscal de la audiencia revisó el expediente y observó que el asunto de cómo costear el culto de la Eucaristía había quedado pendiente desde 1794. En vista de que no hubo quejas subsecuentes, recomendó que se cerrara el caso y que el subdelegado cuidara de que las reuniones de la cofradía se celebraran sólo si las presidía un representantes real. El cura podía asistir pero sólo en el papel pasivo de "rector de la casa", Tulane, VEMC 53, exp. 22, 1794-1803. Otro caso en que un cura párroco fue acusado de consumir el Santísimo, se halla en AGN, CRS 136, exps. 6-7, 1790, San Francisco Temascaltepec.
71 AGN, CRS 192, exp. 3. Morales se consideraba enfrentar una lucha por las almas de sus feligreses contra curanderos y adivinos heréticos, AGN, Inq. 1397, ff. 205-216, 1800 (caso contra el mulato Juan el Cojo).
72 AGN, CRS 68, exps. 4-5.
73 AGN, CRS 72, exp. 3, 1671; BMM 135, exp. 16, artículos 4-5, 1734.
74 JCB, Currículum núm. 137.
75 AGN, Hist. 132, exp. 26.
76 AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 394-395.
77 La Inquisición entendió que hasta Manuel Morales, el popular cura de Mazatepec durante los últimos años del periodo colonial, había actuado de manera escandalosa en la iglesia. Se dijo que descuidaba el culto y se dejaba llevar por la ira. Al tiempo que distribuía las hostias en la comunión había gritado en una ocasión: "¿Acaso me quieres morder?", lo cual hizo reír a los asistentes. En otra ocasión interrumpió la misa para meterse en la congregación y reprender a un feligrés. AGN, Inq. 1397, último folio, 15 de junio de 1808.
Esto no quiere decir que los distritos de Cuernavaca y Cuautla no contaran con muchos curas y vicarios anónimos y activos en sus obligaciones pastorales. Los subdelegados que informaron sobre los clérigos de sus distritos en 1793 no insistieron mucho en la mala conducta, aunque Antonio de la Landa y Garcés estaba tan recientemente nombrado en Cuernavaca que fue incapaz de detallar las cualidades personales de aquéllos. Juan Felipe Velásquez de Cuautla no encontró nada particularmente negativo que informar; algunos de los curas eran nuevos y no sabía nada de ellos, aunque elogió al doctrinero dominico de Cuautla, Pedro Alva, y al cura de Ocuituco, Juan Alexandro Piedra Palacio, como pastores discretos, juiciosos e instruidos. AGN, Hist. 578A. Al menos una facción en la mayoría de las parroquias apoyaba al cura local. Por ejemplo, cuando Manuel Urízar, vicario de Huitzuco, fue acusado de mala conducta sexual en 1805, el gobernador indio y otros salieron en su defensa y elogiaron su "más honorable conducta y muchos actos de caridad [...] Nunca hemos visto antes un ministro tan devoto; como es bien sabido en toda la tierra caliente", AGN, Bienes 172, exp. 53.
78 AGN, Inq. 1221, exp. 9; Inq. 1401, exps. 11-12. En distintos casos ante la Inquisición en 1795 los curas de Yecapixtla y de Otumba fueron acusados de diversas declaraciones políticas y morales provocativas respecto a la revolución francesa y al sacerdocio, AGN, Inq. 1326, exp. 2; Inq. 1360, exps. 1-2.
79 Para los últimos contornos picarescos de la carrera pública de Sotomayor, véase su cara formal del 26 de agosto de 1816 en AGN, Acervo 49, caja 146 y el pleito con sus feligreses en 1818 en AGN, Crim. 204, exp. 13. Haskett describe este episodio final: "un nervioso cura de Jonacatepec se alarmó cuando los miembros del cabildo municipal fueron descubiertos al conspirar en casa del gobernador del pueblo. Convencido de que pretendían rebelarse, los denunció ante las autoridades militares sólo para darse cuenta más tarde de que discutían los detalles de un litigio criminal contra el cura mismo por impopular", op. cit., p. 196.
80 AGN, Bienes 172, exp. 51.
81 Tulane, VEMC 8, exp. 21.
82 En el mismo espíritu, aunque sin elaborar al detalle las posibilidades históricas, se halla el trabajo de John M. Ingham, Mary, Michael, and Lucifer: Folk Catholicism in Central Mexico, Austin, Texas, 1986. En su interpretación de la religión local y del cambio religioso en Tlayacapan, Ingham enfatiza "la catolicidad de la cultura
tradicional" y ve dentro del ritual y del simbolismo religiosos los contrapuntos entre conflicto y solidaridad que expresan relaciones sociales. Para el periodo colonial se inclina por seguir a Foster y a Ricard de acuerdo con un énfasis en la europeización, y pierde de vista las continuidades en los hábitos de concepción que Clendinnen, Lockhart y otros perciben. Acaso esto es más apropiado para Tlayacapan que para muchas otras comunidades del México central en el siglo XVIII.
83 La relevante discusión de Martín sobre las disputas en Yautepec en las décadas de 1790 y 1800 en Rural Society, capítulo 8, reúne las principales evidencias procedentes de AGN.
84 BMM 113, pp. 102-103.
85 JCB, Currículum de De la Mota.
86 AGN, RCO 82, exp. 140, que dice que la gente de otros pueblos se sumó a la fuga al Popocatépetl. Según Francisco Sedano, Noticias de México, 2 vols., 1880, 1:34, los indios culpables fueron obligados a desfilar en un auto de fe en la ciudad de México "alrededor de 1760". Gruzinski, Man-Gods..., cap. 5, proporciona una descripción más completa de los eventos de 1761 a partir de testimonios enviados al Consejo de Indias. El caso relacionado contra Luisa Carrillo, entre 1761 y 1768, aparece en AGN, Inq. 1073, ff. 13-119 y 225-253. Los testigos en este caso se refirieron asimismo al "ídolo" de Pérez como a una imagen de la virgen. La hija de Carrillo, María Gertrudis Anastasia, mencionó el empleo por parte de Pérez y Pascual de Santa María de una estatua de un niño con cabeza de perro y cola de diablo.
87 Gruzinski, op. cit., pp. 162-163.
88 A juzgar por el testimonio en el caso contra Luisa Carrillo, la apelación de Pérez fue menos de un tenor indio contra no indio de lo que su cita sugiere. Se dijo que Carrillo misma era mestiza o mulata. Véase AGN, Inq. 1073, exp. 2, especialmente el testimonio de María de la Cruz (loba) y de la hija y del marido de Carrillo (mulatos) en ff. 29-43. El vicario de San Pedro Ecacingo afirmó haber aprehendido a "cincuenta y seis idólatras de varias jurisdicciones" que se habían reunido en una cueva en su distrito para "adorar al ídolo que poseía Antonio el pastor [el principal criminal en este asunto]", y haberlos enviado ante el juez de Yautepec. JCB, 1760, currículum de Benites de Ariza.
89 BN, AF, caja 107, exp. 1470, parte de un caso recabado para el guardián franciscano de Ozumba. Esta nostalgia por los antiguos pastores agustinos de Totolapa en 1753 no parece concordar con las acaloradas quejas del gobernador y de la república de Nepozualco contra el ministro cura agustino de Totolapa en 1742-1743 por negligencia en el deber y por azotar a los sacristanes de las visitas. El pastor Joseph de Sevilla respondió que esos indios no habían apoyado entusiastamente a la Iglesia y que los pocos ornamentos con que contaban se hallaban descuidados. Esta disputa surgió en particular a partir de la campaña de Nepozualco con el fin de obtener en cura de planta y acabar con todos los servicios personales en Totolapa. Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Otras doctrinas en esa zona se habían subdividido así en años recientes y acaso fueron víctimas de la misma intranquilidad. El padre Sevilla adujo que las recientes subdivisiones de Chimalhuacán Chalco, Tepetlixpa, Atlautla, Tlalnepantla y Atlatlaucan habían causado gran pena a los frailes.
90 Tulane, VEMC 16; exp. 12. Para un enconado pleito por derechos en la parroquia de Atlatlaucan en 1761-1762, encabezado por Joseph Zárate, "coyote", véase AGN CRS 156, exp. 6.
91 AHM, L10N8, ff. 152v, 158, 163r, y los legajos no foliados 49 y 50.
92 AGN, RCO 84, exp. 140.
93 AGN, RCO 82, exp. 72, 1762; RCO 86, exp. 160, 1765.
94 Agüero pagó 125 pesos de mesada en el momento de hacerse cargo de la parroquia de Yautepec en 1772. AGI, Méx. 2726 (resumen de las mesadas pagadas ese año). Dejó la parroquia definitivamente en 1807 para convertirse en prebendado del cabildo catedral de la arquidiócesis, Cheryl E. Martín, op. cit., p. 187.
