Núm. 34 (1995)
Entrada Libre

El gran descarte

Publicado 1995-09-30

Resumen

Este artículo se publicó originalmente en The New Yorker, 4 de abril de 1994. Una tarde soleada de octubre de 1985, una multitud de bibliotecarios y administradores de bibliotecas se reunió junto al venerable fichero de la Biblioteca de Ciencias de la Salud de la Universidad de Maryland en Baltimore. Llegaba el momento para una pequeña celebración. Cientos de globos rojos y azules se agolpaban suavemente contra el techo de losas acústicas. De cada globo colgaba una cuerda, y al final de cada cuerda, amarrada por su perforación de guía, se columpiaba una ficha que se había tomado al azar del tarjetero de la biblioteca. Al reverso de todas las fichas se había acuñado un mensaje:” ARTEFACTO GENUINO DEL FICHERO DE LA BIBLIOTECA DE CIENCIAS DE LA SALUD, UNIVERSIDAD DE MARYLAND EN BALTIMORE.” Un equipo de televisión estaba ahí, junto con algunos dignatarios locales y un reportero del Sun de Baltimore. El grupo estaba de pie entre las fichas que se mecían y escuchaba algunos discursos sobre el acontecimiento culminante de ese día para la biblioteca, y sobre las múltiples ventajas decisivas de los catálogos computarizados: acceso a distancia, un flujo más eficiente de información, reducción de costos, vidas salvadas (pues ésta era una institución médica), y el rector Edward N. Brandt, Jr., vestido con una camiseta roja que decía “El Gran Descarte”, seleccionó y sacó un cajón del fichero. Con la ayuda de un radiante Cyril Feng, en aquel entonces director de la biblioteca, quitó la varilla de contención del cajón seleccionado y ceremoniosamente dejó que varios cientos de fichas se regaran en un basurero decorado con papel de colores.

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