Núm. 29 (1993)
Ensayos

Los libros del Ateneo

Susana Quintanilla
Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV-IPN

Publicado 1993-03-31

Resumen

Amigos entrañables desde su juventud, Julio Torri y Alfonso Reyes sostuvieron durante casi medio siglo (1910-1959) una esporádica, aunque constante, correspondencia. El periodo más intenso de este intercambio epistolar coincide con una de las épocas de mayor amargura y desesperanza de sus protagonistas: 1913-1918.2 Con el transcurrir de los años las cartas irían haciéndose menos frecuentes e íntimas; más solemnes. El tono empleado en ellas, sin embargo, fue siempre cordial. Nada, ni siquiera las malas lenguas, había logrado fracturar una complicidad forjada en la lucha cotidiana por escribir. En sus confesiones mutuas sólo cabía el halago, que no adulación, y el apego del uno por el otro.3 Los días, la fatiga y la disparidad de los caminos tomados erosionaron el diálogo amistoso, pero éste se mantuvo vivo pese a las distancias geográficas y emocionales.

Descargas

Los datos de descarga todavía no están disponibles.

Referencias

1 Julio Torri-Alfonso Reyes, "Epistolario", Zaïtzeff, S. (comp.), Diálogo de los libros, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pp. 179-261.
2 La Revolución de 1910 había traído el desasosiego y la incertidumbre hacia el futuro. En la ciudad de México, y obligado por las cambiantes circunstancias, Torri ascendía y descendía los escaños del laberinto burocrático. En París y posteriormente Madrid, Alfonso Reyes trabajaba a destajo, en respuesta a todo tipo de ocurrencias y pedidos. El primero supo hacerse de un pequeño coto de vicios y placeres: los libros, las amistades y el amor. El segundo habría de granjearse un lugar único dentro de un medio también único: el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Véase: Enrique Krauze, “Nuestro hermano el Diablo”, Caras de la Historia, México, Joaquín Mortiz, 1990, pp. 86-101; Paulette Patout, Alfonso Reyes y Francia, México, El Colegio de México-Gobierno del Estado de Nuevo León, 1990, pp. 73-152; Héctor Parea (comp.), España en la obra de Alfonso Reyes, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 7-40.
3 Enrique Krauze, op. cit., pp. 88-101.
4 Julio Torri, op. cit., pp. 259-260.
5 Alfonso Reyes, op. cit., pp. 260-261.
6 Humberto Batis, “Vuela el día (Recuerdo de Julio Torri)", Universidad de México, vol. XLIV, núm. 461, junio de 1989, pp. 35-37.
7 Serge Zaïtzeff, “Julio Torri y su gambusino. Entrevista a…”, idem, pp. 35-37.
8 Genaro Fernández MacGregor, El río de mi sangre. Memorias, México, Fondo de Cultura Económica, 1969, pp. 174-177.
9 Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 216-267.
10 La selección de los sujetos obedeció, de hecho, a la riqueza y variedad de sus testimonios personales acerca del tema estudiado, y no a su "representatividad".
11 Pese a las diferencias de edad existentes entre los cuatro personajes elegidos, este periodo puede ser caracterizado como el de su formación primaria y profesional. Véase: Susana Quintanilla, “La formación de los intelectuales del Ateneo”, Historias, núm. 26, abril-septiembre de 1991, pp. 89-103.
12 En los últimos años, la historia del libro y de la lectura ha tenido un desarrollo notable. Dejó de ser una actividad marginal de unos cuantos especialistas para convertirse en un campo de estudio reconocido. Diversas escuelas historiográficas lo han venido trabajando; destacados historiadores han encontrado en él un terreno fértil para el análisis histórico de la cultura, las mentalidades y la vida social. Véase: Geneviève Bollème, Livre et société dans la France du XVIIe siècle, París, Mouton, The Hague, 1965; Roger Chartier, The Culture of Print. Power and the Uses of Print in Early Modern