95 AGN, Civil 1341, exp. 4.
96 Ibid., exp. 1.
97 AGN, Civil 1889.
98 AGC, Civil 1520, exp. 4, f. 42.
99 Evidentemente De Cerro se hallaba detrás de otro largo pleito contra Agüero en 1796 por deudas e insultos difamatorios, iniciado por don Manuel de Ortuna, AGN, Civil 1520, exp. 4. Mientras que ambos, Del Cerro y Agüero usaron sus posiciones de privilegio para enriquecer sus patrimonios, el conflicto entre ellos no parece haber surgido de una rivalidad de cargos, al menos no por parte de Agüero. En enero de 1794 el padre Agüero fue llamado a atestiguar en el caso de acusaciones anónimas contra el sucesor de Del Cerro como teniente de Yautepec. El acusador anónimo que adujo hablar en nombre de los vecinos, dueños de tiendas, trapiches y haciendas de azúcar de Yautepec, denunció que el teniente los había obligado a contribuir a las festividades de la Inmaculada Concepción y a cometer abusos en la venta de ganado. Agüero atestiguó por parte del teniente en el sentido de que no hubo contribuciones forzadas de ninguna de las haciendas. AGN, Hist. 132, exp. 27.
100 AGN, CRS 140, exps. 4-5, 1796-1797. Que tan importante fue el asunto de los bienes de cofradía en esta disputa no parece claro en los testimonios. Agüero afirmó haber fundado las cofradías en cuestión y no haber usurpado el control de las instituciones y de las propiedades que antes estuvieron bajo el control de seglares, f. 276v.
101 AGN, CRS 140, exp. 4, f. 267.
102 En Cheryl E. Martín, op. cit., pp. 187-192, se presenta un resumen de los sucesores de Agüero, así como de los problemas políticos del teniente Manuel de Porras.
103 Una huella de ese tipo de red es la carta enviada por el gobernador de Cuanacalcingo al gobernador y oficiales de Ticuman el 10 de marzo de 1781 en que les pidió asistir a una reunión al día siguiente con el fin de organizarse en contra del cura párroco, AGN CRS 68, exps. 4-5, f. 448. Haskett presenta una breve consideración de los contactos indígenas entre comunidades en op. cit., p. 17.
104 Brian Hamnett, Roots of Mexican Insurgency: Mexican Regions, 1750-1824, Cambridge, 1986. [Raíces de la insurgencia en México: Historia regional, 1750-1824, trad. Agustín Bárcena, México, Fondo de Cultura Económica-Quinto Centenario, 1990], pp. 71-72, 154, 174, yuxtapone así a los indios de los pueblos y a los hacendados de Morelos.
105 Las cifras de las tropas de Morelos varían. John Tutino, From Insurrection, p. 188, dice que fueron 5,500. Timmons, p. 69, dice 4,000-4,500. El área de Morelos había sido penetrada por las fuerzas de Hidalgo en octubre de 1810. Sin embargo, según Lucas Alamán, Historia de México: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 5vols., 1985,2:327-329, tras ocupar Cuernavaca y 21 haciendas fueron expulsadas al mes siguiente con la ayuda de 57 dependientes de hacienda, la mayoría de ellos procedente de las de Gabriel Yermo. En noviembre de 1811, Xochitepec fue saqueado por los insurgentes. Véase Van Young, "Comentario", p. 58; y AGN, Crim. 204, exps. 10-11.
106 En junio las tropas insurgentes restantes en la hacienda de Temilpa al mando de Francisco Ayala fueron derrotadas por el capitán José Gabriel de Armijo, Alamán, op. cit., 3:164-166.
107 De acuerdo con Alamán, op. cit., 2:490-491, salvo "la poca gente allegadiza de las inmediaciones de Cuautla, los demás eran todos negros y mulatos de la costa".
108 Por ejemplo, las cofradías e imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe de Tlayacapan y Atlatlauca están enumeradas en un resumen de 1705 de los emolumentos del distrito de Cuernavaca, AGN, Bienes 500, exps. 4-5.
109 Los tres conocidos curas párrocos que se sumaron a Morelos son mariano Matamoros y su vicario, Matías Zavala y José Antonio Valdivieso, cura de Ocuituco. Los dos clérigos que no se sabe si fueron curas párrocos son Joaquín Díaz y Eduardo Zavala. Ambos eran de Tlayacapan. Morelos, Documentos inéditos y poco conocidos, 3 vols., 1927, 1:219-220; Armando de Maria y Campos, Matamoros, teniente general insurgente, 1964, pp. 32-33; Alamán, op. cit., 4:63. Una posible adición es un vicario de Santo Domingo quien proporcionó valiosa información a Matamoros en lzúcar, Proceso instruido, p. 69. Mi cifra total de curas párrocos se apoya en una lista incompleta de parroquias y pastores de 1805 para los distritos de Cuernavaca y Cuautla en Florescano y Gil, pp. 185-192.
110 Armando de Maria y Campos, op. cit., 1964, p. 22.
111 Proceso instruido, pp. 14-21, 62, 69, 81-82, 93-94; Maria y Campos, op. cit., pp. 13-14, 22, 32-33. Según Roberto Salido Beltrán, Campaña de Morelos en 1812, Guadalajara, 1964, p. 62, en Jantetelco se enlistaron 200 tropas.
112 El distrito de Sultepec, adyacente al límite moderno del estado de Morelos hacia el noroeste, fue la excepción que Matamoros tuvo en mente. No estaba seguro si los insurgentes operaron ahí con éxito porque los pueblos locales les hubieran apoyado libremente o si lo hicieron sujetos a coerción. Proceso instruido, pp. 81-82. El apoyo local en ese lugar bien pudo haber sido proporcionado voluntariamente. En 1811 el cura de Sultepec, Francisco Garrido, informó que los sacerdotes y vecinos de la cabecera apoyaban la insurrección del padre Hidalgo porque un buen número de ellos era de parientes suyos. Genaro García y Carlos Pereyra (eds.), Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, 36 vols., 1905-1911, 5:32. Véase también Alamán, 2:345, 537-538; 3:149-151; 4:719. Aunque la trayectoria de Garrido, manchada de mala conducta y de descuido de sus deberes pastorales en los años de 1790 (AGN, Hist. 578A, informe de Metepec) pudo haber hecho de él candidato a la protesta política después de 1810, al parecer no se sumó al movimiento. Morelos siguió reclutando combatientes de los pueblos y ranchos del área de Cuautla aún después del sitio. Véase Juan E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821 [1877-1882], 6 vols., 2a. ed., Liechtenstein, 1968, 5:274 (comisión al capitán José María Larios del 25 de enero de 1814). Sobre la actividad insurgente en el actual Morelos después del sitio, véase Alamán, 4:420-421.
113 Por ejemplo, dos facciones rivales que incluyeron a vecinos indios, mestizos y mulatos, hacendados criollos y comerciantes peninsulares que habían luchado por el control de la tierra, el agua y el poder político a nivel distrital bien podrían anularse mutuamente en una lucha más amplia, o permanecer ambas en los márgenes.
114 AGN, Civil 1674, exp. 25, informe de José Niña. En el mismo expediente, el subdelegado de San Miguel el Grande describió brevemente una hacienda que fue poblada por muchos arrendatarios, así como la necesidad de poner ahí un teniente de campo.
115 BN AF, caja 112, exp. 1530.
116 Hugh McLeod, Religion and the People of Western Europe, 1789-1970, Nueva York, 1981, p. 60.
1 John Womack, Zapata and the Mexican Revolutíon, Nueva York, 1969. [Zapata y la Revolución mexicana, México, Siglo XXI, 1994].
2 Un ejemplo de los artesanos en los pueblos de Morelos se localiza en AGN, Crim. 159, ff. 44-57, en que los principales y testigos en un caso de asesinato de Tlayacapan en 1810 hablaron de sí como sastres, cereros, arrieros y otras ocupaciones no agrícolas. En cuanto a la vagancia y la migración a la vuelta del siglo, véase AGN, CRS 177, exp. 10.
3 La proporción de Morelos se apoya en los padrones de 1759-1760 de Jonacatepec, Yautepec, Jantetelco, Cuautla, Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Xaltengo y Zacualpan, AHM L10A/8. La cifra para Toluca se apoya en los detallados informes de 1775 de las parroquias de Capuluac, Tescaliacac, Jalatlaco, Tianguistengo, Malinalco, Tenancingo, Tecualoya, Tenango de Valle, Calimaya, Metepec, Zinacantepec, Almoloya, Ozolotepec, Temoaya, Jiquipilco, Ixtlahuaca, Xocotitlán, San Felipe el Grande, Atlacomulco, Temascalcingo, Amealco, Acambay y Xilotepec, AHM L10B/12. Fue más probable que a la gente de razón de las cabeceras de Morelos se le clasificara como mulatos, y no así a la de la región de Toluca.
4 A juzgar por los informes de las rentas anuales de los curas, las parroquias administradas por esos cuatro pueblos se hallaron entre las 19 más ricas en la arquidiócesis. Véase el apéndice A.
5 Para una discusión de los pueblos de indios "centrífugos" cercanos a Guadalajara, véase William B. Taylor, "Indian Pueblos of Central Jalisco on the Eve of lndependence", en Richard L. Garner y William B. Taylor (eds.), Iberian Colonies, New World Societies: Essays in Memory of Charles Gibson, State College, Pa., 1985.
