Publicado 1998-03-31
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Resumen
Tomado de London Review of Books, abril de 1997. En 1968; la irrupción de la juventud insubordinada parecía desbordar las barreras del lenguaje, la cultura o la clase social. Hoy, treinta años después, no deja de asombrar no sólo la homogeneidad del movimiento sino también las diversas huellas que dejó en diferentes países. En Alemania, por ejemplo, los efectos de 1968 -o al menos eso le parece a un extranjero- se expresaron fundamentalmente en la vida privada en la que se abrió un abismo generacional. En Italia, se cimbró profundamente la estabilidad política y social. La lucha de los obreros por mejorar sus condiciones laborales, inspirada en el ejemplo francés, se prolongó con amargura durante el “otoño caliente” de 1969. Llegó a su clímax el 12 de diciembre con la explosión de una bomba en una sucursal de la Banca dell’Agricoltura en Milán: 16 personas murieron y otra falleció poco después. El mismo día explotaron dos bombas más en Roma: una en un banco y la otra junto al Altare della Patria, pero no hubo heridos en ningún caso. Según el questore (el funcionario estatal a cargo del orden público), los anarquistas milaneses eran responsables de los atentados.