Europe, Princeton, University Press, 1989; Miriam Chrisman, Lay Culture, Learning Culture: Books and Social Change in Strasbourg 1480-1559, New Haven, Yale University Press, 1982; Robert Damton, The Kiss of Lamourette. Reflections in Cultural History, New York/London, Norton, 1989; Harvey Graff, The Legacies of Literacy: Continuities and Contradictions in Western Culture & Society, Bloomington, Indiana University Press, 1987; Hont Lynn (ed.), The New Cultural History, Berkeley/Los Angeles, London, University of California, 1989; Robert Mandrou, De la culture populaire aux XVIIe et XVIIIe siècles; La bibliotheque bleue de Troyes, París, Imago, 1985.
13 Estudios recientes acerca de los hábitos de consumo de los bienes culturales han mostrado la importancia que tiene el contacto temprano de los sujetos con la letra impresa. Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1991.
14 Gabriel Zaid, De los libros al poder, México, Grijalbo, 1988, pp. 15-28.
15 Mílada Bazant (comp.), Debate pedagógico durante el porfiriato, México, SEP-Caballito, 1985.
16 Fraçoise Xavier Guerra, México, del Antiguo Régimen a la Revolución, tomo 1, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, pp. 669-696.
17 Denise Escarpit, La literatura infantil y juvenil en Europa. Panorama Histórico, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 53-82.
18 David Brading, "Mito y profecía en la Historia de México", México, Vuelta, 1988, pp. 134-158; María Teresa Bermúdez, "Las leyes, los libros de texto y la lectura, 1857-1876", Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, 1988, pp. 127-152.
19 Manuel Ceballos, "Las lecturas católicas: cincuenta años de literatura paralela, 1867-1917", idem, pp. 153-204.
20 Jean Pierre Bastian, "Protestantismo y sociedad en México", Historia Mexicana, núm. 33, 1983, pp. 39-71.
21 Mílada Bazant, "Lecturas del porfiriato", Historia de la lectura en México, pp. 207-209.
22 Margit Frenk, "Entre leer y escuchar", Nexos, vol. XI, núm. 130, octubre de 1988, pp. 5-8.
23 En aquel tiempo era común la publicación y el uso de libros para niños escritos en verso. Véase: Agustín Grosselin, Manual de la fonominia o método de enseñar a leer y escribir en 4 meses, por la voz y el gesto, San Luis Potosí, Tipografía de la Escuela Industrial Miliar, 1901; Pedro Coyula, La ciencia en verso, poema didáctico. Obra que como libro de lectura, pudiera sustituir las fábulas en las escuelas, México, Tipografía de la Secretaría de Fomento, 1884.
24 Genaro Fernández MacGregor, op. cit., pp. 81 y 92.
25 Idem, pp. 66-68.
26 José Vasconcelos, Ulises criollo, tomo l, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, pp. 19, 39-40.
27 Genaro Femández MacGregor, op. cit., p. 66.
28 También los personajes a emular variaban de acuerdo con las creencias y la rutina familiares. José Vasconcelos solía representar el papel de sacerdote; Alfonso Reyes, en cambio, el de mariscal.
29 José Vasconcelos, op. cit., pp. 44-46.
30 Idem, pp. 42-44.
31 Para su padre, loa anglosajones eran unos salvajes sin refinamiento ni intereses de orden espiritual.
32 Alfonso Reyes, Albores. Segundo libro de recuerdos, México, El Cerro de La Silla, 1960, p. 85.
33 Idem, pp. 77-79.
34 Pedro Henríquez Ureña fue a la escuela por primera vez a los once años, El director del Liceo Dominicano, Emilio Prud'Homme, era amigo de sus padres y su padrino de confirmación.
35 Max Henríquez Ureña, "Hermano y maestro: recuerdos de infancia y de juventud", Pedro Henríquez Ureña, Universidad y educación, México, UNAM, pp. 9-33.
36 Alain Corbin, "Ocios solitarios y tesoros secretos", Ariès y G. Duby (comps.), Historia de la vida privada, vol. IV, Madrid, Taurus, 1989, pp. 495-507.
