Resumen de los informes de las exploraciones arqueológicas en Tula, Hgo., durante las VI, VII y VIII temporadas, 1946-1950.

Autores/as

  • Jorge R. Acosta

Palabras clave:

Arqueología, Informes

Resumen

Durante la presente temporada la mayor parte de los esfuerzos se dirigieron a la delicada y minuciosa exploración de las numerosas lápidas esculpidas que estaban sobre el piso de la Sala 1 del Edificio 3.
Concluida la investigación quedó comprobado lo que sospechábamos desde un principio de que formaban un precioso friso policromado, que estuvo en la parte superior circundando el techo de la Sala. Esto es patente y fácil de observar al estudiar las fotografías y planos que acompañan al presente informe.
Por desgracia, las piedras se encontraron muy revueltas, por lo que tenemos muy poca esperanza de conocer la relación que guardaban en el conjunto ornamental.
Desde luego podemos adelantar, que se trata de un friso delimitado entre dos cornisas pintadas de azul, en el que habían tres motivos diferentes, de los cuales, el de las figuras humanas, es mucho más abundante que los otros.
Como algunos personajes van de derecha a izquierda y otros a la inversa, se puede pensar que formaban dos procesiones que venían de extremos opuestos, para llegar a un motivo central. Por fortuna, existe un dato que nos indica que posiblemente el motivo central fue la representación de una vasija sagrada, ya que entre todo el material recogido, sólo se hallaron cuatro ejemplares, que bien pudieron estar, una al centro de cada lacio del patio abierto de la sala.
Los cuauhxicallis aparecen con mucha frecuencia como el motivo principal de una escena religiosa, y como ejemplo podemos citar el altar de la columnata noroeste del Templo de los Guerreros en Chichén Itzá. Asimismo, en una banqueta policromada descubierta a un lado de los restos del Templo Mayor de México, en la esquina de las calles de Guatemala y Seminario, el motivo central lo forma un zacatapoyolli o bola de heno para depositar la púas sagradas de maguey del autosacrificio.
No tenemos la menor idea de la posición del tercer motivo, o sean los tezcacuitlapillis, el disco sagrado de los cinturones de los grandes señores. Es interesante hacer notar, que están esculpidos sobre losas que tienen la misma altura que la de los motivos anteriores.
De las piezas de menor importancia, como los discos (chalchihuites) y columnitas, tampoco hemos podido encontrar su relación con los antes citados. Con ellas se pueden formar tantas combinaciones diferentes, que sería una pérdida de tiempo cualquier discusión. Quizá la fachada del Templo de los Tigres del Juego de Pelota de Chichén ltzá, en la que están presentes la mayor parte de estos elementos, nos pueda ayudar a resolver este complicado problema.
De lo que sí estamos seguros, es que sobre la parte superior del entablamento, iban las blancas almenas en forma de G mayúscula. Algunas fueron descubiertas todavía con sus espigas empotradas en las losas que sirvieron de última cornisa y que para tal efecto, tienen una horadación.
Lo anterior es todo lo que podemos decir sobre el particular y quizá en futuras temporadas presentemos la forma en que se combinaban en el conjunto ornamenta l.
Ya hemos mencionado varias veces, la existencia de restos de carbón en las huellas de los soportes aislados, pero sólo hasta ahora, se descubrió en uno, restos de madera carbonizada en posición vertical. Aunque no se terminó esta exploración, tenemos una prueba irrefutable de que las columnas de esta sala eran de madera, sin que sepamos si estaban revestidas de mampostería o de estuco.
Otro hallazgo de interés en la misma sala, consistió en un desagüe en uno de los ángulos del patio central. Se localizó, cuando al levantar una piedra que le servía de tapa, se resumió el agua que se había acumulado.
El descubrimiento más importante fue una ofrenda colocada en el interior del altar sur. Se trata de un recipiente cilíndrico de piedra, pintado de rojo vivo, que contenía un collar formado por un precioso pendiente de jade y cuentas de concha.
Aunque las cuentas son de calidad muy pobre, el pectoral de jade es una obra digna de los lapidarios toltecas. La figura humana esculpida en uno de sus lados, está hecha con una técnica poco común cuando se trata de esta clase de material. El artista utilizó la misma técnica que se ve en los bajorrelieves, es decir, alzó el motivo rebajando el fondo de la placa. Es una especie de champ-levé aplicado al jade.