6 Antonio de Alcedo, Diccionario geográfico-histórico de las Indias occidentales a América [1786-1789], 4 vols., Madrid, 1967.
7 Para el reclutamiento de mano de obra en Taxco y sus resultados en Tepoztlán, véase Robert Haskett, "Our Suffering with the Taxco Tribute: Involuntary Mine Labor and Indigenous Society in Central New Spain", Hispanic American Historical Review, 71, 1991.
8 Warman, Y venimos a contradecir: Los campesinos de Morelos y el estado nacional, México, Ediciones de La Casa Chata, 1978. [We Come to Object: The Peasants of Morelos and the National State. Tr. Stephen K. Ault, Baltimore, 1980.]
9 Guillermo de la Peña, Herederos de promesas: Agricultura, política y ritual en los Altos de Morelos, 1980.
10 Idem.
11 John Tutino, From Insurrection to Revolution in Mexico: Social Bases of Agrarian Violence, 1750-1940, Princeton, Nueva Jersey, 1986. [De la insurgencia a la revolución en México: Las bases sociales de la violencia agraria, 1750-1940, México, Era, 1990.]
12 Cheryl E. Martín, Rural Society in Colonial Morelos, Albuquerque, Nuevo México, 1985.
13 Ibid., p. 178.
14 Ibid., p. 194.
15 Robert Haskett, Indigenous Rulers: An Ethnohistory of Town Government in Colonial Cuernavaca, Albuquerque, Nuevo México, 1991, p.196. Haskett considera asimismo los conceptos prehispánicos, la vigorosa defensa de los indios de sus tierras y la tradición náhuatl escrita en los pueblos del distrito de Cuernavaca en "Indian Town Government in Colonial Cuernavaca: Persistence, Adaptation, and Change", Hispanic American Historical Review, 67, 1987, pp. 203-231; e "Indian Community Land and Municipal Income in Colonial Cuernavaca: An Investigation Through Nahuatl Documents", ponencia presentada en el congreso anual de The American Historical Association, diciembre de 1987.
16 Idem, p. 14. La siguiente cita procede de la p. 85.
17 El serio intento del arzobispo Rubio y Salinas de purificar las prácticas religiosas y la conducta moral en el nivel local es el principal ejemplo. Durante su visita pastoral de 1759-1760 el prelado fue más allá de exhortar a los feligreses a renunciar a sus prácticas supersticiosas, a su embriaguez y a sus escandalosas danzas de las cuales había tenido noticia. Suspendió la licencia para decir misa en Apitzaco (barrio de Yautepec) a causa de la indecencia de su capilla; amenazó con cerrar las iglesias de todos los pueblos de visita de Tlaltizapán a menos de que fuesen puestos en buen orden de inmediato; ordenó que se removiera un Cristo "vestido de manera ridícula" de la iglesia parroquial en Tlaquiltenango a menos de que fuera arreglado, y amenazó con suspender todas las procesiones y ceremonias de los pueblos al aire libre y en las colinas a menos de que se obtuviera la licencia formal del cura. AHM L10A/8, ff. 42, 47, 49, 152v, 158v, 163r.
18 Entre las parroquias secularizadas de 1750 a 1777 están Atlatlaucan, Jantetelco, Xiuctepec, Jonacatepec, Mazatepec, Oaxtepec, Tepoztlán, Tlaltizapán, Talquiltenango, Totolapa, Xochitepec, Yautepec y Yecapixtla (todas en Cuernavaca); y Jumiltepec, Hueyapany Ocuituco (en Cuautla). Las doce parroquias de Chalco eran Amecameca, Coatepec Chalco, Cuautzingo, Ecacingo, Ixtapaluca, Xuchitepec, Mixquic, Temamatla, Tenango Popula, Tláhuac, Tlalmanalco y Tlayacapan. Sin duda la cifra de 70 parroquias secularizadas en la arquidiócesis en ese periodo (apoyada en Fortino Vera, Erecciones parroquiales de México y Puebla, Amecameca, Estado de México, 1889; Peter Gerhard, A Guide to the Historical Geography of New Spain, Cambridge, Eng., 1972, y en dispersos testimonios de archivo) se incrementará seguramente con investigación adicional.
19 Tulane, VEMC, exp. 12. Según se dijo, a principios de los años de 1750 los nuevos curas seculares de Atlatlaucan, Tetela y Ocuituco no hablaban bien náhuatl y se valían de traductores en el confesionario. En esa época no emplearon vicarios. Según se dijo, el cura de Atlatlaucan empleó a franciscanos para aquellos trabajos parroquiales que requerían de la lengua nativa.
20 Se dijo que los indios del distrito de Tlaquiltenango, por ejemplo, hablaban castellano, AGN, CRS 72, exp. 10, 1789. No he reunido suficiente evidencia como para construir una geografía de las lenguas española y náhuatl para esa área en el periodo colonial tardío. Al parecer, la mayoría de los indios del distrito suroeste de Mazatepec hablaba únicamente náhuatl, y lo mismo fue cierto para los distritos vecinos de Tetelpa y Xoxocotla (el vicario Luis Venegas, quien hablaba náhuatl, dijo que la gente de sus pueblos eran "indios cerrados" y que precisaban de un sacerdote que hablara su idioma); CRS 197, exp. 14, 1802; AGN,Bienes 172, exp. 51, 1805. Según el visitador pastoral en 1779 los indígenas de Jonacatepec, Huautla y Oapan y de las parroquias de tierra fría de Tlalnepantla y Yecapixtla sabían poco castellano, aunque se identificó a los líderes indios de Totolapa que atestiguaran en un pleito de 1742 como bien versados en ese idioma (el antiguo alcalde y el fiscal fueron descritos, ambos, como "ladino en la lengua castellana que habla y entiende con toda perfección", y el alcalde ordinario en funciones de San Guillermo y el sacristán mayor de Totolapa fueron llamados "sumamente ladinos"). AHM, L10B/21, ff. 105v, 256-277; Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Los testimonios de la visita pastoral de 1779 en adelante mencionan que se hablaba ambos, mexicano y español, en las parroquias de tierra caliente. Según Haskett, Indigenous Rulers..., p. 144, "la mayoría del grupo gobernante de la jurisdicción [de Cuernavaca] no podía hablar español ni siquiera a fines del siglo XVIII". Su evidencia del siglo XVIII cubre el periodo de 1700 a 1769.
21 Bolde se apoyó especialmente en una detallada queja del gobernador indio y de doce testigos indígenas de Atlatlaucan, BN, AF 107, exp. 1470, ff. 20-49; Tulane, VEMC 16, exp. 12. La apasionada representación hecha por el ayuntamiento de la ciudad de México contra la secularización en 1753 se refiere asimismo a esa zona para sus ejemplos específicos, BN, AF 128, exp. 1651. Aun en esa área hubo quejas de parte de la feligresía contra el doctrinero poco antes de la secularización. Para las acusaciones en contra del doctrinero agustino de Totolapa por los oficiales indígenas de Nepopoalco en 1742-1743, véase Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Acaso este doctrinero no pudo haber evitado los cargos de abuso físico y derechos injustificados de manera alguna. La raíz de esas acusaciones y de las contracusaciones del doctrinero parece haber sido una enconada rivalidad entre la cabecera de Totolapa y el pueblo sujeto de Nepopoalco.
22 AGN, CRS 68, exps. 4-5. Los peticionarios, al parecer, resintieron más el vacío de sus bolsillos que la inseguridad de sus almas. Su queja específica cuando pidieron el retorno de los regulares fue que no tenían que pagar la misa y la confesión cuando había frailes a cargo. El bachiller Francisco Benites de Ariza afirmó en su currículum de 1760 que los feligreses de Ecacingo les habían hecho la vida tan pesada a sus curas párrocos que su ministerio ahí de 21 meses era un récord, incluso para los frailes. JCB.
23 AGN, CRS 84, exp. 3. Algunos licenciados y doctores desempeñados en el ministerio parroquial en Morelos, evidentemente aspiraron desde un principio a una posición en el cabildo catedral. José Joaquín de Unzueta, quien había servido 16 años como cura de Atenango del Río, Xuchitepec y Jonacatepec, dejó en claro sus ambiciones en un expediente preparado para el arzobispo en 1793. Habló de los libros que había comprado y de las lecturas que había hecho más que de su trabajo como pastor. CRS 149, exp. 4. Unzueta, de hecho, ganó una media ración, aunque en Guadalajara y no en México. AGI, Guad. 533; AJANG, Criminal, legajo marcado "1820-1821, leg. 61" (inventario del patrimonio de Unzueta en el momento de su muerte en 1821).
24 Se tuvo que mandar milicias a Ameca, por ejemplo, durante la secularización de la parroquia en 1799. Brambila, p. 122.
25 BMM 135, ff. 197-224. El inspector recomendó que el fraile fuese enviado a otro convento. Para quejas en contra de los regulares en Tepoztlán, véase Haskett, op. cit., pp. 43-44.
