Publicado 1995-09-30
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Resumen
Expone algunos temas afines al conocimiento de cómo y por qué comenzaron a relacionarse los dos símbolos fundamentales de México: el águila sobre un nopal devorando una serpiente, emblema de la fundación mítica del imperio mexicano en 1325, y la virgen de Guadalupe, cuya aparición en 1531 selló la conversión religiosa y fundó a México en el cristianismo. Comentaré la trascendencia que tuvo el que la sociedad de la Nueva España comenzara a mirar juntos estos dos emblemas en las pinturas que adornaban las iglesias, a imaginarlos asociados en una interpretación teológica después de la publicación en 1648 del primer impreso dedicado a explicar la aparición de la virgen de Guadal u pe, del bachiller Miguel Sánchez. Esta asociación de los dos símbolos, central en la fundamentación teológica del padre Sánchez, trascendió por permitir a los criollos novohispanos reconciliarse con su origen, al confirmar, con la aparición de la virgen, el sentido divino del nacimiento de México.
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Referencias
2 Miguel Sánchez, Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe. Milagrosamente aparecida en la ciudad de México. Celebrada en su historia con la profecía del Capítulo Doce del Apocalipsis (1648), se incluye en Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios históricos guadalupanos, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pp. 152-282.
3 El éxito y pronta acogida de esta idea del padre Sánchez permite suponer que sus argumentos tenían algún consenso quizá previo entre los contemporáneos guadalupanistas. Ignacio Osorio Romero, El sueño criollo de José Antonio de Villerías y Roelas, 1695-1728, México, UNAM, 1991, p. 217. Miguel Sánchez se basó en el escrito en náhuatl llamado Nican Mopohua, atribuido al indio Antonio Valeriano, que se publicó un año después del impreso de Miguel Sánchez por el presbítero del santuario guadalupano, Luis Lasso de la Vega. Lasso de la Vega lo transcribió al parecer en 1646 y lo publicó en 1649 en náhuatl y castellano: Totlaconantzin Guadalupe in nican huei altepenahuac Mexico Itocayocan Tepeyacac. El gran acontecimiento con que se le apareció la Señora Reina del cielo Santa María... Véase, en Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios históricos guadalupanos, las introducciones a los textos de Luis Lasso de la Vega, Huei Tlamatizoltica..., p. 282; y de Antonio Valeriano, Nican Mopohua, Historia de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, 1552-1560 (?), p. 26.
4 Jaime Cuadriello explica el origen de esta lámina. Era común suponer que allí era donde por primera vez aparecían juntos la virgen de Guadalupe, con las alas de águila y un nopal. Sin embargo, dice el autor; "Sánchez tomó prestado el emblema capitular de la Arquidiócesis de México para engalanar, como viñeta, la carátula respectiva; la cual, sin ser propiamente una imagen guadalupana, también puede tenerse como un traslado gráfico de su tesis central [...] Con esto, concluía Sánchez, habría sido el reino conquistado el que habría de dar las alas a María y, de tal suerte, se fundían conceptual y visualmente, en un solo icono, los emblemas espiritual y político del 'mexicano suelo'." Jaime Cuadriello, "Visiones en Patmos Tenochtitlan, la Mujer Águila", en Artes de México. Visiones de Guadalupe, México, Revista libro bimestral, núm. 29, 1995, p. 19.
5 Véase el estudio de Jaime Cuadriello, Maravilla americana. Variantes de la iconografía guadalupana. Siglos XVII-XIX, México, Patronato Cultural de Occidente, A.C., 1984.
6 Francisco de la Maza construyó el siguiente "esquema apocalíptico guadalupano" para facilitar la identificación de Miguel Sánchez: Mujer Apocalíptica igual a virgen de Guadalupe; san Juan, Juan Diego; San Miguel, Hernán Cortés; los ángeles, los conquistadores; el dragón, la idolatría; las alas, el águila mexicana; la ciudad, la ciudad de México; el desierto, el Tepeyac; el sol, la zona tórrida; la luna, las lagunas de México; las estrellas, el nuevo paraíso. El guadalupanismo mexicano, México, Porrúa, 1953, p. 48.
