Publicado 2010-08-01
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Resumen
Durante más de treinta y cinco años, desde su descubrimiento por un acto fortuito en 1971, los espejos localizados en algún punto dentro de la cueva bajo la pirámide del Sol, fueron multicitados a partir de las escasísimas fuentes sobre su existencia en la bibliografía arqueológica. La cueva y su contenido se cubrían de un halo de misterio con cada referencia, mientras su paradero continuaba en el enigma más absoluto. Otra serie de circunstancias, igual de fortuitas, estarían implicadas en su redescubrimiento, el hecho es, que los análisis y la recopilación de información de la investigación sobre estos particulares materiales corrió a mi cargo, y se convirtió en una tesis de licenciatura con el nombre de “Los tezcacuitlapilli de la Pirámide del Sol”, presentada en la ENAH en diciembre de 2009. El presente artículo se nutre de algunas de las ideas y contenidos realizados para la mencionada investigación, pero se estructura con una serie de nuevas propuestas. En él, pretendo particularizar sobre un caso, el del espejo que por sus notables bajorrelieves designé con el nombre de “monstruo del glifo XI”, cuyas características y particularidades lo hacen un caso único entre los espejos conocidos, el motivo de este disco de pizarra tiene frecuentes e insospechadas representaciones en la pintura y el bajorrelieve de Teotihuacán, de tal manera que éstas y otras cualidades permitan entender sus condiciones y hacer una serie de asociaciones con referentes sociales entre los espejos de la colección y sobre todo con la cueva de la pirámide del Sol.