26 AGN, DP 1, exp. 1. Los trece pueblos fueron: San Felipe Agueguetzingo y Santiago Xoxotlán, San Juan Evangelista Xochitepec, San Sebastián Cuentepec, San Francisco Agueguetzingo, Santa María Concepción, Alpoyecan; San Andrés Ascatlicpac, San Agustín Tetlama, San Lucas Mazatepec, San Francisco Tetecala, San Gaspar Cohuatlán, San Miguel Huixitlán (Huajintlán), San Juan Cuahuatetelco y Santo Tomás Miacatlán.
27 AGN, CRS 72, exp. 3.
28 AGN, Civil 2121, exp. 10, 1736. Para un caso semejante que implicó a los agustinos de Xumiltepec con el pueblo de Huecahuasco (cercano a Ocuituco) en 1740, véase AGN, Crim. 174, ff. 157-239.
29 AGN, DP 1, exp. 5.
30 BMM 135, exp. 17; BN, AF, cajal 12, exp.1530. En otro tipo de disputa presecularizadora, un grupo de rancheros mulatos y criollos que vivía cerca de Santo Domingo Hueyapanse quejó en 1735 de que el doctrinero dominico era ahí un tirano que obligó a la hija de un feligrés a tener relaciones sexuales, que interfería en los asuntos privados de otros y que difundía chismes maliciosos. El cura contestó que los quejosos eran sus enemigos, que daban refugio a otros que lo desobedecían y que desdeñaban su deber cristiano de asistir a misa. En testimonio secreto, varios líderes indígenas y criollos de Hueyapan dijeron no tener queja alguna del cura, que cumplía con sus obligaciones y que el pleito se daba entre él y un grupo de no indios encabezado por Miguel de Arisa. Se había registrado la queja, notó el inspector, después de que el cura ejecutara una orden de excomunión preliminar contra el grupo por no asistir a misa. Rosenbach 462/25, p. 4, los habitantes de Hueyapan contra fray Manuel Maldonado. Para más información de los pleitos de Hueyapan con sus curas párrocos, véanse AGN, CRS 72, exp. 7, 1777; y AGN, Hist. 319, exp. 24, 1782.
31 AGN, CRS 84, exp. 3. En su ensayo "Secularization, Clerical Finance and Parish Life in Late Colonial Mexico: The Case of Morelos" (manuscrito presentado en la Convención de la Southern Historical Association, Memphis, Tennessee, 1982), Cheryl Martin relaciona la secularización y los pleitos por derechos. En otro ejemplo, el cura de Zacualpan (distrito de Cuautla), Juan de Ayuso Peña, informó al arzobispo en 1763 que sus predecesores agustinos no le habían dejado indicación alguna en cuanto a los derechos que normalmente cobraban por los ministerios eclesiásticos. Como resultado de esa confusión; sus feligreses indígenas no pagaban ni siquiera lo que el antiguo arancel prescribía, y habían renovado un viejo pleito por derechos que precedía con mucho a la secularización. Tras agotar los remedios extrajudiciales, ahora registró una queja formal ante el tribunal eclesiástico. CRS 156, exp. 9. Un problema semejante enfrentó Thadeo Antonio de Acosta en la antigua doctrina agustiniana de Ocuituco en 1761. La lacónica orden de la Audiencia del 27 de febrero de 1760 en el sentido de que los indios siguieran el arancel vigente y respetaran al cura tuvo poco efecto. En la antigua doctrina dominica de Santo Domingo Hueyapan, el nuevo cura en 1760, bachiller Juan López de Arteaga, pidió el arancel porque sus feligreses indígenas se rehusaron a pagarle lo que antes pagaban a los frailes. CRS 156, exp. 8; AGN, DP 2, exp. 5. Véase también CRS 156, exp. 6, para Atlatlaucan, donde el cura logró persuadir a los líderes del pueblo de que el arancel les favorecía también. Lo solicitaron en 1761 y esto, al parecer, resolvió la disputa a la satisfacción de todos.
32 Para ejemplos de casos que giraron en turno específicamente a las exigencias de servicios personales, véanse AGN, CRS 136, exp. 2, 1776-1781, Tlaltizapán; y Tulane, VEMC 53, exp. 6, 1791, Tepoztlán.
33 AGN, CRS 72, exp. 10, AGN, DP 3, exp. 1.
34 AGN, DP 3, exp. 3. Sin embargo, aparentemente algunos de los feligreses de Tlaltizapán habían optado por el arancel antes de la llegada de Vásquez del Campo. En 1778 sus líderes apelaron ante el visitador pastoral por una reducción de los derechos. Éste la negó y les ordenó pagar los cobros completos enumerados en el arancel, no enterrar a sus propios muertos y no celebrar procesiones sin permiso del cura. AHM, L10B/20, ff. 212-213, Cuanacalcingo.
35 Una brillante excepción, si es que su versión es creíble, fue Diego de Almonacid y Salasar, cura interino de Xumiltepec en 1751 y vicario de Huitzilac de 1756 hasta, por lo menos, 1760, cuando redactó su relación de méritos para los concursos de 1762-1763. En Huitzilac había organizado y ayudado a pagar un pozo público que hacía mucha falta, un púlpito, un confesionario y la terminación de un colateral dedicado a san Bartolomé. A pesar de haberse fracturado terriblemente su brazo derecho en una caída de su caballo mientras volvía del pueblo de visita de Coaxumulco, celebró misa el mismo día en la cabecera. Según él, al entregar la parroquia de Xumiltepec a su titular en 1752, los feligreses "lloraron inconsolablemente por su salida". JCB.
36 AGN, CRS 156, exp. 9, ff. 366. La visión de este cura de sus feligreses fue compartida por su homólogo en el distrito de Mazatepec y Xochitepec en 1760. Caracterizó a los indios de San Miguel Huajintlán como "tan alzados y cabilosos". JCB, currículum de Joseph Lucas de Santibáñez. Se refería a un despecho que esa comunidad mostró así más temprano como más tarde. En la década de 1730 el alcalde mayor había presentado un pleito contra los indios de Huajintlán por faltas de respeto al juez y por insubordinación en cuanto a los derechos de pesca en el río Amacusac; además, en 1780 el visitador pastoral los halló aún en malos términos con su cura, ya que se negaron a seguir el arancel o a mantener una escuela primaria. AGN, Crim. 204, exp. 12, 1734; AHM, L10B/21, f. 84.
37 El cura pidió la detención de los cuatro hombres que consideraba los líderes de las acciones colectivas. Solicitó asimismo que el mercado que se hacía cada cinco días en Temoac fuera trasladado a la cabecera de Zacualpan. La sentencia de la Audiencia el 27 de septiembre de 1764 urgió la publicación del arancel entonces vigente y procedimientos judiciales en contra de los líderes acusados.
La afición por las corridas de toros en los pueblos de Morelos, inclinada en favor de los toros, expresó ese mismo localismo contencioso que aparece en la evidencia de fines de la colonia; fue asimismo documentada a fines de los años de 1930 por Nathaniel Wollf en un artículo en el periódico referido a los aprendices de matadores de la ciudad de México. Llegó la noticia del "pueblito de Vista Hermosa, Morelos" de que habría toros de lidia en la fiesta de la comunidad del 21 de marzo:
Tenían unos veinte toros de lidia, la mayoría de los cuales se habían presentado ya en estas fiestas. Son de dueños particulares y no pueden ser matados. Esto quiere decir que son "educados" y capaces de distinguir entre el hombre y capote o muleta. Siempre se dirigen al hombre. El principal toro era un monstruo de siete años de edad. Era más grande que cualquier toro que jamás se había visto en el toreo. Era el orgullo de la aldea porque ya había matado a más de una docena de personas. Su nombre era Ojos Negros. Los muchachos no tenían más opción.
Cuando Ojos Negros irrumpió en el ruedo lo primero que hizo fue arrancarle la mejilla a una mujer que se había acercado demasiado a los intersticios de la barrera. Entonces entró Mario y se resbaló. Fue echado fuera del ruedo por el toro y su muslo derecho quedó abierto hasta verse lo blanco del hueso. Un ranchero, deseoso de mostrar que era mejor que los toreros del pueblo, saltó frente al toro. Éste le embistió el estómago y murió casi de inmediato.
En ese momento uno de los amigos de Mario tomó una espada y atravesó fatalmente a Ojos Negros. Esto irritó al público. Querían encarcelar a los "asesinos" del orgullo popular e impedir que escaparan. Les negaron un caballo para llevar al muchacho herido a la carretera. (Citado en Betty Kirk, Covering the Mexican Front, Norman, Okla, 1942, pp. 25-26.)
38 BEJ, Papeles de Derecho, 4:165-176, 16 de octubre de 1778, informe del comandante gobernador de Guadalajara: "estos [gente de razón] gustan de juegos y toros y aquéllos [indios] de danzas y bebidas".