37 Además de las lecturas religiosas y los manuales de geografía e historia ya mencionados, había leído La Iliada, las Fábulas de Samaniego y los Dramas de Calderón. En la escuela de Eagle Pass tuvo contacto con autores ingleses y norteamericanos. José Vasconcelos, op. cit., pp. 34 y 44.
38 A esa época corresponden las siguientes lecturas: obras de antropología, geografía y magia; dos volúmenes de Augusto Nicolás sobre la Inmaculada Concepción; los dramas de Shakespeare; El genio del cristianismo, de Chateaubriand; Tartarín de Tarascón, de Daudet; Pablo y Virginia, de Bernardino de Saint-Pierre; Los girondinos y Graciela, de Lamartine; María, de Jorge Isaacs; Vidas paralelas, de Plutarco; Historia Universal, de Dury, y los textos de Julio César, Idem, pp. 96-97, 101, 103, 114-115, 117-118, 120-121.
39 Humboldt, El hombre y la tierra, de Reclus, Buffon y Cuvier, e Introducción a la medicina, del doctor Bernard. Idem, pp. 130-131 y 162.
40 Mesmer, Karek, Charcot y Flournoy, idem, pp. 161-162.
41 Yves Bonnefoy, "Apartar la mirada de la lectura", Biblioteca, núms. 6-7, diciembre de 1991, pp. 3-10.
42 José Vasconcelos, op. cit., p. 125.
43 Roger Chartier y H. Martin, Histoire de L'édition française. Le temps des éditeurs. Du romantisme à la Belle époque, París, Promodia, 1985.
44 José Vasconcelos, op. cit., p. 96.
45 Eric Auerbach, Mímesis, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, pp. 9-54.
46 Se inició en la lectura por medio de loa cuentos y las rimas. Posteriormente, su padre le regaló folletos de periódicos infantiles en los que había versos de José Rojas y otros autores, así como problemas de matemáticas y episodios de historia. En el terreno reli¡ioso, leyó a Fleury, Ripalda y biografías de santos. Ya adolescente, leyó María, de Jorre lsaacs, y las novelas de Wood. Junto con su hermano, comenzó a formar una biblioteca, misma que contenía las obras de Zonilla, de Abelardo López de Ayala, de Gaspar Núñez de Arce, de Velarde y de Bécquer. Genaro Fernández MacGregor, op. cit., pp. 80-87, 102, 104, 108, 111, 113, 119, 122, 123.
47 En sus memorias, Luis Garrido describe la pasión de su padre, empleado de la '"Express Wells Fargo", por la lectura. Luis Garrido, El tiempo de mi vida, México, Porrúa, pp. 10-14.
48 Véase el Catálogo general de la Librería de J. Ballescá y Cía., 1892 y el Catálogo de las obras de surtido de la librería de la viuda de. Charles Bouret, México, Librería de la viuda de Charles Bouret, 1909-1910.
49 De acuerdo con Escarpit, dicha tendencia tuvo su inicio en Europa durante el siglo XVII, con la edición de los cuentos de Perrault y las aportaciones pedagógicas de Comenio, Locke y Rousseau. Según Stone, la comercialización de libros para niños fue posible gracias a los avances sociales y económicos que crearon un gran mercado de clases alta y media baja para este tipo de materiales. Denisse Escarpit, op. cit., p. 10; Lawrence Stone, Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra, 1500-1880, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 211-212.
50 Genaro Fernández MacGregor, op. cit., pp. 83-87.
51 Próspero Alarcón, "Carta pastoral sobre la censura y prohibición de libros", La Voz de México, 4 de abril de 1897.
52 Fernández MacGregor tuvo una ventaja sobre Vasconcelos: la educación jesuita, puesta en práctica por hombres de cultura vasta y criterios por encima de los que privaban en la doctrina parroquial. El método de lectura practicado en Mascarones no estaba dirigido exclusivamente a la revelación de la verdad divina, sino al aprendizaje razonado del dogma. La enseñanza incluía tanto la lectura comentada de los libros sagrados como el conocimiento de sus exégetas y la discusión de las filosofías "paganas", la de Comte, entre otras, que orientaban el programa educativo estatal.