7 Miguel Sánchez ofreció esta explicación: "escrito el título de fundación amorosa con licencia para que los ciudadanos de México, puedan entender, publicar, inferir, alegar, pretender, íntima y singular hermandad de parentesco con María en aquesta su imagen, pues renace milagrosa en la ciudad donde ellos nacen, y la patria aunque la madre común, es amantísima madre". Miguel Sánchez, Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe, op. cit., p. 231.
8 Xavier Noguez, Documentos guadalupanos. Un estudio sobre las fuentes de información tempranas en tomo a las mariofanías en el Tepeyac, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 188. Véase de Ernest J. Burrus, "La continuidad y congruencia de la historia guadalupana", en Congreso Mariológico. 450 Aniversario 1531-1981, México, Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, 1983, pp. 315 y ss.
9 Francisco de la Maza dio fe de la obra constructiva que emprendieron sus "cuatro evangelistas", para dar la "rotunda imagen del fenómeno guadalupano, cuyo centro es ese afán incontenible de tener algo propio y único donde representarse, donde recrearse, donde descansar". Ya se habló de Miguel Sánchez y de Luis Lasso de la Vega, del primero por su interpretación teológica y del segundo por la traducción idiomática e "indigenización" de las bases de la historia. Luis Becerra Tanco añadió bases científicas al portento en su Origen milagroso del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (1666). Francisco de Florencia, por último, fomentó la devotería y la gran divulgación del portento, particularmente en su libro de 1688: La Estrella del Norte de México. El guadalupanismo mexicano, p. 124. Partes importantes de los textos de los dos últimos también se incluyen en la ya citada edición de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios históricos guadalupanos.
10 Francisco de la Maza, op. cit., p. 47.
11 El primero en notarlo fue Bernardo Couto hacia finales del siglo XIX: "Desde que en 1648 publicó el presbítero Miguel Sánchez la primera Historia de la aparición, se fijó la atención en la imagen, y comenzaron a multiplicarse las copias." Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, México, 1872. Citado por Fortino Hipólito Vera, Contestación histórica critica en defensa de la maravillosa aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe, al anónimo titulado Exquisitio Histórica, y a otro anónimo también que se dice Libro de Sensación, Querétaro, Imprenta de la Escuela de Arles, 1892, p. 242.
12 Francisco de la Maza añadió; "La enorme iconografía guadalupana desde sus orígenes europeos hasta sus transformaciones mexicanas no ha sido estudiada todavía." Su raíz es evidente: la Mujer Apocalíptica con los citados atributos del capítulo doce de la revelación de san Juan, que comienza con la Baja Edad Media. De la extendida iconografía apocalíptica europea, avanzó De la Maza, Guadalupe se asemeja a la virgen de Berlín (que visitó Pedro de Gante antes de pasar a Indias) y a la escultura que existe en el coro del convento extremeño de Cáceres. Pero sin ser enteramente copia de ninguna porque aparece sin el niño en brazos que la virgen lleva en aquéllas. Véase El guadalupanismo mexicano, op. cit., pp. 121 y 122. Elisa Vargas Lugo explica y ofrece en parte tal itinerario iconográfico en: “Notas sobre iconografía guadalupana", Imágenes guadalupanas: cuatro siglos, México, Centro Cultural Arte Contemporáneo, Fundación Cultural Televisa, 1987, pp. 59-65. Entre 1953, fecha del libro de Francisco de la Maza, y nuestros días, los estudios iconográficos guadalupanos han tenido un tremendo avance, particularmente en la obra mencionada de Jaime Cuadriello, Maravilla americana.
13 Por las facilidades contemporáneas en la reproducción de imágenes y fomento de las colecciones, el estudio de la iconografía guadalupana ha tenido enorme auge. Entre los libros recientes que catalogan imágenes sobresalen: Álbum conmemorativo del 450 aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, México, Ediciones Buena Nueva, 1981; o bien Imágenes guadalupanas: cuatro siglos, del Centro Cultural Arte Contemporáneo, de 1987, por citar las ediciones mexicanas, señalando que hay varias ediciones europeas. Cada vez se encuentran más estampas de la virgen timbrada con el escudo en colecciones como la del Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional de Madrid. Queda mucho por descubrir, por ejemplo, en la colección conocida como Manuscritos guadalupanos (Colección Ramírez), que se conserva en la Biblioteca Pública de Nueva York. La colección de cuadros e impresos del Museo de la Basílica de Guadalupe en el Tepeyac tiene en exposición casi una decena y aumenta día tras día.