39 Nicolás Rangel, Historia del toreo en México, época colonial, 1529-1821, 1924, p. 142.
40 AGN, CRS 156, exp. 9.
41 AGN, CRS 136, exp. 2, ff. 78-79. Cuanacalcingo se vio envuelto en pleitos por derechos desde 1775. CRS 68, exps. 4-5; AHM, L10B/20, ff. 212-213. Los feligreses de los alrededores del moderno Morelos hacia finales del periodo colonial fueron famosos por burlarse del sacerdote y hasta del culto. En 1802 tres indios de La Magdalena visitaron al cura de Chimalhuacán Ateneo para pedirle que fuera a confesar a un enfermo de la comunidad. El cura observó que uno de los tres se cubría la cara como si tratara de aguantarse la risa. El ayudante del cura llegó a La Magdalena para encontrarse con que el sujeto no estaba gravemente enfermo, sino sólo ebrio. Al preguntarle qué le afligía, respondió que su corazón le dolía porque no se había celebrado misa en el pueblo. La reacción del cura fue escribir al arzobispo y lamentar que "los desórdenes en la parroquia aumentan día con día [...] sólo reina la disensión y la insolencia". Dijo temer un levantamiento general y echó la culpa a la perniciosa influencia de los mulatos y lobos. AGN, Crim. 255, ff. 287-288.
42 AGN, DP 3, exp. 3, f. 47.
43 AGN, Indios 13, exp. 224, 1641, Ozumba; Indios 13, exp. 325, 1641, Tlalmanalco; Indios 21, exp. 162, 1657, Tláhuac; Indios 24, exp. 352, 1670, distrito de Chalco (los gobernadores de las principales comunidades acordaron pagar 600 pesos al año al asentista por el privilegio de vender pulque).
44 Dos años después de los motines de la ciudad de México, se ordenó al alcalde mayor de Cuernavaca poner en vigor las leyes del pulque e impedir que las mujeres indias de Santa María lo vendieran. AGN, Indios 32, exp. 184, 1694. La indagación preliminar en este caso subrayó los malos efectos de la bebida: que provocaba pereza, violencia, pleitos legales y otros ultrajes. Desde antiguo existió la inquietud de controlar el pulque adulterado y la embriaguez, pero estas indicaciones representaron un cambio en la actitud favorable del pulque de anteriores decretos reales. A principios del siglo XVIII los representantes de los pueblos de esa zona dijeron que lo elaboraban sólo "para beber entre sí", y se quejaron de que el asentista del pulque intentaba cobrar los antiguos derechos como si ellos aún vendieran la bebida. AGN, Crim. 1, exp. 29, 1705, Chalco; AGN, Civil 2229, exp. 7, 1722, Xumiltepec; Civil 1508, exp. 8, 1738, San Sebastián Achichipico. Por la misma razón los pueblos en el distrito de Cuautla se resistieron a pagar los impuestos del pulque en la década de 1780. AGN, Pulques 2, f. 252.
45 AGN, Pulques 2, f. 133.
46 Idem. Según este informe, sólo Huitzilac siguió activo en la venta del pulque. La producción comercial continuó asimismo en las parroquias de tierra fría de Tepoztlán, Tlalnepantla y Atlatlaucan, AHM, L10B/21, ff. 110r, 119, 1779-1780; Haskett, op. cit., p. 182.
47 Las leyes del siglo XVIII para la Nueva España en materia de bebidas alcohólicas se hallan reunidas en BN, Manuscritos, núms. 1358-1361; y AGN, Aguardiente de caña. Se otorgaron licencias selectivamente para el mezcal, especialmente en la primera década del siglo XVIII en el Bajío, donde no competía con el pulque. AGN, General de Parte 24, exps. 112, 179. Pero no así en Puebla, donde el asentista del pulque informó que sus rentas disminuían debido a la competencia de la producción local ilegal de bebidas destiladas, General de Parte 23, exp. 9, 1714. En Guatemala se permitió el chinguirito desde al menos 1753 a 1766. Sin embargo, los decretos reales anteriores a 1767 prohibieron en general los destilados autóctonos como bebidas nocivas, y la competencia indeseable en lo que respecta al licor importado. Para más detalles, véase José Luis Hernández Palomo, El aguardiente de caña en México (1724-1810), Sevilla, 1974, caps. 2-5.
48 AGN, Crim. 29, exp. 6, f. 76r, 1796, Xochitepec (el abogado defensor dijo de los indios de la zona, "siempre que toman pulque acaban de embriagarse con aguardiente"); Crim. 203, ff. 404-487, 1816, Huitzilac (un indio que confesó haber matado a su esposa en la Candelaria dijo que pasó todo el día bebiendo pulque y aguardiente); Crim. 39, exp. 18, 1818, Cuernavaca (un asesino indio dijo haber recibido aguardiente tras trabajar todo el día en un proyecto de riego).
49 BN, Manuscritos, núms. 1358-1361. Nueve años antes, en 1758, el protomedicato había declarado que el chinguirito era más saludable que el brandy de uva. Los mismos expertos que favorecieron los aguardientes locales en 1767 consideraron que el pulque era insalubre, "una de las bebidas más nocivas que la malicia humana ha discurrido contra su propia salud", ídem, núm. 1358, exp. 11. En una época cuando se esperaba que los indios se asimilaran más plenamente a la sociedad colonial y adoptaran los hábitos civilizados de sus superiores, el pulque fue considerado como una "bebida de indios" que ponía a otras clases de personas que lo bebían al nivel de los indios ("se hacen indios"). Las pulquerías fueron tratadas en esos informes como la causa de decesos e irreligión indígenas.
50 AGN, Civil 1798, exp. 5, el marqués de Branciforte, el 30 de enero de 1797, en que autoriza el perdón y la liberación de los que habían violado las antiguas leyes de prohibición.
51 Según el plan de 1797 de poner en vigor las nuevas leyes de impuestos sobre el alcohol en el distrito de Cuernavaca, el pulque procedía de los pueblos, campos y ranchos de los indios, el aguardiente de las barrancas y de los trapiches, grandes y pequeños alejados de la capital del distrito. AGN, Aguardiente de Caña 13, f. 23.
De hecho, las plantaciones azucareras acaso no produjeron la mayor parte del alcohol. Las autoridades de la real hacienda se inquietaron porque los dueños de las plantaciones en la zona de lzúcar vendían su jarabe a precios elevados en vez de aumentar la producción de aguardiente, y así evitar los impuestos, idem, último expediente, 12 de febrero de 1797.
52 Los observadores locales como Manuel Morales, cura de Mazatepec en 1802, quedaron impresionados por la bebida excesiva y desordenada: "No se ven en este país, señor, más que embriagueces, concubinatos, adulterios, estupros; padres de familia ofendidos por el urto que le han hecho de sus hijas, heridas, muertes, y otros males sin remedio alguno, aun el sueño no se puede tomar por la mucha algarabía nocturna." AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 448-449. Los pueblos de Morelos se merecieron una mención especial por parte de los visitadores pastorales a fines del periodo colonial por su embriaguez. AHM, L10A/8, f. 158r; L10B/10, f. 49 (en Yecapixtla el visitador escribió sobre "los vicios de embriaguez y luxuria que tanto dominan en estos pueblos"); L10B/21, f. 51r. Ejemplos de borracheras que terminaron en confrontaciones personales o violencia fatal: AGN, Indios 21, exp. 160, 1657, Cuernavaca; AGN, Crim. 159, ff. 44-57, 1810, Tlayacapan; Crim. 203, ff. 404-487, 1816, Huitzilac; Crim. 103, exp. 12, 1818, Jonacapa.
53 AGN, Crim. 507, exp. 17.
54 AGN, CRS 68, exp. 4, f. 438v.
55 Agapito Mateo Minos, Apuntaciones históricas de Xoxutla a Tlaquiltenango, Estado de Morelos, 1923, pp. 17-28.
56 AHM L10A/8, f. 163r, 1759-1760; L10B/21, f. 110r, 1779-1780; Enrique D. Dussel (ed. y autor del vol. 1), Historia general de la Iglesia en América Latina, 9 vols. a la fecha, Salamanca, 1981, 5:146 (recorrido no autorizado del Cristo de Tlayacapan, 1751). Un cacique maestro de escuela en Tlaltizapán fue sorprendido en 1760 con 18 obras de "ritos diabólicos" escritas en náhuatl. Serge Gruzinski, Man-Gods in the Mexican Highlands: Indian Power and Colonial Society, 1521-1800, Stanford, California, 1989, p. 169. Los sacerdotes que manipularon imágenes locales y otros instrumentos de la fe se metían en líos. En Atlautla, en la parroquia de Chimalhuacán, el cura suscitó un tumulto en 1799 cuando intentó vender un antiguo colateral y usar las ganancias para conseguir otro. AGN, Crim. 157, ff. 93-132.
57 Agapito Mateo Minos, op. cit., pp. 44-45, 64-66, contiene la solicitud de 1771 al cura de Xichiltepec de parte del fiscal de San Gerónimo Metl por su apoyo en la asignación del tributo y en contra de un terrateniente vecino español, así como la versión de 1884 de la reubicación del pueblo de Tehuistla al otro lado del río del Estudiante en el siglo XVIII luego de que un vicario se ahogó al intentar atravesar dicho río a nado.