53 Salomé Ureña fue hija de Nicolás Ureña, destacado intelectual y político de ideas conservadoras. En una época en la que las mujeres estaban destinadas a los quehaceres domésticos, se dedicó a la literatura y a la docencia. Como poeta, produjo varios libros; como profesora, formó a varias generaciones de escritoras. Instaló en su casa el Instituto para Señoritas, primera escuela de Santo Domingo en abrir las puertas de la educación superior al sexo femenino.
54 El propósito de la "Sociedad de Amigos del País" era formar dirigentes para la futura patria que habría de levantarse sobre las ruinas dejadas tras dos siglos: de orfandad. La nostalgia por el antiguo esplendor de Santo Domingo, el ideal de una gran confederación que agrupaba a las naciones del Caribe y un tímido democratismo orientaron su actividad en todos los frentes de la cultura. Eugenia Revueltas, "Henríquez Ureña, odiseo americano", Los Universitarios, núm. 16, 1985, pp. 5-8; Pedro Henríquez Ureña, "Vida intelectual de Santo Domingo", Obra Crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 198:1, pp. 129-131.
55 Pedro Henríquez Ureña, idem, pp. 131-132.
56 Max Henríquez Ureña, op. cit., pp. 9-16.
57 María Moog-Grünewald, "Investigación de las influencias y de la recepción", Dietrich Rall (comp.), En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, México, UNAM, pp. 245-270.
58 Max Henríquez Ureña, op. cit., pp. 16-18.
59 Pedro Henríquez Ureña, "Días alcióneos", op. cit., pp. 50-51.
60 Ensayos críticos, La Habana, Imprenta Esteban Fernández, 1985. Publicado en México en Obra Crítica, pp. 3-46.
61 José Luis Martínez, Alfonso Reyes-Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia (1907-1914), México, Fondo de Cultura Económica, 1986.
62 José Luis Martínez, "Introducción", idem, p. 11.
63 Pedro Henríquez Ureña, op. cit., pp. 4-44.
64 En una carta dirigida a Alfonso Reyes, afirmaba lo siguiente: "esas ideas viejas las comprendo... porque fueron mías y me formaron el ambiente moral. Yo sólo he podido transformar mi mundo intelectual: mi moral, en la parte pragmática, sigue siendo la del imperativo categórico". Pedro Henríquez Ureña, op. cit., p. 79.
65 Para una crítica a esta concepción, véase: Javier Garciadiego, "Alfonso Reyes: la definición de su vocación y los avatares políticos familiares", Víctor Díaz Arciniega (comp.), Voces para un retrato. Ensayos sobre Alfonso Reyes, México, UAM-Fondo de Cultura Económica, pp. 83-101.
66 Alfonso Reyes, "Oración del 9 de febrero", Obras completas, XXIV, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 25-26, 30-32.
67 Susana Quintanilla, op. cit., pp. 7-16.
68 Alfonso Reyes, op. cit., p. 50; "Historia documental de mis libros", op. cit., p. 151.
69 Citado por Javier Garciadiego, op. cit., p. 87.
70 José Luis Martínez, op. cit., pp. 11-12.
71 Citado por Alicia Reyes, Genio y figura de Alfonso Reyes, México, EUDEBA, pp. 31-32.
72 Sobre la vida estudiantil y cultural en la ciudad de Monterrey durante las postrimerías del porfiriato, véase: Nemesio García Naranjo, Memorias, 3 vols., Monterrey, s/e, 1963.
73 Alfonso Reyes, "Soledad", op. cit.
74 Susana Quintanilla, El Ateneo de la Juventud: trayectoria de una generación, México, Tesis de Doctorado en Pedagogía, UNAM, 1990, pp. 69-84.
75 Alfonso Reyes, "Recuerdos preparatorianos", Universidad, política y pueblo, México, UNAM, 1967, pp. 29-31.
76 Idem, p. 31; "Pasado inmediato", op. cit., pp. 135-136.
77 Alfonso Reyes, "Historia documental...", op. cit., 1990, pp. 152-153.
78 El infortunado título fue idea del creador y mecenas de la revista, Alfonso Cravioto, quien decidió invertir en la cultura la cuantiosa fortuna heredada por su padre. Entre la lista de colaboradores figuraban los siguientes nombres: Jesús T. Acevedo, Rafael López, Manuel de la Parra, Eduardo Colín, Roberto Argüelles, Antonio Caso, Marcelino Dávalos, Nemesio García Naranjo y Alfonso Reyes. Entre los artistas plásticos estaban Saturnino Herrán, Jesús Martínez, Roberto Montenegro y Diego Rivera. Desde el cuarto número, Pedro Henríquez Ureña fungió como secretario de redacción.