Anotamos que, debido a que el personaje representado está desprovisto de armas, bien puede tratarse de un sacerdote.
Vale la pena citar, que al descubrir los altares del Gran Vestíbulo, hicimos pozos de exploración con la esperanza de localizar ofrendas en el interior, pero el resultado fue negativo, habiéndose comprobado que a pesar de la lamentable destrucción, no estaban violados.
Hallazgos análogos a esta ofrenda, fueron hechos en Chichén Itzá, en donde los objetos estaban colocados también dentro de recipientes de piedra y con tapa, muy semejante al que acabamos de descubrir.
El pendiente encontrado es la primera pieza de jade tolteca, hallada en Tula de la que tenemos una segura procedencia, dándonos esto margen para hacer comparación con otras de origen dudoso. Por desgracia, la otra pieza que se halló está tan destruída por el fuego, que no la podemos tomar en cuenta para una clasificación.
Pasando ahora al Edificio C, diremos que los trabajos, tanto en su ángulo noroeste como en el lado norte, no aportaron nada interesante. Sólo aparecieron los mismos cuerpos en talud, que veníamos siguiendo desde varios años atrás. Sin embargo, vale la pena advertir que en el lado norte, los cuerpos se encuentran mejor conservados debido a que una superposición los cubrió.
El progreso de este trabajo fue muy lento por el escombro que alcanzaba varios metros de altura y de profundidad; razón por la que hasta ahora, sólo hemos limpiado una tercera parte de la fachada norte.
En el curso de la exploración anterior, se descubrió una escultura de piedra de las que llamamos atlantes, muy cerca del lugar en donde se localizó un Chac-Mool en la temporada pasada, e igual que éste, parece haber caído de la parte alta del monumento. Esto quiere decir, que el templo superior, al igual que el Edificio B, tenía una mesa o altar sostenido por esculturas humanas.
También este mismo año, se concluyó la exploración del pequeño basamento azteca, que probablemente funcionó como adoratorio.
Por razones que desconocemos, fue abandonado o destruído después que se celebró en él una ceremonia semejante al fuego nuevo, en el que se rompieron gran número de vasijas, las que luego fueron esparcidas en su alrededor y a más de diez metros de distancia, como por ejemplo, tenemos fragmentos que estaban asociados a las ofrendas 2 y 3 de la VII temporada.
De éstos, los braseros que tienen atributos de Tlazolteotl son bastante comunes. En el Museo Nacional de Antropología existen varios ejemplares que proceden de Tlatelolco. Uno de ellos ha sido reproducido por Antonio Peñafiel en su libro Monumentos del Arte Mexicano Antiguo, publicado en 1890. Otros han sido hallados en el barrio de Ahuacatitlán, al norte de la parroquia de Azcapotzalco.
Los braseros con decoración de picos, son todavía más comunes que los anteriores. Se encuentran casi en toda Mesoamérica, datan de épocas bastante antiguas y siguieron usándose hasta la llegada de los españoles.
Desde luego los ejemplares en cuestión son aztecas, pero se ve claramente que están inspirados en modelos toltecas. La diferencia estriba únicamente en la presencia de una enorme cara de Tláloc. El autor no conoce la existencia de otros ejemplares con excepción de un brasero hallado por el arqueólogo Juan Valenzuela en Los Tuxtlas, que tiene cierta semejanza con los de Tula.
Ya con lo anterior queda terminado el presente trabajo, que como ya he mencionado al principio, no es más que una síntesis de tres temporadas de exploraciones en Tula, Hgo.
En vista de que el fin de la VIII temporada coincidió con la terminación de varios de los trabajos que se estaban llevando a cabo, como por ejemplo: en el lado este del Edificio B, en el Palacio Quemado y en el Gran Vestíbulo, hemos decidido que sería el momento ideal para hacer un paréntesis y tomar la siguiente temporada como el principio de otro estudio que espero sea publicado antes que finalice el presente año.

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Publicado

1957-01-04

Cómo citar

Acosta, J. R. (1957). Resumen de los informes de las exploraciones arqueológicas en Tula, Hgo., durante las VI, VII y VIII temporadas, 1946-1950. Anales Del Instituto Nacional De Antropología E Historia, 6(8), 37–115. Recuperado a partir de https://revistas.inah.gob.mx/index.php/anales/article/view/7187