58 AGN, CRS 136, exp. 2, 29 de enero de 1782, Cuanacalcingo; AGN, Inq. 1304, exp. 3 y 1334, exp. 3, f. 107r, 1796, Zacualpan (véase asimismo AGN, Acervo 49, caja 147, 26 de agosto de 1816, carta de Joseph Manuel Sotomayor, por entonces en Jonacatepec); CRS 140, exp. 4, 1796, Yautepec (testimonio de don Andrés de San Julián y confesión del cura); CRS 177, exp. 10, ff. 442-446, 488-489, 1800, Mazatepec (el cura adujo que 716 individuos -aproximadamente igual número de hombres y de mujeres- más algunas familias y casi el pueblo entero de Coatetelco no habían cumplido con el precepto anual); AGN, Crim. 255, exp. 13, 1802, Chimalhuacán. Los amargos pleitos de fines del siglo XVIII con los curas en los distritos del moderno estado de Morelos por derechos eclesiásticos, primicias y servicios personales muestran una resistencia semejante al liderazgo del cura. Estas disputas y sentimientos no se dieron únicamente en Morelos, aunque su subyacente vehemencia parece inusitada. Ejemplos notables incluyen CRS 72, exp. 7, 1767, Hueyapan; CRS 68, exps. 4-5, y CRS 136, exp. 2, 1775-1782, Tlaltizapán; AGN, Civil 2292, exp. 3,1796, Santa María de la Asunción Tetecala; y CRS 72, exp. 10, 1804, Tlaquiltenango. Los curas de fines del periodo colonial en esta zona afirmaron asimismo estar luchando contra las "supersticiones", especialmente en las décadas de 1750 y 1760. El antiguo cura de San Salvador Ocotepec dijo de su ministerio: "con crecido trabajo ha reducido a estos pobres a la Ley de Dios los que en estos altos vivían con toda libertad [...] los hallo muy colmados de abusos, arreglados a las costumbres supersticiosas de sus antepasados", y Francisco Herrera Cervantes y Pozo dijo haber descubierto idolatría entre los indios de Chalco en 1760 y arreglado que los penitentes fueran tratados con clemencia. JCB, Currícula de Xuárez de Escobedo y de Cervantes y Pozo. El visitador pastoral a esa área en 1759-1760 se preocupó por las supersticiones y los ritos en las colinas de la parroquia de Tlaquiltenango, y el visitador de 1767 presentó un sermón especial de 30 minutos contra la superstición en Yecapixtla. AHM, L10A/8, f.163r; L10B/10, apartado 49. Los adivinos indígenas, castas y sus prácticas, consideradas como evidencia de brujería, fueron presentados a la atención de la Inquisición en el siglo XVII: por ejemplo, AGN, Inq. 303, ff. 78-80, 1624, Tlaquiltenango (una anciana adivina y los indios ingirieron ololiuhqui -las semillas de campanilla-con el fin de tener visiones); y AGN, Inq. 435, ff. 12-13, 1656, Achichipico (una mestiza principal de Achichipico fue acusada de practicar brujería con ololiuhqui).
59 AGN, CRS 68, exps. 4-5.
60 AGN, CRS 136, exp. 2, ff. 166r-167r, 16 de julio de 1781.
61 AGN, CRS 68, exps. 4-5, f. 409.
62 Las mujeres indígenas estuvieron tan presentes como los hombres en algunas otras protestas públicas contra la autoridad colonial en Morelos al final del siglo XVIII. En Zacualpan de las Amilpas, donde los vecinos resistieron las exigencias del cura así como una orden de la audiencia en 1763 para que pagaran los derechos eclesiásticos acostumbrados, los testigos españoles hablaron de aquellos hombres y mujeres indígenas que aullaron y gritaron en protesta. Don Rafael Francisco Rodríguez atestiguó que en el estruendoso desafío a la visita del alguacil mayor con el fin de ejecutar el decreto de la audiencia, "las mujeres indias son peores que los varones", AGN, CRS 156, exp. 9, ff. 357v.
63 AGN, Crim. 203, exp. 4. Diez años más tarde el sucesor de Gamboa se quejó de que el líder, José Tenepantla, aún daba problemas a los curas párrocos y era protegido por el alcalde mayor (f. 180). He aquí la extensa lista de condiciones que los feligreses de Tepoztlán estuvieron de acuerdo en respetar en 1779; proporciona una versión más completa de sus "abusos y desobediencia": debían pagar los derechos eclesiásticos oportunamente de acuerdo con el arreglo habitual; pagar al cura puntualmente el diezmo y las primicias; asistir a misa en los días prescritos y pasar lista; llamar oportunamente al cura para confesar a los enfermos y enterrar a los muertos; restablecer escuelas primarias en la cabecera y en los pueblos sujetos, y mandar a sus hijos a estas últimas y a las clases de catecismo; asistir y participar en la recitación del catecismo los domingos; y abstenerse de vender a sus hijos o de usarlos en garantía de préstamos, así como de obligar a los jóvenes a prestar servicios en la casa de sus futuros suegros. Los hombres y las mujeres no debían bañarse juntos en los temazcales; el gobernador debía ayudar al cura cuando se le pedía; y el gobernador, así como los otros oficiales de la comunidad, debían dejar en manos de los curas los bienes de las iglesias locales así como todos los asuntos estrictamente espirituales y eclesiásticos. Todos debían "vivir en paz y tranquilidad, obedecer y respetar a su cura como un padre espiritual, vivir y actuar de allí en adelante como cristianos que anhelan la salvación y trabajar para evitar la embriaguez así como otros pecados públicos". AHM, L10B/21, ff. 50v-51r.
Como en otros lugares, los indios de Morelos expresaron su oposición a las autoridades coloniales mediante la resistencia pasiva y la fuga. La exhortación del visitador pastoral a los feligreses de Tlaltizapán en 1778 con el fin de que costearan la misa semanal de renovación y el suministro de hostias encontró un áspero silencio. AHM, L10B/20, f. 192r. En el pleito por servicios en Cuanacalcingo los indios se rehusaron a cumplir con la orden de la Audiencia, bajo el supuesto de que sólo sus autoridades elegidas podían autorizar el cumplimiento. Los oficiales se ausentaron convenientemente cada vez que aparecía el emisario del tribunal. La migración temporal o permanente era una amenaza así como una práctica establecida en algunas de esas disputas. AGN, Hist. 132, exp. 29, ff. 9-11, 1794, Cuernavaca; AGN, CRS 68, exp. 4, carta del cura Ortega del 15 de diciembre de 1780. La nueva migración representó una preocupación especialmente importante para las autoridades coloniales en el moderno Morelos hacia finales del periodo colonial, debido a lo que consideraban ya una vagancia muy extendida. Según la observación elíptica del teniente Matute durante un pleito con el cura de Mazatepec en 1800, "la residencia en muchas haciendas, ranchos y asentamientos es estacional, y la residencia de muchos de los habitantes movible debido a su vicio de vagancia", CRS 177, exp. 10, ff. 394-395.
64 Por ejemplo, el cura de Tlaltizapán, en su pleito con los feligreses indios por servicios personales, urgió a la Audiencia a verificar su versión de la disputa al llamar a dar su testimonio a los administradores de la hacienda y a otros "vecinos de razón" de la parroquia, AGN, CRS 136, exp. 2, f. 206v.
65 AGN, Acervo 49, caja 146, carta de Joseph Manuel Sotomayor del 26 de agosto de 1816.
66 AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 448-449. La tensión generada por las rivalidades entre los alcaldes mayores o subdelegados y los curas párrocos en el periodo colonial tardío se halla documentada desde el punto de vista de aquéllos por Hipólito Villarroel, cuyos fulminantes ataques contra los perezosos, corruptos, venales y obstruccionistas curas párrocos han sido ya discutidos con algún detalle. Las conclusiones generales de Villarroel fueron moldeadas sin lugar a dudas por su experiencia en el campo (respecto a lo cual, véase Borah, "Alguna luz"}. Sin embargo, la versión parcial de Villarroel, compuesta a mediados de los años de 1780, bien puede revelar más acerca del pensamiento de un iracundo ex alcalde mayor que de las condiciones y clases de gente descritas. En todo caso, como he dicho, sus afirmaciones precisan de corroboración independiente en casi cada punto. Manuel de Agüero en Yautepec, Miguel José Losada en Tlaquiltenango y Manuel Morales en Mazatepec tuvieron serios conflictos con el subdelegado en las últimas dos décadas del periodo colonial, AGN, CRS 140, exp. 4, 1796; CRS 178, exp. 9, 1797; CRS 177, exp. 10, 1800; CRS 197, exp. 14, 1802; CRS 192, exp. 3, 1802; AGN, Bienes 172, exp. 51, 1804. Cuando se presentaron acusaciones anónimas contra el subdelegado de Yautepec en 1794 su superior, el gobernador del marquesado del Valle en Cuernavaca, se sumó a su defensa al declarar que el litigio era un ataque inventado por "mi enemigo capital, el cura de la cabecera de Cuernavaca", AGN, Hist. 132, exp. 27, f. 5r.