14 Jaime Cuadriello, en la edición de Artes de México. Visiones de Guadalupe (en colaboración con Beatriz Berndt, León Mariscal y Carmen de Montserrat Robledo Galván), tuvo el mérito de proporcionar las referencias ordenadas de la iconografía más importante del siglo XVIII, la usual en las ediciones de colección para amplios públicos, "donde aparece la guadalupana honrando a la ciudad de México o tomando posesión de sus armas fundacionales". También nos recuerda que las ceremonias de jura eran muy graves en su significación política. "Una federación sui generis que depositaba en este símbolo devocional su razón como entidad política diferenciada, dignificada en su relación colonial pero, he aquí lo sustantivo, culturalmente autónoma y privilegiada", p. 20.
15 Guillermo Boils, preguntándose qué tan exclusiva es la imagen que constituye el escudo nacional, muestra los paralelismos culturales que suelen aflorar entre los símbolos de diversos pueblos distantes en el espacio y en el tiempo. Al proporcionar una muestra iconográfica muy interesante de varias épocas y áreas geográficas del planeta, hace notar que un elemento distingue la composición iconográfica nuestra de las del resto del mundo: justamente el nopal. "Símbolos nacionales y simbolismo universal (Águilas devorando serpientes en diversas culturas)", En síntesis, México, Departamento de Síntesis Creativa, UAM-Xochimilco, año 6, núm. 20, primavera de 1995, pp. 34-39.
16 El esfuerzo en el largo tiempo de los cronistas e historiadores y curiosos del pasado de México, que han colaborado en la reelaboración o rescate de nuestra historia, es permanentemente analizado por Enrique Florescano, en las sucesivas ediciones de su Memoria mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1993 (primera edición de Joaquín Mortiz). La virgen de Guadalupe y el México antiguo fueron los dos grandes temas del patriotismo criollo, según el profesor Brading, de "ese conjunto de temas y de emociones que expresaban la búsqueda de una identidad social por parte de los españoles americanos". David A. Brading, Mito y profecía en la historia de México, México, Vuelta, 1988, p. 82.
17 Doris Heyden, México, origen de un símbolo. Mito y simbolismo en la fundación de México-Tenochtitlan, México, DDF, Colección Distrito Federal, 1988, pp. 112 y 116. Este glifo se respaldaba en los mitos de la peregrinación de los aztecas y de la fundación de la ciudad de México. El águila que es Huitzilopochtli devora un corazón, una serpiente o lleva en la boca el atl tlachinolli que significa el dominio y la guerra. Se complementa ésta con la piedra de donde brota agua de dos colores, y con el tenochtli o nopal de fruta dura que nace del corazón de Cópil, sobrino y enemigo de Huitzilopochtli. Así, todos los elementos eran constante recordatorio, para este pueblo elegido, del triunfo sobre los otros.
18 Según Guillermo Tovar de Teresa, al comenzar el siglo XVII Enrico Martínez, en su Repertorio de los tiempos (1606); fray Juan de Torquemada, en su Monarquía indiana (1615); y Arias de Villalobos, en su canto titulado Mercurio (1623), relacionaron al Pegaso con México, directa o indirectamente. Cita a Arias de Villalobos cuando éste hace referencia al momento en que el águila se posó sobre el nopal. Lo hizo, dice, “en los manantiales de agua de ese famoso lago, que esto significa Mexitli, en lengua indiana". Herrera, Motolinía, López de Gómara y Torquemada también lo refieren en sus respectivas obras. Pegaso, México, Vuelta, 1993, p. 84.
19 Jorge González Angulo explica este hecho en "El criollismo y los símbolos urbanos", Historias, núm. 26, revista de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, abril-septiembre de 1991, p. 73.