79 “En el umbral”, Savia Moderna, vol. I, núm. 1, marzo de 1906, p. 1.
80 La Sociedad de Conferencias y Conciertos fue fundada en 1903 con el propósito de divulgar la cultura mediante el trato directo con el público.
81 El objetivo de esta asociación era trabajar en pro de la cultura intelectual y artística de México mediante el desarrollo de diversas actividades, como celebrar reuniones públicas para dar cuenta de trabajos literarios, científicos y filosóficos, organizar discusiones de interés y publicar una revista. Entre sus 58 miembros fundadores estaban los escritores Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Martín Luis Guzmán, Carlos Díaz Dufóo Jr., Rafael López, Ricardo Gómez Robelo, Isidro Fabela y Jesús T. Acevedo. Diego Rivera representó al gremio de los artistas plásticos; Manuel M. Ponce y Julián Rivera a los músicos. Antonio Caso y José Vasconcelos fueron los filósofos del grupo, mientras que Alfonso Cravioto, Alberto J. Pani y Luis Cabrera optaron por la política.
82 Susana Quintanilla, op. cit., pp. 101-114.
83 Antonio Caso, "Kant en Argentina y en México", El Universal, 17 de febrero de 1939; Camila Henríquez Ureña, “Conversatorio con Camila”, Estudios y conferencias, La Habana, 1982, p. 634; Pedro Henríquez Ureña, "La cultura de las humanidades", op. cit., pp. 150-156; Julio Torri, "Recuerdos de Pedro Henríquez Ureña", Tres Libros, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 170; José Vasconcelos, op. cit., pp. 267-269; "El movimiento intelectual contemporáneo de México", Hernández Luna (comp.), Conferencias del Ateneo de la Juventud, México, UNAM, 1962, pp. 128-129.
84 Pedro Henríquez Ureña, op. cit., pp. 598-600.
85 El programa comprendía 40 lecturas: doce cantos épicos, seis tragedias, dos comedias, nueve diálogos, Hesíodo, himnos, odas, idilios y elegías, así como sus respectivos exégetas y comentaristas (Müller, Murray, Ouvré, Peter Brial y Ruskin).
86 José Luis Martínez, op. cit., p. 17.
87 Jacques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media, Barcelona, Gedisa, 1986.
88 La distinción entre lectura extensiva e intensiva propuesta por algunos historiadores ha sido cuestionada por quienes afirman que en un periodo histórico pueden coexistir diversas formas de lectura, algunas originadas en épocas anteriores y otras características del momento. Robert Darnton, op. cit., p. 252.
89 Pedro Henríquez Ureña, "La cultura...", op. cit., p. 598; Alfonso Reyes, "Pasado...", op. cit., p. 158.
90 Antonio Caso, op. cit.
91 José Joaquín Blanco, Se llamaba Vasconcelos, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 43.
92 María Moog-Grünewald, op. cit., p. 255.
93 José Joaquín Blanco, op. cit., p. 37.
94 José Vasconcelos, op. cit., pp. 152-153, 245.
95 José Vasconcelos, "Libros que leo sentado y libros que leo de pie", Divagaciones literarias, México, 1919, pp. 9-11.
96 José Joaquín Blanco, op. cit., pp. 35-42; David Brading, op. cit., pp. 201-203; Monsiváis, “El profeta en su cumpleaños”, Excélsior, 6 de julio de 1974.
97 Eric Auerbach, op. cit., pp. 20-21.
98 Paul de Man, Alegorías de la lectura, Barcelona, Lumen, 1990, pp. 100-157.
99 Alfonso Reyes-Pedro Henríquez Ureña, op. cit., pp. 43-146.
100 José Luis Martínez, op. cit., pp. 14-20.
101 El apoyo de disciplinas auxiliares como la filosofía y la lexicografía fue decisivo en este proceso.
102 Alfonso Reyes-Pedro Henríquez Ureña, op. cit., pp. 46, 66-67, 84, 92.
103 Genaro Fernández MacGregor, op. cit., pp. 64, 122-123, 137, 173-177.