67 AGN, CRS 192, exp. 3, cartas del 27 y 31 de octubre de 1802 al padre Morales de uno de sus hermanos. El abogado del cura desacreditó con éxito el caso en contra de su cliente, al hacer notar especialmente la sospechosa uniformidad del testimonio en contra del cura así como su historial libre de manchas en sus anteriores gestiones. Aun así los tribunales no fueron particularmente considerados. En marzo de 1803 el tribunal eclesiástico y la Audiencia simplemente descartaron sus últimas réplicas de acusación contra el teniente.
68 Cuando Morales inició la lucha ante el tribunal en 1800, el teniente y sus aliados lo criticaron por su parte por no contratar el número de vicarios que la parroquia
requería para una atención espiritual adecuada, AGN, CRS 177, exp. 10. Fue ésta asimismo su queja más sustancial en 1802 cuando lanzaron sus propias acusaciones formales contra Morales, CRS 197, exp. 14. Aunque el alcalde mayor de Cuernavaca fue agudamente crítico de Morales por lanzar la queja en contra de su "más humilde y cumplido" teniente, certificó en 1800 la diligencia del cura y el buen orden de los registros de su parroquia, CRS 177, exp. 10, f. 447. En 1809, sin embargo, Morales (para entonces cura de Zacualpan de las Amilpas) fue acusado de varias relaciones ilícitas con mujeres indígenas, Tulane, VEMC 42, exp. 31.
69 AGN, Inq. 1304, exp. 3 y 1334, exp. 3, Zacualpan, 1796 (Sotomayor); AGN, CRS 140, exp.4, 1796, Yautepec (confesión de Manuel de Agüero); Martin, op. cit., p. 190. Los tenientes fueron asimismo blancos de acaloradas quejas a los tribunales superiores por mala conducta personal y abuso de autoridad, AGN, Crim. 205, 1764, Cuernavaca; AGN, Hist.132, exp. 26, 1793, Tetecala, Tlaquiltenango y Jonacatepec.
70 Nueve años más tarde el fiscal de la audiencia revisó el expediente y observó que el asunto de cómo costear el culto de la Eucaristía había quedado pendiente desde 1794. En vista de que no hubo quejas subsecuentes, recomendó que se cerrara el caso y que el subdelegado cuidara de que las reuniones de la cofradía se celebraran sólo si las presidía un representantes real. El cura podía asistir pero sólo en el papel pasivo de "rector de la casa", Tulane, VEMC 53, exp. 22, 1794-1803. Otro caso en que un cura párroco fue acusado de consumir el Santísimo, se halla en AGN, CRS 136, exps. 6-7, 1790, San Francisco Temascaltepec.
71 AGN, CRS 192, exp. 3. Morales se consideraba enfrentar una lucha por las almas de sus feligreses contra curanderos y adivinos heréticos, AGN, Inq. 1397, ff. 205-216, 1800 (caso contra el mulato Juan el Cojo).
72 AGN, CRS 68, exps. 4-5.
73 AGN, CRS 72, exp. 3, 1671; BMM 135, exp. 16, artículos 4-5, 1734.
74 JCB, Currículum núm. 137.
75 AGN, Hist. 132, exp. 26.
76 AGN, CRS 177, exp. 10, ff. 394-395.
77 La Inquisición entendió que hasta Manuel Morales, el popular cura de Mazatepec durante los últimos años del periodo colonial, había actuado de manera escandalosa en la iglesia. Se dijo que descuidaba el culto y se dejaba llevar por la ira. Al tiempo que distribuía las hostias en la comunión había gritado en una ocasión: "¿Acaso me quieres morder?", lo cual hizo reír a los asistentes. En otra ocasión interrumpió la misa para meterse en la congregación y reprender a un feligrés. AGN, Inq. 1397, último folio, 15 de junio de 1808.
Esto no quiere decir que los distritos de Cuernavaca y Cuautla no contaran con muchos curas y vicarios anónimos y activos en sus obligaciones pastorales. Los subdelegados que informaron sobre los clérigos de sus distritos en 1793 no insistieron mucho en la mala conducta, aunque Antonio de la Landa y Garcés estaba tan recientemente nombrado en Cuernavaca que fue incapaz de detallar las cualidades personales de aquéllos. Juan Felipe Velásquez de Cuautla no encontró nada particularmente negativo que informar; algunos de los curas eran nuevos y no sabía nada de ellos, aunque elogió al doctrinero dominico de Cuautla, Pedro Alva, y al cura de Ocuituco, Juan Alexandro Piedra Palacio, como pastores discretos, juiciosos e instruidos. AGN, Hist. 578A. Al menos una facción en la mayoría de las parroquias apoyaba al cura local. Por ejemplo, cuando Manuel Urízar, vicario de Huitzuco, fue acusado de mala conducta sexual en 1805, el gobernador indio y otros salieron en su defensa y elogiaron su "más honorable conducta y muchos actos de caridad [...] Nunca hemos visto antes un ministro tan devoto; como es bien sabido en toda la tierra caliente", AGN, Bienes 172, exp. 53.
78 AGN, Inq. 1221, exp. 9; Inq. 1401, exps. 11-12. En distintos casos ante la Inquisición en 1795 los curas de Yecapixtla y de Otumba fueron acusados de diversas declaraciones políticas y morales provocativas respecto a la revolución francesa y al sacerdocio, AGN, Inq. 1326, exp. 2; Inq. 1360, exps. 1-2.
79 Para los últimos contornos picarescos de la carrera pública de Sotomayor, véase su cara formal del 26 de agosto de 1816 en AGN, Acervo 49, caja 146 y el pleito con sus feligreses en 1818 en AGN, Crim. 204, exp. 13. Haskett describe este episodio final: "un nervioso cura de Jonacatepec se alarmó cuando los miembros del cabildo municipal fueron descubiertos al conspirar en casa del gobernador del pueblo. Convencido de que pretendían rebelarse, los denunció ante las autoridades militares sólo para darse cuenta más tarde de que discutían los detalles de un litigio criminal contra el cura mismo por impopular", op. cit., p. 196.
80 AGN, Bienes 172, exp. 51.
81 Tulane, VEMC 8, exp. 21.
82 En el mismo espíritu, aunque sin elaborar al detalle las posibilidades históricas, se halla el trabajo de John M. Ingham, Mary, Michael, and Lucifer: Folk Catholicism in Central Mexico, Austin, Texas, 1986. En su interpretación de la religión local y del cambio religioso en Tlayacapan, Ingham enfatiza "la catolicidad de la cultura
tradicional" y ve dentro del ritual y del simbolismo religiosos los contrapuntos entre conflicto y solidaridad que expresan relaciones sociales. Para el periodo colonial se inclina por seguir a Foster y a Ricard de acuerdo con un énfasis en la europeización, y pierde de vista las continuidades en los hábitos de concepción que Clendinnen, Lockhart y otros perciben. Acaso esto es más apropiado para Tlayacapan que para muchas otras comunidades del México central en el siglo XVIII.
83 La relevante discusión de Martín sobre las disputas en Yautepec en las décadas de 1790 y 1800 en Rural Society, capítulo 8, reúne las principales evidencias procedentes de AGN.
84 BMM 113, pp. 102-103.
85 JCB, Currículum de De la Mota.
86 AGN, RCO 82, exp. 140, que dice que la gente de otros pueblos se sumó a la fuga al Popocatépetl. Según Francisco Sedano, Noticias de México, 2 vols., 1880, 1:34, los indios culpables fueron obligados a desfilar en un auto de fe en la ciudad de México "alrededor de 1760". Gruzinski, Man-Gods..., cap. 5, proporciona una descripción más completa de los eventos de 1761 a partir de testimonios enviados al Consejo de Indias. El caso relacionado contra Luisa Carrillo, entre 1761 y 1768, aparece en AGN, Inq. 1073, ff. 13-119 y 225-253. Los testigos en este caso se refirieron asimismo al "ídolo" de Pérez como a una imagen de la virgen. La hija de Carrillo, María Gertrudis Anastasia, mencionó el empleo por parte de Pérez y Pascual de Santa María de una estatua de un niño con cabeza de perro y cola de diablo.
87 Gruzinski, op. cit., pp. 162-163.
88 A juzgar por el testimonio en el caso contra Luisa Carrillo, la apelación de Pérez fue menos de un tenor indio contra no indio de lo que su cita sugiere. Se dijo que Carrillo misma era mestiza o mulata. Véase AGN, Inq. 1073, exp. 2, especialmente el testimonio de María de la Cruz (loba) y de la hija y del marido de Carrillo (mulatos) en ff. 29-43. El vicario de San Pedro Ecacingo afirmó haber aprehendido a "cincuenta y seis idólatras de varias jurisdicciones" que se habían reunido en una cueva en su distrito para "adorar al ídolo que poseía Antonio el pastor [el principal criminal en este asunto]", y haberlos enviado ante el juez de Yautepec. JCB, 1760, currículum de Benites de Ariza.