20 Guadalupe Pérez San Vicente explica que no se sabe cuándo comenzó a superponerse el escudo mexicano como timbre del enviado desde España en el siglo XVI. Cedulario de la metrópoli mexicana, presentación de Baltasar Dromundo, selección y notas de Guadalupe Pérez San Vicente, México, DDF, 1960, nota 2, p. 63. Manuel Carrera Stampa, en un exhaustivo estudio del escudo mexicano, refiere con más amplitud la razón, pero sin ubicar en el tiempo la superposición. El escudo nacional, México, Secretaría de Gobernación, 1994, (primera edición de 1960).
21 Citado por Jorge González Angulo en su ensayo "El criollismo y los símbolos urbanos..., op. cit., pp. 71-73. Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, editado por Miguel León Portilla, México, UNAM, 1975, libro III, vol. 1.
22 El virrey don Juan de Palafox, en el ayuntamiento de la ciudad, el 12 de agosto dio a elegir otro timbre para adornar el escudo enviado por el rey Carlos, entre los siguientes: "la imagen de Nuestra Señora, un serafín, la imagen de la Fe con Hostia y Cáliz o un ángel con una Cruz". El Cabildo se decidió por la Fe y sus atributos. Pasado el tiempo, sin saberse cuándo, este timbre se quitó y el escudo de la ciudad comenzó a timbrarse con la corona que lo acompañó hasta la independencia. Cedulario de la metrópoli mexicana, op. cit., 1960, nota 2, p. 63.
23 En Los franciscanos vistos por el hombre náhuatl, de Miguel León Portilla, México, UNAM, 1985, el autor habla de la aceptación franciscana de los símbolos indígenas y cita dos testimonios provenientes de los Anales Mexicanos núm. 4, donde se registra la aceptación de algunos símbolos mexicanos al lado de la imagen de san Francisco, en los que estaba el del portento original del águila sobre el nopal. El primero es de 1577. Allí el águila se plasmó en un paño de damasco rojo pintado, que se enseñó en la fiesta de san José; el segundo, de 1597, es una composición pictórica donde aparece el águila. Cita los Anales: "La habían pintado encima de un nopal, en un espacio abierto. Junto a ella se erguía, muy maravilloso, San Francisco y encima se elevaba la Santa Cruz." Se mostró en la fiesta de san Francisco, pp. 59-60.
24 Richard Nebel hizo la comparación de las historias aparicionistas guadalupanas, de la virgen española y de la mexicana, con el fin de apreciar mejor la similitud que guardan, en Santa María Tonantzin virgen de Guadalupe. Continuidad y transformación religiosa en México, México, FCE, 1995, pp. 39 y ss.
25 Teobaldo Antonio de Rivera describió el excepcional alcance de la devoción guadalupana en Europa, en un impreso que mereció dos publicaciones, una en la década de 1740 y otra en 1757. Relación y estado del culto, lustre, progresos y utilidad de la Real Congregación, sita en Madrid, en la Iglesia de San Felipe El Real, bajo la especial protección del Rey, Nuestro Señor, constituyéndose S.M. Hermano Mayor de ella... Aparecida en México y conocida con el título de Guadalupe. Dispuesta por don... 1740-1757. Se consultó el ejemplar que guarda la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Folleto impreso núm. 617.
26 Frente. a la confusión del vulgo entre las vírgenes mexicana y europea, el padre Rivera y otros guadalupanistas europeos pensaron que era conveniente difundir mejor la diferencia: "Se pensó seriamente en los medios más oportunos y se arbitró el de dar a conocer a la Soberana Imagen con la multitud de estampas y cuadritos. "La congregación de Madrid poseía seis láminas grandes y pequeñas; con ellas se habían impreso tres veces, más de 40,000 estampas. En 1740 se habían publicado más de 3,000 compendios en latín de la historia de la aparición para que los religiosos concurrentes a una reunión (o Capítulo General de San Francisco), la dieran a conocer a otros religiosos del mundo. Los franciscanos luego hicieron más copias de estas láminas, en Alemania y en Roma. Además se había hecho un devocionario o triduo para celebrar la tercera aparición: hacia 1754 se habían impreso más de 50,000 en castellano. Relación y estado del culto..., op. cit., p. 731.
27 El padre Teobaldo Antonio de Rivera describió el excepcional recorrido guadalupano por Europa en la primera mitad del siglo XVIII. Informó que para mediados de siglo se le veneraba en Italia. Alemania, Francia, Baviera, Bohemia, Polonia, Nápoles, Flandes, Irlanda y Transilvania. En España, el culto se había difundido por Galicia, Valladolid, Guadalajara, Alcalá, Barcelona, Sevilla, Cádiz, Salamanca, La Rioja, Guipúzcoa, Vizcaya y otras ciudades, provincias y reinos de la Península. En Madrid se habían puesto tres capillas, ocho altares y en más de cincuenta iglesias se habían colocado imágenes. Relación y estado del culto..., op. cit., pp. 763 y ss. El jesuita Francisco Javier Clavijero, durante su exilio en Italia, escribió dos obras: su Historia antigua de México (a la que le imprimió el águila y la serpiente), y su "Breve noticia sobre la prodigiosa y renombrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe" (1782). Allí informa del culto en Boloña, Ferrara, Perusa, Cesena, Bobbio... En Roma las monjas salesinas tenían un altar donde se colocó una pintura de Miguel Cabrera, la que Juan Francisco López había mostrado al papa Benedicto XIV. Véase Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios históricos guadalupanos, op. cit., pp. 587 y ss.
28 Noticias sobre el impreso del padre Rivera y sobre las actividades de la congregación de Madrid, en Historia de la aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe en México, desde el año MDXXXI al de MDCCCXCV, por un sacerdote de la Compañía de Jesús, tomo I, Tipográfica La Europea de Fernando Camacho, pp. 429-430.
29 Las referencias a estrellas en el firmamento mariano son muchas. En el libro de Jeremías, la Reina del Cielo se asocia con una estrella. Una de nuestras iglesias barrocas más lujosas, la de Regina Coeli, tiene la representación del libro de Jeremías en un altar, como en otros altares hay otras alusiones marianas a los Santos Varones. En los sermones de la época, comunicadas América y Europa por el mar, era común escuchar que la vida era un mar borrascoso y que la virgen la guía al seguro puerto de salvación. Francisco de Florencia, La Estrella del Norte de México, aparecida al rayar el día de la Luz Evangélica en este Nuevo Mundo, en la cumbre del cerro del Tepeyácac, orilla del mar Tezcucano, a un natural recién convertido; pintada tres días después milagrosamente en su tilma o capa de lienzo... En la historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México, que se apareció en la manta de Juan Diego (1688), en Testimonios históricos guadalupanos, op, cit., pp, 359-399.
30 Miguel Sánchez, Testimonios históricos guadalupanos, op. cit., pp. 225-226.
31 Miguel Hidalgo dijo: "Que realmente no hubo orden ninguna asignando Armas algunas: que no hubo más que habiendo salido el declarante el diez y seis de septiembre referido con dirección a San Miguel el Grande, al paso por Atotonilco tomó una Imagen de Guadalupe que puso en manos de uno para que la llevase delante de la gente que le acompañaba, y de allí vino que los regimientos pasados y los que se le fueron después formando tumultuariamente, igualmente que los pelotones de la plebe que se les reunió, fueron tomando la misma Imagen de Guadalupe por Armas, a que al principio agregaban generalmente la del Sr. Don Femando Séptimo, y algunos también la Águila de México."J.E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la historia de la independencia de México, de 1808 a 1821, México, José María Sandoval impresor, tomo 1, p. 13.
32 Carlos María Bustamante escribió que la obra milagrosa de la virgen "fijó en todos los mexicanos la idea de que en Nuestra Señora de Guadalupe tenían el paladín sagrado de su libertad y suspirada emancipación, idea que pasó de generación en generación por más de tres siglos, idea en fin, por la cual los insurgentes del año de 1810, invocaron a Nuestra Señora de Guadalupe y se pusieron bajo sus auspicios para sacudir el yugo español". Véase Bustamante, "Elogio y defensa guadalupanos", en Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonies históricos guadalupanos, op. cit., p. 1078.