89 BN, AF, caja 107, exp. 1470, parte de un caso recabado para el guardián franciscano de Ozumba. Esta nostalgia por los antiguos pastores agustinos de Totolapa en 1753 no parece concordar con las acaloradas quejas del gobernador y de la república de Nepozualco contra el ministro cura agustino de Totolapa en 1742-1743 por negligencia en el deber y por azotar a los sacristanes de las visitas. El pastor Joseph de Sevilla respondió que esos indios no habían apoyado entusiastamente a la Iglesia y que los pocos ornamentos con que contaban se hallaban descuidados. Esta disputa surgió en particular a partir de la campaña de Nepozualco con el fin de obtener en cura de planta y acabar con todos los servicios personales en Totolapa. Texas, Colección Borden-Clarke, núm. 17. Otras doctrinas en esa zona se habían subdividido así en años recientes y acaso fueron víctimas de la misma intranquilidad. El padre Sevilla adujo que las recientes subdivisiones de Chimalhuacán Chalco, Tepetlixpa, Atlautla, Tlalnepantla y Atlatlaucan habían causado gran pena a los frailes.
90 Tulane, VEMC 16; exp. 12. Para un enconado pleito por derechos en la parroquia de Atlatlaucan en 1761-1762, encabezado por Joseph Zárate, "coyote", véase AGN CRS 156, exp. 6.
91 AHM, L10N8, ff. 152v, 158, 163r, y los legajos no foliados 49 y 50.
92 AGN, RCO 84, exp. 140.
93 AGN, RCO 82, exp. 72, 1762; RCO 86, exp. 160, 1765.
94 Agüero pagó 125 pesos de mesada en el momento de hacerse cargo de la parroquia de Yautepec en 1772. AGI, Méx. 2726 (resumen de las mesadas pagadas ese año). Dejó la parroquia definitivamente en 1807 para convertirse en prebendado del cabildo catedral de la arquidiócesis, Cheryl E. Martín, op. cit., p. 187.
95 AGN, Civil 1341, exp. 4.
96 Ibid., exp. 1.
97 AGN, Civil 1889.
98 AGC, Civil 1520, exp. 4, f. 42.
99 Evidentemente De Cerro se hallaba detrás de otro largo pleito contra Agüero en 1796 por deudas e insultos difamatorios, iniciado por don Manuel de Ortuna, AGN, Civil 1520, exp. 4. Mientras que ambos, Del Cerro y Agüero usaron sus posiciones de privilegio para enriquecer sus patrimonios, el conflicto entre ellos no parece haber surgido de una rivalidad de cargos, al menos no por parte de Agüero. En enero de 1794 el padre Agüero fue llamado a atestiguar en el caso de acusaciones anónimas contra el sucesor de Del Cerro como teniente de Yautepec. El acusador anónimo que adujo hablar en nombre de los vecinos, dueños de tiendas, trapiches y haciendas de azúcar de Yautepec, denunció que el teniente los había obligado a contribuir a las festividades de la Inmaculada Concepción y a cometer abusos en la venta de ganado. Agüero atestiguó por parte del teniente en el sentido de que no hubo contribuciones forzadas de ninguna de las haciendas. AGN, Hist. 132, exp. 27.
100 AGN, CRS 140, exps. 4-5, 1796-1797. Que tan importante fue el asunto de los bienes de cofradía en esta disputa no parece claro en los testimonios. Agüero afirmó haber fundado las cofradías en cuestión y no haber usurpado el control de las instituciones y de las propiedades que antes estuvieron bajo el control de seglares, f. 276v.
101 AGN, CRS 140, exp. 4, f. 267.
102 En Cheryl E. Martín, op. cit., pp. 187-192, se presenta un resumen de los sucesores de Agüero, así como de los problemas políticos del teniente Manuel de Porras.
103 Una huella de ese tipo de red es la carta enviada por el gobernador de Cuanacalcingo al gobernador y oficiales de Ticuman el 10 de marzo de 1781 en que les pidió asistir a una reunión al día siguiente con el fin de organizarse en contra del cura párroco, AGN CRS 68, exps. 4-5, f. 448. Haskett presenta una breve consideración de los contactos indígenas entre comunidades en op. cit., p. 17.
104 Brian Hamnett, Roots of Mexican Insurgency: Mexican Regions, 1750-1824, Cambridge, 1986. [Raíces de la insurgencia en México: Historia regional, 1750-1824, trad. Agustín Bárcena, México, Fondo de Cultura Económica-Quinto Centenario, 1990], pp. 71-72, 154, 174, yuxtapone así a los indios de los pueblos y a los hacendados de Morelos.
105 Las cifras de las tropas de Morelos varían. John Tutino, From Insurrection, p. 188, dice que fueron 5,500. Timmons, p. 69, dice 4,000-4,500. El área de Morelos había sido penetrada por las fuerzas de Hidalgo en octubre de 1810. Sin embargo, según Lucas Alamán, Historia de México: desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 5vols., 1985,2:327-329, tras ocupar Cuernavaca y 21 haciendas fueron expulsadas al mes siguiente con la ayuda de 57 dependientes de hacienda, la mayoría de ellos procedente de las de Gabriel Yermo. En noviembre de 1811, Xochitepec fue saqueado por los insurgentes. Véase Van Young, "Comentario", p. 58; y AGN, Crim. 204, exps. 10-11.
106 En junio las tropas insurgentes restantes en la hacienda de Temilpa al mando de Francisco Ayala fueron derrotadas por el capitán José Gabriel de Armijo, Alamán, op. cit., 3:164-166.
107 De acuerdo con Alamán, op. cit., 2:490-491, salvo "la poca gente allegadiza de las inmediaciones de Cuautla, los demás eran todos negros y mulatos de la costa".
108 Por ejemplo, las cofradías e imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe de Tlayacapan y Atlatlauca están enumeradas en un resumen de 1705 de los emolumentos del distrito de Cuernavaca, AGN, Bienes 500, exps. 4-5.
109 Los tres conocidos curas párrocos que se sumaron a Morelos son mariano Matamoros y su vicario, Matías Zavala y José Antonio Valdivieso, cura de Ocuituco. Los dos clérigos que no se sabe si fueron curas párrocos son Joaquín Díaz y Eduardo Zavala. Ambos eran de Tlayacapan. Morelos, Documentos inéditos y poco conocidos, 3 vols., 1927, 1:219-220; Armando de Maria y Campos, Matamoros, teniente general insurgente, 1964, pp. 32-33; Alamán, op. cit., 4:63. Una posible adición es un vicario de Santo Domingo quien proporcionó valiosa información a Matamoros en lzúcar, Proceso instruido, p. 69. Mi cifra total de curas párrocos se apoya en una lista incompleta de parroquias y pastores de 1805 para los distritos de Cuernavaca y Cuautla en Florescano y Gil, pp. 185-192.
110 Armando de Maria y Campos, op. cit., 1964, p. 22.
111 Proceso instruido, pp. 14-21, 62, 69, 81-82, 93-94; Maria y Campos, op. cit., pp. 13-14, 22, 32-33. Según Roberto Salido Beltrán, Campaña de Morelos en 1812, Guadalajara, 1964, p. 62, en Jantetelco se enlistaron 200 tropas.
112 El distrito de Sultepec, adyacente al límite moderno del estado de Morelos hacia el noroeste, fue la excepción que Matamoros tuvo en mente. No estaba seguro si los insurgentes operaron ahí con éxito porque los pueblos locales les hubieran apoyado libremente o si lo hicieron sujetos a coerción. Proceso instruido, pp. 81-82. El apoyo local en ese lugar bien pudo haber sido proporcionado voluntariamente. En 1811 el cura de Sultepec, Francisco Garrido, informó que los sacerdotes y vecinos de la cabecera apoyaban la insurrección del padre Hidalgo porque un buen número de ellos era de parientes suyos. Genaro García y Carlos Pereyra (eds.), Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, 36 vols., 1905-1911, 5:32. Véase también Alamán, 2:345, 537-538; 3:149-151; 4:719. Aunque la trayectoria de Garrido, manchada de mala conducta y de descuido de sus deberes pastorales en los años de 1790 (AGN, Hist. 578A, informe de Metepec) pudo haber hecho de él candidato a la protesta política después de 1810, al parecer no se sumó al movimiento. Morelos siguió reclutando combatientes de los pueblos y ranchos del área de Cuautla aún después del sitio. Véase Juan E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821 [1877-1882], 6 vols., 2a. ed., Liechtenstein, 1968, 5:274 (comisión al capitán José María Larios del 25 de enero de 1814). Sobre la actividad insurgente en el actual Morelos después del sitio, véase Alamán, 4:420-421.
113 Por ejemplo, dos facciones rivales que incluyeron a vecinos indios, mestizos y mulatos, hacendados criollos y comerciantes peninsulares que habían luchado por el control de la tierra, el agua y el poder político a nivel distrital bien podrían anularse mutuamente en una lucha más amplia, o permanecer ambas en los márgenes.
114 AGN, Civil 1674, exp. 25, informe de José Niña. En el mismo expediente, el subdelegado de San Miguel el Grande describió brevemente una hacienda que fue poblada por muchos arrendatarios, así como la necesidad de poner ahí un teniente de campo.
115 BN AF, caja 112, exp. 1530.
116 Hugh McLeod, Religion and the People of Western Europe, 1789-1970, Nueva York, 1981, p. 60.