33 Jacinto Barrera Bassols, en Pesquisa sobre un estandarte. Historia de una pieza de museo, México, Ediciones Sin Filtro, 1995, narra la confusión, que llega hasta nuestros días, entre las dos imágenes guadalupanas más famosas utilizadas por la tropa de Miguel Hidalgo: un estandarte y la imagen tomada de la sacristía de Atotonilco. Ambos actualmente se exhiben en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.
34 Los estandartes apocalípticos de la insurgencia fueron éstos. Citado por Ernesto Lemoine Villicaña, Morelos y la revolución de 1810, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1978, p. 234. La carta se encuentra en el Archivo General de la Nación, ramo Virreyes (Calleja), tomo 268-A, f. 107. En 1814 el virrey remitió los estandartes a España con otros objetos tomados a los insurgentes. Para conocer la formación de los Dragones de la Reina (de 1774) véase Esteban Sánchez de Tagle, Por un regimiento, el régimen. Política y sociedad: la formación del regimiento de Dragones de la Reina de San Miguel el Grande, México, INAH, 1982.
35 Luis Castillo Ledón, Hidalgo, la vida del héroe, México, Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución mexicana, 2 vols., 1975. Véase Christon I. Archer, "¡Viva Nuestra Señora de Guadalupe!", Mexican Studies, vol. 7 (1), Winter 1991, pp. 143 y ss.
36 Dos visiones clásicas del inicio del movimiento dan los libros de Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, México, UNAM, 1953; y de Hugh M. Hamill, The Hidalgo Revolt. Prelude to Mexican lndependence, Gainsville, University of Florida Press, 1966.
37 J.E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos, op. cit., p. 13.
38 El más importante grupo que apoyó al movimiento insurgente desde la ciudad de México, al fundarse, según Anastacio Zerecero, uno de sus miembros originales, al principio tomó el nombre del Águila para quedarse con Los Guadalupes: "Cuando el Sr. Hidalgo se presentó en Las Cruces, tenía en México muchos partidarios; pero trabajaban aisladamente, sin combinación ni orden. Esto dio motivo para que después de que él se separó y se retiró al interior, se procurara combinar las acciones de esa multitud inmensa de partidarios, y ya se formó una sociedad secreta que se llamó en un principio del Águila, y después de los Guadalupes..." Véase Anastacio Zerecero, Memoria para la historia de las revoluciones en México, México, Imprenta del Gobierno, 1869, p. 155. Citado por Virginia Guedea en su reciente libro, En busca de un gobierno alterno, los Guadalupes de México, México, UNAM, 1992.
39 Moisés Guzmán Pérez, La Junta de Zitácuaro, 1811-1813. Hacia la institucionalidad de la insurgencia, Morelia, Universidad Michoacana, Instituto de Investigaciones Históricas, 1994. Véase portada, p. 73 e ilustraciones de este novedoso libro.
40 En 1822, en el Michoacán tarasco, se colocó en el corazón de su catedral cristiana el escudo del águila sobre el nopal. Desde ese año se fueron sustituyendo por el mexicano todos los escudos de la monarquía en las fachadas de las catedrales, comenzando con el de la Catedral de la ciudad de México. Gabriel Silva Mandujano, La catedral de Morelia. Arte y sociedad en la Nueva España, Morelia, Comité Editorial del Gobierno del Estado de Michoacán, 1984, p. 94. Véase Herón Pérez Martínez, "Un texto iconográfico novohispano: las fachadas de la catedral de Valladolid”, en Nelly Sigaut (coord), La catedral de Morelia, Morelia, El Colegio de Michoacán y Gobierno del Estado de Michoacán, 1991, pp. 67 y ss.
41 Fray Servando Teresa de Mier, "Cartas a Juan Bautista Muñoz" (1797), en Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios históricos guadalupanos, op. cit., p. 852.
42 El profesor David A Brading consideró que, a pesar de su importancia como tema central del patriotismo criollo, "la guadalupana, por muy honrada que fuera, no se convirtió en el símbolo central y unificador de la nacionalidad mexicana". Que más bien los liberales del siglo XIX dieron el escudo nacional apelando al pasado prehispánico. Véase Mito y profecía..., op. cit., p. 68.
43 Rodolfo Usigli, Corona de luz. La Virgen, México, FCE, 1980, pp. 53-54.